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En el principio no existía el nombre, la llamaremos...

¿Son las cosas que admiramos y nos gustan como eran en su comienzo? Damos por hecho todo aquello que está consolidado, lo que ha conseguido tener una forma concreta, aquello que sigue unas reglas que se han establecido a lo largo del tiempo y es aceptado tal como permanece. 
Pero el comienzo de todo arte, ciencia, deporte, programa o cualquier relación que pensemos ha estado marcado por unos inicios que han tardado en afianzarse, a veces incluso no ha llegado a adoptar una forma definitiva o no ha sido aceptado. Ha habido una evolución que ha determinado la forma que tiene actualmente, quedándose en muchos casos por el camino, ganando fuerzas, adaptándose a los gustos o necesidades.












En esta entrada te propongo una mirada a los primeros, balbuceantes pasos de una de las artes más completas y que aglutina la música, el canto, la poesía, las artes plásticas y, en ocasiones incluso, la danza. Nos acompañan un texto de Laia Falcón y el primero de los sonidos que se escucharon en la primera de las representaciones de Claudio Monteverdi.


Jonas Kaufman y Elena Mosuc tras La Traviata, Teatro Alla Scala de Milán
Siempre me ha llamado la atención que un género musical tan consolidado e importante como la ópera tenga precisamente ese nombre. Ópera significa literalmente, ya lo sabemos, obra. Qué poca preocupación por el nombre para un estilo musical que apareció como una forma de expresión estilizada y refinada a finales del siglo XVII. 
Todo comienza en las últimas décadas del siglo XVI en Florencia bajo la influencia del conde Giovanni de Bardi que se rodeó de un grupo de invitados conocidos como Camerata Fiorentina entre los que estaban Giulio Caccini, Pietro Strozzi (padre de Barbara Strozzi de quien hablamos en Mujeres épicas) o Vicenzo Galilei (sí, el padre de Galileo). Buscaban llevar la música a la naturalidad y pureza que tenía en la antigua Grecia, ya que, para ellos, estaba corrompiéndose por el uso excesivo de la polifonía que hacía cada vez menos inteligible el texto cantado y destrozaba la poesía, la misma crítica que realizó el Concilio de Trento.
Jacopo Peri con libreto de Rinuccini compuso la que se considera la precursora de la ópera, Dafne, una obra de la que sólo se tienen referencias.

Hace unos meses, en mi escucha impenitente de Radio Clásica de RNE, tuve un sorprendente encuentro oyendo una entrevista con la polifacética e interesante personalidad de Laia Falcón
La soprano, doctora en sociología y en comunicación audiovisual presentaba su libro La ópera. Voz, emoción y personaje. Una delicia para los amantes de este género musical. 

Para el texto de este post, no me resisto a compartir las palabras con que evoca los preparativos de la primera representación que se llevó a cabo.


Después de varias experiencias a cargo de distintos autores, en 1607 Claudio Monteverdi estrenó la que está considerada como primera ópera, el primer drama musical de la historia, en colaboración con Alessandro Stringgio, autor del texto. Más completa que las obras que se hicieron hasta ese momento, presenta la mayor evolución del género. Monteverdi logró transmitir las emociones de los discursos de los actores cantantes a través del uso de las inflexiones de la voz, logrando alcanzar un lenguaje con una gran libertad armónica. La orquesta no sólo acompañaba a los cantantes, ya que también ayudaba a crear los ambientes de las distintas escenas. 




Pero no fue en Florencia, sino en Mantua donde se estrenó la que actualmente se considera la primera ópera. Claudio Monteverdi preparó una obra sobre el mitológico personaje. Pensó que lo mejor sería utilizar la marcha militar de los Gonzaga, duques de Mantua, como agradecimiento hacia quienes financiaban el espectáculo y como medio de indicar a los asistentes que comenzaba la ópera y era el momento de tomar asiento y atender. Así comienza el camino de la ópera.
La música no podía ser otra que la que inicia la opera prima del género. Una versión de L'Orfeo, Fávola in música, nombre que le dio en lugar de ópera, de Claudio Monteverdi con Jordi Savall Le Concert des Nations y la Capella Reial ofrecieron esta versión con evocaciones primigenias en el Teatre del Liceu de Barcelona en 2002. 


Si tienes tiempo y ganas, aquí puedes disfrutar la versión completa.


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