Con el paso del tiempo vamos seleccionando qué hacer y a qué dedicar el tiempo libre (sí, momentos casi inexistentes en que no sabes qué hacer).
La televisión, que ya hace décadas que entró en nuestras casas y en nuestras vidas, vive unos momentos tan cambiantes como todo lo que nos rodea. Vivir de lleno en la modernidad liquida, como la denominaba Zygmunt Bauman, supone aceptar que nada es estable ni seguro, que lo que hoy es no indica que lo sea mañana.Así, la televisión se ha instalado en una búsqueda constante de formatos que se acaban quemando en sí mismos, de espectáculos constantes que sólo llaman la atención cuando se superan en la mediocridad de sus contenidos, transmitiendo la idea de que con talento puedes instalarte en la fama y la abundancia para siempre, una suerte de lotería vitalicia.
Además de formatos donde cualquier ciudadano anónimo puede asaltar la popularidad y alimentarla con realities que nunca muestran lo mejor de la condición humana, están surgiendo otros que se escudan en la búsqueda del esfuerzo, del mérito y la constancia, el poseer un talento que, en un momento afortunado, hagan el milagro del triunfo.
En estas semanas, casi por casualidad, he descubierto el programa Prodigios de Televisión Española. Se trata de un talent show con una propuesta diferente a las anteriores.
¿Qué tiene Prodigios que lo hace diferente?
En primer lugar el interés por promocionar la cultura, algo totalmente descuidado en la televisión, especialmente en las cadenas privadas donde lo que prima es la búsqueda de la mayor audiencia a costa de lo que sea. Alentar el conocimiento de la cultura, la base de nuestro humanismo es siempre alentador y marca la diferencia, aunque hasta las televisiones públicas lo obvien.
Saber que hay muchos jóvenes talentos en nuestra sociedad que están continuamente formándose para hacerse con un hueco en el panorama musical y que llegarán a triunfar como intérpretes es una buena noticia.
En Prodigios los participantes se dividen en tres grupos: Canto, Instrumental y Danza. En el primero aparecen jóvenes que trabajan con el único instrumento vivo que existe, la voz humana. Cantantes que interpretan, y nos emocionan con su voz con complicadas arias y canciones de repertorio actual.
En el segundo grupo intervienen intérpretes de distintos instrumentos que actúan como solistas junto a una orquesta que los acompaña. En el último de los grupos son bailarines de ballet quienes nos muestran las enormes capacidades que disponen y sobre las que están trabajando.
Todos ellos muestran su talento, su esfuerzo en distintos conservatorios y muestran que serán los intérpretes del futuro.
Un segundo punto a favor es el formado por los jueces que valoran y deciden quienes y por qué pasan a las siguientes fases.
Tres personalidades de reconocido prestigio en estos campos forman el jurado: Comenzamos con el primero. Nacho Duato, el prestigioso coreógrafo y bailarín valenciano, uno de los mayores puntales del ballet en España en las últimas décadas y que, en la actualidad dirige el Ballet del Teatro Mikhailovsky de San Petersburgo (Rusia) es el encargado de los participantes en el apartado de Danza.
Otro de los puntales del programa es el presentador. Podemos estar de acuerdo en que Boris Izaguirre tiene una fuerte personalidad y, como tal, puede caer mejor o peor. A mí, personalmente, me gusta su forma de hacer y ser. Pero sí es importante hacer caer en la cuenta que, en este programa, el presentador está más cerca del público inexperto que de los jueces. La admiración que muestra el presentador por el mérito de quienes participan se aproxima más a los espectadores que a los expertos, lo que hace que su punto de vista se identifique con quienes están en casa. Además, la familia está presente con la participación de Paula Prendes entre bastidores, como forma de acercar público y participantes.
Pero lo que más llama la atención del programa, o a mí al menos me lo parece, es la dinámica en que estos participantes viven. Con su talento y esfuerzo han decidido que su vida está en la música, que su futuro es formar parte de orquestas, ballets, óperas o musicales; que en su vida van a pasar por muchas pruebas y filtros para llegar al lugar que desean. Y esa idea que tienen tan integrada en su trabajo hace que afronten este programa con una visión distinta a otros. Es una prueba más, importante por la repercusión que tiene, pero una más. Y aquellos a quienes encuentran en el camino son a la vez sus rivales (no dejemos de recordar que se trata de un concurso) y unos compañeros con los que se encontrarán en diversas ocasiones, con los que competirán o colaborarán según las circunstancias.
Comprobar cómo aceptan los veredictos y muestran la complicidad que les une a sus compañeros no es algo que veamos en nuestra sociedad más acostumbrada a quejas, insultos y desprecios a quienes compiten o difieren con nosotros.
Como no podía ser de otra forma, la música es siempre en directo con la participación de la Orquesta Sinfónica de Castilla León dirigida por Salvador Vázquez Sánchez.
El segundo componente del jurado es el director de orquesta Andrés Salado, una de las jóvenes batutas que ha dirigido a la mayoría de las grandes agrupaciones de nuestro país, además de otras de ámbito internacional y que en la actualidad dirige la Joven Orquesta de Extremadura, lo que le hace estar en contacto con los jóvenes intérpretes y ser el encargado de valorar a los participantes del apartado Instrumental.
Dejo para el final al tercer componente del jurado. Ainhoa Arteta, una de las grandes sopranos de nuestro país que cuenta en su repertorio con más de una treintena de óperas, es la encargada de los intérpretes de Canto. Aún guardo en la memoria la magnífica Adriana Lecouvreur que nos ofreció en el Teatro Maestranza la pasada temporada.
El programa Prodigios se puede ver en La 1 de Televisión Española la noche de los sábado, aunque está disponible para mayor comodidad en Internet en A la carta: Prodigios.
Prodigios es un oasis entre tanto desierto televisivo, una bocanada de aire fresco en un medio que no cuida la calidad.
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