expr:class='"loading" + data:blog.mobileClass'>

¡La Malibrán ha muerto!

En ocasiones una muerte inesperada, a destiempo, nos sobrecoge desesperadamente. No sólo en lo personal.
¿Cuántas personas con un futuro prometedor han desaparecido antes de desarrollar todos sus proyectos? 
¿Cuántos personajes que venían a romper moldes o a desarrollar al máximo sus proyectos desaparecieron sin finalizarlos?
¿Quién no recuerda a cantantes que nos abandonaron antes de tiempo? ¿O a deportistas? ¿Quién no recuerda a actores que desaparecieron jóvenes aún?
En ocasiones se ha dicho que estas personas que concluyeron su vida inesperada y abruptamente son elegidos de los dioses.
En esta publicación trataremos de una de esas personas que nos abandonaron mucho antes del momento en que debían hacerlo, truncando su vida y una carrera que ya estaba en la cumbre del éxito. ¿Cuáles recuerdas así? ¿Qué tienen en común todas ellas?
Te propongo un recorrido por la vida de uno de esos personajes que nos dejaron demasiado pronto, aunque dejando una huella que aún perdura: María Malibrán. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!



Escritor y poeta, Alfred de Musset cayó joven en un abismo existencial tras la ruptura de su violenta relación con George Sand, aquella escritora a quien también recordamos unida a Chopin en Valldemosa. Destrozado, alcoholizado, su vida fue naufragando poco a poco hasta que encontró un breve remanso de amor junto a María Malibrán, quizás el primer gran y breve amor de ella. De ahí en adelante, nada fue como era en su obra de escritor y en su vida. De sus últimos años Heine llegó a decir: "Musset es tan ignorado por la mayoría de los franceses como podría serlo un poeta chino".
Tras el inesperado e inexplicable accidente en que la Malibrán perdió la vida, apenas dos semanas después, De Musset escribió una serie de estancias, veintisiete para ser más exactos, en las que llora, se desespera y encumbra hacia el Olimpo de los inmortales a la gran diva de la ópera en un lenguaje altisonante, épico y pretendidamente artificial y elaborado.



Inquieta, versátil, con una personalidad aplastante, la mezzosoprano romana Cecilia Bartoli estaba destinada a ser alguien diferente, hiciera lo que hiciese. Desde su preparación como bailaora flamenca en Roma, que luego cambió por la interpretación musical, la Bartoli siempre ha demostrado un estilo y una forma de ser únicos que la han hecho diferente a todos los estereotipos de este mundo tan particular.
Su voz inconfundible y su estilo tan personal hacen que una voz tan versátil como la suya se desenvuelva entre una enorme agilidad vocal y una fuerza expresiva tan particulares que oyéndola cantar siempre la reconocemos por encima de cualquier otra consideración. Si te gusta la voz de la Bartoli, siempre la disfrutas escuchándola, si no, es preferible escucharla en un repertorio menos conocido. A mí, particularmente, siempre me apetece oírla cante lo que cante.
Incansable buscadora, recuperadora de obras y personalidades, Cecilia Bartoli ha convertido cada uno de sus proyectos en un acontecimiento, una investigación que tiene mucho que aportar a los amantes de la música. Arie Antiche, Salieri, Opera Proibita, Mission, Sacrificium, St. Petersbourg o Farinelli han sido algunas de sus investigaciones que concluyeron con sendos proyectos discográficos.
En 2007 publicó su trabajo Maria que giraba alrededor de la figura de Maria Malibrán, una mezzosoprano como ella, una de las más grandes cantantes del siglo XIX, con una personalidad y un carácter de diva que podríamos asociar a lo que fue Maria Callas en el siglo XX.
En su personal estilo, Maria albergaba un trabajo de investigación y rescate que concluía, a grandes rasgos, con un libro editado en varios idiomas (inglés, francés, alemán e italiano) que incluía un disco con la grabación de temas emblemáticos para la Malibrán y un documental con el trabajo realizado sobre la protagonista. Además, para dar a conocer más la figura de la diva, una exposición móvil se trasladaba allí donde la cantante ofrecía recitales sobre este trabajo.
En este primer enlace podemos escucharla recreando una de las óperas que hicieron famosa a la Malibran, La Sonnambula de Bellini, en la que interpreta dos piezas, el aria Ah! non credea mirarti seguida de la cabaletta Ah! non giunge.


María Felicia García Sitjes nació en París de padre sevillano y madre gaditana. Manuel García era uno de los tenores predilectos de Rossini de quien estrenó, entre otras, El barbero de Sevilla. Tras triunfar en Italia recorrió con su esposa Joaquina Sitjes, conocida artísticamente como Joaquina Briones y sus tres hijos Manuel Patricio (un barítono que llegaría a ser considerado el más influyente profesor de canto del XIX) María Felicia y la pequeña Pauline (una longeva cantante conocida como Pauline Viardot) diversos países de Europa, recaló en Estados Unidos en 1825. Allí, el éxito familiar fue eclipsado por la joven María que, con diecisiete años y poca experiencia interpretando papeles en el escenario pese a que los pisaba desde niña, fue el centro de atención de público y prensa.
María, una personalidad indómita e independiente, había estudiado unos años en Inglaterra por indicación paterna. Las relaciones entre padre e hija fueron siempre tormentosas, con el deseo del padre de controlar al máximo la vida profesional y también personal de la mayor de sus hijas. 
En estas fechas, María se enamoró de un poeta en Nueva York, una relación que finalizó ante el rechazo total del padre, pero teniendo la certeza la hija que, en la próxima ocasión sería su voluntad la que prevaleciera.
Así, pocos años más tarde, harta del estricto control paterno y de los malos tratos que le infligía se casó en secreto en la ciudad americana con Eugene Malibrán, de quien tomó el nombre artístico. Al poco tiempo de este acto de rebeldía, María descubrió que, lejos de ser el rico banquero que pretendía ser, su esposo estaba en la ruina y, además, celoso, le prohibía dedicarse a cantar.


Era una época donde se prodigaban las grandes rivalidades entre los cantantes por ganarse el público y ser considerados los mejores entre los mejores, La Malibrán hubo de enfrentarse a algunas de las divas del momento. 
En el Teatro Alla Scala de Milán era por aquellos día la reina indiscutible del bel canto Giudita Pasta quien triunfaba haciendo suyo el papel de la Norma de Bellini.
María Teresa Álvarez publicó Ellas mismas. Mujeres que han hecho historia contra viento y marea, un interesante compendio de irresistibles mujeres que hubieron de luchar contra corriente para imponer sus ideas, sus trabajos y sus inteligencias en un mundo que no admitía la presencia de las mujeres más allá de su rol doméstico.
Por él desfilan y se nos muestran personalidades que van desde Leonor Plantagenet hasta Clara Campoamor, pasando por María de Molina, Concepción Arenal, Ana de Austria, la Princesa de Éboli o la propia Malibrán.
En el capítulo dedicado a esta última, Álvarez relata la rivalidad que enfrentó a La Pasta y La Malibrán en la que podríamos considerar el territorio de la primera, el Teatro Alla Scala.



Otra de sus rivales era la soprano alemana Enrichetta Sontag, quien finalmente dejó los escenarios tras casarse con un conde. Esta relación finalizó con una sincera amistad entre ambas cantantes.
En la película Maria Malibran dirigida por Guido Brignone en 1943 se muestra una escena, posiblemente ficticia, que recuerda esta rivalidad. Maria Cebotari interpreta a la Malibrán, mientras Silvia de Bettini se pone en el rol de la Sontag. La escena recrea un salón en el que un sonriente Rossini interpreta al piano el aria Non più mesta acanto al fuoco de La Cenerentola para la Sontag, apareciendo para regocijo de los invitados María Malibrán.


El matrimonio de María fue un rotundo fracaso aunque ella siguió con su esposo esperando el momento en que poder dejarlo, además de no poder ejercer su oficio. Meses más tarde su esposo fue encarcelado por estafa y bancarrota y la Malibrán encontró el momento de regresar a los escenarios ya que necesitaba de su trabajo para poder vivir.
Una vez saldadas las deudas, María abandona los Estados Unidos y vuelve a las giras y actuaciones por Europa interpretando las grandes heroínas de la ópera del momento.
Se cuenta que el mismo Rossini le ofreció la astronómica suma de 100.000 francos anuales por cuatro años de canto exclusivo en la ópera de París, una oferta que la diva rechazó pensando que no debía atarse en exclusiva al mismo público.
Fueron años de triunfo absoluto en los grandes escenarios de Europa que la convirtieron en la gran diva del momento. 
En esta época conoció al violinista belga Charles de Bériot de quien se enamoró y con quien tuvo un hijo. Intentó separarse de su esposo, pero éste no consintió, logrando, tras ayudas de diversas personalidades la anulación de su matrimonio religioso, pero no el civil.




Volviendo a las estancias que De Musset dedicó a La Malibran, la segunda de ellas nos muestra un tono épico, más propio de hechos heroicos que artísticos buscando que la protagonista encuentre su lugar entre los elegidos del Olimpo



Dentro de su álbum María, Cecilia Bartoli interpreta la sonora y onomatopéyica Rataplán, un aria que exige una gran agilidad vocal. La grabación está recogida de una actuación correspondiente al festival Echo der Stars de 2008.



No sólo eran su forma de cantar o su personalidad fuera y dentro de los escenarios lo que atraía y subyugaba a sus seguidores. María Malibrán se interesaba por el vestuario y la escenografía de las óperas que interpretaba. Siempre estudiaba el ambiente y las costumbres de la época en que se desarrollaba la obra para buscar los decorados más idóneos y en ocasiones diseñaba los trajes que iba a llevar en escena, intereses que hacían que su trabajo llegara mejor al público que la consideraba la mejor de su tiempo.


Maria Malibrán como Desdémona para Otello de Rossini. Henri Decaisne (1830)
En su descomunal, abigarrado y emotivo Libro de réquiems, Mauricio Wiesenthal recorre las estancias, palacios, hoteles, necrópolis, cafés y cualesquiera de los lugares donde los protagonistas de cualquier tipo de manifestación artística de los siglos XIX y XX pasearon sus existencias. 
En uno de sus viajes a Roma Wiesenthal se acercó a Villa Pamphilli para evocar una anécdota de María Malibrán en ese lugar.



Oír a Cecilia Bartoli cantar una pieza tan emblemática y conocida como Casta Diva, el aria de la Norma de Bellini es entrar en una dimensión diferente a las demás versiones. Bellini escribió el papel pensando en Giuditta Pasta como decíamos, una soprano que procedía también de la cuerda de contralto como la Malibrán. En esa esencia la pretende cantar la Bartoli, alejada de las voces de soprano que la cantan en las interpretaciones actuales.
En esta versión, tan diferente a las que podemos escuchar, la interpretación de Norma se acerca más a la plegaria, al intimismo, la preocupación y cierta esperanza que confluyen en la protagonista al cantarla. Aquí Cecilia Bartoli nos ofrece una versión más oscura y cargada de sentimientos encontrados.
Te propongo oír la versión que aparece en el disco María, sólo de audio, evocando las sensaciones que nos trae Wiesenthal. Entorna los ojos, siente los alrededores de Villa Pamphilli, los pinos, el agua de las fuentes... Déjate llevar por la plegaria que Norma dirige a la Luna, una diva como ella, con el acompañamiento de las cuerdas.


Los primeros días de septiembre de 1836 María se encontraba en Manchester donde tenía varias actuaciones. Paseando una mañana a caballo, cayó y fue arrastrada por su montura. Al levantarse y no sentirse especialmente mal acudió la actuación programada sin realizarse ningún reconocimiento médico. Un fuerte dolor de cabeza la acompañó de forma persistente los días siguientes.
El trece de septiembre la Malibrán cayó desmayada en el camerino tras una intensa y exigente actuación, entrando poco después en estado de coma del que no volvió a recuperarse. Murió el veintitrés de septiembre. Su cuerpo, por expreso deseo de Bériot, fue enterrado en la ciudad belga de Laeken.

Funeral de Maria Malibrán en la Catedral de Manchester y tumba en Laeken

Su muerte, su vida truncada precipitadamente, su valor y generosidad, la fuerza con que luchaba por aquello que quería crearon las circunstancias que la convirtieron en uno de los mitos de la ópera.  



La pieza con la que nos despedimos de María Felicia García Sitjes, la Malibrán es la romanza Cari giorni (Días queridos) de Inés de Castro, una ópera que Giuseppe Persiani compuso expresamente para la voz de la diva en 1835. Desgraciadamente no pudo estrenarla y el compositor hubo de realizar algunos arreglos vocales para que Fanny Tacchinardi Persiani, su esposa, la estrenara en el Teatro Alla Scala en 1837.
Sirva esta pieza como homenaje y despedida a la cantante.


Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!

Contenido extra:
Si tienes aún tiempo e interés en conocer más sobre María Malibrán, enlazo un documental La Malibrán: la diva del romanticismo realizado por Radio Televisión Española dentro de una serie Documentales de grandes mujeres de la historia. Si no dispones de tiempo ahora, siempre podrás regresar a conocer más sobre esta importante cantante.


Bibliografía y webgrafía consultadas o interesantes:

2 comentarios:

  1. Es un placer encontrar escritos como estos, que además se amenizan con buenas piezas. Lo he leído con La Sonnambula, de fondo y me has aliviado un día tenso de trabajo 💖

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias por este comentario, Rosa.
      Me alegra que te haya ayudado a mejorar el día. En el fondo, es una de las funciones de la música.
      Un fuerte abrazo :-)

      Eliminar