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Puentes que nos unen

"We build too many walls and not enough bridges".
"Construimos demasiados muros y no suficientes puentes".
Isaac Newton

Ante un curso de agua que nos impide el paso, construimos un puente para atraversarlo. Así, erigir puentes ha sido desde la antigüedad una forma de unir espacios buscando la conexión entre lugares que estaban separados por corrientes que dificultaban el tránsito, ayudando a la conexión entre estos espacios y facilitando la confluencia de pueblos, culturas y civilizaciones. 
En la actualidad, los puentes se han hecho tan habituales y cotidianos donde se necesitan que se han convertido en elementos que pasan desapercibidos, volviéndose casi invisibles a nuestras miradas. Cruzar un puente caminando, en cualquier vehículo o circular bajo él se ha convertido en una costumbre que realizamos de forma rutinaria allí donde los hay y a la que no le prestamos atención. 
Sentir el paso que estamos realizando cuando cruzamos uno de estos puentes, contemplar el paisaje fluvial o marítimo natural o humanizado, rememorar o imaginar la historia pasada, evocar las músicas y las páginas que se han escrito sobre él o su arquitectura, pensar en una época en que no existía y separaba las zonas ahora adyacentes, o detener nuestro conocimiento o imaginación en los que había antes que este, son reflexiones que nos pueden ayudar a visibilizar esa sensación de inexistencia en nuestra mente.
Te propongo un paseo por algunos puentes y sus evocaciones desde libros y músicas, sabiendo que no están todos los que son, pero que representan a cuantos existen. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!



Durante muchos años, casi podríamos decir que siglos, algunos ríos han servido como elemento de separación entre territorios colindantes, de tal forma que han llegado a surgir culturas e incluso civilizaciones distintas a uno y otro lado de ríos caudalosos y difícilmente vadeables.
Hubo momentos en que el agua de los ríos sirvió como muralla o frontera que separaba y aislaba a unas personas de otras. En Nuestra Señora de París, Víctor Hugo desarrolla una extensa novela por la que transitan personajes que se arremolinan alrededor de la catedral parisina. Antes de centrarse en el cruce argumental donde confluyen las historias de Quasimodo, Esmeralda o Frollo, Hugo se interesa por mostrarnos cómo surgió y cómo era la originaria ciudad parisina cuyo núcleo primigenio surgió en una de las más conocidas islas fluviales de la historia: L'ile de la Cité. Allí, rodeada de la corriente del Sena, que ejercía a la vez de muralla y foso, y de sus primeros puentes, surgió esa enorme metrópolis conocida y admirada por todos.



Cuna de la civilización occidental, capital de un imperio que unió a todo el Mediterráneo bajo su organización, a la que dotó de una cultura que aún persiste en la legislación, los idiomas o las artes, Roma posee un río que se presenta sinuoso en su geografía urbana.
En Tosca, Giacomo Puccini hace que el tercer acto tenga un escenario singular, el Castel Sant'Angelo, ese edificio circular que sirvió de tumba entre otros de un emperador bético, Adriano. Allí, en la orilla del Tíber, sobre la explanada del fortín, se desarrolla este último acto de la ópera. Antes de que culmine la trágica historia de Floria Tosca y Mario Cavaradosi, preludiando el drama, Puccini nos deja un momento de paz antes del amanecer.
Por los alrededores del Castel Sant'Angelo un pequeño pastor, un niño, camina con sus ovejas buscando con la luz del día un lugar donde apacentar su rebaño.
El río con el puente que surge frente a la entrada de la fortaleza se nos muestra lírico y bucólico, inocente y tierno antes del desarrollo trágico y agónico. Casi como la vida.




El enlace corresponde a una producción de Tosca para el Festival de Bergenz de 2007 con Katia Velletaz en el papel del joven pastor interpretando Io de sopiri te ne rimanno tanti (Te mando tantos suspiros).


Poco conocido fuera de su ámbito geográfico, el Drina es un río cargado de historia, uno de esos elementos geográficos que se erigen en protagonistas del devenir de las civilizaciones.
Ivo Andric fue un diplomático y, sobre todo, escritor nacido en Dolac, en Bosnia, aunque de origen croata. Tras se encarcelado -sin pruebas concretas- como cómplice del atentado que originó la I Guerra Mundial, estudió historia y literatura eslava al salir de prisión, trabajó como diplomático yugoslavo en Alemania hasta la invasión nazi de su país y pasó la II Guerra Mundial bajo arresto domiciliario. Allí escribió su novela más conocida, Na Drini cuprija (Un puente sobre el Drina), una obra que sirve de metáfora de la convivencia y la lucha entre culturas y civilizaciones en la zona de los Balcanes y que, fundamentalmente, fue la que hizo que recibiera el Premio Nobel de Literatura en 1961. 
Puente sobre el Drina. A partir de una imagen de Internet
Un puente sobre el Drina es una novela que recoge el encuentro entre Europa y el Imperio Otomano, la muestra de que varias civilizaciones que se agreden pueden acabar por adaptarse, compenetrarse y enriquecerse de modo casi inadvertido, en la que las historias personales se convierten en historias universales. El puente sirve de nexo de unión y diferencias, un camino en el que las armas chocan y agreden, pero que los vecinos y enemigos acaban aceptándose en el transcurrir de los años y las generaciones.
En definitiva, se trata de un relato interesante al que volveremos en otra ocasión con mayor profundidad para tratar y conocer las relaciones entre culturas, civilizaciones y religiones que se cruzan, se mueven y conviven en el mismo espacio geográfico.




De la ópera pasamos a la zarzuela, aunque sigamos en Italia, aunque en esta ocasión sea en imaginaria localidad de Sorrentinos, en las inmediaciones de Nápoles.
Allí sitúan su zarzuela La Canción del olvido José Serrano y sus libretistas Federico Romero y Guillermo Fernández-Shaw, una obra que tuvo un gran éxito en su estreno en el Teatro Lírico de Valencia en 1916 y que se repitió dos años después en el Teatro de la Zarzuela de Madrid.
Al comienzo de la obra, Leonello interpreta Junto al puente de la peña, una romanza para barítono que se ha convertido con el tiempo en una de las piezas reconocibles del repertorio de zarzuela.
En el enlace que nos acompaña, el tenor Plácido Domingo, en su proceso de reconversión con su voz más grave y oscura, interpreta Junto al puente de la peña con la dirección orquestal del desaparecido Jesús López Cobos para la televisión de Perú.
En esta ocasión el puente se nos presenta, en un nuevo papel como lugar de encuentro amoroso, sean cuales sean las intenciones.



Pocos puentes alcanzan el favor y el reconocimiento popular como el que cruza el Moldava en Praga desde la Ciudad Vieja a Mala Strana, el Puente de Carlos.
Flanqueado por estatuas de piedra, este puente permanece siempre inundado de transeúntes, vendedores de recuerdos, músicos, casi como lo estaba en sus inicios.
En su exuberante fresco Praga mágica, el italiano Angelo Maria Ripellino, uno de los más destacados especialistas en literatura checa y rusa del siglo XX, nos presenta una mirada que abarca todo lo que se puede conocer de la capital de la República Checa. Ripellino parte de leyendas, canciones y poemas, anales y revistas, cuentos locales y de viajeros, para construir un fresco monumental y palpitante, que muestra la importancia de la capital checa, la imbricación de las tres culturas que la conformaron, bohemia, judía y alemana y su importancia dentro de la cultura europea.
No puede quedar fuera de esta cosmovisión praguense la mirada al más popular de sus puentes: El Puente de Carlos.



Si la mirada a la ciudad nos viene de uno de sus admiradores procedentes del exterior, la mirada a la arteria que recorre el país, su río más emblemático, el Moldava, procede de uno de sus compositores más admirado, Bedrich Smetana, considerado como el fundador de la música nacionalista checa, una generación mayor que el más famoso de sus compositores, Antonin Dvorak.
Natural de una pequeña localidad de Bohemia que durante su vida perteneció al imperio austríaco, Smetana comenzó a estudiar música con su padre, descubriendo un gran talento para el piano y  decidió dedicar su vida profesional a la música tras oír tocar a Liszt. Tras aprender checo en edad adulta, recaló en la ciudad sueca de Göteborg donde estuvo impartiendo clases, componiendo y dirigiendo hasta el fallecimiento de su esposa por tuberculosis.
Praga y el Puente de Carlos

A su regreso a Praga dedicó su trabajo a la composición dentro de un ferviente nacionalismo. Así surgieron óperas como La novia vendida y, de modo especial, su ciclo de poemas sinfónicos Má vlast (Mi patria), un conjunto de seis piezas que describen, reflejan, señalan y evocan a su país.
En el segundo de estos poemas, Vltava (El Moldava) realiza un recorrido no sólo por el paisaje y la geografía, sino también por la historia y las costumbres de sus orillas. En una obra con un sentido programático, Smetana comienza describiéndonos una de las fuentes en las que nace el río con rápidas melodías de las flautas acompañadas por violines y el arpa. La segunda fuente se presenta con los clarinetes. La música se tranquiliza cuando presenta la melodía principal, un tema majestuoso y lírico que evoca el transitar de las aguas del río por las campiñas de Bohemia, se entretiene en mostrarnos una boda campesina en sus riveras con sus melodías populares, o una escena de caza antes de hacer su entrada imponente y sublime en la capital checa, donde recuerda el tema del primero de los poemas sinfónicos al pasar por la fortaleza de Vysehrad. Más adelante, Smetana nos muestra unas pequeñas cascadas, los Rápidos de San Juan o una evocadora escena nocturna bajo la luna antes de precipitarse a un final apoteósico.


El más imponente de los ríos europeo, el Danubio, tuvo su primer conocimiento desde lo local, desde cada uno de los lugares y culturas que surgieron a su alrededor y vivieron junto y desde él. Ovidio lo llamaba "bisnominis", el río de los dos nombres por esta razón.
Este río, que surge desde varias pequeñas fuentes que han servido para que quienes vivan junto a ellas hayan luchado por poseer el origen de esta arteria europea, atraviesa, separa o une, vertebra y crea una entidad centro europea y de la Europa oriental que recorre más civilizaciones y culturas que ningún otro río del mundo.
L'ile de la Cité en el Sena
En su libro El Danubio, Claudio Magris realiza un recorrido por la geografía, ciudades, escritores, compositores, cafés, pescadores o monumentos que surgen del recorrido físico y la evocación que se realizan de este imponente río. La configuración de la Mitteleuropa, esa constelación de ideas geográficas, culturales y políticas que conforman la Europa Central pasan por el recorrido que Magris realiza desde las fuentes hasta la desembocadura del río.
Así, el Danubio se configura como una arteria repleta de puentes antiguos y nuevos, imponentes y modestos, pero el mismo río se erige como un puente en sí mismo, un vehículo que sirve de nexo de unión entre ideas, civilizaciones, culturas y pueblos.



Nuestra última mirada hacia los puentes nos acerca a Florencia y uno de los que cruza el Arno, el Puente Vecchio (El Puente Viejo), uno de los más originales de la ciudad y del mundo. Plagado de pequeñas edificaciones que en la actualidad sirven como comercios al turismo, su primera vocación no era esa, sino tender un camino discreto para que la familia Medicci pudiera transitar entre la sede del gobierno en el Palazzo Vecchio y su residencia en el barrio de Oltrarno, al otro lado del Arno como indica su denominación, el Palazzo Pitti.
Ponte Vecchio sobre el Arno visto desde el Palazzo degli Ufizi
La música que nos sirve de despedida a este homenaje a los puentes surge, no desde uno de ellos, sino desde una pequeña habitación donde una joven está intentando convencer a su padre de su relación amorosa. 
Gianni Schicchi, otra vez Puccini, se basa en una mención que Dante realiza sobre este personaje colocándolo en el infierno por haber suplantado a un fallecido para dictar un nuevo testamento más beneficioso a sus herederos del que él mismo sacará rédito. Junto con Il tabarro (El tabardo) y Suor Angelica, esta obra cómica forma un conjunto de óperas de corta duración, Il Trittico (El Tríptico), basadas en cada una de las partes de La Divina Comedia que suelen representarse juntas.
En la acción, que transcurre en 1299 cuando aún era un puente de piedra, Lauretta canta es aria O mio babbino caro (Mi querido papaíto) para intentar convencer a su padre Gianni Schicchi para que acepte a Rinuccio como su esposo. El despliegue de razones, halagos y chantaje dan a esta pieza un estilo único en que se mezcla el tono ardiente con el guiño cariñoso y la falsa amenaza de arrojarse a las aguas del Arno si no marcha adelante su amor.
Montserrat Caballé interpreta este aria de Gianni Schicchi de Puccini en uno concierto celebrado en Munich en 1990.



Cuando veas un puente, no dejes de pararte junto a él, acercarte hasta su centro, detenerte y evocar cuánto hay de historia, de música, literatura, ingeniería o arquitectura en ese concreto y en todos y cada uno de los que existen.

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Bibliografía consultadas:

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