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Caminantes y viajeros: Los errantes

En el fondo todos somos viajeros. Anhelamos, soñamos y realizamos viajes que nos llevan más allá de donde vivimos en lo geográfico, en lo social, en lo cultural y en lo emotivo. El final siempre es el regreso al hogar, al lugar de origen, en la mayoría de las ocasiones más ricos por la experiencia, en otras menos, más reafirmados en nuestro pequeño y cerrado mundo conocido. En el fondo ninguno somos viajeros.
El caminante, el viajero es una constante en la literatura y la música, de modo especial durante el siglo XIX. Pero los seres humanos hemos sido históricamente nómadas en nuestros inicios como clanes, grupos tribales y como civilización.
Con el paso del tiempo, una vez que se pasó de ser recolectores y cazadores a agricultores y ganaderos, se fueron viendo las ventajas de ser sedentarios y permanecer en el mismo lugar. Construcciones más fuertes y duraderas en las que desarrollar la vida, la seguridad de los lugares conocidos o un entorno al que sacar el máximo de provecho fueron decantando el papel de los seres humanos como animales sedentarios.
Este estilo de vida ha seguido practicándose durante milenios aunque con casos en que, de forma ocasional, se desarrollaban movimientos poblacionales, las migraciones, a la búsqueda de un lugar mejor en que asentar ese sedentarismo, bien por la propia voluntad (mejora en las condiciones de vida o motivos laborales), bien por necesidad vital (guerras, expulsiones, hambre incluso). Así, la casi totalidad de estos movimientos se producen en busca de un nuevo asentamiento, un lugar donde vivir en mejores condiciones que las anteriores, aunque no siempre se conseguía ese fin.
En pocas ocasiones se practica el desplazarse de un lugar para otro como un modo de vida, un viajar incesante sin buscar un lugar donde establecerse, el hecho en sí de moverse sin más razón que la propia voluntad de hacerlo, sin buscar un destino en el que finalizar, sin una finalidad de regreso al lugar de origen.  
Sospechosos de llevar una forma de vida diferente, los errantes son frecuentemente recibidos con apelativos denigrantes como feriantes, titiriteros, gitanos o vagabundos que estigmatizan su condición.
Te propongo un paseo por Los errantes, un libro de la última Premio Nobel de Literatura, la polaca Olga Tokarczuk, acompañado por música relacionada con viajeros. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!
Caspar David Friedrich. El caminante sobre un mar de nubes (1817-1818)
Franz Schubert apenas se movió de su Viena natal. Prácticamente toda su vida la desarrolló en la capital del Imperio Austriaco entre la música y el trabajo, entre los amigos y las schubertiadas, esas reuniones cuyo acontecimiento central y principal era disfrutar con sus obras.
Heredero de la tradición romántica, Schubert es quien llevó a su máxima expresión la tradición del lied alemán, esa canción acompañada por un instrumento, habitualmente el piano, que muestra un mundo completo en su interior.
Junto con Erlkönig (El rey de los elfos), quizás sea Der Wanderer (El caminante o el errante) la pareja de lieder más conocidos de Schubert durante su vida.
Compuesta en el otoño de 1821 y catalogada como D 649, Der Wanderer es un lied para piano y barítono protagonizado por la figura del viajero, el caminante, un arquetipo que se repetirá en la obra de Schubert en otras ocasiones, en su D. 493 con el mismo título o como el protagonista de sus ciclos Die schöne Müllerin (La bella molinera) o Winterreise (Viaje de invierno), quien concibe el viaje como el deleite del molinero en el primero, como una puesta en camino a la muerte en el segundo.
En Der Wanderer, Schubert utiliza un poema de Friedrich von Schlegel en el que el viajero muestra su necesidad de caminar y avanzar, sin elegir una tierra en que vivir, con el objetivo del viaje incesante.


La interpretación de Der Wanderer D 649 de Schubert corre a cargo de un auténtico especialista, el barítono alemán Dietrich Fischer-Dieskau con el acompañamiento de Gerald Moore al piano en una grabación para la Deutsche Grammophon de 1969. 



Olga Nawoja Tokarczuk fue la ganadora del Premio Nobel de Literatura de 2018, un galardón entregado al año siguiente tras el escándalo desvelado en las instituciones relacionadas con este premio literario.
Nacida en 1962 en Sulechów (Polonia), Tokarczuk se graduó en psicología por la universidad de Varsovia y trabajó como psicoterapeuta en una clínica mental antes de centrarse de manera exclusiva en la escritura  e impartir clases de escritura creativa.
Autora de ocho novelas y varios libros de relatos, en la concesión del Premio Nobel, la academia valoró e hizo referencia a su "imaginación narrativa" junto a "el cruce de fronteras como forma de vida". En la entrega de los galardones suscitó cierta polémica hacia nuestra cultura al establecer una triple conexión entre el descubrimiento de América, la desaparición de la población aborigen del continente y el cambio climático en el que estamos inmersos.



Opiniones aparte, la conexión entre ese nomadismo al que estamos haciendo referencia y la evasión marcan su vida y su literatura. Tras comenzar sus primeras publicaciones en una revista juvenil, su primera novela Podróz ludzy Ksiegi (El viaje de los hombres del Libro) vio la luz en 1993. Le siguieron E. E., Un lugar llamado antaño, El ropero, Casa diurna, casa nocturna, Ara a través de los huesos de los difuntos o El rastro, todas con el título de su traducción a nuestro idioma, aunque no todas estén traducidas y publicadas.
Viajera impenitente, Tokarczuk publicó en 2007 su novela más conocida, Bieguni (Los errantes). Tras citar a sus padres, verdaderos profesionales en recorrer el mundo por distintos campings durante sus vacaciones para tener ineludiblemente como fin la vuelta al hogar, ella se siente diferente y emprende su camino en un relato autobiográfico que manifiesta la importancia que los desplazamientos y el desarraigo ocupa su vida.


Tannhäuser es una de las primeras óperas de Wagner y, como todas ellas, fue completamente compuesta por su autor. El libreto fue escrito entre 1842 y 1843 y la música en los dos años siguientes, para ser estrenada en Dresde en 1845, sin obtener el éxito esperado, posiblemente por un reparto mal seleccionado. Hubo de esperar a realizar unos arreglos y reestrenarla en París quince años más tarde para comenzar la carrera de éxitos con la que ha llegado a nuestros días.
En Tannhäuser, Wagner muestra dos mundos con valores contrapuestos: la lucha entre el amor sublime, etéreo y sagrado frente al amor sensual, erótico y profano.
En esta obra aparece un grupo de errantes personajes con características algo diferentes a los que tratamos. Los peregrinos son viajeros, mas su camino es iniciático y persiguen un objetivo determinado de carácter religioso y al finalizar regresan a sus hogares.
El segundo cuadro del primer acto está protagonizado por un coro masculino de peregrinos que van y regresan de Roma para expiar sus pecados. Los peregrinos cantan a cuatro voces, casi a capella, una melodía sobria y grandiosa, que ya aparece en la obertura de la ópera, con un texto repleto de fervor. El acompañamiento de la cuerda en síncopas hace que el espectador se involucre y sienta la ida y la venida de los peregrinos en su acercamiento y alejamiento por los caminos. Se trata de una pieza que necesita de un gran número de intérpretes para lograr el efecto deseado por Wagner.



Los errantes surge desde la necesidad vital personal, pasando de lo autobiográfico a las experiencias de viajes ajenas, tanto ficticias como reales, en ocasiones como un recurso de huida a otro territorio, en otros momentos como auténticos destinos trágicos.
Así, Tocarczuk plantea historias que comienzan y deambulan intermitentemente por la obra con personajes como Kunicki, que se haya desesperado por la desaparición de su esposa e hijo en una pequeña isla; el profesor Blau, un taxidermista a la búsqueda del laboratorio de un colega fallecido; de la rusa Ánnushka en su huida sin fin por las calles, trenes y metros de su ciudad, o la historia real del anatomista y cirujano Philip Verheyen, un autor que sufrió la amputación de su pierna y realizó el más detallado atlas del cuerpo humano.



En Los errantes, la autora muestra su atracción por todo lo que es defectuoso, imperfecto y roto: "Me interesan las formas amorfas, los errores en la obra de la Creación, los callejones sin salida. Todo lo que, de una u otra forma, se ha quedado a mitad de camino o que, por el contrario, ha sobrepasado los límites previstos".
El texto que nos acompaña se centra en la creación de la necesidad del sedentarismo que tienen los poderes establecidos. Ese afán por tenernos a todos controlados, vigilados y sujetos, un peligro que, en muchas ocasiones, nosotros mismos autorizamos y fomentamos con el luso de las nuevas tecnologías. Así, el errante se torna en un ser atípico, incómodo para el poder pero, siendo para la autora un bienaventurado. 


Una persona tan sedentaria como Schubert mostraba un nomadismo interior en sus composiciones. Winterreise (Viaje de invierno) muestra ese interés y la evolución que realizó, como señala la desenfadada alegría del viaje del molinero en Die schöne Müllerin (La bella molinera) hasta transmutarse en el desgarrador canto del viajante este viaje invernal.

El ciclo Winterreise está formado por veinticuatro canciones basadas en poemas de Wilheim Müller e inspirado por las pinturas de Caspar David Friedrich y el pensamiento filosófico de un joven Schopenhauer.


Plasti Iceberg de Jorge Gamboa se convirtió en la icónica portada de National Geographic.
Nos acompaña Der Wegweisser (La señal), un lied que muestra las reflexiones del caminante ignorando las carreteras holladas y transitadas por los viajeros y eligiendo los caminos menos frecuentados que le llevan a la soledad. El cartel que encuentra no ignora que no le lleva a ninguna ciudad, sino a un lugar del que sabe que nadie ha regresado.
El lied se expresa con el mismo ritmo que el caminante, con un tempo lento y melancólico, con repeticiones que abocan a un casi anhelado final próximo.
La interpretación corresponde a Ian Bostridge, el tenor inglés especializado en lieder de Schubert a los que sabe dar el sentido y la interpretación justos que necesita, lo que le ha hecho ser uno de los grandes intérpretes del compositor vienés de estos momentos.


Con una última reflexión de la escritora polaca finalizamos este recorrido por un libro diferente, repleto de ideas, pensamientos o descripciones, que se presenta errante, como su título, que se puede leer en cualquier orden y dirección, abriéndolo por cualquier página y que nos habla de viajes y viajeros, del continuo movimiento, del interés por encontrar destinos y horizontes diferentes, nuevos ángulos y puntos de vista que nos sorprenderán, sobrecogerán y harán reflexionar.
La última mirada a Los errantes de Olga Tocarczuk se dirige a un nuevo ser, un depredador anemófilo e hidronauta que invade todos los espacios de nuestro planeta, desde ecosistemas marinos hasta el extrarradio de las ciudades. Su agresiva conquista de continentes, océanos y mares, siguiendo las leyes darwinianas, no tiene parangón en la historia de la humanidad y se presenta como uno de los grandes peligros y desafíos que nos acechan.


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Bibliografía y webgrafía consultadas:

4 comentarios:

  1. Hola Miguel, como siempre tus escritos me transportan a lugares y tiempos fantásticos.😍 Creo que el fondo todos somos viajeros, algunos lo hacen de forma física y otros, como Schubert, lo hacen con la imaginación y nos arrastra en su viaje. Un abrazo 🐾

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    1. No son mis escritos, sino los de Tocarczuk en esta ocasión, que tiene la facilidad de hacernos ver precisamente eso que dices, que se puede viajar sin ser un auténtico viajero y viceversa, como Schubert o Pessoa. Lo importante es tener la mente inquieta y presta a la novedad y la sorpresa.
      Un fuerte abrazo :-)

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    2. Gracias por la aclaratoria Miguel, lo volví a leer y tienes razón son los escritos de Tocarczuk, 😍 aún así mantengo que es un placer leer tus post 😍 Un abrazo 🐾

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    3. Gracias a ti por tu comentario, Rosa. También es un placer leer lo que publicas. Un fuerte abrazo :-)

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