Durante mucho tiempo algunos artistas, sobre todo escritores, han utilizado dos formas de dar a conocer sus obras sin que estas fueran asociadas a sus nombres: algunas se publicaron con un nombre falso y otras sin hacer referencias a su autor. De esta forma, el uso de seudónimos y el anonimato se convirtieron en las formas de ocultar o silenciar el nombre de sus autores.
En esta publicación nos acercaremos a algunas razones que motivaron que sus autores no utilizaran sus nombres verdaderos para dar a conocer sus obras.
En primer lugar, nos acercamos a la definición que el Diccionario de la R. A. E. nos da sobre esta palabra.
Seudónimo, ma:
Tb. pseudónimo.
Del griego ψευδώνυμος (pseudónymos, falso nombre).
1. adj. Dicho de un autor: Que oculta con un nombre falso el suyo verdadero.
2. adj. Dicho de una obra: Firmada con seudónimo.
3. m. Nombre utilizado por un artista en sus actividades, en vez del suyo propio.
Como sinónimos, es diccionario nos indica: apodo, sobrenombre, alias, mote y remoquete.
Nos quedaremos con las acepciones primera y tercera para tratar sobre esta palabra y a algunos de los creadores que las han utilizado.
Te propongo reflexionar sobre las razones que han llevado a diversos autores a presentar sus obras con seudónimos. Nos acompañan algunos conocidos por distintas razones como Voltaire, Stendhal, Clarín, Offenbach, E.T.A. Hoffmann y Pilar Lorengar. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!
Los pseudónimos se han utilizado desde hace mucho tiempo y los motivos para utilizarlos son diversos, llegando a desconocer o hacernos olvidar en muchos casos el nombre auténtico del artista. La primera de las acepciones del diccionario nos remite al seudónimo como forma de ocultar con un nombre falso el verdadero del autor o autora.
En estos casos los motivos son variados, en algunas ocasiones por el temor a distintas consecuencias como las políticas, sociales, laborales o familiares. Enfrentarse al poder establecido, crear obras que suponen una ruptura con la tradición, poner en cuestión una posición social al crear una obra o acceder a las indicaciones familiares son algunos de los motivos más frecuentes.
-Es el caso de Ricardo Eliécer Neftalí Ricardo Reyes Basoalto, el poeta chileno que cambió su nombre para evitar que su padre se avergonzara por tener un hijo poeta. Aunque nunca llegó a decir por qué publicaba como Pablo Neruda, la teoría más aceptada es su admiración por la obra del novelista, poeta y dramaturgo checo Jan Neruda, algo mayor que él y que escribía sobre personajes populares de su Praga natal.
-En otras ocasiones, la razón para utilizar un seudónimo no la conocemos. El autor inventa un nombre que tenga cierta sonoridad y lo utiliza. A veces más de uno, como es el caso de Marie-Henry Beyle, que publicó diversos libros con varios seudónimos hasta que en 1817 publicó su obra Roma, Nápoles y Florencia bajo el nombre de Stendhal, y a partir de ese momento fue el nombre que utilizó en sus escritos. Aunque tampoco reveló el origen de este remoquete, las dos principales hipótesis apuntan a la ciudad alemana de Stendal, donde nació su admirado Winckelmann, el fundador de la arqueología tras sus trabajos en Herculano y Pompeya, o la del anagrama de las islas Shetland al norte de Gran Bretaña.
Sea cual sea el origen, Stendhal marcó la primera parte del siglo XIX con sus obras. Tras dejar el ejército trabajó como funcionario imperial en Alemania, Austria y Rusia, llegó a ser embajador en Trieste y viajó por diversos países y ciudades. Su obra refleja la compleja situación política de su época, muestra un individualismo naciente, sus ideas anticlericales y su exquisito gusto hacia el arte, habiéndose acuñado el término Síndrome de Stendhal ante el trastorno producido por la contemplación y admiración de obras de arte.
Del autor de Rojo y negro o La cartuja de Parma nos acompaña el inicio de una de sus obras cortas, Vittoria Accoramboni, Duquesa de Bracciano, un relato recogido en diversos libros antológicos suyos como Los Cenci y otras crónicas italianas que nos evoca en cierto sentido los que hará un siglo más tarde Borges, aunque en esta ocasión no es obra del escritor francés sino que, como bien nos indica en el texto, es la traducción literal, con algunas expresiones adaptadas al tiempo en que la publicó, de un manuscrito del siglo XVI. El texto original se encuentra actualmente en las oficinas de la Revue de Deux Mondes.
En otros casos, más que un seudónimo, el nombre adoptado tiene que ver con otras circunstancias como la adaptación del nombre o apellido a un nuevo lugar o país con la finalidad de hacerlo más asequible a esa cultura o idioma.
-Es el caso de intérpretes como Maria Anna Cecilia Sophia Kalogeropoulos, la famosa cantante neoyorquina de origen griego que adaptó su nombre a la sonoridad anglosajona dada la dificultad de pronunciar su apellido. Tras su regreso en su infancia a Grecia y el comienzo de su carrera en Italia, su nombre como María Callas la encumbraría como la voz de soprano más completa y versátil del siglo XX.
-También es el caso de Jakob Eberst Offenbach, el músico nacido en Colonia y que haría toda su carrera y triunfaría en París (1819-1880) fundamentalmente con sus operetas. Su padre, Isaac Juda Eberst, era un encuadernador de origen judío que acabó como jazán (quien lleva los cantos litúrgicos) itinerante en las sinagogas y tocando el violín por los cafés. Al recalar en Colona y ser conocido como Der Offenbacher (gentilicio de Offenbach del Meno, su ciudad de origen) acabó tomando el apellido de su localidad natal en 1808, quizás aprovechando un decreto napoleónico para regularizar apellidos judíos.
Así, su hijo Jakob Eberst Offenbach, que mostró pronto sus aptitudes para la música, ingresó con 14 años en el Conservatorio de París donde sólo estuvo un año. Durante veinte años se ganó la vida como violonchelista adquiriendo fama en toda Europa para continuar como director de orquesta y compositor asociado al teatro musical. Al entrar en el ambiente parisino adaptó su nombre al francés, desapareciendo Erbest y siendo conocido como Jacques Offenbach.
Al no poder hacerse cargo de la compañía de la Opéra Comique alquiló un pequeño teatro en los Campos Elíseos donde comenzó a estrenar unas operetas que alcanzaron gran éxito y que criticaban de forma despiadada a la sociedad de su tiempo como Orfeo en los infiernos o La bella Elena. Este tipo de obras influyeron en compositores como Johann Strauss o el dúo inglés Gilbert & Sullivan. Su ópera Los cuentos de Hoffman quedó como su última gran obra, en fase de revisión cuando falleció.
Nos acompaña una obra para violonchelo y orquesta, Les larmes de Jackeline (Las lágrimas de Jacqueline), una pieza de 1846, la segunda de las tres que forman Les harmonies des bois (Las armonías de los bosques, Op. 76), una obra escrita para él mismo y con la que viajó por gran parte de Europa como solita virtuoso.
La interpretación corre a cargo de la cellista franco-belga Camille Thomas con el Stradivarius Feuermann de 1730 cedido por la Nippon Music Foundation, acompañada por la Orchestre National Bordeaux Aquitaine bajo la dirección de Diego Matheuz y que fue grabado en el Auditorium de l'Ópéra de Bordeaux por la Deutsche Grammophon para el disco Saint-Saëns & Offenbach.
En otros casos, el uso de pseudónimos tiene orígenes variados, acompañando a los autores durante toda su vida o siendo abandonados más adelante por el nombre original. Veamos algunos casos concretos.
-Los primeros escritos de Charles Dickens en la prensa aparecieron entre 1833 y 1836 una serie de publicaciones tituladas Ilustrative of Every-day life and every-day people. Aunque comenzaron a publicarse sin firma, acabaron siendo firmadas con seudónimos y se conocieron como Sketches by Boz (Bocetos de Boz). ¿Por qué este nombre? Al parecer era el apodo que le daba a su hermano menor Augustus, a quien él llamaba Moses (Moisés) por un personaje literario. Su hermano lo pronunciaba de forma muy nasal, Moses acabó sonando Boses y acortándose a Boz. Con el paso del tiempo, Dickens dejó de publicar estos bocetos y comenzó a ser reconocido con su nombre.
-Cuando Charles Lutwidge Dodgson comenzó a publicar relatos cortos y poemas en la revista Comic Times, el director le propuso que utilizar un seudónimo al tener pocas habilidades sociales. Así, este profesor de matemáticas tímido y epiléptico buscó un nombre para firmar sus publicaciones. Latinizó Charles como Carolus y Lutwidge como Ludovicus, para volver a convertirlos al inglés invirtiéndolos como Lewis Carroll. Sus obras, entre las que destacan Alicia en el país de las maravillas o A través del espejo, así como multitud de relatos breves fueron publicados con su seudónimos, mientras algunos trabajos matemáticos lo fueron por su nombre original.
-Hijo de notario, el nombre de François-Marie Arouet es poco conocido, pese a ser uno de los grandes pensadores y escritores de la Ilustración, un filósofo que pasó toda su vida huyendo de un lugar a otro a consecuencia de la franqueza de su pensamiento y de sus escritos, así como por su consciente poca diplomacia. Así Voltaire hubo de cambiar varias veces de país al ser perseguido por sus ideas y publicaciones hasta el extremo de adquirir unas tierras en la frontera con Suiza por si debía salir huyendo de nuevo de su país.
Aunque tampoco explicó su seudónimo Voltaire se han desarrollado varias hipótesis. La más aceptada es que es una contracción del apelativo con que lo conocían en casa, Petit Volontaire (el pequeño voluntario), aunque otra de las distintas versiones se inclina por el anagrama de AROUET Le Jeune (el joven Arouet) utilizando sólo las mayúsculas del alfabeto latino con la u como v y la j como i. El caso es que sus escritos, incisivos, agudos y críticos fueron publicados con este seudónimo que le ha dado fama universal.
Incluido en Cuentos completos en prosa y verso nos acompaña Una aventura india, un pequeño relato de apenas dos páginas que nos muestran el genio y la capacidad reflexiva de Voltaire.
En las últimas décadas se ha generalizado el uso de seudónimos entre los actores, modificando la mayoría de ellos, especialmente en el ambiente de Hollywood, sus nombres originales por otros más sonoros e inéditos.
En otros casos, el seudónimo es una suerte de homenaje o un modo de inspiración hacia personas, lugares u otra circunstancia, o una forma de tener un nombre más sonoro que el propio.
-Quizás el primero de los seudónimos conocidos es el que utilizó Jean-Baptiste Poquelín, el dramaturgo más representado en Francia. Con poco más de veinte años adoptó ese nombre tomado de François-Hugues Forget de Molière d'Essertines, un escritor en cuyas obras se basó para crear algunos de sus personajes como el protagonista de El misántropo. ¿Qué razón motivó a Molière para adoptar este nombre? Posiblemente lo hiciera para evitar el aún no muy considerado oficio de actor, ya que su padre, aunque era tapicero, trabajaba para la corte.
-Samuel Langhome Clemens trabajó en los empleos más dispares desde muy joven, llegando a ser impresor, buscador de oro, navegante o periodista antes de convertirse en uno de los escritores más populares de Estados Unidos. Al comenzar a trabajar en estas publicaciones periódicas comenzó a utilizar un seudónimo relacionado con su época de navegante por el Mississippi, donde debía anotar la profundidad del lecho fluvial para ver si era navegable (to mark), utilizando la palabra «wain» si alcanzaba las dos brazas necesarias, surgiendo así su alias de Mark Twain con el que conocemos al autor de Las aventuras de Tom Sawyer y de Huckleberry Finn, El príncipe y el mendigo o Un yanqui en la corte del rey Arturo.
-El homenaje también está detrás del nombre con el que es conocido uno de los más polifacéticos autores de la primera mitad del XIX, Ernst Theodor Wilhelm Hoffmann, que cambión el tercero de sus nombres por el de Amadeus en honor de Wolfgang Amadeus Mozart, siendo conocido como Ernst Theodor Amadeus (E.T.A.) Hoffmann. Nacido en Königsberg, la ciudad de Kant, en la Prusia Oriental, fue jurista, una profesión que alternó con la crítica musical, dibujante, caricaturista, cantante como tenor, pintor, escritor -su faceta más conocida- y compositor, siendo uno de los principales nombres de la literatura romántica alemana.
Autocaricatura de E. T. A. Hoffmann (1850) |
Dentro de su producción musical, nos acompaña una pieza perteneciente a su ballet Arlequín de 1808, AV 41, el número XX, Alegretto, interpretado por la German Chamber Academy Neuss dirigida por Johannes Goritki perteneciente al álbum Arlequin ballet & Overtures publicado en 1999 por la discográfica CPO.
Aunque hay ocasiones en que la razón del uso de seudónimos es simplemente desconocido o caprichoso por parte de quienes los usan, es indudable que deben utilizar la imaginación, las emociones y unos motivos que les ayuden a buscarlo, puesto que este nombre les acompañará durante su vida creativa e incluso después de ella.
-Aunque quizás el nombre de Eric Arthur Blair (1903-1950) no nos diga mucho, sus obras de marcado cariz político y social influyeron en los lectores a partir de la mitad del siglo pasado. Periodista, ensayista, crítico literario y novelista, este inglés nacido en la India y que recorrió medio mundo entre conflictos bélicos incluidas la guerra civil española y la Segunda Guerra Mundial. Comenzó a utilizar el alias de George Orwell desde 1933 para no molestar a sus padres con la publicación de Sin blanca en París y Londres. Tras barajar nombres como Kenneth Miles o H. Lewis Allway se decidió por el que unía el nombre del patrón de Inglaterra, George con el de Orwell, un río de Suffolk, un lugar emblemático para él y muchos ingleses. Nos dejó novelas distópicas como Rebelión en la granja o 1984 donde muestra su visión de una sociedad totalitaria en la que estamos vigilados por el omnipresente Gran Hermano.
Para acercarnos a los últimos seudónimos que vamos a tratar nos quedamos en nuestro país o idioma.
-José Augusto Trinidad Martínez Ruiz utilizó múltiples nombres aunque a partir de su trilogía formada por La voluntad, Antonio Azorín y Las confesiones de un pequeño filósofo comenzó a publicar como Azorín, sobrenombre por el que se le conoce desde entonces.
-En 2021 Carmen Mola ganó el Premio Planeta con la novela La bestia. Al entregarse el galardón, que se presenta siempre bajo seudónimo, se desveló el nombre de los ganadores: Antonio Mercero, Jorge Díaz y Agustín Martínez lo escribieron al alimón y publicaron este y otros libros con ese alias. Al parecer, el nombre lo eligieron en un par de minutos. Propusieron que fuera un nombre femenino, uno de ellos dijo Carmen y comentaron «mola» y así surgió Carmen Mola.
-Quizás el más conocido de todos fue el que tomó Leopoldo García-Alas y Ureña, que comenzó a utilizarlo en 1875 cuando empezó a publicar artículos críticos titulados Azotacalles de Madrid en el periódico El solfeo. Para aprovechar el título de la publicación, el director de la publicación instaba a sus periodistas a utilizar nombres de instrumentos musicales, por lo que Leopoldo Alas tomó el de Clarín, un alias que aprovechaba la coincidencia entre el nombre del instrumento y el de un personaje secundario de La vida es sueño de Calderón de la Barca. Salvo su tesis doctoral que publicó con su nombre, todas sus obras, entre las que destaca La regenta, aparecieron editadas con su nombre.
Nos acompaña unos de muchos relatos cortos que escribió y recogido en diversas antología como ¡Adiós, Cordera! y otros cuentos. Se trata de Benedictino, un cuento de varias páginas que recrea la relación entre Joaquín (Caín) y Abel.
Si te has quedado con curiosidad y deseas leer el cuento completo, sigue el siguiente enlace a Benedictino de Clarín.
Un caso frecuente en el uso de sinónimos es el femenino. Desde los primeros tiempos en que se comenzaron a editar y publicar libros tras la invención de la imprenta, la escritura por parte de las mujeres se encontraba cuestionada, especialmente entre los siglos XVIII y XIX, por lo que muchas de ellas hubieron de recurrir al uso de seudónimos masculinos, el uso del nombre de sus esposos e incluso el anonimato para poder publicar. Pero estos casos dan para una publicación independiente que realizaré en otra ocasión.
Ramón Cilla, caricatura de Leopoldo Alas dentro de la serie "Los hombres del día. Nuestros críticos", revista Blanco y Negro (4 de marzo de 1893) |
-No fue para poder publicar lo que le hizo cambiar su nombre a Lucila María del Perpetuo Socorro Godoy Alcayaga. La diplomática y poeta chilena creó su nombre para homenajear a dos de sus escritores favoritos: el italiano Gabriele D'Annunzio y el francés Frédéric Mistral, publicando desde 1917 todas sus obras como Gabriela Mistral.
-Cecilia Böhl de Faber, hija de un alemán hispanófilo vivió durante muchos años en España donde su padre era cónsul y de la escritora gaditana Frasquita Larrea que firmaba sus escritos como Corina. Tras el fallecimiento de su esposo el Marqués de Arco Hermoso volvió a casarse y, debido a la precaria situación económica comenzó a publicar escritos por entregas como La gaviota, una obra que evocaba el estilo de Walter Scott. Sus obras indagan en las virtudes tradicionales, el regeneracionismo católico y sus obras fueron publicadas bajo el seudónimo de Fernán Caballero, nombre que tomó de la localidad homónima de Ciudad Real para evitar ser criticada por ser mujer.
-El último de los casos en que el nombre real se ha cambiado por un seudónimo obedece al simple hecho de buscar un nombre más sonoro, con evocaciones de apellido internacional. La soprano zaragozana Pilar Lorenza García Seta cambió su nombre artístico uniendo las primeras sílabas de su segundo nombre y primer apellido para llamarse Pilar Lorengar, un nombre que le ayudó a consolidar su deliciosa y poderosa voz en el panorama internacional. Tras nacionalizarse alemana, realizó la mayor parte de su carrera en Berlín uniendo al repertorio de Mozart, Puccini, Verdi y Wagner con el dedicado a la zarzuela.
Finalizo esta publicación sobre los seudónimos con una interpretación del aria de la Tosca de Puccini Visi d'arte interpretada por Pilar Lorengar y la San Francisco Opera Orchestra dirigida por K. H. Adler en una sesión de Opera in the park celebrada en la ciudad californiana en 1986.
Un saludo desde esta página desde las Letras Prestadas del Club Pickwick.
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Bibliografía y webgrafía consultadas:
- Stendhal. Los Cenci y otras crónicas italianas, Editorial Impedimenta, traducción de Silvia Acierno y Julio Baquero. ISBN: 9788493592790.
- Voltaire. Cuentos completos en prosa y verso, Editorial Siruela, traducción de Mauro Armiño, Madrid (2015), ISBN: 9788416280995.
- Hoffmann, E. T. A. Arlequin ballet & Overtures, CPO (1999), número de catálogo 999606-2.
- Clarín, Leopoldo Alas. ¡Adiós, Cordera! y otros cuentos. Editorial Gaviota ilustraciones de Irenel Areal (2005). ISBN: 9788439216261.
Hola, Miguel, yo también escribí sobre los seudónimos hace tiempo y mencioné igualmente el caso de Fernán Caballero (por eso de que tengo cerca la localidad en concreto). Quitando el caso de las mujeres que no tenían otro remedio si querían publicar, el uso de los seudónimos es muy subjetivo, tal como dices, gusto personal, no ser conocido, etc. Sin duda, algunos se han hecho muy famosos y hasta es difícil recordar el nombre verdadero, eso me pasa con Pablo Neruda.
ResponderEliminarUn abrazo. 🤗
Hola, Merche. Es interesante ahondar en el por qué se han utilizado los seudónimos y en por qué razón han elegido algunos autores los suyos. Ahí muestran parte de su personalidad. Me gustaría poder leer tu publicación sobre ellos.
EliminarUn fuerte abrazo :-)
Me ha sorprendido conocer la admiración que dices sentía Pablo Neruda por el checo Jan Neruda. El origen de los seudónimos de Stendhal es también sorprendente. Por lo que he leído de otras fuentes, me inclino por la teoría del anagrama de las islas Shetland al norte de Gran Bretaña.
ResponderEliminarFuncionario, embajador en Trieste, el atrevimiento de reflejar la situación política en su época, exhibir ideas anticlericales en aquel tiempo y su extraordinaria admiración por el arte, son matices que perfilan el carácter atrevido de un escritor único.
Lo que cuenta en “Vittoria Accoramboni, duquesa de Bracciano”, en cuanto a hojear 300 o 400 volúmenes de aventuras trágicas y cartas de duelos, no está al alcance de la paciencia de cualquiera.
La decisión de María Callas de readaptar su nombre me parece de lo más acertado viendo el original.
En lo relativo a Jacques Offenbach desconocía (pero ahora me alegra saberlo) que “Orfeo en los infiernos” o “La bella Elena” influyeran en compositores como Johann Strauss o nada menos que el dúo inglés Gilbert & Sullivan. Magnífico.
Muy interesante saber que Lewis Carroll fue profesor de matemáticas y que tuviera carácter retraído o pocas habilidades sociales. Estas son características comunes a muchos autores literarios, como Emily Dickinson o Marcel Proust. Este era tímido, sin embargo, su encanto le permitió hacer amistades con facilidad. Durante quince años permaneció recluido en el 102 del Boulevard Haussmann en París, haciendo cubrir las paredes de corcho para aislarse de ruidos, con el fin de dedicarse sin ser molestado a su obra maestra “En busca del tiempo perdido”. También entran en este grupo J.D. Salinger (El guardián entre el centeno) o Harper Lee, que alcanzó fama mundial eterna con una única novela, su conocidísima “Matar un ruiseñor”, lo que ha contribuido a acrecentar la leyenda de que la novela en realidad fue escrita por su amigo Truman Capote.
De Salinger, decir que su última entrevista la concedió en 1980, treinta años antes de su muerte en el 2010. En una ocasión el autor declaró: «Los sentimientos de anonimato y oscuridad de un escritor constituyen la segunda propiedad más valiosa que le es concedida».
Muy interesante lo que cuentas acerca de Voltaire y su peregrinaje por tierras fronterizas con Suiza. “Una aventura india” es un relato excelente, prueba indiscutible de su genio.
Impresor, buscador de oro, navegante o periodista, Marck Twain lo tenía todo para escribir las maravillosas aventuras de Huckleberry Finn como bien apuntas.
En fin, no quiero extenderme más. Te felicito por tus siempre acertadísimos y más que interesantes artículos que nos inundan de cultura por los cuatro costados.
Un fuerte abrazo, Miguel Ángel.
Gracias por tu detallado comentario, Marcos. Siempre he creído como la más verosímil la idea de Jan Neruda como inspirador del nombre del poeta chileno, aunque hay varias teorías más entre sus estudiosos. En cuanto a lo que comentas de los demás seudónimos, ahí están las ideas y argumentos cuando el propio autor no los ha explicado.
EliminarEn cuanto a los autores que comentas, Carroll, Salinger, Emily Dickinson o Harper Lee, ese anonimato que ocultaba su timidez hubo de ser un fuerte condicionante para ellos.
Un fuerte abrazo :-)
Es curioso la de autores que optaron por el seudónimo o anónimo para firmar algunas de sus obras. Me ha sorprendido el alias de George Orwell solo para no molestar a sus padres... Cosas de la vida. Un artículo buenísimo y los vídeos me han encantado. Un abrazo
ResponderEliminarGracias, Nuria. Como ves, ha habido muchas y variadas razones para utilizar seudónimos, algunas de ellas sorprendentes.
EliminarUn fuerte abrazo :-)