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De arácnidos, arañas y telas

Tenemos la facultad de poder sentir y emocionarnos ante las maravillas que nos rodean, sean naturales o creaciones de los seres humanos. Contemplar un amanecer o una puesta de sol, admirar un paisaje en plena naturaleza o la vida y el movimiento de cualquier animal o planta pueden producirnos tanta emoción como adentrarnos en la lectura de un libro, escuchar una música que nos atraiga o pasear por entre las calles y los monumentos de una ciudad.
Abrir nuestros sentidos a cuanto nos rodea es una forma de sentir que estamos vivos, abiertos a la contemplación de lo conocido y lo desconocido, lo novedoso y lo habitual, observando con nuevos ojos cuanto miramos sin ver. Caminando o circulando por nuestro lugar de residencia en nuestros desplazamientos habituales hacia el lugar de trabajo, el mercado o donde vayamos, la rutina nos hace perder esa mirada, dejar de apreciar cuanto nos rodea: las personas con las que nos cruzamos, los cambios que se producen en las plantas que encontramos en nuestro camino, los animales que viven en nuestro entorno y no advertimos, los detalles de los edificios que nos rodean... 
No podemos perder la capacidad de sentir admiración.
Los seres vivos que nos acompañan en nuestro transitar por la vida pueden atraernos con su aspecto, su desarrollo y crecimiento, sus costumbres o la afinidad con que los percibamos, de la misma manera que otros pueden producirnos el efecto y las sensaciones contrarias. 
Entre estos últimos podemos encontrar algunos tipos de animales como algunos carnívoros y determinados reptiles, algunos insectos o las arañas.
Te propongo un paseo, totalmente inocuo e inofensivo, alrededor de las arañas, con su mitológico origen y algunos textos y músicas que nos hablan de ellos. Estaremos en la compañía de Tolkein, Ovidio, Gippius, Rossini y Giménez. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!


Las arañas, esos inquietantes invertebrados artrópodos, pertenecen al tipo de animales que despiertan en nosotros cierta aversión mezclada con un hálito de fascinación por sus complejas telas. Así, desde los inofensivos y hogareños arácnidos que molestan más por la sensación de abandono que sugiere la presencia de sus construcciones en nuestras casas, hasta los más ponzoñosos ejemplares, pasando por aquellos que nos muestran diseños delicados y elegantes, las arañas comparten con nosotros un rincón de nuestras vidas.

Como todo tiene su inicio y en muchas ocasiones este es legendario, no hay más que hurgar en la literatura clásica de la que bebe nuestra cultura para encontrar una de estas historias que entroncan la existencia de las arañas con las deidades del Olimpo griego y su tamiz romano.
Publio Ovidio Nasón nos ha dejado algunos de los escritos más interesantes de la literatura latina con obras como Ars Amatoria (El arte de amar), Las Metamorfosis, Heroidas (Las heroínas) o sus obras desde el destierro Tristias (Tristes) y Epistulae ex Ponto (Cartas del Ponto o Pónticas), de cuyas obras primera y últimas de las citadas tratamos en este blog en El amor en tiempos de Roma: Ovidio y Catulo y Elegía desde el destierro: De Ovidio a Siberia.
Editado antes de su destierro por parte de Augusto, Ovidio escribió, posiblemente antes del año 9 de nuestra era la que posiblemente es su obra capital Metamorphoseon (Las metamorfosis), un escrito que se divulgó sin su consentimiento y autorización cuando marchó a su lejana condena. 
Considerada por algunos estudiosos como la más prolífica obra de la antigüedad y una de las mayores fuentes de inspiración de los escritores y artistas en general, Las metamorfosis beben de las fuentes griegas, esencialmente de los poetas cíclicos que recogían las leyendas y poemas épicos que quedaron fuera de la Ilíada y la Odisea, además de los hesíodas que se centraron en determinar las cronologías de los dioses y los héroes, precedentes de los logógrafos que se propusieron dar vida a los poemas didácticos.
Dividida en quince libros, Las metamorfosis es un libro singular, una suerte de poema épico formado por la selección de leyendas que Ovidio realizó a partir de lo maravilloso y lo extraordinario, a partir de nuevas historias que se basaban en otras anteriores con cambios en los nombres o en la introducción de nuevos aspectos de la narración.
El Libro VI de Las metamorfosis de Ovidio se inicia con la historia de Aracne de Meonia, la más hábil tejedora de lana, a quien Palas Atenea, hija de Poseidón y la ninfa Tritonis reta a tejer una urdimbre mejor que la suya, cuyas consecuencias generará la estirpe de los arácnidos. 


Diego Velázquez da Silva. La fábula de Aracne o Las Hilanderas. Museo del Prado


Cazadoras incansables, las arañas poseen escasa capacidad de visión que compensan con la creación de vastas extensiones de tejido con la finalidad de cazar sus presas. Construidas con un tipo de seda producido a partir de proteínas en unos órganos denominados hileras, las arañas son muy sensibles al tacto y a las vibraciones, por lo que son capaces de distinguir las diversas vibraciones que hacen mover sus telas, diferenciando si se trata de una presa, otra araña o, simplemente, el movimiento del aire. De esta singular manera las arañas son capaces de orientarse a través de las frecuencias de los movimientos que se producen en su telas.

La fábula de Aracne de Velázquez (detalle) con el lienzo El rapto de Europa de Rubens
Esto ha servido para que un equipo de científicos del MIT (Massachusetts Institute of Technololy) a cargo de Markus Buehler se haya unido con el artista Tomás Sarraceno para crear una experiencia musical interactiva al convertir los nodos, estructuras de las telas y las densidades de los hijos en notas que sonaban asociadas a sus vibraciones. El resultado es esta Spider web sonification que el propio Buehler publica en su página de YouTube.


Esa sensación que perciben muchas personas sobre las arañas y que les impulsan a alejarse de ellas, huyendo de su presencia viene determinada por el conocimiento de que algunas de sus especies son venenosas y sus picaduras pueden llegar incluso a causar la muerte, además del hecho de envolver a sus víctimas hasta el momento de su muerte para luego ser devoradas.
Estas sensaciones mezcladas con su capacidad para tejer las trampas con que cazar su presas ha hecho que en la cultura popular las arañas tengan un lugar destacado. Desde ser utilizadas como símbolo de la paciencia por esa capacidad de creación y espera a sus víctimas, hasta ser señaladas como ejemplos de la maldad por su veneno y la muerte que causa en sus presas, señalando a este líquido que inocula como símbolo de la maldición. Paralelamente, las arañas figuran en muchas culturas, como hemos podido comprobar en la fábula de Aracne, como inspiradora y origen de labores como el hilado, el tejido e incluso la cestería.
Desde sus historias en los antiguos Egipto o Grecia pasando por el genial tamiz de Ovidio, su presencia en el cómic y el cine como Peter Parker que se convierte en Spiderman, el dios embustero Anansi del folclore africano, J. K. Rowling también utilizó a un personaje antagonista, la araña Aragog en Harry Potter y la Cámara de los secretos.

Louise Bourgeois, Spider. Tate Modern Gallery, Londres (1994) 

Nacido en Sudáfrica, John Ronald Reuel Tolkien es conocido por todos nosotros por ser el creador de universos ficticios con sus obras El señor de los anillos o El hobbit, entre otras varias.
Educado en el Exeter College de Inglaterra y la Universidad de Oxford, Tolkien se dedicó a la enseñanza de las lenguas en el Pembroke College y más adelante en la Universidad de Merton mientras escribía esos relatos con que logró el beneplácito del público y la crítica.
Una anécdota de su infancia en Sudáfrica refiere que, cuando apenas comenzaba a caminar fue picado por una tarántula en el jardín de su casa, pese a que el mismo autor admitió en algunas ocasiones no tener ningún recuerdo del incidente ni ningún tipo de miedo o fobia hacia las arañas.
De hecho, en varios de sus libros, como El hobbit, El Silmarillion y El señor de los anillos utiliza a las arañas como personajes a los que se deben enfrentar los protagonistas, en la primera de ellas de modo más ligero y desenfadado, en la segunda como Ungoliant, la primera de las arañas gigantes, y en la última de forma más oscura y siniestra, aunque en ninguna de ellas sea el veneno el peligro que representen estos personajes.
En El señor de los anillos, Tolkien crea el personaje de Ella-Laraña, un ser que vive en una oscura cueva y al que los protagonistas son llevados por Golum, creando un espacio inquietante en el que es el fulgor de sus ojos compuestos el que utiliza para paralizar a sus víctimas en lugar del veneno.


Compuesta por Gerónimo Giménez con libreto de Julián Romero, La tempranica es una zarzuela en un acto con tres cuadros que se estrenó en 1900 con un considerable éxito de público y crítica, aunque se la considera una obra breve y simple en su argumento.
De esta zarzuela nos ha quedado un número que se ha emancipado de esta obra, apareciendo en recitales como pieza para el lucimiento de intérpretes solistas y, en numerosas ocasiones, como propina al final de un concierto o recital. Se trata de La tarántula e un bicho mu malo, un zapateado que interpreta Gabrié, el hermano de Maria la Tempranica, un personaje interpretado en los escenarios por una tiple cómica, aunque fuera de ellos lo haya sido por grandes voces tanto de nuestro país como de otras intérpretes. Qué mejor que un zapateado para librarse de las tarántulas.


En el enlace que nos acompaña es la gran Montserrat Caballé quien interpreta, con todo el gracejo y la pronunciación que indica el autor, La tarántula e un bicho mu malo al final de un recital que realizó en con la Sofia Phillharmonic dirigida por José Collado en la capital búlgara en 2000.


Poeta rusa, Zinaída Gippius (1869-1945) es una de las figuras clave del simbolismo ruso y la denominada Edad de Plata de la literatura de su país. Casada con el escritor Konstantin Merezhkovsky, sus salones acogían animadas tertulias hasta que al finalizar la Revolución Rusa se exilió en París hasta su muerte. La «Musa del cambio de siglo», como se la llamaba, fue una escritora prolífica cuyos versos reflejan la eterna batalla que todos entablamos para encontrar nuestro lugar, así como las incertidumbres con que nos encontramos en nuestra existencia. En las novelas Hombres nuevos, El fantoche del diablo o El zarevich Roman, Gippius deja ver su maestría con las letras, mientras una abundante colección de artículos se recogieron en Rostros vivos. Su gran valor, la poesía, se sitúa entre lo rutinario de lo cotidiano y el misterio del más allá con poemas recogidos en Poemas como rezos, Recopilación de Versos y Recopilación de versos, libro II.
Nos acerca a la visión entre la experiencia entre las cuatro paredes y un delirio controlado sobre las arañas en su poema del mismo nombre.

Nos despedimos de este paseo entre arácnidos con una música popular típica del sur de Italia, la tarantella, un baile de origen napolitano con un movimiento muy vivo, como el zapateado de La tempranica, y acompañado de canto. Pese a que, posiblemente, su nombre derive de la ciudad de Tarento en la Apulia, se tiene la creencia de que durante la Edad Media se pensaba en aquella zona de la península italiana que bailar la tarantella, imitando el movimiento de espantar una trarántula, curaba su mordedura al expulsar el veneno por el movimiento y la sudoración. Sea o no cierto, la cultura popular asocia este baile a este tipo de situaciones.


Compuesta por Gioacchino Rossini en 1835, La Danza es una tarantella napolitana incluida en Les soirées musicales, esas composiciones que incluyó en sus veladas una vez retirado de la composición, a partir de un texto del conde Carlo Pepoli, aunque sin relación directa con ningún tipo de tarántula o arácnido.
La interpretación de La danza, la tarantella napolitana de Rossini corresponde al tenor mexicano Rolando Villazón acompañado por la Radio-Sinfonieorchester Stuttgart dirigidos por el colombiano Andrés Orozco-Estrada.

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Bibliografía y webgrafía consultadas:
  • Publio Ovidio Nasón. Las metamorfosis. Traducción de Fernando Anonio Navarro y Antolín Ramírez de Verger. Alianza Editorial, 2015.
  • Tolkien, J. R. R. El señor de los anillos. Traducción de Rubén Luís Masera y Matilde Doménech Horne. Editorial Booket, 2016.
  • Gippius, Zinaida. Poemas como rezos. Traducción de Natalia Litvinova. Ril Editores, 2018.

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