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El lenguaje del agua

Sin agua no hay vida. Junto con el aire, la tierra y el sol, el agua es uno de los elementos básicos, fundamentales e imprescindibles para nuestra existencia.
Hay tal cantidad de agua en nuestro planeta que bien podríamos llamarlo el Planeta Agua, por ocupar casi las tres cuartas partes de su superficie. Pero todos somos conscientes de que el agua es un bien escaso, ya que tan solo una pequeña proporción es potable y útil, frente a las inmensas cantidades que son salobres.
Desde tiempos inmemoriales los seres humanos que han formado parte de nuestro planeta han utilizado y aprovechado el agua como un bien de incalculable valor que se debe cuidar y preservar, pese a que el excesivo consumo de las últimas décadas ha hecho saltar las señales de alarma sobre su futuro.
Así, las sociedades que viven más cercanas al entorno natural han cuidado con mayor esmero este bien tan escaso, mientras que aquellas en las que la relación se muestra más lejana, como algunas sociedades urbanas en las que no se aprecia esa relación de modo directo -como abrir un grifo sin conocer la procedencia y génesis del líquido elemento-, este cuidado genera mayores problemas de sensibilización, respeto y economía.
Así, el contacto directo con el agua, ya sea a través de arroyos, ríos, lagos o mares, la conducción para regadíos o consumo, y su uso como elemento decorativo para deleite de los sentidos forman parte de un saber que oscila entre la economía, la ingeniería y la cultura.
Este contacto ha llegado a hacernos entender, imaginar y crear un lenguaje del agua que se ha transmitido a lo largo de los siglos por distintas sociedades. La desecación de pantanos insalubres, la navegación marítima y fluvial, la construcción de acueductos y la canalización del agua a través de las poblaciones, el ingenio para la construcción de regadíos o las cultura de las fuentes ornamentales que acercan el agua al goce de los sentidos son algunos de los signos que muestran estas creaciones de la humanidad. Mientras que el poético diálogo con las aguas, la creación de leyendas sobre seres mitológicos que viven y habitan en los mares o las profundidades de los de los lechos fluviales -sirenas, ninfas o náyades- contribuyen a acercarnos a ese lenguaje que se establece entre el agua y nosotros.
Te propongo reflexionar sobre el uso, cuidado y respeto del agua a través de obras que nos acercan al lenguaje que establecemos con ella, desde el sonido de los arroyos o las fuentes, hasta las leyendas con criaturas que viven en ellas. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!

Claude Monet, Vista de Vètheuil (1880) Alte Nationalgalerie (Berlín)

El agua siempre está de actualidad atañe a todos los habitantes del planeta. Cómo conservar este bien común es un asunto que está amenazado por una mala gestión y responsabilidad que abarca desde autoridades, a la concienciación de la sociedad y unos usos consumistas que cada vez se evidencian más insostenibles.

La literatura y la música han buscado tradicionalmente en la naturaleza fuentes de inspiración: las fábulas con animales humanizados, el canto de los pájaros, el sonido de la lluvia, el aire o la caída de las hojas en otoño y su resurgimiento en primavera son muestras de ello.
La poesía no podía ser menos y en cualquiera de las épocas y corrientes artísticas ha tratado del agua. El curso de los ríos, la poderosa atracción del mar, la lluvia o el susurro de los arroyos está presente en multitud de obras.
Nacido a finales del XVIII en Dessau en el seno de una familia humilde -su padre era sastre- Wilhelm Müller trabajó como profesor de latín y griego en el Gimnasio de su ciudad natal, mientras publicaba algunas colecciones de poemas, especialmente inspiradas en las culturas griega y latina. Entre ellas, las más populares son las que sirvieron de inspiración a Schubert para algunos de sus lieder. Con poco más de treinta años falleció de un paro cardiaco tras el regreso de uno de sus viajes.
El primer texto que nos acompaña, muestra el diálogo de un viajero que agradece a un arroyo que lo acerque a la casa de su amada molinera. Así, Danksagung an den Bach (Gratitud al arroyo) entró a formar parte de uno de los ciclos de canciones de Schubert más celebrados.


Una publicación como esta, que se basa en la unión de literatura y música cantada no puede dejar la oportunidad de acercarnos a la música que Franz Peter Schubert creó con este y otros poemas de Müller.
Compuesta en 1823, Die schöne Müllerin (La bella molinera, D 795, Op. 25) es uno de los más conocidos y celebrados ciclos musicales de todos los tiempos y uno de los dos que el músico vienés creó, junto con El viaje de invierno. y la colección póstuma creada por su editor musical, El canto del cisne.

Claude Monet, Molino en Vervi (1889). Museo de Arde de Filadelfia.
Compuesta por veinte poemas escritos por Müller, La bella molinera indaga en los caracteres y sentimientos de forma que en una sola pieza no podría conseguirlo. El acompañamiento del piano sugiere y simboliza la corriente del agua que mueve el molino, además de la esperanza que habita en el corazón del protagonista para conseguir el amor de la joven molinera.
El cuarto de estos poemas, Danksagung an den Bach refleja de modo especial el movimiento de las aguas del arroyo que sugiere los pensamientos al viajero, mientras el texto se va desarrollando, repitiendo el último verso de cada estrofa, como se puede apreciar si se lee mientras se escucha.
La interpretación corresponde al mejor intérprete de lieder del siglo pasado, el barítono alemán Dietrich Fischer-Dieskau, acompañado por su habitual pianista Gerald Moore, en una grabación para la Deutsche Grammophon GmbH de 1972.


El ciclo del agua nos la convierte continuamente en el líquido potable e imprescindible para nuestras vidas. Pero este agua se muestra caprichosa al caer desde el cielo, a veces negándose, en ocasiones arrasando cosechas, pueblos y edificaciones, en otras regando con generosidad, eficiencia y provecho, mientras en otros casos, rompe las previsiones que se realizan para su utilización.
Esta irregularidad no acaba de conciliar la legislación y su aplicación, siendo extraño y penoso que en lugares donde hay sequías como en algunas zonas de España lluvias se rieguen aún los jardines con agua del gripo, mientras en lugares como California, se utilizan aguas residuales depuradas, pese a que la normativa europea indica que el 99% de estas aguas sean depuradas y reutilizadas.


Observar, imitar y recrear el sonido y el movimiento del agua llevándolo a una domesticación y humanización se ha logrado a través de creaciones como las fuentes. Situadas en calles o plazas, enmarcando las entrada a edificios como palacios, en el interior de patios o en medio de jardines a los que acompaña y alimente, las fuentes sirven para el deleite de nuestros sentidos, para hacer que nuestra vista y oído se recreen, creando una atmósfera de paz, tranquilidad y sosiego a nuestro alrededor. La Fontana de Trevi, La Fuente de Apolo de Versalles, la Cascada del Parque de la Ciudadela de Barcelona, o las más recientes de Dubai o la Fuente del Arcoiris del Puente Banpo en Seúl son muestras de las más logradas, bellas y espectaculares.
Pero donde más se observa este deseo de recrear el agua, su visión y sus sonidos procede de las culturas que provienen de zonas donde esta es escasa. Así, en nuestro país disponemos de uno de los monumentos que más fuentes posee: La Alhambra de Granada.
Desconocidas durante mucho tiempo, las estancias de La Alhambra están salpicadas por distintas fuentes, surtidas por varios aljibes y cuyas aguas continúan su recorrido una vez que han servido para su función recreativa.
Nos quedamos con las impresiones de uno de los primeros descubridores que tan monumental recinto tuvo en el siglo XIX y que nos recreó con su pluma aquello que sus ojos, oídos y demás sentidos observaron, para sentir, como si fuera la primera vez, lo que supuso entrar en aquel momento en un lugar prácticamente desconocido para la gran mayoría de personas. 
Washington Irving, el escritor y viajero americano nos recrea en sus Cuentos de la Alhambra su viaje por tierras andaluzas hasta la capital nazarí, cómo transcurrió y qué sintió la primera vez que subió hasta el palacio árabe granadino, antes de centrarse en la narración de cuentos e historias del lugar.
La entrada desde la Placeta de los Aljibes hasta el Patio de la Alberca, la Torre de Comares, el Patio de los Leones, las Sala de los Abencerrajes con su fuente de mármol blanco con los acueductos y aljibes que los alimentan nos invitan en el relato de Irving.


No sólo están en los palacios, jardines y los relatos que las describen. Las fuentes también son elementos con personalidad propia en muchas historias. Nos acercamos en este momento a una fuente como personaje en una de las óperas más representadas del repertorio. Basada en una novela de Sir Walter Scott, The Bride of Lammermoor (La novia de Lammermoor), Gaetano Donizetti estrenó en el Teatro San Carlo de Nápoles en 1835 su drama trágico Lucia di Lammermoor, la obra cumbre del estilo Belcantista, con un libreto de Salvatore Cammarano
En la segunda escena del Acto I, mientras Lucia espera a su amado Edgardo se aproxima a una fuente mientras narra a su sirvienta que ha visto en ese mismo lugar el fantasma de una joven asesinada por celos por uno de los antecesores de los Ravenswood. Su criada y confidente le advierte de un mal presagio y que debe renunciar a su amor, después de que ella haya cantado su aria Regnava nel silenzio (Reinaba el silencio).
La interpretación, con subtítulos en castellano, corre a cargo de la soprano Anna Netrebko en una representación llevada a cabo en el Metropolitan Opera House de Nueva York, en cuyo montaje tuvieron la idea de mostrar al fantasma deambulando por la escena e internándose en la fuente.


Hasta que no se domesticó el agua y se fue llevando a los hogares, las personas se lavaban con poca frecuencia. Hasta el inicio del siglo XX se gastaba poca agua que provenía, fundamentalmente de los ríos y fuentes públicas; no existían las duchas y eran poco frecuentes los baños, siendo muy habitual el uso de colonia para simular los malos olores e incluso matar los microorganismos. En apenas un siglo se han modificado nuestros hábitos higiénicos para mejor, con el consiguiente aumento desmesurado del agua consumida.
 
Ilustración de Arthur Rackham para Odine.
Nuestra última mirada hacia el agua y su lenguaje nos sumerge en leyendas provenientes de la mitología grecolatina. A diferencia de las sirenas, las náyades eran ninfas asociadas al agua dulce, a fuentes, arroyos, riachuelos, pozos o manantiales. Se trataba de historias con seres femeninos mortales, aunque de gran longevidad, cuya vida dependía del lugar en que habitaba y, si este desaparecía o se secaba, la náyade moría. En general, eran seres que suponían peligro y bañarse en las aguas en que habitaban e incluso observarlas suponía una profanación que era castigada por ellas, llevando a quienes lo hacían a la locura, o a la ninfa hacia las ciudades de los humanos, en las que su dualidad entre seres acuáticos y personas solían tener un final trágico.
De esta tradición griega y latina, las historias de náyades pasaron a formar parte de las leyendas centroeuropeas que las abordaron con distintas singularidades hasta la época del romanticismo. Nos acompaña una de las obras que recrean estas historias de náyades.
El alemán Friedrich de la Motte Fouqué, barón de Fouqué (1777-1845) dejó la carrera militar que comenzó por tradición familiar para dedicarse a la literatura, publicando historias que indagaban en leyendas germánicas medievales que acercó al movimiento romántico, sirviendo de inspiración para autores posteriores como Goethe, Dvorak o Wagner
Quizás su obra más conocida sea la que nos acompaña, Undine (Ondina), una novela publicada en 1811 que trata la historia de la náyade del mismo nombre, Hija de las Ondas y del Señor del Mediterráneo que es rescatada de las aguas por un anciano matrimonio. Su amor por el caballero Huldedrando la hace sacar su aspecto más humano, hasta que una serie de obstáculos y la aparición de una rival la hacen regresar a su lugar de origen, mientras el caballero muere de forma dramática. 
El texto que nos acompaña pertenece a uno de los capítulos iniciales del libro titulado De cómo fue hallada Ondina. y nos muestra cómo Huldebrando la encontró antes de que se narraran el uno al otro la historia de sus vidas.

 Sin dejar esta tradición nos acercamos a una de las muchas obras musicales que están protagonizadas por esas náyades, la ópera Rusalka de Antonin Dvorak. Basada directamente en Ondina, aunque con lejana inspiración en las obras del mismo tema de Hans Christian Andersen y Gerhart Hauptmann, esta Leyenda lírica en tres actos contó con un libreto de Jaroslav Kvapil y fue estrenada en el Teatro Nacional de Praga en 1901.
En Rusalka, Dvorak utiliza todos sus recursos para caracterizar los dos mundos contrapuestos: el del ser natural, inanimado y elemental, pero dotado de sentimientos, frente al ser humano, animado pero con una menor carga emocional. Su música muestra las influencias de Liszt y Wagner, las formas clásicas y la unión de elementos folclóricos con otros impresionistas.
La trágica historia comienza con elfos bailando que molestan al Hombre de las aguas, mientras Rusalka suspira por tener un alma y cuerpo humano para ganarse el amor de un príncipe a quien ha visto cuando se acercó al lago. Pese a que el Hombre de las aguas le advierte del peligro, ella pide ayuda a una bruja que le concede el deseo con la condición de que será muda y si su amado le es infiel, se verá condenada a vagar sin patria. Rusalka acepta el las condiciones. Con toda seguridad, la pieza más conocida de este primer acto, y de toda la obra, es el aria que la protagonista dirige a la Luna para pedir su ayuda para encontrar a su amado.



Con la soprano Megan Kahts y la Orchestra Compagnia d'Opera Italiana dirigida por Antonello Gotta finalizamos esta entrada dedicada a los lenguajes del agua con una grabación de esta pieza, también conocida con su título en inglés Song of the Moon, en una grabación realizada en el Kilima Private Game Reserve de la República de Suráfrica para el sello Polisonor.

No dejes de oír al agua.

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Bibliografía y webgrafía consultadas:

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