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El placer de la música

La música compone los ánimos descompuestos y alivia los trabajos que nacen del espíritu.
Miguel de Cervantes

La música forma parte de nuestras vidas. Tengamos o no conciencia de ello, nos acompaña constantemente. Hay personas que la tienen permanentemente en su vida diaria, sintiendo la música sin cesar; quienes se acercan a ella en ocasiones puntuales, escuchándola en determinados momentos, o quienes la tienen presente de forma circunstancial, como parte integrante de bandas sonoras de películas o series, como sintonías de cabecera de programas televisivos, incluidos diarios de noticias, de radio o en la publicidad, donde tiene un valor excepcional.
Unida indisolublemente a la naturaleza humana, la música tiene un origen tan remoto que vinculamos su origen en tiempos ancestrales con nuestro propio cuerpo. De los elementos de la música -ritmo, melodía, armonía y tono- el primero surge de nuestro propio corazón. Imaginar a los primeros seres humanos acelerando el ritmo de sus corazones para prepararse y enardecerse de cara a la próxima cacería o a la defensa de su territorio en peligro nos acerca a los orígenes de la música. Utilizar su propio cuerpo para producir sonidos, controlar los gritos y el uso de onomatopeyas, fueron anteriores o simultáneos al uso de la percusión con instrumentos tan simples como piedras, palos o huesos de los animales cazados. 
De ahí hasta nuestros días, varios miles de años de evolución de la música a través de las distintas civilizaciones y culturas han llevado la música hasta nosotros produciendo en el fondo las mismas emociones primarias, aunque matizadas, cultivadas y más sutiles que aquellas primigenias.
Nos podemos preguntar: ¿A quién no le gusta la música? Y la respuesta posiblemente sea que es difícil encontrar a algún ser humano que no disfrute con la música. Evidentemente no nos gusta el mismo tipo o estilo de música, ni los mismos intérpretes o autores, pero la llevamos en nuestra herencia genética. La cantidad de personas que acuden a los conciertos, de cualquier tipo, llenando estadios, auditorios o salas de concierto; el público que se acerca a las agrupaciones que participan o amenizan festejos y celebraciones populares; los millones de personas que utilizamos aplicaciones y programas en línea para escuchar música desde distintas plataformas, o la cantidad de personas que utilizamos o vemos utilizando equipos de música, auriculares o cascos mientras se circula en vehículos, se pasea o se hace deporte, atestiguan el valor de la música en nuestras vidas.
Cada año, el 22 de noviembre se celebra la festividad de Santa Cecilia, la patrona de la música, por lo que ese día se conmemora también el #DiaDeLaMusica y el #DiaDelMusico dedicados, como es obvio a todos los amantes de la música y a quienes la interpretan, ya sea de forma profesional o amateur. 
Te propongo celebrar el Día de la Música con unas reflexiones sobre cómo escuchar música de uno de los grandes compositores del siglo XX, Aaron Copland y algunas audiciones musicales. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere! 


Para celebrar el Día de la música, o en cualquier otro momento, nos acercaremos a unas reflexiones de Aaron Copland, uno de los compositores fundamentales del pasado siglo. Nacido en Brooklyn, Nueva York, en 1900, fue discípulo de la influyente Nadia Boulanger antes de dar comienzo a su carrera creativa.
Para sus obras, Copland busca su inspiración dentro del folclore estadounidense con con obras como el Concierto para clarinete, con claras influencias del jazz, Salón México o Retrato de Lincoln. Estas inspiraciones se desvelan de forma especial en sus ballets Billy el Niño, Rodeo y Apalachian spring, centrados en temas genuinamente americanos, todos ellos creados durante el periodo prebélico y bélico de 1936 a 1942.  
Poco a poco su estilo se volvió más abstracto y austero, incorporando técnicas dodecafónicas en obras como su Cuarteto con piano o Connotaciones, aunque sin alcanzar el éxito entre el público de las obras anteriores. Tres libros marcan sus reflexiones sobre la música: What to listen for in music, Our new music y Music and imagination.


En What to listen for in music (Cómo escuchar la música, 1939) se recoge una serie de quince conferencias que Copland impartió en la New School for Social Research de New York. Comenzando con un debate  sobre el método creador, el compositor siguió analizando los elementos que forman la música -ritmo, melodía, armonía y tono-, para continuar con una serie de disertaciones sobre las principales formas musicales -fuga, variación, sonata, sinfonía, poema sinfónico, ópera y danza-. Las últimas conferencias tratan sobre el papel que desempeñan los intérpretes en la comprensión del auditorio, además de incursiones en las características de la ópera, el drama musical, la música contemporánea y la música cinematográfica, con los que Copland confirma sus ideas sobre la universalidad de la música, sus adaptaciones a distintos géneros y su evolución a lo largo del tiempo, mostrando al oyente/lector el camino para acercarse de igual manera a la música contemporánea o a la clásica.


En esta publicación nos acercaremos a la segunda de las conferencias titulada Cómo escuchamos. Puede parecernos extraño el título y el contenido y plantearnos algunas cuestiones previas. ¿Es qué no sabemos escuchar música? ¿Acaso debemos aprender a escucharla? ¿O, necesitamos una guía para poder escucharla? Estas cuestiones quedarán resueltas a lo largo del capítulo y de forma más completa del libro, aunque la respuesta es sencilla para Copland: Escuchar música es una capacidad que se adquiere a través de la experiencia y el aprendizaje. Cuanto más conocemos de una música concreta, más disfrutamos de ella.
Copland diferencia tres formas de escuchar la música, cada una de ellas en un nivel superior de apreciación. El primero de estos niveles es que el compositor denomina el plano sensual.


Uno de los objetivos de este blog consiste en fusionar o maridar los textos con la música. En esta ocasión, la propuesta tendrá un matiz diferente, en el sentido de que te propongo escuchar la música que lo acompaña o sustituirla por cualquier otra que sea de tu agrado y encaje con el propósito que manejamos: disfrutar del placer de la música, en esta primera audición, en su plano sensual.
Aunque nos haya acompañado en otra ocasión en este blog y, dentro del propósito habitual de que sea música cantada, nos acercamos a un coro de ópera, posiblemente el más conocido y universal de todos cuantos existen, el Va pensiero de la ópera Nabucco de Verdi.
El enlace nos muestra una interpretación de este archiconocido coro realizado en la representación llevada a cabo en el Metropolitan Opera House de New York en 2002. La escenografía, casi un relieve asirio, la concentración de los intérpretes que aguantan perfectamente los primeros planos en un tipo de obra en la que los espectadores sólo ven de lejos, el decorado o la primorosa interpretación llevaron a realizar un bis. Una pieza singular para dejarnos llevar por el plano sensual del que trataba Aaaron Copland. Déjate llevar.
 

Los distintos niveles de audición musical que propone Copland podemos aplicarlos a cualquier tipo de música que escuchemos, sea cual sea su estilo.
El segundo plano al que se refiere el conferenciante es el plano expresivo, un nivel cargado de argumentos controvertidos como razona en su exposición. Partiendo del caso de Stravinsky que afirmaba que su música era un «objeto», una «cosa» convida propia sin más significado que su propia existencia musical, Copland llega a plantear la cuestión clave de este nivel: ¿La música quiere expresar algo? Y si puede hacerlo, ¿lo puede expresar con palabras?
También se adentra el compositor norteamericano en lo que nos dice una música concreta, razonando que cuando nos dice siempre lo mismo tiene más posibilidades de que la vayamos dejando de lado frente a aquellas cuyo significado, para nosotros, varía con algunos matices en cada audición que realizamos. Finalmente lleva este argumento sobre los significados a dos piezas musicales, una de Bach y otra de Beethoven.




Como hemos apreciado, dos son las obras musicales que propone Copland para ejemplificar el plano expresivo: Das Wholtemperierte Klavier (El clave bien temperado) de Johann Sebastian Bach, centrado en sus variaciones más tristes, y la 9ª Sinfonía de Beethoven, centrado en el tema inicial de su primer movimiento. Dada la extensión de la primera obra, cercana a las das horas en el primero de los dos libros que la componen, la enlazamos al final de esta publicación por si deseas centrar en ella la audición.
Así, la segunda pieza musical que nos acompaña es el primer movimiento de la 9ª Sinfonía de Beethoven, para centrarnos en el primer tema que presenta el compositor después de surgir desde el silencio un intervalo a cargo de los violines, chelos y trompas que anuncian, como una premonición, la llegada del tema.
La interpretación corre a cargo de la Deutsche Kamerphilharmonie de Bremen dirigida por Paavo Järvi dentro del Beethovenfest de Bonn celebrado en 2009.


Como avanzaba al comienzo de su capítulo y/o conferencia, el tercer plano de audición que considera Copland es el estrictamente musical. En este plano el oyente no se limita a sentir la música y lo que le expresa, sino que se adentra en percibir los elementos, comenzando por la melodía -si le gusta o no, si le atrae o le deja más indiferente- y el ritmo -especialmente si es más marcado-. También le ayuda conocer los estilos musicales para apreciar con mayor rotundidad en cuál se inscribe la música que escucha. 


Como forma de exponer mejor su razonamiento, Copland pone como ejemplo la forma en que el espectador aprecia una obra de teatro, para finalizar proponiendo una audición más activa en que se superpongan los tres planos enunciados de forma simultánea y el oyente se sitúe simultáneamente fuera y dentro de la música, juzgándola y disfrutándola, pensando en el camino que va a seguir el compositor y descubriendo que va por otro diferente al que pensó.
Todo un reto que incrementa el placer de quien escucha música.


Finalizamos esta publicación sobre el placer que nos proporciona la música con la que se considera la música más interpretada y escuchada de toda la historia: El Aleluya de El Mesías de Händel. Para esta última audición te propongo realizar una experiencia musical con la idea de comprobar hasta qué punto llegamos a disfrutar de los tres planos que señala Copland.


Para ello, comenzamos con el análisis certero y profundo que realiza sobre esta obra universal Luis Ángel de Benito, profesor de Armonía y Análisis del Real Conservatorio Superior de Música de Madrid y director de Música y Significado en Radio Clásica de Radio Nacional, uno de los programas sobre música más interesantes del panorama radiofónico de nuestro país.


La última parte de la experiencia, y con la que nos despedimos con la idea de disfrutar plenamente de todos los planos del placer de la música, consiste en escuchar este Hallelujah del oratorio Messiah de George Friedric Händel interpretado por un coro espectacular con una enorme cantidad de componentes, The Tabernacle Choir and Orchestre del Temple Square en una interpretación grabada en septiembre de 2014.

Ya me cuentas. 
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Bibliografía y webgrafía consultadas:

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