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¡Maldita metamorfosis! El discurso del Jefe Seattle

Somos parte de la tierra y la tierra es parte de nosotros.
Si no somos dueños de la frescura del aire y de los destellos del agua, ¿cómo puede comprárnoslos?
Jefe Seattle

Las ideas y pensamientos que han llegado hasta nosotros, ¿tenían en su contexto original las mismas intenciones con que las percibimos en la actualidad? ¿Las palabras que se pronunciaron y se transmitieron oralmente o, incluso, se escribieron, las apreciamos en el contexto en que se crearon o lo realizamos con nuestras convenciones y miradas actuales?
Palabras pronunciadas por personajes que han influido poderosamente en la historia, ¿fueron pronunciadas realmente por ellos de esa forma o lo que conocemos es producto de la memoria de los testigos y de la tradición oral a través del tiempo hasta que quedaron reflejadas por escrito? ¿Era esa misma intencionalidad filosófica, ética, ecológica o religiosa la que estructuraba el pensamiento de su protagonista?
En ¡Maldita metamorfosis!: Las cariátides nos centramos en cómo había evolucionado la idea de estas columnas con figuras femeninas desde su inicio hasta su desarrollo pleno de belleza tal como las conocemos y admiramos en la actualidad.
En esta ocasión nos basaremos en lo que Eric Hobsbawn llama «tradiciones inventadas», una serie de prácticas o discursos que pretenden crear, a partir de la repetición, valores, normas y costumbres que suponen una continuidad con un pasado, en ocasiones ficticio, proveniente de un tiempo remoto.  
Muchos de nosotros ha leído u oído el texto que el Jefe Seattle dirige al presidente de los Estados Unidos, un texto fundamental en la concepción de un mundo que se nos muestra ecológico. Pero nos plantea una serie de cuestiones: ¿Escribió o pronunció estas palabras el Jefe Seattle? ¿Su pensamiento está tan conectado con nuestra visión ecologista actual del mundo? ¿Era una especie de profeta del ecologismo primitivo que es crítico con nuestra sociedad industrial? A estas cuestiones iremos tratando de dar respuestas a lo largo de esta publicación, a la que añadimos una más: ¿Perderían valor estas palabras si no fueron pronunciadas exactamente así en su momento? Rotundamente, no.
Hay publicaciones que permiten seguir el recorrido de las palabras del líder piel roja hasta nuestros días y cómo han ido evolucionando con el tiempo.
Te propongo adentrarte en el texto del Jefe Seattle, conociendo cómo fue el origen de unas palabras que se han convertido en una de las más bellas declaraciones ecologistas de la historia, totalmente vigentes en nuestros días y en un futuro. Nos acompaña música de Messiaen. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!


Paca comenzar, es oportuno aclarar que esta publicación se basa fundamentalmente en dos textos recogidos en la bibliografía que aparece en la parte final y que, quien lo desee puede dirigirse a leer directamente sin pasar por este escrito, con lo que, posiblemente, tendrá más claro el desarrollo y evolución del conocido texto.
El primero de ellos es un artículo de Raúl Marcó del Pont Lallí, titulado Lo que nunca dijo el jefe Seattle y publicado en México.
El segundo es obra de Luko Hilje, quien lo publicó en Costa Rica con el título de ¿Cuán veraz es la célebre alocución conservacionista del Jefe Seattle? 
También conviene aclarar que aunque la conozcamos como Carta del Jefe Seattle al Presidente de los Estados Unidos, ni existió nunca esta carta, ni el discurso fue dirigido al máximo mandatario norteamericano,.


En primer lugar, intentaremos acercarnos a la figura del protagonista. Aparte de la información que podemos encontrar en las redes, tipo Wikipedia, sabemos que nació alrededor de 1786 y que poseía, como su padre, el título de tyee o jefe de la tribu de los suquamish, perteneciente a los distintos grupos de los salish, que varias mujeres, dos esposas y concubinas y una hija, Angeline formaban su familia más cercana. 
Al parecer, en 1792, cuando contaba con unos seis años, vio por primera vez a los conquistadores, al desembarcar el capitán George Vancouver en la isla de Bainbridge, en lo que ahora es el estado de Washington, en la costa oeste americana. Le quedó marcada para toda la vida la visión del barco, las armas y el acero que portaban los extranjeros.
Cuando se hizo adulto destacó como guerrero, orador y diplomático que se implicó en la búsqueda de la cooperación entre los más de cuarenta grupos salishAlto, corpulento y bien parecido, sabemos que en 1832, fue descrito como «el indígena más bello que he conocido» por un tal Dr. Fraser Tolmie, agente de la Hudson Bay
Pocos años después el padre Modest Demers lo bautizó con el nombre de Noé, una situación que algunos autores consideran como una forma de entrar en la estructura de los conquistadores, en unos momentos en que los indígenas americanos aumentaban su resentimiento, puesto que habían visto reducido su número y su forma de vida a través de las expropiaciones, en las que los hombres blancos habían incumplido sistemáticamente los acuerdos firmados. 
El conjunto de estos acuerdos, denominados Tratados Stevens, desligó a los nativos de sus territorios al compararles tierras, expulsarlos de ellas o aislarlos en lo que se denominan desde entonces reservas.

La única fotografía del Jefe Seattle, realizada en 1864, dos años antes de morir. 
Aquí entra un nuevo personaje, Davis S. Maynard, conocido como Doc Maynard, quien tras dejar a su joven esposa en Ohio se dirigió al oeste en busca de fortuna alrededor de 1850. Comenzó cortando madera en Olympia y transportándola hasta San Francisco, con cuyas ganancias abrió una modesta tienda. Conoció a Seattle, uno de sus clientes, quien le recomendó un mejor lugar para establecerse, vendió su negocio y embarcó con todas sus posesiones, una embarcación con tripulación india y el tyee como piloto. Se hicieron tan amigos que, una vez establecidos, alrededor de 1852, Doc Maynard bautizó el lugar con el nombre con que se conoce en la actualidad: Seattle.
Un año después se creó el estado (territorio) de Washington y su primer gobernador, Isaac Ingalls sTEVENS, propuso uno de los tratados más importantes de la zona, el de Puget Sound, en representación del presidente de Estados Unidos, Franklin Pierce, proponiendo a Marynard que concertara la firma del tratado en una reunión con los nativos en diciembre de1854.
Antes de continuar, nos quedamos con una publicación sobre aquel encuentro entre nativos y conquistadores en la que Henry J. Smith, de quien trataremos más adelante, describe cómo era el Jefe Seattle y cómo se produjo el encuentro.


En la primavera de 1972 el compositor Olivier Messiaen y su esposa, la pianista Ivonne Loriod recorrieron los impresionantes paisajes naturales de Utah y Arizona. El compositor francés había recibido el encargo de componer una obra para conmemorar el bicentenario de los Estados Unidos. En lugar de inspirarse en personajes como Jefferson, De Toqueville o Washington, o visitar algunas de las ciudades históricas del país, el religioso compositor decidió visitar algunos de los paisajes del oeste americano para contemplar con uno de los dones del Espíritu Santo, el don del asombro, el canto de sus amados pájaros y las inmensas catedrales naturales en las que desarrollaban las melodías que transcribía en sus cuadernos. Así, en lugares como Cedar Breaks, Messiaen se maravilló con «la belleza salvaje y colorida de un vasto anfiteatro que se hunde en un profundo desfiladero.»
Así nació Des canyons aux étoiles (De los cañones a las estrellas) en la que reflejó el ascender de los cañones a las estrellas, las bellezas de la tierra junto a las bellezas del cielo (el físico y el espiritual), en una obra que es a la par religiosa, astronómica y geológica, de contemplación y de agradecimiento.

Te propongo seguir la música con la compañía de la visión de la orquesta o utilizarla como fondo desde el que emergen las palabras relacionadas con el discurso del Jefe Seattle
Dividida en tres partes y doce movimientos, comenzamos con el primero de ellos, Le dèsert (El desierto). La tropa solista canta a través de los inmensos espacios desérticos, un aleteo de pájaros contrasta desde el piano acompañado del viento. Un flautín emerge con los leves y nuevos sonidos en que cada día se renueva la Creación.
Nos acompaña la versión de la Ghildhall Sinfonia and New Music Ensemble con Alexander Soares en el piano y la dirección de Diego Masson grabada en el Milton Court Concert Hall londinense en julio de 2014.


Unos meses antes del encuentro, en enero de 1854, el médico, escritor aficionado a la poesía victoriana, con la que escribía con el pseudónimo de Paul Garland y, más adelante, político, el Dr. Henry A. Smith, uno de los primeros colonos del nuevo estado, escuchó un discurso de Seattle
En el encuentro de diciembre en que el Jefe Seattle publicó su famoso discurso, Smith estuvo presente y tomó apuntes de cuanto dijo. Entendamos que esta alocución hubo de ser compleja de entender, puesto que el orador no hablaba el inglés y alguien hubo de traducir cuanto se decía, quizás a los presentes, aunque más probablemente a quien tomo las anotaciones.
Hay constancia de que el Jefe Seattle habló posteriormente en público, al menos en la firma del Tratado de Madison el año siguiente y tres años más tarde, para quejarse de que el Congreso de Estados Unidos no hubiera ratificado ni cumplido los acuerdos firmados. De estas alocuciones apenas quedan apuntes elaborados, lo que lleva a la conclusión de que reflejan más las aspiraciones literarias de quien lo publicó que el sentido exacto de las palabras pronunciadas, además de no haberse podido cotejar las notas del diario de Smith con lo publicado en el periódico. 
Del famoso discurso de diciembre de 1854 nos queda el texto de Smith que fue publicado en el periódico Seattle Sunday Star el 29 de octubre de1887, casi treinta y tres años después de haberse pronunciado. Antes de la reconstrucción de las palabras de Seattle, Smith publicó, a modo de introducción el texto que hemos leído con antelación.
En el discurso publicado décadas después se pueden observar algunos detalles que muestran interés como que Seattle alude al presidente Washington en la creencia de que aún estaba vivo, reconocía de modo claro la posición de indefensión de los indígenas y la necesidad de respetar los acuerdos aunque no fueran necesarios como forma de hacer frente al desmedido poder de los colonizadores, además de mostrar algunas de las bellas imágenes que reconoceremos.
Conviene resaltar que el propio Smith explica en el periódico que su publicación no es más que un fragmento de la alocución del Jefe Seattle y que el gobernador Stevens realizó una breve réplica a las mismas.




El estreno de Des canyons aux étoiles tuvo lugar el 20 de noviembre de 1974 en el Alice Tully Hall del Lincon Center neoyorkino con la Musica Aeterna Orchestra, Yvonne Loriod, la esposa de Messiaen, al piano y con la dirección de Frédérick Waldman.
La quinta imagen sonora la tituló Messiaen Cedar Breaks et le don de crainte (Cedar Breaks y el don del asombro). En el lugar de la belleza salvaje y colorida, el desfiladero y la inmensa soledad, los petirrojos, el cascanueces de Clark y los halcones surcan el aire. Unos sonidos que rozan lo humorístico se van trocando en acordes profundos y vastos que muestran un precipicio. La percusión -gongs y platillos- sugieren una arquitectura para la tierra y el cielo, una capilla creada para el sonido y el asombro.
De nuevo nos acompaña la Ghildhall Sinfonia and New Music Ensemble con Alexander Soares en el piano y la dirección de Diego Masson.


Desde el texto publicado por Henry J. Smith hasta el que ha llegado a nuestros días transcurren más de ochenta años, un tiempo en que las palabras recogidas en el Sheatle Sunday Star aparecerían en historias de la conquista americana y otros escritos.
En 1969 surge la segunda versión de la pluma del poeta americano William Ayers Arrowsmith quien realizó una adaptación del texto de Smith que buscaba ofrecer un lenguaje más coloquial manteniendo el espíritu del discurso, aunque modificando las frases originales.
En el invierno entre 1970 y 1971 Arrowsmith coincidió con el escritor Ted Perry mientras impartían clase en la Universidad de Texas. La Southern Baptists Convention había contactado con este último para escribir los guiones de varias películas para televisión, entre ellas una sobre el medio ambiente y la contaminación.
Perry conoció la versión de Arrowsmith durante la celebración del Día de la Tierra y le pidió autorización para utilizarla como base para uno de los guiones. Así surgió la versión más conocida en la que se mezclan lo que se conoce  del discurso original, la modificación de Arrowsmith y las ideas ecologistas de la época, a los que se unieron algunas modificaciones realizadas por los bautistas sobre la visión cosmológica que Seattle debía haber tenido de Dios.
El resultado final apareció en la película para televisión de 1972 Home (Hogar) en el que se recoge el discurso del Jefe Seattle, el más grande de los llamados discursos indígenas, que fue difundido por las asociaciones ecologistas. En 1974 fue impreso por la Northwestern Oriental Airlines, además de que los visitantes del pabellón norteamericano de la Expo Spokane de ese mismo año pudieron acceder al discurso cinematográfico. 
Perry no pretendió engañar con la modificación su discurso, sino que fue el productor de Home quien decidió quitar de los títulos de crédito las alusiones al guionista para dar más credibilidad al discurso. También se realizaron 18.000 carteles con el texto del discurso para aquellos espectadores que lo solicitaran. En ningún momento pensaron que el discurso modificado creara una nueva visión romántica del indígena americano.
El autor de uno de los artículos en que se basa esta publicación indica que contactó con Ted Perry para confirmar lo expuesto y recibió el 27 de diciembre de 2016 la respuesta del propio escrito de que podían incluir el siguiente texto:

«Escrito por Ted Perry e inspirado en un discurso atribuido al Jefe Seattle, el cual fue publicado por Henry Smith en 1887.»

El texto que nos acompaña es el atribuido a Ted Perry, estructurado según una mentalidad cargada de sensibilidad y sentido de lo sagrado y sobrenatural, el texto vincula al ser humano con la tierra que es a la vez fuente de sustento e identidad, además de reflejar el respeto y el cuidado que merece el entorno común en que debemos desarrollar una responsabilidad solidaria que vaya de una generación a otra.







En el último de los discursos en público que se le conoce a un Jefe Seattle, ya septuagenario varios años después en que demandaba por qué razón no se había ratificado en el Congreso el tratado firmado dejando que los indígenas fueran condenados a una desaparición, se recogieron algunas palabras del orador:

«He sido muy pobre y he tenido hambre todo el invierno y estoy muy enfermo ahora. En muy poco tiempo más moriré. Cuando lo haga, mi gente será muy pobre; no tendrá ninguna propiedad, ningún jefe y nadie que hable por ellos»

El Jefe Seattle falleció en 1966 dejando para siempre unas palabras que, en una u otra forma, muestran una fuerza íntegra, un poder de convicción y una sabiduría que nace de lo más profundo del ser humano y de la tierra que nos acoge.

¡Bendita metamorfosis!

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Bibliografía y webgrafía consultadas:

4 comentarios:

  1. Que interesante historia, paisajes y musica. Que completa la publicación y entretenida al ser un pasaje de la historia. Un saludo Miguel desde ANTIGÜEDADES DEL MUNDO.

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    1. Gracias, Jerónimo.
      El Jefe Seattle tuvo que se uno de esos personajes interesantes a los que convendría conocer más. Desde el momento en que comencé a preparar esta publicación tuve claro que la música sería esta de Messiaen.
      Un fuerte abrazo :-)

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  2. El Jefe Seattle. ¡Qué personaje tan interesante nos has traído! He puesto la música de Messiaen mientras lo iba leyendo y sublime.

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    1. Un personaje muy interesante al que debemos tener en cuenta a pesar de los cambios que se han producido en cómo nos ha llegado su mensaje. La música de Messiaen, pese a no tener nada que ver, pienso que encaja muy bien en esta publicación.
      Gracias por tu comentario, María Pilar.
      Un fuerte abrazo -.)

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