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Las pasiones y los afectos musicales

Sabemos cuanto ocurre a nuestro alrededor, incluso cuanto sucede en el mundo, pero en ocasiones desconocemos aquello que ocurre en nuestro interior. Así, ese interés por estar pendiente de lo que tenemos cerca o nos es próximo en nuestro planeta aunque esté a distancias considerables, unido al movimiento incesante de nuestras rutinas diarias y obligaciones, que en ocasiones no nos dejan tiempo para nosotros mismos, acaba por no dejarnos tiempo para indagar en nuestro interior, resultando que, en ocasiones, somos unos desconocidos para nosotros mismos.
Esta preocupación por conocer nuestros intereses, sentimientos y afectos no es ni ajena ni nueva en nosotros puesto que ha sido una preocupación para pensadores y artistas en otros tiempos y que, en cierto modo ha trascendido y llegado hasta nosotros. 
Así, desde la más remota antigüedad se relacionan artes como la música o la literatura como fuentes de inspiración hacia las emociones y las pasiones que nos acompañan. Más adelante, a partir de los siglos XVI y XVII, con pensadores como Descartes y un grupo de músicos, se crearon diversas teorías que desarrollaron las pasiones y los afectos.
Te propongo una mirada a tu interior a partir de textos y músicas que nos acercan a conocer y expresar nuestras pasiones y afectos. Nos acompañan textos de Descartes y músicas de Monteverdi y Vivaldi que desarrollan las Teorías de los afectos. Si te gusta... ¡Comparte comenta, sugiere!

Charles Le Brun, dibujo de las expresiones incluido en su Tratado de las pasiones
Nacido en La Haye, René Descartes (1596-1650) estudió en el colegio jesuita de La Flèche donde obtuvo el título de bachiller para conseguir después la licenciatura en derecho por la Universidad de Poitiers, antes de enrolarse como soldado y partir hacia los Países Bajos. Tras varios años bajo la bandera de diversos ejércitos y, tras una serie de tres sueños consecutivos, en 1619 se decidió a escribir hasta desarrollar más adelante un método que se oponía al silogismo aristotélico que se empleaba desde la Edad Media. Así, publicó su Discurso del método (1637), una obra fundamental que lo encumbra, junto con otros libros, como uno de los primeros filósofos modernos, además de matemático y físico.
Abandonada la vida militar, Descartes viajó por Alemania, Países Bajos e Italia antes de instalarse en París donde se relacionó con los científicos de su época, hasta volver a instalarse en los Países Bajos, un lugar más tolerante y tranquilo, donde estuvo hasta 1649, el lugar que creyó más idóneo para seguir escribiendo sobre sus ideas filosóficas y científicas, además de huir de las amenazas que las autoridades religiosas y académicas proyectaban sobre su novedoso pensamiento. Ese año aceptó la invitación de la reina Cristina de Suecia, viajando a Estocolmo donde murió a los pocos meses por una neumonía.
La obra que nos acompaña en esta publicación es la última que vio la luz en vida del autor, Las pasiones del alma (1649), una serie de pensamientos filosóficos escritos por indicación de la princesa Isabel de Bohemia, quien pedía al filósofo que, como su instructor, escribiese sobre dos conceptos tan diversos como el alma y el cuerpo. Así, Descartes, reflexiona sobre su propio pensamiento, afirmando, precisando o rectificando en algunos casos, para explicar las pasiones desde un punto de vista como físico más que como filósofo.
Escrita en forma de artículos normativos, Las pasiones del alma está dividido en tres partes. En la primera, Descartes trata de las pasiones en general y de la naturaleza del alma; en la segunda describe cuáles son las seis pasiones fundamentales, mientras que la tercera se centra en la descripción de todas las pasiones que surgen de estas. En este tratado el pensador comienza con una descripción de nuestra fisiología y la relación entre alma y cuerpo para continuar con una reflexión sobre la moral de nuestras pasiones y comportamientos, concluyendo que estas pasiones son provocadas por causas ajenas a nuestro ser, pero actúan sobre nosotros.

Descartes dedica la segunda parte de Las pasiones del alma a desarrollar las seis pasiones fundamentales o primaria y sus explicaciones. Nos acompaña un extracto de algunos de los artículos que las desarrollan.


Frans Hals, Retrato de Descartes. Museo del Louvre


Paralelamente a estas reflexiones desarrolladas por Descartes en el mundo del pensamiento, también existieron unas publicaciones teóricas dirigidas hacia la música con la intención de acercarse a los diferentes afectos que se podían desarrollar para mostrar estas pasiones que tenemos en nuestro interior, naciendo así las Teorías de los afectos musicales.
Así, tras el Ars Nova que surgió en el siglo XIV para oponerse al Ars Antiqua y que proporcionó a la música una técnica, expresividad y unidad novedosas, fueron desarrollándose movimientos que acabaron creando de modo desde lo filosófico a lo práctico estos afectos musicales.
A comienzos del siglo XVII Claudio Monteverdi denominó al estilo polifónico Primera práctica, mientras al estilo homofónico lo llamó Segunda práctica utilizando en esta última sus madrigales y las composiciones que formaban el rico entramado de sus óperas; arias expresivas y melodiosas, coros que recordaban el estilo de los teatros clásicos griegos y acompañamientos instrumentales ricos y coloridos.
Cuando en 1603 comenzó a publicar sus libros de madrigales, esas pequeñas piezas cantadas para grupos de entre dos y cinco voces, Monteverdi empezó a desarrollar en sus composiciones una intensa emotividad y expresividad con melodías inusuales y armonías disonantes. Estas atrevidas innovaciones generaron ataques por los conservadores del estilo antiguo. Un tal Artusi llegó a publicar: «Estos compositores no tienen más que humo en la cabeza... si piensan que pueden corromper, abolir y arruinar a su voluntad las antiguas y buenas normas que se les entregaron, procedentes de los viejos tiempos.» El propio Monteverdi, auténtico maestro en los dos estilos se defendió a sí mismo y a sus compañeros por escrito en 1605. «Hay dos prácticas, una en el estilo sagrado polifónico de Palestrina, en el que la música es más importante que el texto, y la otra, la práctica de una música contemporánea que aspira a una nueva sencillez y emotividad a la hora de expresar el texto.»

Céfiro y Cloris. Sandro Botticelli, El nacimiento de Venus (detalle) 
Entre los madrigales de Monteverdi Zefiro torna (Céfiro vuelve) es uno de los más deslumbrantes y renombrados. El compositor de Cremona utiliza una ciaccona (basada en la chacona de nuestro país) para aprovechar la fuerza del bajo continuo. Utiliza un texto de Ottavio Rinuccini, libretista de la primera ópera de la historia, la desaparecida Dafne de Iacopo Peri y miembro de la Accademia Fiorentina y la Accademia degli Elevati
Perteneciente a su Nono libro dei Madrigalli: Madrigali e canzonette a due e tre voci (Noveno libro de Madrigales: Madrigales y canciones ligeras a dos y tres voces), Zefiro torna describe el lado más amable de Céfiro, dibujándolo como el aire suave que renueva los campos y hace surgir los efectos amorosos en el corazón del amante. El bullicioso ritmo que Monteverdi imprime a la ciaccona describe a la perfección las imágenes primaverales del texto, mientras las voces se imitan unas a otras y se burlan de la métrica, exagerando los recursos con fines cómicos. Así, la palabra «mormorando» se canta en un murmullo exagerando su duración. Cuando la primera voz exclama «e da monti» sube a lo más alto de su registro, mientras que la segunda voz en «e da valli» baja a la zona grave. 
En los últimos versos texto y música dan un giro inesperado cuando el protagonista se confiesa un solitario desconsolado que canta y llora por la ausencia de sus ojos amados, momento en que el pulso alegre y juguetón da paso a un desolado lamento.



El madrigal Zefiro torna en esta versión para dos voces está interpretada por la soprano Nuria Rial y el contratenor Philippe Jaroussky acompañados por el grupo L'arpegiatta dirigido por Christina Pulhar


En Las pasiones del alma, Descartes se posiciona como físico a la par que filósofo y moralista, analizando las pasiones primarias, sus características singulares y aquellas que surgen de la unión de algunas de ellas. Algo que nos resulta cuanto menos chocante al leer la obra hoy es que intenta determinar -y lo realiza- en qué lugar de nuestro cuerpo se radica el alma. Se trata de una justificación para tratar de la dualidad entre cuerpo y alma y cómo las pasiones, provocadas por causas ajenas a cada individuo interactúan entre la una y el otro.
Aún la segunda parte de su libro continúa detallando cómo podemos reconocer en nuestro cuerpo los síntomas de las cinco pasiones principales a las que dedica sendos artículos, dejando de lado la admiración, a la que considera que no necesita dedicar espacio para su reconocimiento.


Siguiendo con las Teorías de los afectos, estos llegaron a desarrollarse en diversas obras y en diversos modos. Desde los Affetti musicali a los Afetti amorosi, hasta llegar incluso a los Sacri afetti, diversos autores teorizaron sobre cómo incorporarlos a la música para acercarnos a estas pasiones y afectos tan propios de la condición humana.
Continuando con Claudio Monteverdi, el autor de la primera ópera que se conserva en la actualidad, La favola d'Orfeo, seguimos con otro de sus madrigales, en esta ocasión perteneciente a su Octavo libro de Madrigales, publicado en 1638 -once años antes del libro de Descartes- con el explícito título de Magrigali guerrieri, et amorosi con alcuni opuscoli in genere rappresentativo, che saranno per brevi episodi fra i canti sensa gesto (Madrigales guerreros y de amor con algunas pequeñas obras de género representativo, que serán interpretados entre las canciones sin acción teatral). Formado por una sinfonía y veintitrés madrigales con letras del propio Monteverdi, Petrarca, Torcuato Tasso y Rinuccini, el nº 19 ha sido desde su principio uno de los más celebrados y exitosos del compositor. El Lamento della Ninfa, con letra de Rinuccini está compuesto para soprano, dos tenores, un bajo y el acompañamiento del bajo continuo.

Domenico Fetti. Retrato de Claudio Monteverdi. Galería de la Academia (Venecia)
Para seguirlo con mayor fidelidad y apreciar sus características nos acompaña un texto del crítico Alex Ross recogido en su libro Escucha esto en el que analiza esta obra, citando las palabras con que el propio compositor declaraba que utilizaba las tres pasiones, ira, templanza y humildad para desarrollar este retrato musical.


Aunque hay ocasiones en que se interpreta la versión para voz de soprano, a partir de la segunda estrofa 
«Amor, dicea», nos acompaña la versión completa para las voces indicadas.


La interpretación corre a cargo de Helen Charlston & Toby Carr con miembros de The Gesualdo Six, miembros de la London Sound Gallery.


Las obras de René Descartes evidencian la amplitud de miradas a las que somete su pensamiento, unas circunstancias usuales en aquella época frente a la especialización de nuestro tiempo. Su curiosidad, mostrada en unas obras que escribió tanto en latín como en francés, se halla entre otras en su Discurso del Método (1637) en la que su Cogito, ergo sum (Pienso, luego existo) sintetiza su pensamiento, Meditaciones metafísicas (1641) o Los principios de la filosofía (1644), además de Las pasiones del alma que nos ocupan en esta publicación.
Esta mirada, que hoy llamamos multidisciplinar parten de una mente que se ocupa desde la geometría a la óptica, pasando por la física, las matemáticas y la filosofía en las que se adentra en la mayor parte de sus ramas, pero no deja detrás otras como la astrología o la alquimia, disciplinas dadas al naturalismo del medievo y el Renacimiento que, a la luz de los nuevos métodos y miradas no podían seguir con su lenguaje oscurantista y hermético, para iniciados que rondaban lo mágico, para abrirse al mundo abierto, nítido e científico en el que poder trabajar con axiomas explicables.

La ninfa Cloris al ser raptada por Céfiro, antes de convertirse en Flora. Sandro Botticelli, La consagración de la Primavera (detalle)
Descartes concluye su pensamiento en Las pasiones del alma con dos reflexiones que se acercan al pensamiento filosófico y moralizante más que al pensamiento de un físico. En su despedida, propone un remedio general contra las pasiones, además del razonamiento de que de ellas dependen el bien y el mal que ocurren en el mundo. Nada que no nos sea ajeno hoy en día.
 

Una vez iniciadas y desarrolladas, las distintas teorías de los afectos ocuparon gran espacio durante el periodo Barroco, de modo especial en las óperas. Así, en las arias es donde en mayor grado y en mejor forma se pueden desarrollar y expresar los sentimientos, frente a los recitativos que eran los que hacían avanzar la acción. Hasta veintitrés emociones y afectos llegó a identificar y sugerir cómo expresarlos musicalmente el teórico musical alemán, compositor y cantante Johann Mattheson.
De esta manera, la ópera barroca fue la gran beneficiada por estas teorías que desarrollaban cómo trasladar los afectos, sentimientos y pasiones desde la música -y los escenarios- a los espectadores.


Finalizamos este paseo entre pasiones y afectos con una ópera de Antonio Vivaldi, L'incoronazione di Dario (La coronación de Darío) RV 719, una ópera con libreto de Adriano Morselli que se estrenó en el Teatro Sant'Angelo de Venecia en enero de 1717 y de la que existen algunas grabaciones de estudio, puesto que apenas se suele representar.
En esta muestra que ha unido las pasiones según el estudio y pensamiento de Descartes con las teorías de los afectos en la música nos despedimos con el aria de Argene Afetti del cor mio (Afectos de mi corazón) perteneciente a la Escena 16 del Acto I de L'incoronazione di Dario del Petre Rosso.


La interpretación pertenece a una grabación de estudio para el disco Vivaldi: L'incoronazione di Dario con la soprano Delphine Galou acompañada por la Accademia Bizantina y la dirección de Ottavio Dantone para el sello Naive de 2013. 

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Bibliografía y webgrafía consultadas:

6 comentarios:

  1. Como bien dices, Miguel, la música y la literatura empujan un sentimiento interior que ayuda a conocerse a uno mismo, en mi opinión, a través de la pasión y la expresión de los sentimientos, algo que resulta cada vez más complicado de transmitir en esta supuesta sociedad de la información. Hasta en los ámbitos cercanos es a veces complicado hacerte entender sin crear situaciones incómodas. En fin, muchísimas gracias como siempre por estas aportaciones que escribes a base de sensibilidad, amor por el conocimiento y sentido común. Claro que todo eso va enriquecido por el halo de tu forma particular de brillar.

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    1. Gracias por tu comentario, de modo especial por tus últimas palabras, Marcos.
      Con todo el acceso a la información que tenemos, es curioso que cada vez nos cueste más conocernos a nosotros mismos, a nuestras pasiones y afectos. También es cierto que con todo el acceso que tenemos a las redes sociales, en determinadas ocasiones no se muestren nuestras mejores cualidades.
      Un fuerte abrazo :-)

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  2. Hola Miguel. Como siempre has desarrollado, de excelente manera, un tema muy interesante. Es cierto que la ópera expresa muy bien las pasiones, los sentimientos atemporales del humano. Sin embargo yo me pregunto: en la era industrial, con la llegada del ferrocarril y todo el ruido que ello implicó, ¿la ópera siguió tratando los mismos temas y asumió ese nuevo sonido para integrarlo o lo ignoró? Es algo que me inquieta y me gustaría aclarar.
    Un abrazo 🐾

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    1. Hola Rosa.
      Es una cuestión muy interesante la que planteas y se me ocurren muchos ejemplos en varios sentidos. Desde la incorporación de elementos u objetos nuevos que representen nuestro tiempo hasta el hecho de utilizar esos sentimientos, afectos o comportamientos que son característicos de nuestra época aunque las obras se desarrollen en otros momentos históricos. En el blog he tratado de obras como la dura Peter Grimes de Britten, El gran macabro de Ligeti, la fábula Brundibár de Krasá, La nariz de Shostakovich, que criticaba simultáneamente al zar y al estalinismo, La ópera de los tres peniques de Brecht y Weill, las de Janacek (El caso Makropoulos, La zorrita astuta o Jenufa), y muchas otras que tienen entidad más que suficiente para aparecer por este o cualquier blog.. Habría mucho que hablar sobre un tema como este que tanto te llama la atención en esta y otras artes. Quizás haya una publicación sobre el tema, creo que la merece.
      Un fuerte abrazo :-)

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  3. Excelente publicación muy bien argumentadla y con muchos datos de gran interés.
    Las operas expuestas en la publicación hacen que la publicación sea mucho mas rica en interés. Enhorabuena. Un saludo de ANTIGÜEDADES DEL MUNDO

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    1. Muchas gracias, Jerónimo.
      Me alegra que te haya gustado este recorrido por las pasiones y los afectos musicales.
      Un fuerte abrazo :-)

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