Las estrellas siempre están ahí, sobre nosotros, pero no las vemos.
Si levantamos la cabeza, sobre el firmamento siempre se encuentran las estrellas. De día la luz nos impide verlas, pero se encuentran sobre nosotros. Aunque no lo pensemos, podemos sentirlas, saber que están ahí.
De noche estamos perdiendo la capacidad para verlas. La luz de nuestras ciudades con la contaminación lumínica o la vida hacia el interior de los hogares o el distanciamiento de la naturaleza nos impiden disfrutar la maravilla de un cielo estrellado.
Pero es más nuestra falta de ganas de verlas las que nos dificultan apreciarlas. Hoy brillan más las estrellas de neón, las cinematográficas o las musicales, las estrellas fugaces que pasean rápidas y veloces hasta apagar su caduco brillo en las televisiones de los hogares en una constante lluvia de estrellas que surgen y desaparecen.
Gozar de una noche divisando las estrellas, pararnos a admirar el firmamento, buscar unos ojos amigos y compañeros mientras paseamos los nuestros entre el fulgor de las constelaciones, sentir que bajo la cúpula celeste formamos una parte nimia e infinitesimal del universo, conforman una de las vivencias más sobrecogedoras que podemos experimentar.
Si no puedes llevarlo a cabo, te propongo un paseo desde tu casa, desde tu sillón, desde donde te encuentres, por las estrellas. Un paseo que surge de las experiencias que nos aportan algunos autores a través de sus libros y composiciones musicales. No se trata de un registro riguroso, sino de experimentar el placer que supone ver las estrellas cuando no puedes mirarlas, como con los ojos cerrados, desde el lugar donde estés. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!
Nuestra cultura proviene de civilizaciones anteriores. Uno de los primeros relatos, épico donde los haya, proviene de la literatura griega. En la primera gran epopeya de Homero, La Iliada, aparecen las primeras referencias a las constelaciones que pueblan la bóveda celeste, con los nombres que reconocemos desde hace varios milenios.
En el Canto XVIII, Hefesto, dios del fuego está encargado de realizar en las fraguas un escudo para Aquiles, entre cuyos adornos reconocemos aquellos grupos de estrellas y sus nombres que nos han hecho mirar al cielo en tantas ocasiones.
Richard Wagner nos acerca también a la mirada a las estrellas, en una de las óperas con las que configuró su universo. En el tercer acto de Tannhäuser, Wolfram entona un arioso, esa mezcla entre recitativo y cantado, seguido de una especie de himno al "lucero vespertino" (O du, mein holder Abendstern), una exquisita romanza donde el caballero identifica a su amada Elisabeth con la estrella del atardecer y le muestra su fidelidad más allá de la muerte.
La interpretación de Michele Kalmandi con un escenario y vestuario austeros se grabó en directo en enero de 2008 y nos muestra la sensación melancólica a la par que romántica que Wagner nos transmite. Como curiosidad, en escena, Wolfram no lleva el arpa que suele portar en esta escena.
Perteneciente a una dinastía de escritores de origen polaco junto a su hermano Israel Joshua Singer y su hermana Esther Kreitman, Isaac Bashevis Singer publicó su novela Shosha en 1978, el año en que le concedieron el Premio Nobel de Literatura.
Hijo y nieto de rabinos, toda su obra está escrita en jidish, el idioma de la comunidad judía del centro y este europeos, pese a vivir en Estado Unidos desde su exilio tras la guerra mundial.
En Shosha, Singer narra una historia de amor en la Varsovia de los años treinta, en la calle Krochmalna en la que creció el autor y centrada en la figura en la voz de su protagonista Aaron Greidinger y la relación que tiene con cuatro mujeres, y el recuerdo y aparición de nuevo en su vida de Shosha, una vecina y compañera de su infancia. Singer narra una historia dura en la que habla de la capacidad que tenemos para autoengañarnos y lo imprevisible que llegan a ser las conductas humanas en un libro que está cargado de un sentido del humor entre la tragedia de las vidas.
La mirada que el protagonista nos ofrece sobre una estrella, la misma que fijaba la atención de Wolfram en Tannhäuser, provoca otro tipo de razonamientos en la pluma de Singer.
Si levantamos la cabeza, sobre el firmamento siempre se encuentran las estrellas. De día la luz nos impide verlas, pero se encuentran sobre nosotros. Aunque no lo pensemos, podemos sentirlas, saber que están ahí.
De noche estamos perdiendo la capacidad para verlas. La luz de nuestras ciudades con la contaminación lumínica o la vida hacia el interior de los hogares o el distanciamiento de la naturaleza nos impiden disfrutar la maravilla de un cielo estrellado.
Pero es más nuestra falta de ganas de verlas las que nos dificultan apreciarlas. Hoy brillan más las estrellas de neón, las cinematográficas o las musicales, las estrellas fugaces que pasean rápidas y veloces hasta apagar su caduco brillo en las televisiones de los hogares en una constante lluvia de estrellas que surgen y desaparecen.
Gozar de una noche divisando las estrellas, pararnos a admirar el firmamento, buscar unos ojos amigos y compañeros mientras paseamos los nuestros entre el fulgor de las constelaciones, sentir que bajo la cúpula celeste formamos una parte nimia e infinitesimal del universo, conforman una de las vivencias más sobrecogedoras que podemos experimentar.
Si no puedes llevarlo a cabo, te propongo un paseo desde tu casa, desde tu sillón, desde donde te encuentres, por las estrellas. Un paseo que surge de las experiencias que nos aportan algunos autores a través de sus libros y composiciones musicales. No se trata de un registro riguroso, sino de experimentar el placer que supone ver las estrellas cuando no puedes mirarlas, como con los ojos cerrados, desde el lugar donde estés. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!
Nuestra cultura proviene de civilizaciones anteriores. Uno de los primeros relatos, épico donde los haya, proviene de la literatura griega. En la primera gran epopeya de Homero, La Iliada, aparecen las primeras referencias a las constelaciones que pueblan la bóveda celeste, con los nombres que reconocemos desde hace varios milenios.
En el Canto XVIII, Hefesto, dios del fuego está encargado de realizar en las fraguas un escudo para Aquiles, entre cuyos adornos reconocemos aquellos grupos de estrellas y sus nombres que nos han hecho mirar al cielo en tantas ocasiones.
La interpretación de Michele Kalmandi con un escenario y vestuario austeros se grabó en directo en enero de 2008 y nos muestra la sensación melancólica a la par que romántica que Wagner nos transmite. Como curiosidad, en escena, Wolfram no lleva el arpa que suele portar en esta escena.
Perteneciente a una dinastía de escritores de origen polaco junto a su hermano Israel Joshua Singer y su hermana Esther Kreitman, Isaac Bashevis Singer publicó su novela Shosha en 1978, el año en que le concedieron el Premio Nobel de Literatura.
Hijo y nieto de rabinos, toda su obra está escrita en jidish, el idioma de la comunidad judía del centro y este europeos, pese a vivir en Estado Unidos desde su exilio tras la guerra mundial.
En Shosha, Singer narra una historia de amor en la Varsovia de los años treinta, en la calle Krochmalna en la que creció el autor y centrada en la figura en la voz de su protagonista Aaron Greidinger y la relación que tiene con cuatro mujeres, y el recuerdo y aparición de nuevo en su vida de Shosha, una vecina y compañera de su infancia. Singer narra una historia dura en la que habla de la capacidad que tenemos para autoengañarnos y lo imprevisible que llegan a ser las conductas humanas en un libro que está cargado de un sentido del humor entre la tragedia de las vidas.
La mirada que el protagonista nos ofrece sobre una estrella, la misma que fijaba la atención de Wolfram en Tannhäuser, provoca otro tipo de razonamientos en la pluma de Singer.
Ningún autor se acerca a la genialidad de Franz Schubert en la composición de lieder. Con más de 600 de ellos, cada lied del compositor vienés lo define como uno de los más grandes especialistas en este tipo de obra. La tradición de composiciones cantadas en alemán evoluciona con su presencia hasta desprenderse de la brillantez del aria de ópera y alcanzar una sencillez marcada por la fusión entre el texto del poema y la forma que el autor le confiere, prescindiendo del virtuosismo del cantante y del instrumentista, casi siempre al piano, para entrar en la esencia del texto en que se basa.
De toda la producción de Schubert, el lied Abendstern (A la estrella del atardecer) también está dedicado al mismo lucero vespertino que las obras anteriores. Compuesto en 1824, el año en que comenzó a afectarle la enfermedad que le llevó en unos años a su prematura muerte, está basado en un poema de su amigo Johann Baptist Mayrhofer, un escritor aficionado con quien convivió durante algunos de sus años de penurias económicas y del que tomó casi medio centenar de poemas para musicar.
Nuestra mirada a esta estrella del atardecer se basa en una interpretación de Ian Bostridge, un interesante tenor inglés especializado en la obra de Händel y Britten y cuyas interpretaciones estoy comenzando a conocer a través del trabajo que sobre el Winterreise, El viaje de invierno de Schubert publicó Aurora Madariaga a quien podemos seguir en su perfil de Wattpad. Si tienes ocasión, no dejes de seguir los escritos de una enamorada de la música y la literatura como Aurora, poseedora de una voz rica y sensible y una beethoveniana irredenta.
De toda la producción de Schubert, el lied Abendstern (A la estrella del atardecer) también está dedicado al mismo lucero vespertino que las obras anteriores. Compuesto en 1824, el año en que comenzó a afectarle la enfermedad que le llevó en unos años a su prematura muerte, está basado en un poema de su amigo Johann Baptist Mayrhofer, un escritor aficionado con quien convivió durante algunos de sus años de penurias económicas y del que tomó casi medio centenar de poemas para musicar.
Nuestra mirada a esta estrella del atardecer se basa en una interpretación de Ian Bostridge, un interesante tenor inglés especializado en la obra de Händel y Britten y cuyas interpretaciones estoy comenzando a conocer a través del trabajo que sobre el Winterreise, El viaje de invierno de Schubert publicó Aurora Madariaga a quien podemos seguir en su perfil de Wattpad. Si tienes ocasión, no dejes de seguir los escritos de una enamorada de la música y la literatura como Aurora, poseedora de una voz rica y sensible y una beethoveniana irredenta.
El escritor japonés de referencia en la actualidad Haruki Murakami refleja en sus obras un rico mundo interior, onírico y creativo en que se reflejan el individualismo y la soledad imperantes en la sociedad actual y en el que los protagonistas superan esos condicionantes a través de experiencias intensas y personales.
En Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, una novela publicada en 1994, Murakami hace narrar a Tooru Okada su historia. En uno de sus recuerdos, el protagonista hace referencia a una experiencia infantil bajo la cúpula estrellada del cielo y el vértigo que le produjo.
La obra de Robert Schumann se circunscribe de forma general al piano del que llegó a ser un gran virtuoso y compositor antes de que los problemas mentales le retiraran del mundo de la música.
La siguiente mirada musical nos acerca a las estrellas en general con una versión para coro a cuatro voces en un tono que sigue algunas de las sendas filosóficas que han aparecido en estas miradas.
El Universitäts Chor Munchen bajo la dirección de Johannes Kleinjung nos acerca A las estrellas (An die Sterne) en una actuación que se realizó en julio de 2010.
La última de las miradas vuelve al comienzo, a la primera de las músicas, la correspondiente al Tannhäuser de Wagner. En esta ocasión te presento una versión muy particular en concierto del barítono Dmitri Hvosrotovsky, una estrella que nos abandonó a finales de 2017 con apenas 50 años y ha dejado un vacío en el mundo de la música y la ópera.
¿Qué relato o música, qué reflexión o evocación añadirías?
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El artículo es tan completo Miguel que solo me animo a agregar muy modestamente que en la mitología griega Euterpe era la deidad de la Música, y el dios egipcio de la Luna, Thot, también. Veo que eres un apasionado de la mísica clásica y lo transmites en tus escritos. Saludos
ResponderEliminarGracias Hugo
EliminarInteresante sugerencia la de dedicar un post a los dioses de la música. Igual tienen cabida en el blog.
Un abrazo :-)
Hola Miguel:
ResponderEliminarLas estrellas siempre han sido un misterio y una fuente de inspiración para la humanidad y la selección que nos presentas es fabulosa. ¡Te felicito!
Solo hacer una puntualización al comentario de Hugo:
Euterpe es la Musa de la música (una divinidad menor). los dioses de la música del panteón griego son los Theoi Mousikoi, encabezados por los gemelos Apolo y Artemisa.
Un abrazo :-)
Hola Javier
EliminarBuscaba una forma de mirar a las estrellas desde las sensaciones y reflexiones que recogen algunos escritores y compositores. Hay mucho más, por lo que no trataba de hacer un listado, sino una evocación. Gracias por la puntualización mitológica.
Un abrazo :-)
La exquisita interpretación del Coro de la Universidad de Munich, tan nutrido pero unánime, me hizo pensar en ese ideal que Mozart anima en el Finale de su Júpiter:
ResponderEliminarla humanidad hablando en armonía regida por el "lenguaje" universal de la música
Entre varias versiones he descartado algunas más espectaculares en beneficio de esta más sobria y equilibrada, más cercana al clasicismo que al romanticismo.
EliminarGracias por el comentario.
Evocador relato, interesantísimo por ende, sobre el atractivo de las estrellas. Me trajo a la memoria una obra, leída hace muchos años, "El enamorado de la Osa Mayor" de Sergiusz Piasecki, obra de aventuras y de amor por la Naturaleza, de una forma primitiva que evoca esa sensación que tan bien has expresado de Murakami.
ResponderEliminarGracias, maestro.
Gracias Urbano
EliminarNo conozco ese libro que comentas, pero intentaré conocer más de él. Ya tengo alguna información.
A todas horas, siempre, soy maestro. A ciertas horas de la noche, sólo soy curioso.
Un abrazo :-)