En ocasiones encontramos que lo que puede suceder, aquello que es o existe para que sea de una determinada forma o que cumpla cierta función, no ocurre.
A veces somos cada uno de nosotros los que no somos capaces de lograrlo por incapacidad, falta de interés o porque nos lo negamos a nosotros mismos poniéndonos trabas injustificadamente.
Dos aves acuden a mostrarnos este mensaje acompañados por dos grandes autores: Pablo Neruda y Telemann, un escritor del siglo XX y un compositor del XVIII nos acompañan con sendos pájaros incapacitados para aquello que nacieron: volar en un caso, casi podríamos decir vivir, y cantar en otro. El primer caso por su imposibilidad para querer hacerlo, en el segundo por la cruel llegada de la muerte. En ambos se cruzan la creatividad y la desbordante imaginación, mientras los separan un pesimismo fundamental en uno y un tono trágico cargado de un soterrado e histriónico humor en otro.
Te propongo un paseo entre pájaros con muy distinto talante entre dos creadores de distinta época. ¿Y si echáramos a volar juntos a Neruda y Telemann? ¿Qué surgiría? Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!
Hablar de Pablo Neruda no es complicado, ya que es uno de estos escritores que todos conocemos, al menos de oídas. El poeta chileno es uno de los grandes autores literarios del siglo XX, autor de una considerable obra y del que hemos traído algunos de sus poemas a este blog en diversas ocasiones.
Entre sus más particulares y extrañas publicaciones dedicó una obra en colaboración con otros artistas a las aves de Chile, y a la que dedicaremos una publicación más adelante.
Estas aves chilenas las agrupa en reales e imaginarias, acercándonos en este momento a una de las aves que sólo surgen y viven en la imaginación del poeta: El Tontivuelo, pero que en su representación muestra no tanto un ave, sino una dura y cruel imagen de ciertos prototipos humanos.
Dos aves acuden a mostrarnos este mensaje acompañados por dos grandes autores: Pablo Neruda y Telemann, un escritor del siglo XX y un compositor del XVIII nos acompañan con sendos pájaros incapacitados para aquello que nacieron: volar en un caso, casi podríamos decir vivir, y cantar en otro. El primer caso por su imposibilidad para querer hacerlo, en el segundo por la cruel llegada de la muerte. En ambos se cruzan la creatividad y la desbordante imaginación, mientras los separan un pesimismo fundamental en uno y un tono trágico cargado de un soterrado e histriónico humor en otro.
Te propongo un paseo entre pájaros con muy distinto talante entre dos creadores de distinta época. ¿Y si echáramos a volar juntos a Neruda y Telemann? ¿Qué surgiría? Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!
Hablar de Pablo Neruda no es complicado, ya que es uno de estos escritores que todos conocemos, al menos de oídas. El poeta chileno es uno de los grandes autores literarios del siglo XX, autor de una considerable obra y del que hemos traído algunos de sus poemas a este blog en diversas ocasiones.
Entre sus más particulares y extrañas publicaciones dedicó una obra en colaboración con otros artistas a las aves de Chile, y a la que dedicaremos una publicación más adelante.
Estas aves chilenas las agrupa en reales e imaginarias, acercándonos en este momento a una de las aves que sólo surgen y viven en la imaginación del poeta: El Tontivuelo, pero que en su representación muestra no tanto un ave, sino una dura y cruel imagen de ciertos prototipos humanos.
De pocos compositores podemos decir que sean especialmente prolíficos. Desde que se catalogan las obras musicales, los conocidos Opus, pocos son los que han llegado a producir más de algunos centenares de obras. En los primeros siglos, lo que los ingleses llaman Early music (Música antigua), era más frecuente por un lado, que se compusieran muchas obras ya que no existía el concepto de que cada pieza musical deba ser una obra de arte. Se componía para el uso inmediato, sin considerar que la obra pasaría a la posteridad. Por otra parte, no se tenía la conciencia de agrupar y conservar estas composiciones ordenadas y catalogadas.
Así, muchos autores entre los siglos XVI y comienzos del XIX no se preocuparon en absoluto en la conservación, edición -algo que en algunos casos era simplemente impensable- y catalogación de sus obras. Este hecho ocupó a un gran número de musicólogos en el estudio, búsqueda y descubrimiento de las obras de algunos autores.
Las obras de Bach, Vivaldi, Schubert, Mozart o Beethoven, por citar algunos de los más conocidos, han sido estudiadas y puestas en orden por diversos estudiosos que, además, han añadido su nombre a los catálogos de cada uno de estos autores. Así, las obras de Mozart se catalogan con las siglas Kv precediendo al número de opus, iniciales de Köchel Verzeichnis (Catálogo de Köchel) por ser Ludwig von Köchel quien primero las ordenó por fecha de composición.
De entre los más prolíficos, tenemos al propio Mozart, que de sus poco más de treinta años se tienen catalogadas más de 600 obras, Vivaldi más de 700 o Bach que supera en varios cientos el millar.
Pero el más prolífico de los compositores de todos los tiempos es Telemann.
Georg Philipp Telemann llegó a componer, que se conozca en la actualidad, más de 3.000 composiciones. Muchas de sus obras se han conocido a lo largo del siglo XX y XXI, mientras que algunas de las conocidas llegaron a desaparecer durante la II Guerra Mundial. Recientemente, en 2015, se encontró en una colección privada una serie de 12 variaciones para viola da bamba.
Telemann había nacido para la música, aún sin saberlo él mismo. Procedente de una familia de Magdeburgo sin conexión alguna con la música, descubrió su afición a ella y su enorme capacidad de aprendizaje para la interpretación y la composición con apenas diez años. A los doce ya compuso su primera ópera. Su madre, viuda, deseando que no siguiera por este camino, lo inscribió en un colegio de Hildesheim y posteriormente en la universidad de Leipzig para que se encaminara hacia una ocupación más seria como el estudio del Derecho. Allí le descubrieron sus dotes para la música, rector incluido, por lo que no dejaron de realizarle encargos para la composición e interpretación de piezas musicales. Aprendió a tocar solo la flauta travesera, el oboe, el violín, la viola da gamba, la flauta dulce o el contrabajo entre otros instrumentos.
Contemporáneo de Bach y Händel, Telemann ya tenía encargos para algunas de las más importantes iglesias de Leipzig, además de la dirección de la ópera de la ciudad; fundó el Collegium Musicum para dar conciertos con sus composiciones.
Hubo de abandonar el cargo al ser acusado, por celos profesionales, de dedicarse a la ópera, lo que le restaba tiempo de las ocupaciones religiosas. Tras pasear su oficio por diversas ciudades alemanas fue nombrado en 1721 director musical de las cinco principales iglesias de Hamburgo, cargo que ocupó el resto de su vida.
Inquieto y proactivo, Telemann no tuvo suerte en su vida privada. Su primera esposa murió apenas dos meses después del matrimonio y la segunda tuvo varias relaciones extramatrimoniales antes de abandonarlo dejándolo arruinado por las deudas de juego que ella había contraído.
Entretanto compuso más de cuarenta óperas, hoy en el olvido, doce series de cantatas para todos los domingos y las festividades del año, un gran número de oratorios y un sinfín de obras para celebraciones como oficios fúnebres o bodas. Además fundó Der getreue Musikmeister, un panfleto quincenal con lecciones de música y composiciones propias y de otros autores contemporáneos, una de las primeras publicaciones especializadas en música.
Telemann compuso más de cuarenta cantatas, de las cuales algo más de la mitad son fúnebres. Dentro de su versatilidad tanto en lo personal como en lo profesional podemos apreciar en muchas de su obras un particular sentido del humor como podemos comprobar en la pieza que nos acompaña.
Entre el dolor profundo y la comicidad, como las manos que frotan y recogen las lágrimas de los ojos mientras entreabre los dedos para atisbar si quien nos ve está afligido o no; entre el fingimiento y la sinceridad, así está escrita esta singular cantata.
Tras la muerte de un canario, a Telemann le proponen que escriba una cantata en su honor. Así, en poco tiempo compuso su Trauer-Musik eines kunsterfahrenen Kanarien-Vogels (conocida como Cantata de música funeraria para un pájaro canario cuya formación artística trajo la mayor tristeza a su maestro). Como es habitual en este tipo de composiciones, en esta cantata aparecen descripciones del estado de ánimo del dueño, arias que recuerdan y echan de menos a un pájaro "cuyo arte era un placer para el oído". No deja de lamentar que era un modelo y ejemplo para los pájaros cantores y que "en su alegría fue espléndido escucharlo" y "una maravilla de su época."
El aria con que se inicia la Cantata nos muestra este tono que va a permanecer durante toda la obra.
También lamenta el terrible final que ha padecido, el enojo que tiene con la muerte por ser tan insensible al dolor y confía en que tenga un amargo final... el gato callejero que lo ha matado. La obra finaliza con el epitafio de la lápida del canario.
Así, muchos autores entre los siglos XVI y comienzos del XIX no se preocuparon en absoluto en la conservación, edición -algo que en algunos casos era simplemente impensable- y catalogación de sus obras. Este hecho ocupó a un gran número de musicólogos en el estudio, búsqueda y descubrimiento de las obras de algunos autores.
Las obras de Bach, Vivaldi, Schubert, Mozart o Beethoven, por citar algunos de los más conocidos, han sido estudiadas y puestas en orden por diversos estudiosos que, además, han añadido su nombre a los catálogos de cada uno de estos autores. Así, las obras de Mozart se catalogan con las siglas Kv precediendo al número de opus, iniciales de Köchel Verzeichnis (Catálogo de Köchel) por ser Ludwig von Köchel quien primero las ordenó por fecha de composición.
De entre los más prolíficos, tenemos al propio Mozart, que de sus poco más de treinta años se tienen catalogadas más de 600 obras, Vivaldi más de 700 o Bach que supera en varios cientos el millar.
Pero el más prolífico de los compositores de todos los tiempos es Telemann.
Georg Philipp Telemann llegó a componer, que se conozca en la actualidad, más de 3.000 composiciones. Muchas de sus obras se han conocido a lo largo del siglo XX y XXI, mientras que algunas de las conocidas llegaron a desaparecer durante la II Guerra Mundial. Recientemente, en 2015, se encontró en una colección privada una serie de 12 variaciones para viola da bamba.
Telemann había nacido para la música, aún sin saberlo él mismo. Procedente de una familia de Magdeburgo sin conexión alguna con la música, descubrió su afición a ella y su enorme capacidad de aprendizaje para la interpretación y la composición con apenas diez años. A los doce ya compuso su primera ópera. Su madre, viuda, deseando que no siguiera por este camino, lo inscribió en un colegio de Hildesheim y posteriormente en la universidad de Leipzig para que se encaminara hacia una ocupación más seria como el estudio del Derecho. Allí le descubrieron sus dotes para la música, rector incluido, por lo que no dejaron de realizarle encargos para la composición e interpretación de piezas musicales. Aprendió a tocar solo la flauta travesera, el oboe, el violín, la viola da gamba, la flauta dulce o el contrabajo entre otros instrumentos.
Contemporáneo de Bach y Händel, Telemann ya tenía encargos para algunas de las más importantes iglesias de Leipzig, además de la dirección de la ópera de la ciudad; fundó el Collegium Musicum para dar conciertos con sus composiciones.
Hubo de abandonar el cargo al ser acusado, por celos profesionales, de dedicarse a la ópera, lo que le restaba tiempo de las ocupaciones religiosas. Tras pasear su oficio por diversas ciudades alemanas fue nombrado en 1721 director musical de las cinco principales iglesias de Hamburgo, cargo que ocupó el resto de su vida.
Inquieto y proactivo, Telemann no tuvo suerte en su vida privada. Su primera esposa murió apenas dos meses después del matrimonio y la segunda tuvo varias relaciones extramatrimoniales antes de abandonarlo dejándolo arruinado por las deudas de juego que ella había contraído.
Entretanto compuso más de cuarenta óperas, hoy en el olvido, doce series de cantatas para todos los domingos y las festividades del año, un gran número de oratorios y un sinfín de obras para celebraciones como oficios fúnebres o bodas. Además fundó Der getreue Musikmeister, un panfleto quincenal con lecciones de música y composiciones propias y de otros autores contemporáneos, una de las primeras publicaciones especializadas en música.
Telemann compuso más de cuarenta cantatas, de las cuales algo más de la mitad son fúnebres. Dentro de su versatilidad tanto en lo personal como en lo profesional podemos apreciar en muchas de su obras un particular sentido del humor como podemos comprobar en la pieza que nos acompaña.
Entre el dolor profundo y la comicidad, como las manos que frotan y recogen las lágrimas de los ojos mientras entreabre los dedos para atisbar si quien nos ve está afligido o no; entre el fingimiento y la sinceridad, así está escrita esta singular cantata.
Tras la muerte de un canario, a Telemann le proponen que escriba una cantata en su honor. Así, en poco tiempo compuso su Trauer-Musik eines kunsterfahrenen Kanarien-Vogels (conocida como Cantata de música funeraria para un pájaro canario cuya formación artística trajo la mayor tristeza a su maestro). Como es habitual en este tipo de composiciones, en esta cantata aparecen descripciones del estado de ánimo del dueño, arias que recuerdan y echan de menos a un pájaro "cuyo arte era un placer para el oído". No deja de lamentar que era un modelo y ejemplo para los pájaros cantores y que "en su alegría fue espléndido escucharlo" y "una maravilla de su época."
El aria con que se inicia la Cantata nos muestra este tono que va a permanecer durante toda la obra.
También lamenta el terrible final que ha padecido, el enojo que tiene con la muerte por ser tan insensible al dolor y confía en que tenga un amargo final... el gato callejero que lo ha matado. La obra finaliza con el epitafio de la lápida del canario.
Tenemos a nuestro alcance múltiples versiones de esta Cantata funeral, pero hay un enlace con una interpretación deliciosa que se aparta ligeramente del original. Por un lado, la obra se interpreta al completo en versión inglesa de Jeanntette Sorrell. Por otra parte, se han alterado algunos de los recitativos y arias para darle un sentido interpretativo mayor.
La interpretación que realiza el barítono Jeffrey Strauss es el alma de una representación que cuenta con la dirección teatral de Christine McBurney. Su expresividad, la mezcla entre lo trágico y lo cómico, el dolor y a la vez el énfasis con que lo desdramatiza o sobreactúa hacen de esta pieza una obra deliciosa.
La producción e interpretación corresponde a Apollo's Fire, con la Cleveland Baroque Orchestra una agrupación de la citada ciudad norteamericana especializada en este estilo musical cuyo alma mater es la propia Jeannette Sorrell, quien además interpreta el clavecín y que está consiguiendo poner a su agrupación entre las grandes especialistas de este tipo de música. La grabación se realizó en marzo de 2019 en la iglesia de St. Paul de Cleveland Heights, Ohio.
La obra es fácil de seguir, aún sin entender qué se canta, pero enlazamos a un pequeño texto bilingüe en alemán y español que se puede leer en unos minutos para hacernos una idea más completa, aunque, como decíamos, el texto de esta producción está algo alterado respecto al original.
La obra es fácil de seguir, aún sin entender qué se canta, pero enlazamos a un pequeño texto bilingüe en alemán y español que se puede leer en unos minutos para hacernos una idea más completa, aunque, como decíamos, el texto de esta producción está algo alterado respecto al original.
Apenas dura algo más de un cuarto de hora. Que lo disfrutes.
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Bibliografía y webgrafía consultadas:
- http://www.neruda.uchile.cl/hitos/hitos60.htm
- Arte de pájaros. Neruda, Pablo y otros. https://www.marcialpons.es/libros/arte-de-pajaros/9789500398305/
- http://www.aolasrozaslasmatas.es/texto_telemann.pdf.
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