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Las cabezas de Arcimboldo

Pintor de un estilo único y personal, Arcimboldo nos deslumbra con unas obras originales que pasaron desapercibidas durante siglos, pero que han adquirido la importancia que merecen en el último siglo.
Retratista imperial en la corte de Rodolfo II en Praga a finales del siglo XVI, sus pinturas son una acumulación de seres y objetos que forman a su vez otros distintos, con rostros que se admiran en una doble vertiente: como conjunto y con el extremo detalle de cada uno de ellos.
Su obra muestra cómo Arcimboldo siguió y encontró su propio camino dentro de la pintura y cómo creó unas obras originales en un estilo que se acercaba a la pintura poética, cargada de detalles que mostraban una destreza suprema y un conocimiento de la anatomía y la fisiología de todo tipo de animales y plantas conocidos en su época.
Su obra comenzó a regresar al lugar que le corresponde gracias a la intervención de algunos movimientos artísticos de comienzos del siglo XX como el Surrealismo o el Dadaísmo que la utilizaron como modelo.
Te propongo un paseo por la obra, la vida, la época y la influencia de Giuseppe Arcimboldo, uno de los pintores más originales de la historia, acompañado con músicas de su época. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!


Giuseppe Arcimboldo nació en Milán donde adquirió el gusto por el arte de manos de su padre Biagio, con quien trabajó como aprendiz realizando tapices y vidrieras en el Duomo, la catedral de la ciudad, además de ser ambos discípulos de Bernardino Luini.
Con treinta y cinco años marchó a la corte imperial de Viena como pintor de cámara y retratista del emperador Fernando I. A su muerte, continuó su labor con su sucesor Maximiliano II y, más adelante, ya en Praga cuando el hijo de este, Rodolfo II, accede al trono. Con toda certeza, sin la influencia de este último emperador, la obra del pintor milanés no sería tal como la conocemos. 
Heredero de la influencia que Leonardo había dejado en la capital milanesa, Arcimboldo tomó como una de sus fuentes de inspiración las «cabezas grotescas» que Da Vinci realizó como estudio y divertimento.
Al referirnos al legado de Leonardo en Milán durante el gobierno de los Sforza, hacemos alusión a la labor que desarrolló en la ciudad italiana, encargándose de la realización de todo tipo de eventos y celebraciones en que se desarrollaban distintas disciplinas artísticas. En Praga, Arcimboldo dedicará la mayor parte de su tiempo y esfuerzo a esta labor cortesana.

Especialista en literatura rusa y checa, Angelo Maria Ripellino (Palermo, 1923 - Roma, 1978) es uno de los más grandes y brillantes intelectuales del pasado siglo. Traductor, poeta y ensayista, Ripellino cuenta con obras como Maiakovski y el teatro ruso de vanguardia, La literatura como itinerario en lo maravilloso o Ensayo en forma de balada, entre otros.
Pero el libro que nos acompaña en esta publicación es su extensa, detallada, deliciosa y profunda obra Praga mágica. En ella, Ripellino construye un fresco de la vida de Praga, una obra que presenta su mirada poliédrica y caleidoscópica por las luces y sombras de la capital checa, el entramado formado por las tres culturas, bohemia, germana y judía que coexistieron entre momentos de convivencia, rechazo, ayuda mutua o imposición.
La presencia de Rodolfo II y su oscuro reinado con el debate renacentista entre ciencia y alquimia, la cohorte de artistas, pseudocientíficos, aduladores, charlatanes y alquimistas tienen un lugar tan importante en la historia de Praga como en el trabajo de Ripellino. En esta publicación nos centraremos en la figura de Arcimboldo, su obra y su significado dentro del reinado del emperador Rodolfo II.

En el primero de los textos que nos acompañan, Ripellino nos acerca a la figura de Arcimboldo y algunas de sus composiciones, esas obras que son colecciones de objetos y que le han dado un lugar singular en el mundo del arte.


Hijo de Maximiliano II y María de Austria y Portugal, hija de Carlos V, Rodolfo II era, pues, nieto del emperador y sobrino de Felipe II, en cuya corte fue educado. A la muerte de su padre heredó el imperio de los Habsburgo en Viena, trasladando su corte a Praga en 1583,
De carácter enfermizo, débil, excéntrico e influenciable, Rodolfo II pasaba de la euforia a la apatía o de la alegría a la melancolía con excesiva frecuencia. Así, se fue rodeando de una cohorte de fieles cortesanos, músicos, pintores, hombres de letras o científicos y en la que también tenían cabida aventureros y charlatanes, entre los que se desarrolló el afán por la alquimia, además de un variopinto número de astrólogos, magos, prestidigitadores, barberos o adivinos. 

Giuseppe Arcimboldo, Rodolfo II como Vertumno (1590). Skokloster Slott (Suecia)
Con la llegada de Rodolfo a la capital bohemia, el Hradcany, el Castillo de Praga se convirtió en un punto de destino de expertos en todas las artes. Junto a compositores, la orquesta de la corte de los Habsburgo también llegó a la ciudad, donde el emperador creó un ambiente que colaboró a que los músicos se sintieran cómodos en su labor artística.
Uno de los compositores de la corte más famosos fue Philippe de Monte. Natural de Malinas en Flandes, estuvo al frente de la orquesta imperial durante 35 años hasta su fallecimiento a comienzos del XVII. 
Entre sus obras abundan los madrigales, al estilo de los de Palestrina y escritos en el nuevo estilo de la Musica reservata que adaptaba la música al texto buscando la expresión de cada emoción.
Nos acompaña Crudel, aspro dolore, un motete a ocho voces compuesto por Philippe de Monte en 1595 e interpretado por la agrupación belga Graindelavoix bajo la dirección de Björn Schmelzer.


Rodolfo II llevó al extremo el coleccionismo de objetos raros y exóticos que estaba poniéndose de moda en Europa, mostrando su inclinación, además, por los juguetes mecánicos, especialmente los autómatas, los relojes o aquellas máquinas que pretendían un movimiento inacabable.
Así, en su corte praguense se acumulaban las colecciones: las Wunderkammer, las cámaras de las maravillas donde se atesoraban las Naturalia o tesoros naturales, junto a las Kunstkammer o cámaras de arte, donde se recopilaban las Artificialia, objetos creados por la mano del hombre. Con el tiempo, ambos espacios quedaron unificados en las Wunderkammer, como cámaras que unían las Naturalia y las Artificialia como auténticos microcosmos que sirvieran como resumen de todos los conocimientos y saberes.

Giuseppe Arcimboldo. Retrato con verduras (1590). Una de sus pinturas ambivalentes que cambia al girarlo, pasando de cazuela con verduras a un grotesco retrato.. Museo Civico Alla Ponzone (Cremona)
Cuando Rodolfo II accedió al trono nombró a Giuseppe Arcimboldo, a imagen del trabajo realizado por Leonardo para los Sforza, su asesor artístico ofreciéndole libertad creativa en sus funciones. Así, el otrora retratista se erigiría en ilustrador de la flora y la fauna de los territorios de la corte, creador y coordinador de las complejas y, en muchas ocasiones, extravagantes fiestas palaciegas para las que diseñaba trajes y máscaras, diseñaba y hacía construir instrumentos y aparatos con los que sorprender a los espectadores con los movimientos de los surtidores de las aguas de las fuentes
En esa mezcla de celebraciones, ilustraciones y Wunderkammer es donde surge el estilo más personal e inconfundible de la pintura de Arcimboldo. Por un lado, con el juego de sus Bodegones invertidos, esas pinturas ambivalentes que representan un cuadro distinto según se coloque en una posición o la contraria, boca arriba o boca abajo. De esta forma, lo que se nos presenta como un bodegón de verduras y frutas en una cacerola se transmuta en el retrato de un grosero personaje si lo invertimos.
Por otra parte, los retratos compuestos, aquellas pinturas formadas por caras compuestas por agrupaciones de animales, flores, frutas, verduras y toda clase de objetos conformando unos cuadros plenos de sátiras y alegorías. 
Según Gregorio Comanini, clérigo y poeta coetáneo, la pintura debe tener como fin último la reproducción y la imitación tanto icástica, aquella que busca la reproducción fiel, como la fantástica, a la que se adscribe Arcimboldo. En este sentido, el pintor se adentra en las propiedades del lenguaje, jugando con la homonimia y la sinonimia, no crea signos, sino que los combina, los intercambia o los desvía de su lugar hacia otro, desarrollando una imaginación de tipo poético.

Arcimboldo. Los Elementos. De izquierda a derecha. La tierra, El fuego, El agua y El aire.
Así, entre estas ideas, el gusto por la exactitud en las ilustraciones biológicas y el afán imperial por el coleccionismo, hace que Arcimboldo aplique en sus cuadros una acumulación de seres y objetos pintados con un realismo naturalista y detallado. Sus figuras son siempre cabezas y en todo momento cumplen dos normas esenciales: poseer siempre la lógica anatómica de ser cabezas y ser temáticas, al estar formadas por elementos representantes relacionados con lo representado.
Así, en el cuadro El agua todos los animales y elementos representados están en contacto con ella, encontrándose hasta 61 animales reales diferentes pintados con detalle de anatomista. 

Continuando con las referencias a Arcimboldo de Ripellino en su Praga mágica, el intelectual italiano analiza estos cuadros y los relaciona con esas colecciones, demudando los rostros vivos en naturalezas muertas, acercando la vida al carnaval y lo trivial.


Siguiendo la estela de Philippe de Monte, otro flamenco, Jacobus Regnart arribó a Bohemia donde se tienen referencias suyas en 1560 como tenor en la Capilla Real, la Hofkapelle de Praga, aún en tiempos de Maximiliano II. Allí trabajó más adelante como vicedirector, tras de Monte durante unos diecisiete años hasta que marchó a Innsbruck de donde regresó a finales de siglo. 
Compuso varias misas en honor del emperador, algunas composiciones vocales dedicadas a poetas y autoridades eclesiásticas y algunos madrigales sobre textos de Torquato Tasso.
Nos acompaña O vos omnes, una composición religiosa escrita originalmente para cuatro voces, compuesta en 1577 y que está interpretada por Ensemble Versus de Brno en una grabación que se enmarca dentro de un concierto de Semana Santa celebrado en 2014.


Las obras más conocidas de Arcimboldo son, sin lugar a dudas, las series dedicadas a los elementos y las estaciones. La de los elementos está formada por los cuatro elementos fundamentales: Aire, Agua, Tierra y Fuego, cuyos rostros se conforman con seres y objetos alegóricos, los tres primeros con animales que viven en estos medios, mientras el último se compone de objetos relacionados con el uso del fuego.
En Las Estaciones, los cuatro cuadros representan, evidentemente, los periodos del año con la exactitud y minuciosidad que caracterizan al pintor milanés. En La Primavera, por ejemplo, se encuentran 81 plantas representadas con minuciosidad realista que proceden de distintos lugares del planeta. El afán coleccionista hacía que los poderosos interesados en la búsqueda de especímenes exóticos tuvieran agentes en los puertos más concurridos, como Sevilla, Rotterdam o Hamburgo en los que se buscaban animales, plantas o productos desconocidos. 
De estas colecciones de las estaciones hubo varias series elaboradas por Arcimboldo: Una serie para Rodolfo II, otra para su tío, el rey de España Felipe II, otra que acabó en Viena y otra última en el Museo del Louvre, de las cuales sólo una está completa. Igual ocurre con la serie de los elementos, de los que no queda ningún original de El Aire, sino copias realizadas a partir de las obras primigenias.
En ellas, el afán coleccionista de Rodolfo se une al deseo de mostrar sus obras y agasajar a grandes personajes de la familia de los Habsburgo o colaboradores suyos, a través de esas reproducciones realizadas por el mismo pintor y que el autor indicaba cómo exhibirlas en parejas, una estación junto a un elemento: La Primavera con El Aire, El Otoño con La Tierra, El Invierno con El Agua y El Verano con El Fuego.

Giuseppe Arcimboldo. Serie de Las Cuatro Estaciones
Continúa Ripellino en su monumental Praga mágica tratando sobre detalles acerca de Las Estaciones de Arcimboldo. Son descripciones, argumentos o reflexiones extraídos de diversos lugares del libro que nos acercan a la dimensión de la serie arcimboldiana.


Uno de los primeros grandes compositores de origen eslavo que se establecieron en la corte de Rodolfo II fue Jacobus Gallus Carniolus, conocido como Jacob Handl, natural de Eslovena y que apenas vivió entre 1550 y 1591.
Abandonó su Ribnica natal muy joven y, como monje viajó por gran parte de la Europa Central, siendo miembro de la capilla de la corte en Viena o Kapellmeister (director de coro) con el obispo de Olomouc en Moravia, hasta acabar como organista en la iglesia Jana na Zábradlí de Praga hasta su fallecimiento.
Publicó su Opus musicum en 1577, una colección de 374 motetes que servían para cantar durante todo el año litúrgico en el que su espíritu ecléctico mezclaba estilos arcaicos y modernos que oscilaban entre el canto firme y el estilo policoral veneciano.
Nos acompaña el alegre motete para el tiempo de Navidad Resonet in laudibus incluido en el citado Opus musicum de Jacobus Handl en la interpretación del Chorus Salvatoris de la Iglesia Jesuita del Santo Salvador de Bratislava.


Los últimos años de vida los pasó Arcimboldo en su Milán natal, tras solicitar la venia del emperador para su regreso, dedicándolos al estudio del arte, con la distinción de Caballero del Sacro Imperio Romano Germánico y sin pasar apuros económicos gracias a la generosidad de Rodolfo II.
Bien considerado por sus contemporáneos y, pese a tener un considerable número de seguidores y copistas, su obra cayó en el olvido durante varios siglos hasta que fue recuperada a comienzos del siglo XX.
El crítico de arte Alfred H. Barr Jr., primer director del MoMA, el Museo de Arte Moderno de Nueva York, posiblemente el museo más influyente del siglo, utilizó la obra de Arcimboldo para dar legitimidad a los movimientos del Surrealismo y Dadaísmo con la exposición Fantastic Art, Dada & Surrealism celebrada en el citado museo entre diciembre de 1936 y enero de 1937, y en la que se presentaba a estos movimientos pictóricos como el último eslabón de un estilo pictórico que alcanzó un momento cumbre con Arcimboldo. André Breton, ideólogo del movimiento y artistas como Salvador Dalí, que lo consideraba el padre del surrealismo o Max Ernst tienen obras con rostros compuestos o dobles imágenes en las que se pueden observar la influencia de la obra del pintor de la corte rudolfina.
Esa exposición sirvió de referente y punto de partida para situar a Giuseppe Arcimboldo en el lugar que ocupa en la historia del arte, no como uno de los grandes artistas que sobresalen en esta especialidad, sino como un artista que encontró su propio camino, un criterio muy en boca en los últimos siglos.

Arcimboldo. El bibliotecario /1566(. Retrato del historiador Wolfgang Lazio. Skoklosters Slott (Suecia)
Nos despedimos de la figura de Arcimboldo con un vídeo sobre su cuadro El Otoño en el que se ha llevado al formato 3D para configurar y desconfigurar la figura del personaje representado.


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Bibliografía y webgrafía consultadas:
  • Ripellino, Angelo Maria. Praga mágica, traducción de Marisol Rodríguez. Editorial Seix Barral. Los tres mundos. 2006.

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