La calidad de una pieza musical puede estar en letargo durante mucho tiempo hasta que adquiere una popularidad proveniente de otro ámbito. Es el caso de la música de ópera que se vuelve viral cuando se utiliza en el cine, la televisión o la publicidad.
En este blog hemos dedicado a tratar de estas apariciones en diversas publicaciones como en La Ópera en el Cine, La Ópera en la publicidad o en Publicidad, Ópera y Música en las que se relacionaban las obras originales con su utilización en estos ámbitos.
Así, piezas que pertenecen a unas obras que son conocidas por un público determinado, los aficionados a la ópera y la música en general, adquieren de pronto una vida en un medio distinto que transforma su popularidad en un fenómeno viral. Este resurgimiento no suele tener nada que ver con el sentido original de la pieza, ni su duración -a la que frecuentemente se la adapta al nuevo formato- o la instrumentación con que fue escrita. Así, si hay que escuchar un aria de Mozart con la voz distorsionada en el estudio o una obertura de Rossini con instrumentos electrónicos, por necesidades del nuevo formato, se acepta sin más.
Y lo curioso es que, en el fondo, no importa mucho. Este trasvase sirve como una suerte de escaparate cultural que logra que un público que nunca conocería la obra llegue a tenerla en consideración, aunque nunca llegue a escucharla en su formato original. En el tránsito, se habrá dado a conocer al autor o a la obra, algún espectador la incorporará sin conocerla a su impronta cultural o desarrollará una curiosidad que le hará acercarse a ella.
De esta forma, el cine sigue llevando la ópera a la gran pantalla, señal de la calidad y la importancia de las obras musicales, aunque no siempre con el mismo sentido que tenía en su contexto. Si tiene algo que decir con el argumento y el desarrollo de la película, será bienvenida; si encaja en el desarrollo de la escena potenciando su fuerza como simple banda sonora, también lo será.
Te invito a acercarte a algunas escenas de películas de cine en que aparece música de ópera. Nos acompañan El padrino III, Hannibal, Mar adentro y Apocalypse now. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!
Prácticamente conocemos a Pietro Mascagni por la primera ópera que estrenó y poco más, pese a que llegara a estrenar una docena de óperas más.
Tras estudiar un par de años en el conservatorio de Milán, siguiendo, entre otros, la docencia de Ponchielli, Mascagni abandonó los estudios para enrolarse como contrabajista en el teatro y como director en varias compañías ambulantes. Al conocer que el editor musical Sozogno -rival de los afamados editores Ricordi- convocaba un concurso sobre ópera en un acto, compuso en poco tiempo Cavalleria rusticana (algo así como Caballerosidad rural), con la que ganó el concurso, pese a que hubo de compartirlo con dos obras más.
Tras su estreno en el Teatro Constanzi de Roma, en mayo de 1890 se hizo famoso en todo el mundo con esta única obra. Más adelante, siguió componiendo y dirigiendo, aunque ninguna de sus obras llegó a obtener la fuerza dramática, la originalidad y los niveles de popularidad de esta ópera. Pese a su intensa labor como director durante toda su vida, el hecho de haberse dejado ensalzar por el gobierno de Mussolini dificultó su reconocimiento y trabajo más allá de las fronteras italianas.
Se instauraba así el movimiento del Verismo, entroncado con el Naturalismo literario que se desarrollaba desde la narrativa francesa de Zola y otros autores y sustituía a las formas musicales con raíz en la aristocracia y la burguesía propias de la ópera de la primera parte del XIX para acercarse a ese naturalismo enraizado en las clases populares y la violencia de algunos entornos sociales.
La historia de Cavalleria rustica transcurre, como exigía la convocatoria, en un solo acto en una aldea de Sicilia en un domingo de Pascua de la década de 1880. Turiddu, que ama a Lola, regresa a la aldea tras el servicio militar, encontrándola casada con Alfio. Huyendo de su desengaño se refugia en Santuzza, que lo ama apasionadamente y con quien se compromete. Lola, que envidia la suerte de esta, busca recuperar a Turiddu, quien cae en sus redes. Así, Mascagni propone un argumento que presagia el triste final que se desencadenará en una festiva mañana de Pascua.
Varias son las piezas conocidas que se destacan de esta ópera (Regina coeli laetare, Inneggiamo, il Signore noe è morto o Viva il vion spumeggiante!), pero nos quedamos con el Intermezzo, una composición cuya melodía principal ha pasado a tener un carácter casi folclórico dentro de la música italiana.
El Intermezzo se produce en el momento en que Alfio proclama su venganza contra Turiddu, un momento en el que todo el pueblo está en iglesia para la celebración y la plaza está solitaria. Poco a poco, esta pieza fue tomando protagonismos e interpretándose en conciertos sinfónicos independientes de la ópera, alcanzando gran renombre en el repertorio orquestal.
La Orchestre National de France dirigida por Georges Prêtre nos trae este Intermezzo de Cavaleria rusticana de Mascagni en una grabación que se realizó en la Chorégies d'Orange en agosto de 2009.
En varias ocasiones ha sido llevado a la gran o pequeña pantalla este Intermezzo de Mascagni. En los títulos de crédito y el arranque de Toro Salvaje de Martin Scorsese nos muestra a Robert de Niro boxeando con su propia sombra mientras suena esta música. También en la serie Los Soprano, en la que se prodigan las apariciones de música desde Vivaldi a piezas de rock del siglo XX, hay una escena en un restaurante en la que se oye esta misma música que evoca en los protagonistas distintas sensaciones.
¡Cuidado hay spoilers! Si aún no la has visto y deseas hacerlo, salta después del enlace.
Pero la que nos acerca al cine en esta ocasión es The Godfather Part III (1990), la tercera parte de El Padrino de Francis Ford Coppola. Quizás no haya una ópera que encaje mejor en el mundo de los Corleone, las venganzas, el ambiente cultural y la tierra que Cavalleria rusticana. Más cuando el final de la película -y la saga- se centra en esta obra en la que Anthony Corleone, el primogénito tenor de Michael es quien protagoniza el papel de Turiddu con todos los miembros de su familia presentes en el teatro. Aquí Coppola vuelve a mezclar ese tipo de argumentos que tanto prodiga en la saga: escenas paralelas en las que se cruzan las muertes y los ajustes de cuentas. Aquí, la trama para asesinar a Michael fracasa y quien muere es su hija Mary en las escalinatas a la salida de la ópera.
La música de Mascagni adquiere toda la fuerza dramática que Coppola imprime a la saga de los Corleone.
Nacido en la ciudad alemana de Halle, a Georg Friedrich Händel podemos considerarlo como uno de los más prolíficos y reconocidos compositores ingleses, puesto que después de formarse en su país natal y en Italia -en Roma con Arcangelo Corelli y Alessandro y Domenico Scarlatti-, terminó su vida en Inglaterra, después de que, siendo maestro de capilla del príncipe elector de Hannover, este fuera nombrado rey con el título de Georg I de Gran Bretaña, pasando en las islas británicas más de cuarenta años. Allí estrenó alrededor de treinta óperas, además de diversos oratorios, entre ellos su celebérrimo Messiah, llenando con creces el vacío que había dejado la muerte de Henry Purcell.
En 1724 estrenó en el King's Theatre londinense la ópera en tres actos Giulio Cesare in Egitto con libreto en italiano de Nicola Francesco Haym. El libreto, como podemos imaginar, se centra en la estancia de César en Egipto tras vencer a Pompeyo y sus relaciones amorosas con Cleopatra.
En la tercera escena del tercer acto nos encontramos con el sobrecogedor lamento de la reina egipcia Piangèrò la sorte mia (Lloraré mi suerte) cuando cae prisionera de su hermano Ptolomeo y se imagina el final que le espera y en el que las intérpretes pueden mostrar su coloratura y su capacidad para los ornamentos y el fiato.
La soprano francesa Natalie Dessay interpreta el aria Piangèrò la sorte mia con la Orchestre du Concert D'Astree y la dirección de Enmanuelle Haim en una grabación registrada en 2011.
En esta ocasión no recurrimos a una película para traer la pieza anterior, sino a una serie de televisión basada en el cine. En The silence of the lambs (El silencio de los corderos, Jonathan Demme, 1991) se nos presentaba uno de esos personajes que traspasan la pantalla, Hannibal Lecter, a las que siguieron Hannibal (2001) y Dragón Rojo (2002), secuela y precuela respectivamente de la película original, todas ellas protagonizadas por Anthony Hopkins.
El éxito de las películas y el personaje llevaron a la creación de la serie Hannibal, en uno de cuyos capítulos -el séptimo de la primera temporada, concretamente- se interprete este aria Piangèrò la mia sorte a cargo de la actriz y soprano canadiense Emily Klassen.
Desde pequeño Puccini tuvo relación con la música, puesto que su padre le dio clases de órgano desde los cinco años y, tras su fallecimiento, continuó cantando también en coros de iglesia. Más adelante entró en el conservatorio de Milán donde también fue discípulo de Ponchielli, unos años antes de Mascagni.
Su decena de óperas marcaron el cambio de siglo, siendo el último autor de una tradición que surgió en Italia y llegó a su apogeo en el siglo XIX. Obras como Manon Lescaut, La Bohème, Tosca, Madame Butterfly, las que componen Il Trittico (El tríptico) o Turandot continúan representándose en la actualidad y han puesto a Puccini en el lugar que le corresponde en la historia de la música.
Su última ópera, Turandot, quedó inacabada al fallecer el compositor tras una operación relacionada con un tumor en la garganta, por lo que fue terminada por su colaborador Franco Alfano.
Profundo conocedor del alma humana, la música de Puccini está impregnada de una melancolía que recorre todas sus obras. Aún así, la temática de Turandot se aleja de sus obras anteriores, evitando los dramas realistas y centrándose en un cuento oriental cargado de símbolos en el sentido de las leyendas populares.
El personaje del príncipe Calaf es el gran rol de tenor heroico de Puccini, tanto por la intensidad que debe transmitir, en un estado de apasionada fuerza, como por su registro vocal que alcanza los registros más agudos. Así, su segunda aria situada al comienzo del Acto III, Nessun dorma! (¡Que nadie duerma!) se ha consolidado como una de las arias para tenor más conocidas y populares de la historia de la ópera de todos los tiempos.
Pese a que la hemos traído al blog en otras ocasiones, no está mal volver a disfrutar de la interpretación de Nessun dorma! a cargo del grandísimo tenor Luciano Pavarotti en una grabación que recrea una puesta en escena a comienzos del siglo XX.
En su película Mar adentro (2004) sobre la historia de Ramón Sampedro, Alejandro Amenábar utiliza este aria con un sentido de ensoñación y libertad absoluta. Aquí muestra el sueño de quien no puede moverse al estar tetrapléjico, pero que se siente momentáneamente con la capacidad, no sólo de caminar, sino de desplazarse libre y emocionadamente hasta donde su mente le lleva.
La frase que pronuncia cuando se encuentra con Julia (Belén Rueda), «me dijeron que estabas aquí y vine volando» encierra toda la grandeza de esta pieza, en un sentido que nada tiene que ver con el que posee en la obra original de Puccini.
Pocos creadores han buscado con tanto ahínco como Richard Wagner tener un control mayor sobre su producción artística y crear un tipo de obras que abarcara y uniera en una sola todas las demás artes: La música, el teatro, la poesía, el vestuario o los decorados, todo debía confluir en la Gesamtkunstwerk, la obra de arte total.
En la evolución de sus obras se aprecia cómo Wagner va adueñándose y tomando el control de los aspectos creativos, desde la elaboración del guion que él mismo escribe, hasta la música en la que dota a cada personaje, símbolo o elemento de unos temas musicales, leitmotivs, que suponen una concepción de la armonía, la melodía e incluso el contrapunto con el que se delimitan sus emociones o características y que aparecen a lo largo de toda la obra.
De entre toda su producción nos acercamos a la tetralogía más famosa y ambiciosa de la historia de la ópera: El anillo del Nibelungo. Dividida en un prólogo (El oro del Rhin) al que siguen La Walkyria, Sigfrido y El ocaso de los dioses, es la segunda de estas la que nos acompaña para despedir esta publicación sobre la ópera en el cine.
El comienzo del Acto III recoge una de las músicas más reconocibles del compositor alemán, en la que las walkyrias, las nueve hijas de Wotan y Erda, con Brunilda a la cabeza, recogen los cuerpos de los guerreros caídos en combate para acercarlos al Walhala.
Esta Cabalgada de las walkyrias (no cabalgata, que hace referencia a un desfile de carrozas o jinetes por las calles) sugiere un espacio infinito, un mundo cósmico más allá de lo terrenal en el que Wagner incluyó un grupo inusual de diversos tipos de viento metal a base de trompas, tubas y trombones que le imprimen una grandiosidad escalofriante.
Nos acompaña una versión icónica, la correspondiente a la producción de la tetralogía que se representó en el Festival de Bayreuth de 1980 dirigida por Pierre Boulez.
Posiblemente todos los aficionados al cine hayamos pensado en la misma escena con la música de esta Cabaldada de las walkyrias.
Así, cerramos el ciclo con el cineasta que lo abrió, Francis Ford Coppola y su película situada en la guerra de Vietnam, Apocalypse now, inspirada en la novela El corazón de las tinieblas de Josep Conrad, con Marlon Brando, Martin Sheen y Robert Duvall en sus papeles principales.
Tampoco en esta ocasión la música tiene que ver con su sentido original de acercar a los caídos a su paraíso particular, sino que se utiliza con toda su grandiosidad para magnificar lo terrible de un conflicto bélico. Es la horrible fascinación de lo repulsivo.
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- Batta, András. Ópera. Compositores, obras, intérpretes. Könemann Verlagsgesellschaft mbHl, 1999, Colonia (Alemania)
- Alier, Roger. Guía universal de la Ópera. Ediciones Robinbook, S. L. 2007, Barcelona. Ma non troppo
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