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Los Triunfos: De Händel a Byung-Chul Han y a ti

Somos hijos de nuestro tiempo.
Nos encontramos en un momento en que percibimos nuestra existencia cada vez menos clara, con menos perspectiva y nitidez, dejándonos llevar por la búsqueda del placer más inmediato en detrimento de lo que consideramos importante o profundo.
La belleza natural a la que hemos perseguido durante siglos la estamos sustituyendo por la belleza digital, los abrazos por «me gusta», lo esencial por lo inmediato, efímero y virtual.
Esta belleza natural que se origina desde el orden de nuestra tierra, de lo que surge de ella, que adquiere una existencia y una belleza temporal, se encuentra inmersa en una crisis en la que viene a ser sustituida por la belleza digital, un conglomerado de números, cifras e informaciones que va sustituyendo a lo natural, para transformarlo en simple objeto de consumo y placer inmediato, el destino de los omnipresentes «me gusta».
Hace unas semanas publicamos Los Triunfos: De Petrarca a Händel al que puedes acercarte antes de adentrarte en esta publicación que sirve como continuación y culminación del mismo. En él nos acercamos al oratorio El triunfo del Tiempo y del Desengaño de Händel y su inspiración en Los Triunfos de Petrarca, pudiendo advertir que ambas obras tienen qué decirnos en nuestro tiempo, en el sentido que hablan de temas que forman parte de nuestra condición humana.
En esta publicación continuamos con el oratorio de Händel, de manera especial con su segunda parte, en la que encontramos una de las piezas más conocidas del compositor y las versiones que llegó a realizar sobre esta obra, además de buscar en textos recientes cómo afrontamos algunos de los temas que plantean las obras citadas. Se trata de una forma de cerrar el círculo.
Te propongo pasearte entre músicas y letras que nos ayuden a reflexionar sobre nuestra visión de la belleza, el tiempo, el desengaño y el placer con obras de Händel y el escritor y filósofo Byung-Chul Han. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!


En el final de la primera parte de Il Trionfo del Tempo e del Disinganno, antes del cuarteto que cerraba la publicación a la que hacíamos referencia, nos encontramos con el aria del Desengaño Crede l'uom (Cree el hombre), una aria más meditativa y con un ritmo más reposado, también tripartita, en la que solo seis versos dan para que la maestría de un joven Händel cree una composición repleta de sensibilidad musical. En esta ocasión son los versos centrales los que conforman la segunda parte del aria, más animada que las que abren y cierran la pieza.


La mezzo-soprano Romina Basso interpreta este aria Crede l'uom del Desengaño acompañada por The Gabrieli Consort & Players y dirigida por Paul McCreesh, en una grabación realizada en el Festival de Beaune de 2010. 


Esta creencia del hombre al que hace referencia el texto anterior se nos presenta aparentemente inmutable en su esencia, aunque esa búsqueda y apego hacia la belleza sufre transformaciones en su condición accidental a lo largo del tiempo, además de su transformación desde lo natural hacia lo virtual.
Byung-Chul Han (Seúl, 1959) se ha convertido en los últimos años en toda una estrella del pensamiento filosófico. Tras estudiar metalurgia en su Corea natal, emigró a Alemania en la década de los 80 del pasado siglo para estudiar literatura alemana. Desconocedor del idioma, se lentitud al procesar los textos literarios acabó decantando sus estudios hacia la filosofía y teología católica en las universidades de Friburgo y Múnich.
En 1994 se doctoró en Friburgo con un estudio sobre Heidegger, incorporándose en el último año del siglo al Departamento de Filosofía de la Universidad de Basilea. Una década después entró en la Staatliche Hochschule fur Gestaltung (Universidad Estatal de Diseño) de Karlsruhe donde se centró en la filosofía de los siglos XVIII a XX, la fenomenología, la antropología cultural, la estética, la teoría de medios, la religión y la filosofía intercultural. Desde 2012 es profesor de filosofía y estudios culturales en la Universidad de las Artes de Berlín donde dirige el Studium Generale.
Pero su conocimiento más allá de las aulas proviene de ser autor de casi dos docenas de libros donde desarrolla su pensamiento, todos ellos publicados en alemán. Desde su primera publicación, Filosofía del budismo Zen (2002) que le entronca con sus orígenes orientales, Hegel y el poder, Hiperculturalidad (ambos de 2005), hasta los libros que reflejan más y mejor su pensamiento: La sociedad del cansancio (2010), La sociedad de la transparencia  (2013), La expulsión de lo distinto  (2016), La agonía de eros (2012), El aroma del tiempo (2009), La salvación de lo bello (2015), hasta los recientes No cosas- e Infocracia (ambos de 2021).


En La salvación de lo belloByung-Chul Han reflexiona sobre la belleza natural que ha estado presente en las ideas estéticas de la humanidad, un concepto, el de lo bello natural que se ha ido transformando en las últimas décadas en lo bello digital, creando una crisis sin precedentes en los conceptos de valores de la humanidad. 
El texto que nos acompaña parte del concepto que Martin Heidegger tiene de la belleza, una relación que le da entidad en cuanto que se conforma a partir de su relación con la verdad.


Con libreto del cardenal Benedetto Pamphili, e inspirado en Los Tirunfos de Petrarca, como pudimos conocer en la publicación a la que nos referíamos anteriormente, Georg Friedrich Händel estrenó a los veintidós años en Roma en el verano de 1707 su oratorio con el título original de La bellezza ravveduta nel trionfo del Tempo e del Disinganno (La Belleza reformada en el triunfo del Tiempo y del Desengaño), que luego pasaría a conocerse simplemente como El triunfo del Tiempo y del Desengaño.
Benedetto Pamphili compaginaba su cargo de cardenal con el gusto por las letras, siendo un renombrado poeta de la Academia dell'Arcadia, una institución creada a finales del siglo XVII para luchar contra los excesos del Barroco mediante las nuevas ideas que traía el Clasicismo. Entre sus miembros se contaban los compositores Alessandro y Arcangelo Corelli y Alessandro y Benedetto Marcello, además de varios centenares de escritores, algunos de ellos españoles, como Ramón de la Cruz o Nicolás y Leandro Fernández de MoratínDentro de la costumbre de utilizar pseudónimos con el que se trataban entre sí sus miembros, Pamphilli era conocido como Fenicio Larisseo.
El argumento presenta a estos personajes alegóricos entre los que Belleza se deja seducir por el Placer, como una suerte de espejo que le hace pensar en la larga duración de sus encantos, hasta tomar conciencia, merced a los argumentos de el Tiempo y el Desengaño de que esa belleza externa es fugaz y vana.


Contrastando con el aria anterior, nos acercamos ahora a la de el Tiempo, È ben folle quel nocchier (Es un gran demente el timonel), una aria de bravura en la que el tempo y el uso de la instrumentación sirven a Händel como motivo para centrarnos en la comparación con el inexperto timonel que pone su nave en peligro.

La interpretación corre a cargo del tenor Nicholas Sears como el Tiempo para el disco Il trionfo del tempo e del disinganno del sello Naive publicado en 2007 con Concerto Italiano y la dirección de Rinaldo Alessandrini.


Para Byung-Chul Han lo bello natural ha comenzado a desaparecer tras lo que considera el predominio de lo liso y pulido como centro de lo bello digital en cuanto que se convierte en algo arbitrario y objeto de placer inmediato, en el cada vez más asfixiante imperio del 
«me gusta» como medida de valor y consumo. En este sentido el mundo digital se entrecruza con el mundo real llevando la existencia hacia algo fugaz e incorpóreo. 
Esta situación nos aboca a lo que Byung-Chul Han denomina la Müdigkeitsgesellschaft (Sociedad del cansancio), un lugar en el que vivimos zarandeados, cansados y deprimidos por las exigencias de nuestra vida, mezclado con la consolidación del narcisismo y del exhibicionismo que generan las redes sociales, que provocan que aumente la obsesión por uno mismo, la desaparición del interés por los otros y la equívoca sensación de que el mundo sea un mero reflejo de nosotros mismos.
En el siguiente texto, el filósofo germano-coreano se adentra en la importancia de lo bello en cuanto que es vinculante, lo que le otorga trascendencia frente a la crisis en la que lo bello se encuentra inmerso, una crisis que la aboca a la vacuidad de los omnipresentes «me gusta».


En tiempos de Händel y más adelante incluso, no existían los reparos que tenemos en la actualidad para reutilizar obras, tanto propias como ajenas. Y precisamente el propio Händel no era una excepción, sino uno de los compositores que en más ocasiones lo llevó a cabo, tanto en el uso de formas o piezas de otros autores, como con sus propias obras.
El éxito de El triunfo del Tiempo y del Desengaño lo llevó a reutilizar la obra en dos ocasiones más cuando se instaló en Londres. No era ya lo que en nuestro tiempo consideraríamos plagiarse a sí mismo, sino volver a utilizar, acomodándolo al gusto de un nuevo público, una obra que, con más o menos cambios, encajaría en el repertorio.
Así, tras El Triunfo... original de 1707 (HWV 46A en el opus de Händel), el propio compositor, prácticamente ciego en aquellos años revisó, aumentó, dictó a uno de sus discípulos, John Christopher Smith, y estrenó el oratorio que pasó de dos a tres partes, esta vez bajo el título de El trionfo del Tempo e della Veritá (HWV 46b) para ser estrenado en marzo de 1937, prácticamente treinta años más tarde, en una época en que el compositor alternaba en cada temporada obras tanto en inglés como en italiano. El éxito fue escaso, puesto que solo hubo varias representaciones y una reposición dos años más tarde.
Justo veinte años después y cincuenta después de la original, en marzo de 1757, un Händel con una salud ya precaria y un libreto reelaborado y traducido al inglés -posiblemente con la autoría de Thomas Morell- quizás con poca participación del propio compositor, se estrenó la nueva versión The Triumph of Time and Truth (El Triunfo del Tiempo y la Verdad) (HWV 71) con la mezzo-soprano Isabella Young (o Scott) en el rol del Consejo o la Verdad.


En la segunda parte de El Triunfo... original de Händel nos encontramos con el cuarteto Voglio tempo per risolvere... (Quiero tiempo para decidir...), un diálogo breve aunque intenso entre los cuatro personajes, también en el estilo de los Da capo en el que se vuelven a quedar de manifiesto tanto la maestría del compositor sajón como la vigencia de los argumentos que se ponen en boca de los alegóricos personajes.


La interpretación corre a cargo de Natallie Dessay como Belleza, Ann Hallenberg como Placer, Sonia Prina como Desengaño y Pavol Breslik en el rol de Tiempo con Le Concert d'Astrée y la dirección de Emmanuelle Haïm, pertenecientes a la grabación de estudio para el disco Händel: Il trionfo del Tempo de 2007.


Frente al predominio de lo bello digital en nuestras sociedades neoliberales en las que predomina el incansable anhelo hacia la divulgación voluntaria de todo tipo de información personal, Byung-Chul Han reivindica el contacto íntimo con lo cotidiano -él mismo cultiva lentamente y parsimoniosamente su jardín-, el hecho de hacer cosas con las manos, el control del tiempo y el silencio frente al ruido mediático que nos acompaña. También se rebela frente a la desaparición de los rituales, ese conjunto de prácticas que se llevan a cabo y que nos acerca a la desaparición del concepto de comunicad, llevándonos a sentirnos seres individuales perdidos en sociedades que no encuentran sentido.


Esta premura que la Belleza busca en el Tiempo para decidir que refleja el cuarteto precedente se muestra en el pensamiento de Byung-Chul Han como una de las cualidades que caracterizan a lo bello, la demora. Es la ausencia de la voluntad, del querer y del poseer lo que hace que el tiempo se detenga y esta quietud es fundamental para el acercamiento al otro, al conocimiento de lo distinto. También hace referencia el pensador al origen del arte original según Nietzsche.


Hándel no sólo reutilizaba sus obras, sino que también hacía lo propio con piezas sueltas. El uso de ideas, tanto propias como de otros autores lo tratamos en este blog en ¿Cómo utilizamos las ideas? donde vimos cómo el aria más conocida de El triunfo... tuvo cuatro versiones.
Se trata de Lascia la spina (Deja la espina), el aria del Placer que aparece en la segunda parte del oratorio.
Previamente Händel la había creado como una zarabanda -Sarabande en el original- en el cuarto movimiento de su Suite nº 4 para clavecín. En 1705 la arregló para su ópera Almira y dos años después la introdujo en este oratorio adaptándola a la letra que le había entregado el cardenal Pamphili.
Más adelante, volvió a utilizarla en la que fue su primera ópera inglesa, Rinaldo. En ella, en el acto II, Almirena canta Lascia ch'io pianga (Deja que llore), alcanzando un grado de emoción pocas veces superadas.


Para seguir la interpretación de este Aria da capo nos acercamos de nuevo a la versión de la Gabrielli Consort & Players que Paul MacCreesh dirigió en 2010 en el Festival de Beaune con la mezzo-soprano Renata Pokupic en el rol del Placer


Frente a este consejo händeliano de tomar la rosa y dejar la espina, ¿cuál es cada una de ellas? ¿Es la rosa lo bello y efímero, aquello que tiene un valor por sus cualidades relacionadas con el color, el tacto o el olor, o es la búsqueda profunda de su esencia lo que la hace bella? ¿Es la espina aquello que evitamos sólo porque produce dolor o porque hiere nuestra piel o es aquello que nos priva de llegar a la esencia, a lo fundamental?
Byung-Chul Han defiende que la belleza digital se caracteriza por lo pulido, lo liso y lo impecable como señas de identidad de nuestro tiempo, unas cualidades que marcan lo que denomina el «exceso de positividad» en el que vivimos y cuyo pensamiento desarrolla en La salvación de lo bello en el arte y la estética en general.


Además, vivimos inmersos en una sobreabundancia de objetos que contribuyen a que nos encontremos desbordados, pero que son caducos y desechables por lo que no llegamos a establecer lazos afectivos con ellos, las no-cosas, otro de su conceptos. Con frecuencia, además, nos saturamos con cantidades ingentes de información, somos «infómanos», pero, en el fondo, necesitamos silenciar esta sobreinformación que nos hace perder la vivencia de lo presencial, lo concreto y sustancial, haciéndonos perder la visión general que tenemos del mundo. Las pantallas quedan como una pobre y simplificada representación de este mundo. 
Así, el concepto de lo bello natural queda relegado por lo bello digital que elimina lo distinto, sin desgarraduras, centrándose en el placer de sí mismo, en la autocomplacencia del «me gusta», una subjetividad en que solo nos encontramos con nosotros mismos.


En este diálogo entre las obras de Händel y Byung-Chul Han, dejamos la última palabra al compositor sajón, que nos deja un aria que parece escrita para dar la réplica al filósofo coreano-alemán.
Nos despedimos de este oratorio surgido de la genialidad de Händel con una de las arias que nos llevan hacia el final de la obra. Dentro de la sucesión de recitativos, arias y dúos y cuartetos, Como nembo che fugge col vento (Como nube que el viento arrastra) es la penúltima aria de la obra y la última que canta el Placer.
En ese juego de intenciones, deseos y frustraciones en que se ve inmersa la Belleza, subyugada por el hipnotismo del Placer, con su invitación a entrar en un mundo de sueños, promesas y sensaciones, este personaje interviene por última vez en una suerte de renuncia a influir más sobre la protagonista de la obra.
Se trata de nuevo de un aria de bravura, Aria da capo que el propio compositor volvió a reutilizar dos años más tarde, en esta ocasión para una de las óperas que compuso durante su estancia en Italia, Agrippina (1709), con la madre del emperador Nerón como protagonista. 


La interpretación nos lleva de nuevo a la grabación que se realizó en el Festival de Aix-en-Provence en 2016 con el contratenor Franco Fagioli como el Placer con Le Concert d'Astrée y la dirección musical de Enmanuelle Haïm.

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Bibliografía y webgrafía consultadas:

4 comentarios:

  1. Muy buena obra y además estoy de acuerdo contigo cuando hablas de cómo cambio la belleza de lo que fue bello realmente y como actualmente es mucho mejor en esta sociedad algo digital intangible que algo que perduró y estuvo años con nosotros pero que hoy dia no damos importancia. Un gran abrazo Miguel de ANTIGÜEDADES DEL MUNDO.

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    1. Estamos en un época de cambios permanentes, Jerónimo.
      Es importante que seamos conscientes de en qué situación nos encontramos y sepamos ser dueños de nuestras decisiones y no dejarnos arrastrar por la corriente.
      Un fuerte abrazo :-)

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  2. Hola, Miguel, cuando vengo a tu blog me gusta hacerlo con tiempo para hacer una lectura pausada a la vez que voy escuchando la música. Creo que es la única manera de captar lo esencial de tus interesantes artículos. El diálogo entre las obras de estos dos genios tan lejanos en el tiempo, me ha sorprendido y encantado. El contacto íntimo con lo cotidiano, el silencio frente al ruido, los abrazos frente a tanto emoticono, realmente es lo que merece la pena.

    Un abrazo!

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    1. Gracias por tu comentario, María Pilar. Entablar ese diálogo entre obras distintas, en ocasiones de épocas distantes como estas, supone emplear un tiempo del que apenas disponemos. En principio quise realizar ese paseo por los triunfos en una sola publicación, pero mirar de Händel hacia atrás a su origen en Petrarca y separarlo de la mirada hacia el pensamiento actual de ByungcChul Han que tanto tiene que decirnos, pienso que ha merecido la pena.
      Un fuerte abrazo :-)

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