Durante más de medio siglo hemos vivido un periodo de relativa paz en nuestro planeta. Ha habido conflictos bélicos, muchos, pero lejos de las horrendas confrontaciones que supusieron las dos guerras mundiales que marcaron la primera mitad del siglo XX.
La Segunda Guerra Mundial supuso el comienzo del fin de los imperialismos y colonialismos clásicos tal como se entendían hasta ese momento.
Aquel tiempo mostró a la humanidad como nunca las atrocidades de la guerra, la denigración a la que el ser humano puede llegar a llevar a sus congéneres, las cada vez más terribles armas de destrucción o el terrible hecho de tener que considerar enemigos a destruir a quienes no se ha visto jamás.
A este turbulento y horrendo periodo siguió el de la guerra fría, unas décadas de confrontación latente al que siguió un tiempo de paz entre las grandes potencias, que nos llevaron a pensar que la humanidad había entrado en un nuevo horizonte ausente de conflictos bélicos.
A esta idea contribuyó la creación de instituciones supranacionales que tenían -y tienen- entre sus finalidades luchar por la paz, crear modelos políticos y sociales que ayuden al entendimiento entre naciones o tratar temas importantes y fundamentales mediante el diálogo. Ahí están, con sus más y sus menos, la ONU, la UNESCO o UNICEF entre otros muchos organismos, además de distintos foros y organizaciones que velan por tomar decisiones de carácter universal relativas al medio ambiente, la lucha contra las desigualdades o el desarrollo armamentístico.
En Europa se vio clara la necesidad de cambiar la rivalidad -y guerra- entre las naciones para sustituirla por una estructura supranacional que aprovechara la economía común, una cultura plural que bebía de las mismas raíces y orígenes para crear una unión que se basara en códigos de debate, entendimiento y pautas comunes para seguir avanzando en una dirección inédita en siglos.
Desgraciadamente, estos pasos que comenzaron a desarrollarse hace más de medio siglo y que nos parecían inmutables, innegociables e irreversibles nos están llevando a una situación más que preocupante.
Por una parte, las instituciones supranacionales no avanzan debido a intereses nacionales y derechos de veto de los poderosos. La democracia como la mejor opción de gobierno muestra en determinados países su lado menos virtuoso con gobiernos que pierden credibilidad y partidos populistas que surgen por la falta de respuestas que ven los ciudadanos.
Además, la democracia se ve en determinados lugares equiparada a gobiernos totalitarios que la igualan a ellos mismos. El poder económico de países que no respetan los derechos humanos compite por lograr el predominio sobre otros sistemas políticos y económicos. Por último, los conflictos bélicos se están acercando y enquistando en lugares donde nos parecían impensables o, al menos, controladas las confrontaciones.
Todo esto nos lleva a pensar que la memoria de todo cuanto ocurrió en el pasado siglo nos está fallando y que nos estamos permitiendo acercarnos peligrosamente, en un tiempo tan convulso, a unas líneas rojas que nos parecían bien marcadas y definidas para no traspasarlas.
Te propongo unas reflexiones sobre la paz frente a la guerra con obras de Gandhi, Zweig, Morley y música de Händel, Bach y Schubert. Si te gusta… ¡Comparte, comenta, sugiere!
Christopher Morley estudió Historia Moderna en Oxford y ejerció como periodista, trabajo que compaginó con su carrera literaria donde publicó diversos ensayos, obras teatrales y algunas novelas, alcanzando el centenar de publicaciones. Ya nos acompañó en El libro como protagonista con su novela La librería ambulante. En esta ocasión nos acercamos a la continuación de esta novela, La librería encantada, una novela corta que tiene a los mismos protagonistas, Roger y Helen Mifflin regentando una librería en el Bronx neoyorkino.
La obra, ambientada al final de la I Guerra Mundial, se centra en el ambiente de una librería de libros usados en la que concurren, además del matrimonio que la regente, un joven publicista, la hija y heredera de un rico empresario y un farmacéutico. En un tiempo convulso, lleno de nuevos aparatos y referencias a la guerra, la tranquila y monótona vida de ellos se verá agitada por un folletinesco relato que va de un evidente romance al suspense que se genera alrededor de un libro desaparecido que regresa a su estantería inesperadamente.
El texto que nos acompaña reproduce una conversación entre el librero Roger Mifflin y la joven heredera Titania en el que el primero realiza un alegato contra las guerras en general, y la que se estaba desarrollando, en particular. Tras algunos juegos de palabras intraducibles y poco entendibles hoy como «verdá y verdalemán» que se refiere a los distintos puntos de vista que se arguyen, Morley desarrolla algunos argumentos esclarecedores en favor de la paz en la conversación entre estos dos personajes.
Conocida de modo especial por su famoso Hallellujah, una de las piezas icónicas y más conocidas del repertorio barroco, Messiah (El Mesías) es una de las obras corales más escuchadas de Georg Friedrich Händel. Dentro de esta obra que continúa interpretándose cada año en multitud de escenarios nos encontramos con una pieza que nos sirve de reflexión al tema que estamos tratando.
Basado en textos bíblicos recopilados por Charles Jennens, la música que nos acompaña, Why do the nations so furiosuly rage together? (¿Por qué las naciones luchan furiosamente entre sí?) está sacado del Libro de los Salmos 2, 1-2.
Se trata un aria para bajo que mantiene en todo momento el equilibrio entre el texto y la música, que se manifiesta en un tono furioso en el estilo de las arias de bravura.
La interpretación corre a cargo del bajo-barítono Jonathan Woody acompañado por el Spire Chamber Ensemble en una grabación que se realizó en el Helzberg Hall de Kansas City en diciembre de 2016.
La guerra no sólo es un elemento consecuente de una determinada lucha por el poder, sino que tiene un origen intrínseco en la naturaleza humana a través de la violencia. En muchas ocasiones, esta violencia proviene del interior de nosotros por diversos factores que oscilan entre los individuales, los provenientes del entorno familiar, de la comunidad o incluso de la propia sociedad.
En determinados casos, podemos buscar la eliminación de la violencia a través de la búsqueda personal del equilibrio, la no cooperación con actitudes de ese tipo que se producen tanto en nuestro entorno cercano como lejano.
La música de Johann Sebastian Bach posee una elevación en sus temas y letras, un desarrollo formal en sus estructuras y un equilibrio que la hacen ideal para conseguir en los oyentes un estado de calma, paz y sosiego que nos aleja de cualquier acto relacionado con la guerra o la violencia interior.
Nos acompaña el Segundo movimiento, el Aria de la Suite para Orquesta en Re Mayor BWV 1068 de Bach en una interpretación del Ensemble Voices of Music con instrumentos de la época, en lo que se llama una versión historicista en la que se han especializado un considerable número de agrupaciones.
Una música que te propongo escuchar mientras meditas con el grupo de textos que siguen a continuación y con el que forma un todo bien compacto y coherente.
Mohandas Karamchand Gandhi desarrolló el concepto hindú de la Ahimsa (no violencia) hasta su activismo tanto político como moral y espiritual hasta convertirlo en una fuerza de un poder inusitado hasta entonces.
Las reflexiones que desarrolló a través de sus discursos, sus escritos e incluso sus plegarias tienen un poder que bebe de este concepto hindú, así como las influencias de la obra literaria y pacifista de Tolstói y de los principios básicos del cristianismo, hasta conformar una extensa visión transformadora de la realidad tanto individual como social.
Extraídos de Reflexiones sobre la No violencia, y escritas también a comienzos del pasado siglo nos acercan al concepto de la Ahimsa que tanto preconizó y desarrolló Mahatma Gandhi, un conjunto de pensamientos que nos acercan al concepto de no violencia.
Si la música de Bach que nos ha acompañado posee y transmite equilibrio y sosiego, la obra siguiente parte de los mismos presupuestos.
Se trata del Trío mº 2 para piano, violín y violonchelo, D. 929 que fue publicado a finales de 1828 como su Op. 100 poco antes de su muerte y un año después de haber sido escrito en noviembre de 1827.
Se estrenó en una fiesta privada en enero de 1828 para celebrar el compromiso de uno de sus amigos, Josef von Spaun.
El segundo movimiento, que es el que nos acompaña posee una estructura ternaria que se repite doblemente de forma asimétrica, cuyo tema principal se basa en una canción popular sueca que Schubert había escuchado en casa de unas amigas.
Este tema principal se inicia con un periodo binario de ocho compases (4 + 4)con una cadencia diferente en cada uno de ellos. Todo el movimiento, un Andante con moto está impregnado de una inspiración y un estilo inequívocamente schubertianos.
La interpretación corre a cargo de Julien Hanck al piano, Ambroise Aubrun en el violín y Maelle Vilbert en el cello y fue grabada en la Cathédrale Sainte-Croix des Arméniens de París en diciembre de 2016.
La calma y sosiego con que comienza y finaliza el movimiento se ven alteradas por una parte central más apasionada e intensa, que facilita que pueda servir de compañía al texto con el que finalizamos estas reflexiones.
Uno de los escritores que más han aparecido en este blog y que aún está olvidado después de la influencia que tuvo durante su vida es Stefan Zweig, un escritor al que nunca dejamos de reivindicar tanto por su obra de carácter pedagógico, como por sus novelas y relatos menos extensos y por su destacado perfil europeísta y pacifista.
Se trata de nuevo de una reflexión escrita en la primera parte del siglo XX, concretamente en 1919, justo después de finalizar la Gran Guerra.
En El legado de Europa, el editor Richard Friedenthal reunió una serie de ensayos de Zweig en los que el escritor austriaco hace memoria de los artistas que plasmaron lo fundamental de la conciencia y cultura europeas. Una vez fragmentado ese entorno común con la I Guerra Mundial, Zweig colaboró en la reconstrucción de la idea europea con estos artículos sobre pensadores, escritores y amigos, a los que unió otra serie de reflexiones como la que nos acompaña.
Escrita, pues, en 1919 justo tras la finalización del conflicto bélico, La tragedia de la falta de memoria alude a ese olvido de lo trágico que observaba en el entorno social inmediato meses después de finalizar la guerra y que podemos aplicar en nuestro tiempo. Un peligro que se cierne sobre todo cuanto, al parecer teníamos conseguido, veíamos como irrenunciable y que corremos el peligro de olvidar.
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Bibliografía y webgrafía consultadas:
- Morley Christopher. La librería encantada, Editorial Periférica, traducción de Juan Sebastián Cárdenas, 2013.
- Gandhi, Mohandas Karamcand. Reflexiones sobre la No violencia, Mandala Ediciones, 2018
- Zweig, Stefan. El legado de Europa, Editorial El Acantilado, traducción de Claudio Gancho Hernández de la Huerta, 2003.
- www.kareol.es: Letras y traducciones de óperas y música vocal.
¡Qué maravilla de post, Miguel!
ResponderEliminarTantos las letras como la música escogida, casan a la perfección con el tema de la guerra. Una guerra en la que caemos uno y otra vez, porque parece que no queremos tener memoria y no paramos de repetir los mismos errores que cometieron aquellos que nos precedieron. No escarmentamos, pese a los horrores que vemos en las noticias todos los días y los que nos contaron nuestros padres y abuelos. Absortos en nuestro propio ego, nos dejamos influir y manipular por aquellos que persiguen cada nueva guerra como medio para enriquecerse aún más, sin darnos cuenta de que somos los daños colaterales necesarios para que ellos preserven su patrimonio y su poder. ¡Qué ciegos estamos!.
Un muy fuerte abrazo.
Parece mentira, Estrella, que todo cuanto teníamos claro e inamovible sobre la paz mundial se están empeñando en derruirlo y llevándonos a la idea de la existencia de nuevos conflictos. La frivolidad y el desentendimiento colaboran al olvido y al desconocimiento.
EliminarUn enorme abrazo :-)
Por desgracia, la degeneración del ser humano y su crueldad no conoce límites. No solo no aprendemos nada en absoluto de las guerras sino que jamás ha quedado patente la macabra "utilidad" que ha tenido el hecho de que mueran cientos de miles de personas en los conflictos ¿Cuál es el propósito? ¿Afianzar fronteras, expandirlas? Potenciar el poder e influencia en el mundo del vencedor. Alguien dijo que las guerras son provocadas por viejos que se odian que llaman a la muerte a jóvenes que ni se conocen ni se odian.
ResponderEliminarEs preocupante, si, como bien dices, que los intentos de unificación en la Europa de hoy nos estén llevando hacia caminos oscuros donde las pretensiones de ciertos líderes a quienes tan solo impulsa el deseo de perpetuarse en sus poderosos cargos, están comprometiendo la credibilidad de instituciones como la propia Comunidad Europea, que no parece que esté capacitada para salir de la inacción aparente donde ha caído.
Intereses nacionales de su miembros y derechos de veto de los poderosos, según apuntas, parecen ser los motivos que impiden la resolución de conflictos comunitarios. Bueno, habrá más cosas.
Tus reflexiones sobre la paz frente a la guerra con obras de Gandhi, Zweig, Morley y música de Händel, Bach y Schubert, ofrecen un surtido riquísimo de ideas e ideologías que merece ser analizado pero no me quiero extenderme más.
Un gran artículo, Miguel, como todos los tuyos.
Enhorabuena.
Gracias por tu comentario, Marcos.
ResponderEliminarEs un tema tan complejo que aún no hemos podido dar con una respuesta aceptable. Cuando, después de las dos devastadoras guerras que asolaron la primera mitad del siglo XX, parecía que la humanidad había encontrado un camino aceptable para la resolución de conflictos, vemos que hay muchos resquicios por los que se está poniendo en peligro y puede desmoronarse. No podemos dejar que caiga en el olvido todo lo que ha ocurrido antes.
Un fuerte abrazo :-)
Hola Miguel, este finde he estado desconectada (un poco solo) de redes y se me pasó tu artículo..., como me extrañaba no haber visto nada tuyo, he entrado a tu perfil de bloguers para buscarte y sí, efectivamente, este artículo se me había pasado... Bueno, no pasa nada, más vale tarde que nunca.
ResponderEliminarEs curioso que yo publiqué también un relato el sábado que se titulaba PAZ y ahora tú publicas este artículo, está genial, con tu permiso creo que lo voy a enlazar a mi relato para que reflexionemos todos sobre las guerras y escuchemos esta deliciosa música a ver si de verdad se cumple el dicho de que la música amansa a las fieras.
Una maravilla, Miguel. ¡Gracias!
Un abrazo. :)
Muchas gracias, Merche.
EliminarPor comentar esta publicación y por enlazarla en tu artículo. Lo he leído y me parece tan duro como la situación que lo provoca, esas guerras en las que las víctimas no tienen nada que ven en el conflicto y que todo sucede sin que ellos tengan culpa, ni opinión, ni ganas de participar.
Ojalá no olvidemos del pasado y vayamos avanzando.
Un fuerte abrazo :-)