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El Sol que nos acompaña

Sin el Sol no podríamos vivir. Se trata de un argumento que nadie puede discutir. La estrella alrededor de la cual giramos y la distancia a la que nos encontramos respecto a ella hacen que nuestra vida sea posible. Incluso los astrónomos buscan por el espacio otras estrellas con planetas que tengan características parecidas a las que tiene La Tierra para estudiar la posibilidad de que exista algún tipo de vida con las condiciones semejantes a las que aquí tenemos. Concebimos la vida con estas condiciones concretas.
Pero nuestra concepción del Sol y la relación con la vida ha ido cambiando con el paso del tiempo. Desde la adoración a nuestro astro en las primeras culturas, pasando por las diversas teorías desde la geocéntrica a la heliocéntrica para llegar a la idea del Big Bang, la mente humana ha ido adaptando la relación del Sol y La Tierra, junto con los demás planetas, a los conocimientos que se tenían en los determinados momentos de nuestra historia.
Pero con el auge del humanismo, el Sol, la experiencia del Sol ha servido para utilizar y convertir nuestra estrella en un poderoso condicionante, un activo personaje, un determinante elemento o un factor comparativo en las obras que reflejan o transmiten nuestro pensamiento a través de las distintas artes. 
Todos, seamos de la condición que sea, tengamos las creencias que tengamos o la opinión que queramos, todos vivimos bajo el mismo sol.
Te propongo un recorrido alrededor de la experiencia que el Sol nos ofrece a través de un texto del mexicano Alfonso Reyes y la canción más conocida sobre el sol, una canción napolitana que se ha hecho universal y todos la hemos oído cantar en múltiples ocasiones con diversos intérpretes.

Impression, soleil levant, de Claude Monet




Alfonso Reyes Ochoa, diplomático, escritor, difusor cultural, amigo y colaborador de la mayoría de escritores hispanos de su época, es una de las figuras de la cultura y las letras hispanoamericanas más influyentes en su momento y hoy una personalidad algo olvidada, limitada al conocimiento de los expertos y estudiosos.
Natural de la ciudad mexicana de Monterrey, desarrolló su vida entre los últimos años del siglo XIX y la mitad del XX. Tras estudiar entre su ciudad natal y la capital del país, fundó junto a otros escritores el Ateneo de la Juventud donde se dedicaron a dar a conocer obras literarias, especialmente las griegas clásicas.
Desarrolló su labor diplomática en las embajadas de Argentina, España, Francia o Brasil, lugares donde no dejó de entablar relaciones con los escritores de su época como Menéndez Pidal, con quien trabajó en el Centro de Estudios Históricos de Madrid, Juan Ramón Jiménez, Ortega y Gasset o Gómez de la Serna en su estancia en España. Autores americanos como Miguel Ángel Asturias, Alejo Carpentier, Gabriela Mistral -que lo propuso como candidato al Nobel- o el joven Jorge Luis Borges, quien le envió el manuscrito de El Aleph para pedirle opinión y que consideraba a Reyes "el mejor prosista de lengua española en cualquier época".
Mal avenido en la época de la Revolución Mexicana -mataron a su padre, un general partidario de Porfirio Díaz-, se estableció en Europa y durante la Gran Guerra se trasladó a España. Años más tarde regresó a su país donde llegó a hacer una labor didáctica y cultural, siendo miembro de la Academia Mexicana de la Lengua y del Colegio Nacional, fundó el Instituto Francés de América Latina y el Colegio de México, una de las instituciones académicas más prestigiosas del país. 



El escritor regiomontano abarcó desde la teoría literaria hasta la historia de Grecia, pasando por la novela policíaca o las raíces históricas de sus país. Esta última con su obra Visión de Anáhuac (1519), publicada en 1915, una de las obras más lúcidas y poéticas sobre el México prehispánico, en la que despliega su estilo caracterizado por la riqueza de vocablos y giros expresivos, las construcciones gramaticales poco frecuentes o el uso de arcaísmos. Se trata de una obra que presenta un sincretismo de las culturas occidental e indígena, bajo el estilo de la tríada platónica: la verdad, la bondad y la belleza. Su influencia es grande en los escritores mexicanos, especialmente en Octavio Paz y Carlos Fuentes.
Autor de una ingente obra dominada sobre todo por el ensayo, escribió también poesía, relatos, teatro y traducciones de obras clásicas del griego. 
La obra que te propongo en esta ocasión es una poesía, de tono menor, con raíces en un hallazgo infantil por el que todos hemos pasado, en mi caso personal no con el Sol, sino con la Luna, un descubrimiento que recuerdo en traslados veraniegos nocturnos hacia mi casa.
 
La Canzone napoletana o Canción Napolitana suele ser una composición para voz masculina y acompañamiento instrumental con un aire sentimental con un texto de tipo amoroso o que alaba las maravillas de la zona de Nápoles. Hay canciones napolitanas que han trascendido a una popularidad más allá de las fronteras italianas debido a la migración napolitana a Europa y América, además de la incorporación de las mismas al repertorio de cantantes de ópera en sus recitales, especialmente los de origen italiano. Títulos como O sole mio, Torna a Surriento, Funiculì, funiculà, Santa Lucìa o Cuore'ngrato han dado la vuelta al mundo y, en distintas versiones las hemos oído en la voz de los más variados cantantes y versiones.
Con más de cien años de edad, O sole mio es una canción conocida en todos los rincones del mundo, desde Japón -en la olimpiada de Tokio de 1964 sonó en lugar del himno italiano- a Inglaterra -donde se utiliza para promocionar helados del país transalpino- pasando por casi cualquier país. Su mérito para triunfar está, como en muchas otras composiciones, en su simplicidad.


Amanecer en la bahía de Nápoles, al fondo el Vesubio


Giovanni Capurro compuso una de esas poesías que se vendían por las esquinas en copielle (pequeñas copias) para que los enamorados las recitaran a sus amadas. Fernando Bideri, editor amigo de escritores como d'Anunzzio o Pirandello, compró los derechos de la letra y la música que varios años después Eduardo di Capua escribiría en Moscú preso de la nostalgia del sol napolitano. Los Bideri, herederos aún de los derechos de autor, cuentan que di Capua vendió los derechos a Fernando para poder gastar las dos liras en la lotería. Dedicada a la noble señora Nina Arcoleo, di Capua compuso primero el andantino, más tarde la estrofa cantada para terminar con el ritornello (estribillo). 



El primer impulso a la canción vino de parte del gran Enrico Caruso, quien aprovechando que era el tenor de referencia en el Metropolitan Opera House la incorporó a su repertorio de recitales para alegría de los italianos que vivían en Nueva York. El tenor napolitano grabó O sole mio en 1916 con The Victor Orchestra bajo la dirección de Walter B. Rogers, en un acompañamiento que, oído hoy, se nos antoja anticuado por folklórico y tradicional, pero con un exquisito y delicado sabor histórico.


Además de ser interpretada por todos los grandes cantantes de ópera italianos del siglo XX, recibió un nuevo impulso hacia la popularidad con las diversas interpretaciones que Los tres tenores, Plácido Domingo, José Carreras y Luciano Pavarotti, realizaron de diversos temas operísticos entre los que incluyeron O sole mio y que hizo que de nuevo volviera al gran público. El segundo enlace pertenece a una actuación que llevaron a cabo en Los Ángeles en 1994 bajo la dirección de Zubin Mehta. La sobreactuada interpretación era parte del espectáculo que se llevaba a un público no acostumbrado al repertorio, igual que los subtítulos que se han añadido al vídeo.


La tentación de utilizar la melodía hizo que cantantes del pop y el rock como Elvis Presley, Bryan Adams, Al Bano, Il Volo o Andy Bell llegaran a realizar versiones propias. Elvis realizó una versión que tituló It's now or never (Ahora o nunca), modificando sustancialmente la letra y adaptando la música a su personal estilo. En su último concierto es una de las piezas que quedaron recogida y la versión que enlazo, con subtítulos pertenece a una grabación en disco de 1960.



Finalizamos con una interpretación de Luciano Pavarotti en los BBC Proms de Londres 1991 grabada en Hyde Park. En ella podemos ver la grandeza de una de las canciones más conocidas del repertorio mundial junto con una de las más grandes e inimitables voces y la facilidad que Pavarotti tenía para las notas de la tesitura alta de la voz. La melodía es reconocida por el público nada más comenzar los primeros compases.



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2 comentarios:

  1. Qué post más bonito en torno al Sol, astro de vida, como así es en los hechos, puesto que existimos como planeta gracias a él. En tu introduccion señalas que la relación que tiene con la vida ha sido estudiada por la ciencia, dando paso del culto animista, al geogentrismo, de ahí al heliocentrismo para llegar hasta el big bang. La cuántica aun sin explorar por completo nos puede deparar grandes sorpresas sobre el origen de la vida incidiendo en el estudio del Sol. El enlazamiento que haces de la importancia del humanismo para dar protagonismo a este elemento me ha gustado, porque gracias al esfuerzo por los grandes descubrimientos científicos junto con el auge de las artes en la era del hombre, hemos sido capaces de crear grandes obras. Alfonso Reyes es peculiar haciendo poesía. No había leído nada de él, quizá como erudito, no sea conocido popularmente, pero el poema que he leído me ha parecido muy efectista con esos giros e imágenes comparativas que hacen que el Sol se presente jugando en la vida de ese niño rodeado por el astro durante todo el día.
    Los vídeos muy significativos. Caruso es Caruso, aunque me quedo con la versión de los tres tenores y la última de Pavarotti, pues como dices, queda muy teatralizado y llama la atención. Quizá me pierdo en los aspectos técnicos y por eso me fije en lo que destaca visualmente o voces conocidas.
    Elvis Presley hizo una versión rock melódica que siempre será recordada especialmente, dentro de su particular estilo.
    Gran post, Miguel, lo he disfrutado mucho.
    Un abrazo ;-)

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  2. Gracias por tu comentario, Marisa. Siempre estás dispuesta a comentar, colaborar y compartir con este y otros blogs, algo muy de agradecer y que dice mucho de tí.
    Quería tratar del sol de un modo desenfadado y poco trascendente. La experiencia de Reyes niño con el sol, ¿quién no le ha sentido de pequeño? En cuanto a las versiones de O sole mío, a cada uno nos gustará una más que otra. A mí personalmente, la de Elvis es la que menos me entusiasma, pero las de Caruso, con su sabor antiguo y la emoción de lo histórico y la de Pavarotti me parecen soberbias.
    Un abrazo :-)

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