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El (extraño) placer de las tormentas

Las tormentas y tempestades, como muchas de las manifestaciones de la naturaleza, tienen el poder de hacernos estremecer y sobrecogernos.
En un tiempo en que queremos tener todo controlado y que la naturaleza y todas las manifestaciones y los fenómenos que la acompañan están desapareciendo de nuestras vidas, en que pensamos que la lluvia nos molesta y perjudica en cuanto que afecta a nuestros planes y salidas, a la economía que tanto depende del turismo y el buen tiempo. En esas circunstancias, cuando la naturaleza y, en este caso los fenómenos meteorológicos, aparecen para mostrarnos y demostrarnos que están aquí, percibimos que no estamos por encima de ellas.
Te propongo un paseo alrededor de músicas y textos que tienen como principal protagonistas las tormentas y tempestades. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!



La irregularidad del tiempo atmosférico, la descontrolada fuerza con que arrolla en determinadas situaciones provocando el caos, la destrucción, la pérdida de vidas humanas y posesiones materiales, hacen que nuestro conocimiento, animado por las imágenes televisivas, se encuentre cada vez más alarmado.
Cada vez que nos encontramos ante tempestades y tormentas nuestro cuerpo se estremece y se encoge, pero a la vez se siente feliz y exaltado. ¿Cómo es posible que se produzca en nosotros tal paradoja? Por un lado, el poder de destrucción nos abruma, por otro, hay aún algo inexplicable, sobrenatural en las tormentas, algo que se escapa de nuestra comprensión y raciocinio y que muchos científicos han intentado descifrar.
Algunos investigadores han observado que durante las tormentas el aire está cargado de iones que pueden alterar nuestra psique y que, según algunos controvertidos experimentos, los iones negativos afectan favorablemente nuestro ánimo, a la vez que los positivos, a los que le falta un electrón, nos deprimen. En las tormentas, pero también en las cascadas e incluso la ducha, se rompe la composición de las moléculas que forman el oxígeno y los iones positivos se convierten en negativos. Este cambio, que aún no está clarificado, parte de la hipótesis sobre la serotonina que defiende que los iones positivos crean un exceso de las mismas que sirven como neurotransmisor asociado a sentimientos de felicidad, mientras que los iones negativos invierten este balance. Sea como sea, los sentimientos encontrados que nos afectan con las tormentas aparecen en nosotros desde los tiempos más remotos hasta la actualidad.

Pescadores en el mar. William Turner (1796)

Discípulo de Jean-Baptiste Lully y de Monsieur de Sainte-Colombe, del que fue yerno, Marin Marais fue un extraordinario violagambista y compositor francés durante el reinado de Luis XIV, el Rey Sol. Más de seiscientas composiciones para viola de gamba forman su obra a la que hay que añadir, entre otras obras, cuatro óperas: Alcide, Ariane y Bacchus, Alcyone y Sémélé
Aún en lo que podríamos llamar la primera época desde el inicio de la ópera, aquella en la que los protagonistas aún son dioses o héroes clásicos, en 1706 se estrenó Alcyone en el Palais-Royal de París a partir de un libreto de Antonine Hourdar de la Motte basado en el mito de Ceix y Alcíone según se narra en Las Metamorfosis de Ovidio
En el acto IV, Marais recrea una tempestad que es magníficamente interpretada por Jordi Savall al frente de Le Concert des Nations con la fidelidad a los instrumentos de la época que caracterizan al también violagambista, director e inquieto investigador catalán. Como curiosidad, podemos ver un instrumento atípico, el eolífono que imita el sonido del viento.



Casi tres lustros después del estreno de Alcyone, Antonio Vivaldi compuso una de las obras más celebradas de la música clásica. En 1721 publicó Il cimento dell'armonia e dell'invencione (Concurso entre Armonía e Invención), una obra formada por ocho conciertos para violín y orquesta, además de otros cuatro, los más conocidos, denominados Le quattro stagioni, dedicado cada uno de ellos a una de las estaciones del año.
Estos conciertos sobre Las cuatro estaciones están basados en sendos sonetos, dedicado cada uno a una de las estaciones. El texto que nos acompaña pertenece al Verano y en el texto que sirvió de inspiración a Vivaldi podemos advertir, en los dos tercetos finales, una tormenta veraniega que el compositor italiano describe de forma magistral en su obra.



Mari Samuelsen al violín solista con los Trondeheimsoloists en el Julekonsert i Vang kirke 2011 en Noruega, nos interpreta el Presto de El verano de las Cuatro estaciones de Antonio Vivaldi.




Visionario, un adelantado a su tiempo en lo que a inventos se refiere, uno de los autores que más nos han hecho viajar y vivir aventuras, apenas si abandonó su domicilio en contadas ocasiones. Julio Verne nos ha seducido con miles de páginas de sus novelas donde las ganas de viajar, el conocimiento de los lugares visitados, su geografía, costumbres y cultura, por una parte, y los avances científicos o los inventos que lo acompañaban, por otra, han llenado muchas mentes, de modo especial las juveniles. Quizás muchos retengamos en nuestra mente algunas descripciones de amaneceres, mercados exóticos, islas inexploradas o profundidades marinas. Él junto con Emilio Salgari ha sido de los autores que han descrito tanto la exuberante naturaleza como muchos fenómenos naturales. 
Uno de sus libros menos conocidos, El naufragio del Chancellor o, simplemente El Chancellor, es una asfixiante novela en que uno de sus protagonistas narra en primera persona lo que un grupo de supervivientes del naufragio del barco del mismo nombre ha de soportar para vivir en la única balsa que han podido recuperar del barco destrozado por la tempestad. 



En varias ocasiones Rossini utiliza la fuerza dramática de las tormentas para sus óperas, como en La Cenerentola. Quizás la más famosa de todas sea la que aparece en su última ópera Guillermo Tell, en la que aparece en una sección de la obertura y en el acto I con un sentido dentro del guion y del libreto.
Pero también en una de sus obras más conocidas y celebradas, El barbero de Sevilla, utiliza Rossini el escenario para la descripción de una tormenta. Este uso de lo que llamó Il temporale por parte del compositor italiano le sirve en la primera y última óperas citadas para desencadenar el final del nudo de la obra y acercar tanto a los personajes como a los espectadores al desenlace de la misma.
En esta ocasión el vídeo pertenece a una producción del Teatro Regio di Parma con la dirección musical de Maurizio Barbacini.


Un autor como Shakespeare no podía resistirse a la tentación de utilizar la tormenta como hilo argumental, ya sea en tierra o en el mar. Una de las últimas obras que escribió en solitario, La Tempestad, pertenece a ese grupo de comedias en que el escritor inglés fusiona lo real con lo fantástico y lo maravilloso como ocurre, por ejemplo, con El sueño de una noche de verano. No se conoce tampoco la fecha en que se escribió y estrenó, así como de dónde tomó el autor la inspiración. De lo que sí parece tenerse cierta certeza es que fue escrita para la celebración de alguna boda. La trama, la mascarada que se urde en el cuarto acto, en que Juno y Ceres desean una venturosa relación a los conyuges parece que serían las nupcias del Conde de Essex y Lady Frances Howard en 1611.
En La Tempestad Shakespeare vuelve a introducir personajes como elfos y hadas. Próspero, duque milanés, fue despojado del poder por su hermano Antonio, embarcado con su hija y dejado a merced de las corrientes. Llegaron ambos a una isla desierta en que se hallaba desterrada la hechicera Sycorax y donde liberó algunos espíritus sometidos por ella, como Ariel, a quien puso a sus órdenes. 
Tras una docena de años en tan singular isla, un navío en el que viaja precisamente Antonio se acerca a la isla. En esta ocasión no son los dioses, como en las mitologías griega y romana quienes utilizan la fuerza de la naturaleza para conseguir sus fines, sino Próspero, quien ordena a Ariel que ejecute una tempestad para hacer naufragar a su hermano y acompañantes.


Autores como Henry Purcell o en el pasado siglo Jean Sibelius han utilizado la obra de Sheakespeare para realizar una semi ópera el primero o componer música incidental para una representación de la obra teatral el segundo. De esta última obra, el compositor finlandés extrajo dos suites sinfónicas, a la primera de las cuales pertenece este enlace que recoge la Obertura de la música incidental para La Tempestad.
La interpretación corresponde a la Filharmonia Podlaska Europejskie Centrum Sztuki bajo la dirección de Young Chil Lee.



Poder sentir en pocos minutos la descripción musical y las sensaciones que una tormenta produce en el verano o las que pueda producir en pleno invierno sólo podemos alcanzarlos como seres racionales con una capacidad de abstracción. La siguiente propuesta musical proviene de Sergei Prokofiev y su ópera Voyná y mir (Guerra y Paz) a partir de la novela de Tolstoi. Fue estrenada en 1946 en Leningrado y revisada en varias ocasiones, representando un fresco tan monumental como la novela en que se basa y requiere un mínimo de 37 cantantes solistas cuando alguno de ellos dobla los personajes que interpreta.
Campo de trigo bajo nubes de tormenta. Vicent van Gogh (1890)
En el último acto y representando a uno de los vencedores de la guerra frente a las tropas de Napoleón, el General InviernoProkofiev describe una tormenta de nieve mientras los franceses se retiran por la carretera de SmolenkoProkofiev busca el máximo efecto haciendo bailar sobre los soldado que huyen a los diablos y las brujas (las Baba Yagas rusas) en agitados remolinos de aire mientras gritan y aúllan, a la par que el aire silba helado gracias a la percusión y el uso que el compositor hace de los instrumentos de viento y la cuerda. El resultado nos hace recogernos y encogernos de frío.
La versión, solo de audio, está interpretada por la Philarmonia Orchestra bajo la dirección de Neeme Järvi.


En cada ocasión en que una tormenta entre en tu vida, no dejes de recordar estos acercamientos que tantos autores han realizado a las mismas.

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Bibliografía y web interesante:

2 comentarios:

  1. Muy interesante lo que señalas, pero es que es cierto: por algo Zeus/Júpiter tenía como arma el rayo con la que además ganó la guerra llamada Gigantomaquia o Titanomaquia:
    Se dijo que Zeus «no retuvo más su poder», y sabemos por otras historias que su poder era tan grande que Semele murió incluso al ver su forma. Lanzó los rayos con tanta fuerza y ​​rapidez que parecía estar «haciendo girar una llama terrible». Vapor comenzó a elevarse alrededor del campo de batalla y los bosques se incendiaron. Era como si Urano y Gaia hubieran luchado del lado de los olímpicos, cielo y tierra contra los titanes.

    Se levantaron tormentas de polvo y los relámpagos caían con tanta frecuencia que eran cegadores. Zeus llamó a los Hecatonchaires, quienes arrojaron 300 grandes rocas a los Titanes como una lluvia de enormes granizos, llevándolos al Tártaro. Los antiguos dioses fueron luego capturados por los olímpicos, “quienes los ataron con amargas cadenas [and] los venció con su fuerza por todo su gran espíritu.” Cuando las grandes puertas de bronce fueron cerradas, la guerra terminó.

    Aparte, esa fuerza de la naturaleza, con todo su peligro, puede "evitarse": no es como un tsunami o un terremoto.
    Un abrazo.

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    1. Gracias, Mercedes.
      Un texto interesante que muestra y pretende explicar esa fascinante lucha que se desencadena en cada tormenta.
      Un fuerte abrazo :-)

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