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E.T.A. Hoffmann y la muñeca de Coppelius

Hubo un tiempo en que la investigación, los descubrimientos y los inventos prometían avances, pero a la vez se veían con miedo a sus desconocidas consecuencias. Quizás se parezcan a otros muchos.
A partir del siglo XIX algunos relatos e historias estaban poblados por el miedo y el terror hacia lo desconocido. La ciencia y los inventos que traían consigo, además de avances en la psicología, la medicina o en otros campos, abrieron una caja de pandora en la imaginación de la población que los autores encauzaron a nuevos géneros literarios como las novelas de ciencia ficción o de terror. 
Algunos autores fueron abriendo caminos desconocidos hasta entonces y llevaron su influencia a sus contemporáneos y a nuevas generaciones como el caso que nos acompaña en esta publicación.
Te propongo un paseo sobre uno de los relatos de E.T.A. Hoffmann que sirvió como fuente de inspiración a distintas obras musicales. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!


A Ernst Theodor Wilhelm Hoffmann le apasionaba tanto la música que decidió cambiar el tercero de sus nombres por Wolfgang en homenaje a su idolatrado Mozart. Así que fue conocido artísticamente como Ernst Theodor Amadeus Hoffmann y, más brevemente, E.T.A. Hoffmann.
Nacido en 1776 en Königsberg, capital de la Prusia Oriental alemana hasta que pasó a formar parte de Rusia con el nombre de Kaliningrado desde 1945, Hoffmann sufrió las consecuencias de la separación de sus padres, siendo educado de forma estricta por su tío materno.
Aunque por tradición familiar su principal profesión fue la de jurista, su verdadera pasión lo llevó por todas las artes desde la música a la pintura, pasando por la literatura, la decoración o el diseño, siendo en su tiempo uno de estos creadores que en la cultura alemana se conoce como Totalkünstler (artista completo). E.T.A. Hoffmann vivió en varias ciudades donde alternó sus trabajos jurídicos -fue consejero de justicia del tribunal de Berlín- con otros como la dirección de algún teatro, la dirección de orquesta o el trabajo de arquitecto.
Pero lo que nos ha llegado con más fuerza hasta nuestros días es su obra literaria. Autor de varios libros -algunos como Las opiniones del gato Murr han pasado por este blog-, sus colecciones de relatos son las que han alcanzado más éxito y reconocimiento. Integrado en el segundo impulso del romanticismo alemán, la obra de E.T.A. Hoffmann se desarrolló en un corto periodo de tiempo, desde su primera publicación en 1814 hasta su fallecimiento en 1822 antes de cumplir los cincuenta años, desarrollando una visión innovadora que se adelanta a los movimientos artísticos, siendo una influencia notable para muchos autores posteriores. 
En 1818 publicó Nachtstücke (Cuentos nocturnos), una colección de relatos en la que se incluye un cuento escrito el año anterior, Der Sandmann (El hombre de arena), un relato que podríamos clasificar como un precedente de los relatos de terror gótico en que lo psicológico tiene una presencia fundamental en el interior del protagonista. 
El protagonista Nataniel perdió a su padre cuando era joven, un recuerdo que asocia a la historia del hombre de arena con que su progenitor hacía que él y sus hermanos se fueran a la cama antes de que llegara amenazador.
El profesor Copellius -o quizás el vendedor Coppola, quién sabe-, el profesor universitario Spalanzani y su peculiar y adorable hija Olimpia forman parte fundamental en el desarrollo del relato.
Así relata Nataniel en una carta a su amigo Lotario la primera visión que tuvo de Olimpia. 


Este cuento ha sido fuente de inspiración para algunas obras musicales. Con seguridad, la primera de las ocasiones en que se utilizó el argumento de El hombre de arena fue para un conocido ballet del francés Léo Delibes. Con un libreto de Arthur Sain-Léon y Charles Nuitter y coreografía del primero. En mayo de 1870 se estrenó el ballet con el nombre de Coppélia en la Ópera de París con una prometedora protagonista, Giuseppina Bozzachi que solo contaba con 16 años de edad.
Coppélia es el nombre que dan en el ballet a la muñeca creada, en esta ocasión no por Spalanzani, sino por el misterioso Doctor Coppelius. La historia se desarrolla en un pueblo en el que el joven Franz -ya no es Nataniel- queda prendado de la autómata bailarina, olvidándose de su amada SwanhildaAquí, el color oscuro, casi tenebroso del cuento da paso a un color alegre, desenfadado, de comedia. 
Con una música que casi con seguridad es conocida, aunque puede que no reconocida, por todos, este primer enlace nos muestra el vals lento conocido como Swanhilda's Waltz del Acto I con la gran bailarina Natalia Osipova en la llamada Variación Osipova, creada por ella misma. El baile de la muchacha se desarrolla ante la mirada de la estática joven en la ventana del doctor Coppelius a la que quiere llamar la atención con sus movimientos sin conseguirlo. La interpretación está acompañada por la Orquesta del Royal Opera House de Londres con la dirección de Mark Ermler.


Los relatos cortos se prestan a entrar en el terreno que más atrae a E.T.A. Hoffmann, el relato fantástico en el que entran aspectos tan diferentes e innovadores como la magia, la cábala, el magnetismo animal, la psicología o la psicopatía, además de la medicina, que indagan en los avances y descubrimientos o el miedo que algunos de ellos producían en los lectores por las desconocidas consecuencias que pudieran acarrear en un futuro. La desbordante imaginación, el domino del idioma y de los resortes que subyacen en el lenguaje literario hace que su obra haya trascendido a su época y haya tenido tantos seguidores.
Un año antes de escribir El hombre de arena, Hoffmann comienza a celebrar reuniones con amigos y compañeros sobre la literatura, las Serephinen-Abenden (Veladas seráficas) que en unos años se convierten en Die Serapions-Büder (La Confraternidad de Serapión).
En El hombre de arena, Hoffmann mezcla el recurso de las cartas que se cruzan los protagonistas con el relato de un narrador en tercera persona. Así, va presentando la historia de Nataniel desde la visión subjetiva de quienes escriben la correspondencia a sus amigos. No es hasta que conocemos algo sobre ellos cuando el omnisciente narrador se decide a plantear a los lectores el comienzo de su relato a media res -a la mitad de las cosas- como él mismo dirá, de una forma tan particular como esta.


Coppélia se desarrolla desde el lado amable de la historia: la muñeca del Doctor Coppelius que interrumpe la apacible vida del pueblo. Mientras Franz deja de fijar su atención en Swanhilda y centra su curiosidad en el extraño doctor y su corazón comienza a palpitar por la estática muchacha, la joven desdeñada toma la iniciativa y, con sus compañeras, irrumpe en el piso de Coppelius. Allí descubre que la muchacha es en realidad una muñeca y ante un Franz que ha sido dormido por el inventor, ella misma se hace pasar por la muñeca, haciendo creer a Coppelius que su creación es capaz de tomar vida propia. 
Todo se presenta desde una óptica desenfadada, feliz y alegre, con un desenlace en consonancia con el desarrollo. Si obras como Frankenstein de Mary Shelley muestran el lado oscuro y sórdido del científico inventor que es capaz de crear vida, Coppelia presenta el lado liviano y ligero, como la otra cara de la moneda.
Quizás el lado más triste de esta historia venga con su primera protagonista. Cuando a sus dieciséis años Giuseppina Bozzacchi debutó con gran éxito en este papel se le auguraba una prometedora carrera. Una epidemia de cólera durante el asedio de París en el transcurso de la guerra Franco Prusiana truncó su carrera al acabar con su vida al cumplir los diecisiete años.
El enlace nos muestra el momento en que Swanhilda se hace pasar por la muñeca de Coppelius. La joven está interpretada por Marianela Núñez y el doctor por Gary Avis en una producción del Royal Opera House de Londres.


En un periodo de unos quince años se publicó toda la obra literaria de E.T.A. Hoffmann, desde su primer volumen de relatos Fantasiestücke in Callots Manier (Piezas fantásticas a la moda de Callots) aparecido entre 1814 y 1815, su primera novela Die Elixiere des Teufels: Nachgelassene Papieers der Bruders Medardus, einer Kapuziners (Los elixires del diablo. Papeles póstumos del hermano capucnino Medardus) cuyo título inspiraría a Dickens para Los papeles póstumos del Club Pickwick. A estas obras le siguió la citada Nachtstücke que incluye El hombre de arena en el bienio siguiente, hasta completar una veintena de obras entre colecciones de relatos cortos y novelas. No olvidemos que el ballet El cascanueces de Tchaikowsky parte de su relato Nussknacker und Mausekönig (El cascanueces y el príncipe de los ratones) y hay casi una decena de óperas y ballets que se basan en relatos suyos.

Una vez Nataniel ha conocido a través de su ventana a Olimpia, cuando el relato parece centrarse en lo idílico y tranquilo, la imprecisa figura de Coppola/Coppelius vuelve a entrar en escena de un modo inquietante.


La obra de E.T.A. Hoffmann ha servido como fuente de inspiración para muchos compositores. Además de la Coppélia de Delibes o El Cascanueces, podemos encontrar ideas suyas en Don Pasquale de Donizetti o en obras de Bellini e incluso algunas ideas en Wagner.
Pero la ópera más conocida basada en textos suyos es Les contes d'Hoffman (Los cuentos de Hoffmann) de Jacques Offenbach, en la que el propio creador es el protagonista sobre el que gira la obra.
Dividida en cuatro actos, la obra se basa en varios cuentos de E.T.A. Hoffmann: El hombre de arena, El consejero Krespel y El reflejo perdido. La ópera se desarrolla en una taberna de Luther en Nurenberg en un intermedio de Don Giovanni de Mozart a la espera de la gran cantante Stella. Qué menos que un homenaje a Mozart, ya que, si Hoffmann cambió su nombre por él, Offenbach era conocido como El Mozart de los Campos Eliseos). Instigado por Nicklause y los parroquianos, Hoffmann relata en cada uno de los actos restantes tres de sus fracasos amorosos con Olympia, Antonia y Giulietta, para terminar reconociendo ante su musa que su fracaso en el amor le lleva a su completa dedicación a la literatura. 


El segundo acto se basa en la historia de Nataniel y su relación con la muñeca Olympia de El hombre de arena. Aunque no sigue el argumento del escritor alemán, el libreto de Jules Barbier recoge algunas ideas y escenas con una sugerente y sorprendente fidelidad al original.
No hay diferencia entre Coppelius y Copelio en la ópera y el personaje protagonista es el propio Hoffmann, apareciendo marginalmente Nataniel como un estudiante, mientras Spalanzani y su hija Olympia -aquí con y- desarrollan el mismo rol que en la novela. 
C'est moi, Coppelius (Soy yo, Coppelius) muestra cómo Offenbach adapta el encuentro anterior entre Nataniel y el doctor al escenario con la intervención de Nicklause, un personaje que interactúa durante toda la obra sobre la conciencia del protagonista. El desarrollo de la escena, como comentaba anteriormente, es similar al del relato.
El enlace que nos acompaña pertenece a una representación celebrada en el Teatro Nacional de Ópera de Praga en 2010 con el terceto C'est moi, Coppelius interpretado por el barítono Tomasz Konieczny como Coppelius, el tenor Marc Laho como Hoffmann y la contralto Atala Schöck como Nicklause.


E.T.A. Hoffmann es uno de esos autores que han tenido una gran influencia tanto entre sus contemporáneos como en autores posteriores, tanto del mundo literario como de otras disciplinas artísticas.
Ese lado oscuro al que se dirigen sus obras, el punto en que ciencia y futuro, psicología y mente buscan lo que pueden ser avances que mejoren el mundo en que vivimos, aunque con el peligro de encontrar la destrucción, aparece en obras de escritores como Edgar Allan Poe, Theophile Gautier o Kafka. Su obra es la otra cara de la moneda de lo que serán los escritos de Julio Verne.


Siguiendo la historia de El hombre de arena, asistimos a un momento cumbre en el relato, el momento en que Spalanzani presenta a Olimpia -así con i latina- en sociedad y la fascinación con que Nataniel la observa, en primer lugar tal como la percibe, más adelante con los objetos de Coppelius.


Una personalidad tan polifacética como la de E.T.A. Hoffmann no dejó de moverse hacia donde le llevaban todas sus pasiones. Como músico compuso una treintena de obras que van desde la sinfonía hasta la misa o el miserere, pasando por canciones, oberturas o músicas incidentales para obras teatrales, además de algún singspiel -esa ópera en idioma alemán en que se combina lo cantado con el recitativo- y colaboraciones en libretos.
Además, esa pasión y el conocimiento que tenía sobre la música los puso al servicio de su actividad como crítico musical, especialmente en la revista Allgemeine Musikalische Zeitung, uno de los semanarios más veteranos de su especialidad y que aún continúa editándose.
Sus críticas sobre las obras de Beethoven, por ejemplo, demuestran el profundo conocimiento que Hoffmann tenía de la música, la estructura de las obras y los cambios y avances que el músico iba introduciendo en sus composiciones, hasta tal punto que, tras un tiempo sin conocer estos artículos, el propio Beethoven llegó a admirar la importancia e influencia de la crítica e incluso algunas obras de Hoffmann.


La escena en que el escritor muestra la presentación de la autómata fue recreada con el mismo espíritu e intención en Los cuentos de Hoffmann por Offenbach en la que, casi con seguridad, es el aria más conocida de esta parte de la obra, el aria de Olympia -aquí con y-.
Ante los invitados, Spalanzani muestra a Olympia a quien todos ven y reconocen como una autómata, salvo Hoffmann que la ve como el ideal de mujer que le corresponde en su amor. Olympia canta para todos el aria Les oiseaux dans la charmille, una canción que tiene la doble dificultad de tener una tesitura compleja y con algunos agudos complicados y el hecho de que debe ser interpretada como si de una autómata se tratara.
El enlace nos muestra una interpretación de la soprano Katheleen Kim grabada en el Metropolitan Opera House de New York en 2009 y dirigida por James Levine.


Todo el esfuerzo y el trabajo desarrollado por E.T.A. Hoffmann comienza a dar sus resultados a partir de sus primera publicaciones de 1814. A partir de entonces, su éxito y su reconocimiento crecen de forma progresiva. Su sensibilidad para todos los temas artísticos, la necesidad de seguir indagando en el lado más oscuro de la personalidad y una vida poco ordenada hacen que su salud se vea afectada por el alcoholismo y algunas enfermedades, una situación de la que no pueden sacarlo ni sus amigos ni su familia. Con cuarenta y seis años se encuentra paralítico, es incapaz de escribir por sí mismo y necesita quien le escriba al dictado. En marzo de 1822 dicta su testamento y muere tres días más tarde en Berlín sin ver terminados algunos de sus escritos.


El hombre de arena continúa más allá de la relación entre Nataniel y Olimpia para terminar centrándose en los desvaríos producidos en la mente del primero por la presencia del profesor Coppelius desde el fallecimiento de su padre cuando era un niño hasta las apariciones que va teniendo a lo largo de su vida.
Centrándonos en el paralelismo entre relato y ópera, después de la presentación, Nataniel y Olimpia bailan juntos, mientras el enamoradizo muchacho va apreciando las cualidades de la joven... a su manera.


Cuando Offenbach se propuso componer Los cuentos de Hoffmann era consciente de que sería su obra maestra, la gran obra seria que culminaría una serie de operetas que bebían y vivían de la actualidad de la sociedad francesa, unas obras que indagaban en los resortes sociales para indagarlos, reírse de ellos y criticarlos. Se le consideraba solo un fecundo creador, autor de un alto número de obras menores aunque muy populares como Orfeo en los infiernos o La bella Helena.
Los cuentos de Hoffmann era su oportunidad de entrar a formar parte del olimpo de los grandes compositores y lo consiguió, aunque el tiempo luchaba en su contra. Entrando en los sesenta años de edad, Offenbach notaba que el tiempo se le escapaba y no terminaría su obra. Como Hoffmann, la obra de Offenbach quedó incompleta. Falleció en octubre de 1880, quedando la obra inacabada y Ernest Giraud terminó de orquestarla y le añadió algunos recitativos, estrenándose en L'Opéra Comique de Paris en enero de 1881 sin el acto correspondiente a Giulietta. Tras un incendio en que se perdieron las partituras, se encontraron las originales en pleno siglo XX, montándose la obra tal como se representa en la actualidad. 
Pero eso es otra historia.



El acto de Olympia, el primero de los que forman Los cuentos de Hoffmann, finaliza con el desengaño del protagonista. Será el primero de los fracasos amorosos de Hoffmann al que seguirán los de Antonia y Giulietta.
El desenlace de este acto comienza con Voici les valseurs... (Aquí están los bailarines...) en el punto en que dejamos el relato de El hombre de arena y que continúa hasta el final de la historia.
El enlace nos muestra una representación del Teatro Alla Scala de Milán de 1995 con Natalie Dessay como Olympia y Neil Shicoff como Hoffmann, acompañados por Samuel Ramey, Cristina Gallardo-Domas con la dirección de Ricardo Chailly.


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Bibliografía y webgrafía consultadas:

6 comentarios:

  1. Si te soy sincero no conocía de nada ni la vida, ni la obra de Hoffmann, ni tan siquiera que fuese tan sumamente importante para la ópera a través de su literatura. Me ha llamado poderosamente la atención sus iniciales y digo, no se cómo narices va a ligar Miguel Ángel una cosa con la otra, pero me alegro que todo pertenezca a la misma persona y haber aprendido un poco de su obra literaria y su influencia en tu pasión. Un fuerte abrazo.

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    1. Quizás las iniciales sirvan de gancho, Eduardo, por eso están ahí.
      Es posible que ahora no se conozca mucho la obra de Hoffmann, pero fue importante a lo largo del XIX e influyó en un tipo de literatura, la fantástica y la gótica, la que utiliza conocimientos psicológicos para profundizar en los miedos de los protagonistas... Ahí fue todo un precursor sobre grandes autores. Además, era todo un personaje polifacético.
      Gracias por tu comentario.
      Un fuerte abrazo :-)

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  2. Hola Miguel, no conocía muchos episodios de la vida de Hoffmann y me alegra haberlo leído en este texto. Muy interesante. Un abrazo 🐾

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    1. Hola Rosa.
      Hoffmann es un gran desconocido, una persona de un creatividad insospechada que resulta interesante cuando se va conociendo todo lo que hizo. Igual que Offenbach, también una personalidad que fue conocidísima en su tiempo y, tras ser tildado de autor menor, ahora se está volviendo a descubrir.
      Un fuerte abrazo :-)

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  3. Hola Miguel no sabia nada de la vida y obra de Hoffmann, me trajo aqui la opera de opera de Offenbach y la famosa aria de la muñeca Olympia; en plena era de transformacíon digital y Machine Learning, me llamo la atención el adelanto en el tiempo del autor.

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    1. Hola, Carlos.
      Hoffmann fue un personaje inquieto, complejo y polifacético que se movió en algunos límites entre la ciencia, la psicología y la búsqueda del lado oscuro de las historias que se funden con su amor por la música y la literatura, siendo una influencia tanto para escritores como para compositores. Gracias por el comentario.
      Un fuerte abrazo :-)

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