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Los planetas y Gustav Holst

Observar lo que nos rodea es signo de curiosidad que nos muestra nuestra capacidad de aprender. Nos permite conocer lo que tenemos al alcance de nuestros sentidos y posibilita que muestra mente e inteligencia crezcan al relacionar e intentar comprender lo observado, vivido y sentido.
Desde los tiempos más remotos hemos tenido la curiosidad de observar lo que nos rodea, en primer lugar como mecanismo de defensa ante depredadores y diversos peligros, más adelante para poder construir un entorno más seguro, protector, avanzado y cómodo. 
Esa observación que hemos completado con el aprendizaje que se ha implantado en nuestras sociedades, nos ha llevado a desarrollar la vida que tenemos en la actualidad, una vida llena simultáneamente de grandes avances en el desarrollo y calidad de vida y de contradicciones en su distribución, equidad y respeto al medio ambiente y al planeta.
Observar el entorno urbano en el que vivimos para desenvolvernos en él y, en función de nuestras posibilidades mejorarlo es fundamental en nuestras vidas. Pasear por la naturaleza observando los paisajes, sus plantas y animales, además de despejar nuestros problemas y el estrés diario, es una forma de sentirnos parte de ella, de encontrarnos en contacto y en armonía con nuestro planeta.
Pero hay una observación, como mirar por encima de nuestras cabezas en la profundidad del cielo nocturno, que cada vez nos cuesta más trabajo por distintas razones: la contaminación lumínica que inunda nuestros pueblos y ciudades, la falta de tiempo y el tener que desplazarnos buscando lugares adecuados para realizarla, que limitan una actividad que nos acerca a nuestra propia esencia.
Este mirar al cielo sirve de argumento para celebrar años del nacimiento de un compositor que dedicó una de sus obras, quizás la más conocidas de todas, a los vecinos que nos acompañan en nuestro viaje alrededor del sol, los planetas.
Aprovechando que se cumplen años del nacimiento el 21 de septiembre de 1874 de Gustav Holst, te propongo un paseo por su obra más conocida, Los planetas. Nos acompañan en el viaje textos de Voltaire y Carl Sagan. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere! 


Gustav Theodore von Holst nació en Cheltenham, como decía, el 21 de septiembre de 1874, por lo que en 2024 se celebra el sesquicentenario de su nacimiento. Hijo del organista y director del coro de la iglesia de la localidad y de una cantante y pianista, desde pequeño comenzó a tocar piano, violín y trombón, hasta estudiar composición en el Royal College of Music de Londres.
Aunque llegó a tocar de modo profesional el trombón, prefirió centrar su vida en la enseñanza musical en las escuelas a partir de 1903 y, poco a poco, se fue abriendo el camino como compositor.
Su fama comenzó a crecer a partir de 1920 con la publicación de dos obras, El himno de Jesús para orquesta y coro y Los planetas, estrenada un par de años antes.
Aunque podamos pensar que esta suite orquestal que nos acompaña tiene relación con la ciencia y la astronomía, en realidad nada la une a esta ciencia que vivía un momento interesante en los años en los que Holst la compuso.

Gustav Holst, fotografía de Herbert Lambert (1921), National Protrait Gallery
En 1913, Holst viajó con unos amigos artistas a Mallorca donde le iniciaron en el estudio de la astrología. A su regreso, quedó fascinado por la lectura de What is a Horoscope and How is it cast? del astrólogo Alan Leo, por lo que se interesó aun más en esta materia y decidió componer una suite para orquesta en ese mismo año. 
Su intención era escoger un aspecto de cada planeta y componer una obra a partir de él, sin otro motivo más que entretener eliminando significados astronómicos o de cualquier otro tipo. Se propuso analizar las características de la personalidad de quienes conocía a partir del signo del planeta bajo el que habían nacido, llegando a dejar de lado más adelante, en cierta medida, los aspectos astrológicos para centrarse en su propia creatividad.
Así, ese mismo año comenzó a preparar la primera pieza planetaria, Mars, the bringer or war (Marte, el portador de la guerra). Este planeta se asocia en astrología con la confianza y autoafirmación, además de la energía, la fuerza, la impulsividad o la ambición. Para Alan Leo, los nacidos bajo el dominio de Marte son aficionados a la libertad y la independencia, son fiables en su coraje y aficionados a la aventura y el progreso, relacionándose con el dios mitológico que da nombre al planeta, el antiguo dios de la guerra y que se refleja en el color rojo con el que lo vemos.
Con estos mimbres, Holst parte de una quietud para alcanzar en segundos el augurio de una confrontación bélica. Es conveniente recordar que cuando comenzó a escribir este movimiento no había comenzado la Primera Guerra Mundial, pero cuando se estrenó ya había finalizado. En este movimiento bélico podemos intuir instrumentos de destrucción como ametralladoras, tanques o bombas, así como música que nos evoca fanfarrias guerreras. A lo largo del movimiento, una repentina calma es el preludio de un ataque aún más violento hasta finalizar abruptamente. Se trata de una pieza hipnótica, horrible en su concepto, pero bella en su forma, que se acerca más al dios de la guerra que a los conocimientos que se tenían en aquel tiempo del planeta rojo.

Nos acompaña Los Angeles Philharmonic Orchestra dirigida por su titular, el venezolano Gustavo Dudamel en una interpretación que se grabó en agosto de 2017 en The Hollywood Bowl.


Pese a la relación que establece Holst en su obra, me parece interesante compartir el punto de vista astrológico con otros distintos, como el relacionado con el pensamiento filosófico y el meramente astronómico.
Los planetas se conocen desde la antigüedad clásica hasta el punto de que su nombre proviene del griego πλανήτες (planétés) cuyo significado es «errante», diferenciándolos así de las estrella que permanecen fijas en el cielo y que cambian paulatinamente sus posiciones con el transcurso del año, las constelaciones y la época del zodiaco en que nos encontremos.

Ilustración del sistema solar de Juan d'Olivar para la novela "Entretiens sur la Pluralité des Mondes" (1686), grabado a buril
Entre sus muchos escritos, Voltaire nos remite a cuentos, historias y razonamientos de tipo filosóficos. En Cartas filosóficas y otros escritos se recogen algunos textos que tratan sobre la evolución del pensamiento, varios de ellos relacionados con nuestras observaciones celestes a lo largo del tiempo.
En otro de esos escritos, Cielo de los antiguos, utiliza la metáfora del gusano de seda en los siguientes términos:

Si el gusano de seda diera el nombre de cielo a la pelusilla que forma su capullo, razonaría igual que razonaron los antiguos, dando a la atmósfera el nombre de cielo, que es, como dice Fontenelle, la seda de nuestro capullo. Creyeron los antiguos que los vapores que exhalan los mares y la tierra y que forman las nubes, los meteros y los truenos eran la morada de los dioses. Los dioses descienden siempre de nubes de oro en  las obras de Homero, y por eso todavía hoy los pintores los representan sentados en una nube.

En el escrito que nos acompaña, Cielo material, Voltaire razona sobre cómo ha ido evolucionando esta idea a través del tiempo y cómo en determinados momentos ha avanzado el conocimiento de los planetas y cómo en otros han ido retrocediendo estos razonamientos científicos. Al hablar de los planetas, es interesante también comprobar que en el tiempo en que escribió este texto sólo se conocían cinco planetas principales.


Una vez compuesto Mars, Holst terminó de diseñar su obra a la que llamó inicialmente Seven pieces for Orchestra y que más adelante titularía definitivamente The planets.
Aunque los planetas de nuestro sistema solar son -eran- nueve, en esta obra solo aparecen siete. Plutón, que la comunidad científica ha descatalogado como planeta en los últimos años, aún no había sido descubierto cuando se compuso la obra y Holst decidió prescindir de nuestro planeta en su trabajo, considerando que la inmensa mayoría de las obras compuestas hasta entonces ya hablaban de nuestro planeta.
Además, decidió que el orden de las piezas no sería el habitual por proximidad hacia el sol, sino que comenzaría por la primera compuesta, Marte, una obra que posee la fuerza y la atracción suficiente para iniciar una obra.
Pocos días antes del estreno Holst indicaba que no era necesario un programa que explicara las piezas y que bastaba solo con el título de cada una para guiar la imaginación del oyente y que pudiera apreciar la riqueza y brillantez de esta música original, dramática y, en cierto modo, exótica y extraterrestre.


Te propongo dar un salto en la obra y dirigirnos al penúltimo planeta y movimiento. Uranus, the magician (Urano, el mago) comienza con un grupo de cuatro notas que van a aparecer de forma recurrente en todo el movimiento, en ocasiones como parte de la melodía principal, en otros casos, como parte contrastante de la misma. La pieza, con esas cuatro notas iniciales, recuerda de forma nítida a El aprendiz de brujo de Paul Dukas, que muchos tenemos asociado a Mickey Mouse en la película Fantasía. Holst presenta a este planeta como un mago cuya música sugiere la ejecución de trucos de magia de los que el propio mago se vanagloria hasta desembocar en una marcha grandiosa y algo ufana y fanfarrona que finaliza con un silencio. Tras este, comenzando por el arpa, la música se vuelve etérea e ingrávida como el espacio exterior para recordarnos dónde se encuentra el planeta. 

La música que nos acompaña corre a cargo de la BBC Symphony Orchestra dirigida por Susanna Mälkki en una interpretación que se llevó a cabo en el Royal Albert Hall londinense en junio de 2015 dentro de los Proms de esa temporada. 


Del texto de Voltaire, más relacionado con la historia del pensamiento nos acercamos a otro del que quizás sea el mayor divulgador de la astronomía del siglo pasado.
Carl Sagan (1934-1996) estudió en la Radway High School de New Jersey y se graduó como físico a los veinte años, doctorándose años después en Astronomía y Astrofísica. Compaginó sus clases en la universidad de Harvard con su participación en la NASA en el proyecto Mariner 4 que llevó a Marte la primera sonda espacial en 1965. Más adelante ingresó en la Universidad de Cornell, en Ithaca, New York, donde se convirtió en el director del Laboratorio de Ciencias Espaciales. Fue cofundador y presidente de la Sociedad Planetaria, la mayor organización sobre estudios e intereses espaciales. Volvió a participar en la NASA en la misión Apolo 11 hacia la Luna y en la Mariner 9, de nuevo a marte.
Su fama entre el gran público le llegó cuando decidió utilizar la televisión para divulgar la astronomía, la historia y la cosmología con su serie de programas Cosmos, la serie científica de mayor éxito en la historia de la televisión. 


Como consecuencia de esta serie publicó su libro Cosmos, en el que logra que las ideas científicas sean comprensibles y apasionen a los lectores desde la hipótesis del Big-bang hasta el conocimiento del espacio, el surgimiento de la vida en nuestro planeta o la posibilidad de que pueda existir en otros remotos lugares.
Nos acompaña un texto del capítulo inicial de Cosmos, En la orilla del océano cósmico en el que Sagan realiza un viaje por el espacio sideral que finaliza acercándose a lo que denomina «el patio de casa», nuestro sistema solar, el lugar donde desarrollamos nuestra vida y del que tan poco conocemos.


Para crear una obra que sugiriera música extraterrestre, en el sentido literal de la palabra, Holst tomó una serie de decisiones. Entre ellas se encontraba dar a cada movimiento una personalidad diferente, crear una suerte de estado de ánimo, lo que alejaba a la obra del modo sinfónico que el compositor no deseaba utilizar. 
Por otra parte, creyó necesario utilizar una gran orquesta con algunos instrumentos poco usuales que le ayudaran a crear esas atmósferas y estados de ánimo, incorporando el oboe bajo, la tuba tenor, la flauta contralto, el órgano y pasando a seis en lugar de cuatro el número de trompas, así como el uso de dos juegos de timbales.
Se inspiró en compositores como su amigo Ralph Vaughan Williams o Stravinsky, especialmente en El pájaro de fuego o Petrushka, cuya orquestación, los ritmos reiterativos y sus cambios súbitos llevó a su obra.

Portada de Los planetas (1921), una de las doscientas copias que se hicieron
En otro giro por el sistema solar, te acerco ahora al segundo, tanto de nuestro planetario como de la obra. Venus, el portador de la paz representa todo un contraste con el Marte que abre la obra. Evitando, o quizás no, el significado y el nombre de la diosa del amor, Holst transforma ese amor en armonía y crea una atmósfera que más parece interpretada por una orquesta de cámara que por una de más de cien instrumentos, proporcionando un sonido íntimo y sereno. Aquí aparecen en primer plano dos arpas, el carrillón y la celesta -un instrumento apenas conocido en aquel momento-. El compositor crea un movimiento hacia adelante y atrás con dos acordes que se van alternando, las arpas se van adornando con la música de las flautas y los cornos, enriqueciendo la armonía la presencia de un escueto violín solista. Una sugerente sensualidad va evolucionando hacia un sereno desvanecimiento. 
La música está interpretada por The Royal Liverpool Philharmonic Orchestra dirigida por Sir Charles Mackerras en una versión meramente orquestal que nos permitirá seguir adentrarnos en el texto siguiente sobre este planeta.


Contrastando con la visión cosmológica y el estado de ánimo que nos propone Gustav Holst, nos acercamos a otro texto de Carl Sagan.
En Un punto azul pálido: Una visión del futuro humano en el espacio, un libro que nos acompañó en el blog en Un punto azul pálido y lejano, el científico nos ofrece una apasionante visión del universo, mostrando cómo la ciencia a cambiado la comprensión de nuestra situación y nos alienta a valorar cómo vamos a utilizar esos conocimientos.

En el texto que nos acompaña, Sagan dirige nuestra mirada, en primer lugar hacia el Venus que observamos en el cielo, para acercarnos, poco a poco, al conocimiento que vamos adquiriendo a través de la ciencia. 


Los planetas se preestrenó en el Queen's Hall de Londres el 29 de septiembre de 1918, durante las últimas semanas de la Primera Guerra Mundial gracias a la insistencia de Adrian Boult, que dirigió la obra desde el pódium. Los músicos tuvieron las partituras apenas dos horas antes de interpretarla y buscaron a un grupo de miembros del coro de Holst y otros cercanos para interpretar Neptuno, la única página vocal de la obra, aunque sin texto. Aunque fue una suerte de concierto privado al que solo asistieron algo más de doscientos socios, Holst lo consideró como el estreno de la obra.
Meses más tarde se volvieron a interpretar algunos de los movimientos, dirigidos por Boult o el propio compositor, aunque el estreno completo se llevó a cabo en un concierto público el 15 de noviembre de 1920 con la Simphony Orchestra of London bajo la dirección de Albert Coates.


La música de Los planetas se ha utilizado en diversos medios, desde la televisión a la publicidad y ha tenido influencia en compositores posteriores. Si hay estudios que muestran la influencia en John Williams de la música de Wagner para para la composición de Star Wars (La guerra de las galaxias), también es conocido que se inspiró en la obra de Holst por haber escrito música sobre el espacio exterior cargada de un sentido dramático que se adaptaba a la idea de lo que se pretendía representar en la pantalla.
La última visita planetaria la realizamos a nuestros vecinos nos acerca a la que quizás es la pieza más conocida y utilizada en otros medios. La palabra jovial deriva del latín ioviâlis referido a Jove o Júpiter con la acepción, según el Diccionario de la R. A. E., de «alegre, festivo y apacible». En este sentido lo presenta Holst: Júpiter, el portador de la alegría. El planeta más grande de nuestro sistema, para los astrólogos un símbolo del poder, la riqueza o la posición queda aquí representado como el que transmite la alegría. Es la pieza de estilo más inglés de toda la obra, con una variedad de melodías joviales que se cruzan y transitan por todo el movimiento. Una enérgica melodía inicial es seguida por un tema más serio digno y majestuoso como una suerte de desfile, para finalizar con la melodía del comienzo. Seguro que la música te suena.

La interpretación corre de nuevo a cargo de la BBC Symphony Orchestra dirigida en los Proms de 2015 por Susanna Mäkki y grabada en el Royal Albert Hall de Londres el 27 de julio ese año.


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CONTENIDO EXTRA: Si deseas hacerlo ahora o volver más adelante para escuchar la obra completa puedes seguirla en el siguiente enlace en el que se va mostrando en la parte inferior de pantalla el movimiento que se está interpretando. 
La Sinfonierorchester - Frankfurt Radio Symphony acompañada por el coro  Vokalensemble de la organización para el movimiento de Neptuno está dirigida por Hugh Wolff en una interpretación que se llevó a cabo en Alte Oper Frankfurt el 10 de febrero de 2023.


Bibliografía y webgrafía consultadas:

6 comentarios:

  1. Hola, Miguel, súper curioso y útil tu artículo y, además, me has dado una idea para mis revistas, jeje. La música, sí, es conocida y utilizada en alguna película, me sonaba un poco.
    Un abrazo. :)

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    1. Gracias, Merche. Me alegra que reconozcas algunas de estas músicas tan utilizadas y que tu creatividad no descanse nunca.
      Un fuerte abrazo :-)

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  2. Hola Miguelángel, yo creo que Holst sin saberlo ya llevaba dentro la pasión por el universo, el cosmos y los planetas, pero que además quedó fascinado por la astrología y su conexión con los planetas...
    Me encantó el post.uy bueno. Un abrazo

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    1. Gracias, Nuria. Una de las pasiones de Holst era la astrología, hasta el punto que realizaba cartas astrales de sus amigos. Esta pasión le llevó a componer, ya que sus conocimientos siempre iban dirigidos de forma práctica hacia la música. De todas formas, Los planetas es una obra maestra.
      Un fuerte abrazo :-)

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  3. Estupendo el artículo, pues motiva a profundizar y acerca nuestros recuerdos de infancia: mi hermano mayor me enseñó, de manera práctica, el conocimiento de Sagan y otros ilustres del espacio. Saludos y felicitaciones.

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    1. Gracias, Héctor. Es importante mantener ese conocimiento y disfrutar simultáneamente.
      Un fuerte abrazo :-)

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