expr:class='"loading" + data:blog.mobileClass'>

Me llamo Erik Satie como todo el mundo

Je m'apelle Erik Satie comme tout le monde

Hay creadores que te fascinan por sus obras. Algunos lo hacen, además, por su visión de la realidad o del futuro; otros añaden también su personalidad, su vida y su forma de afrontarla como un condicionante o una consecuencia que nos ayuda a entender mejor sus obras.
Así, nos encontramos con autores que, más allá de sus creaciones, nos permiten relacionar sus vidas con sus obras. Es el caso de Beethoven, el incansable trabajador incomprendido en su tiempo que hubo de luchar contra su sordera y revolucionó el sentido del mensaje musical. O el de Mozart, ese genio precoz e indiscutible con una facilidad única para la creación musical. O Cervantes, el escritor que nos mostró la riqueza de nuestro idioma mientras renovaba el género de la novela. Son tantos los autores que a cada uno lo tenemos asociado, casi de forma indisoluble, con sus obras.
Erik Satie es uno de esos creadores que siempre me ha llamado la atención más allá de sus obras por su personalidad excéntrica, sus escritos, su forma de vida y los títulos e indicaciones de algunas de sus composiciones.
Te propongo indagar en la vida y obra de Erik Satie, uno de los creadores más revolucionarios, inconformistas e iconoclastas a través de sus escritos y músicas, mostrándonos su original y excéntrica personalidad. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!


Irreverente, excéntrico, polifacético y revolucionario, Erik Satie apareció en el panorama musical francés entre finales del XIX y comienzos del pasado siglo. Nacido en Honfleur (1866), siendo un niño se fue a vivir a París donde vivió prácticamente el resto de su vida. Fue un personaje que dejó escritas parte de sus reflexiones en diversas publicaciones, mostrando lo original y extraordinario de su pensamiento libre de ataduras. Estos escritos, repletos de un sentido del humor, cargados de ironía y originalidad fueron publicados en periódicos parisinos y recopilados después en obras con títulos que reflejan lo original y extraordinario de su pensamiento.
Huérfano de madre, volvió a su localidad natal para ser educado por su abuelo y un tío que le inculcaron la costumbre de fantasear y disfrutar con historias fabulosas. Tras demostrar aptitudes para la música, al volver a París, entró en el conservatorio de la capital francesa, aunque su aversión a la disciplina, las normas y al trabajo constante le hizo cambiar las clases por los cabarets de Montmartre
Poco a poco se fue formando una personalidad única en la que confluyen muchas y diversas aristas: Satie era un antiwagneriano radical, lo que podríamos llamar un «espantaburgueses» (quienes eran la mayoría de usuarios del arte y la música), o un iconoclasta que mostraba la misma aversión a la Academia oficial que la que ésta le profesaba a él. 
También entró en contactos con grupúsculos radicales tanto artísticos como vitales, como la Orden Rosa-cruz del Temple y del Grial creada por Joséphin Péladan que organizaba eventos artísticos y de la que fue nombrado uno de sus compositores principales componiendo una obra como Le fils des Étoiles (El hijo de las estrellas). Al entender que era considerado discípulo de Péladan, algo que él no consentía al no sentirse discípulo de nadie, abandonó esa sociedad y fundó la Iglesia Metropolitana de Arte de Jesús Conductor, del que él sería su líder, maestro de capilla y único miembro y cuya única finalidad era «atacar a la sociedad por medio de la música y la pintura». En este ámbito compuso su Messe des pauvres (Misa de los pobres), una obra para piano y coro que fue orquestada en 1990 por Maurice OhanaTambién entabló contacto con agrupaciones tan distintas como el movimiento surrealista o el dadaísmo, aunque nunca quiso entrar a formar parte de ellos.
En diversos periódicos y revistas parisinos fue publicando sus pensamientos, mostrando una peculiar forma de presentarlos, próxima a esos movimientos vanguardistas y a su original personalidad.
En Sobre música, músicos y otras memorias se recogen algunas de estas publicaciones que se recopilaron en obras cuyos títulos reflejan su originalidad: Memorires d'un amnésique (Memorias de un amnésico), Cahiers d'un mammifere (Cuadernos de un mamífero), Chroniques musicales (Crónicas musicales) y Observations d'un imbécile (Moi) (Observaciones de un imbécil (yo)).
El primero de los textos que nos acompañan refleja lo singular de su pensamiento trufado de un innegable y socarrón sentido del humor. Sus pretendidos y estrictos horarios, su alimentación a base de alimentos blancos, sus hábitos a la hora de dormir y soñar y otros detalles nos acercan a una profunda originalidad y desbordante imaginación. Ya podemos observar  que es todo un personaje.


Tras dejar el Conservatorio de París y entregarse a música en los cabarets, su obra fue tomando personalidad. Amante de los modos antiguos, ideó una suerte de medievalismo imaginario con el empleo de escalas inusuales con las que luchó contra el romanticismo evitando entrar en los postulados del dodecafonismo para desplazar el centro de la música de la tensión armónica al timbre, el color e incluso el ritmo.
Además, Satie incluye en sus obras unas indicaciones que sustituyen a las que habitualmente se utilizan. Expresiones tan particulares como «interpreta con la punta de tu pensamiento», «ármate con clarividencia», «sobre la lengua», «toca como un ruiseñor con dolor de muelas», «retire la mano y métasela en el bolsillo», «en el más profundo silencio», «con el rabillo de la mano», «con un candor recatado pero conveniente» o «con lágrimas en los dedos» recorren sus partituras.

Alfred Frueh, caricatura de Erik Satie (1917)
También fue amigo de Debussy de quien comentó: «Desde la primera vez que lo vi, sentí como un flechazo y sólo quería estar junto a él». La amistad, con algunos altibajos en los que se llegó a burlarse de él, duró toda su vida. Pese a que Debussy -seis años mayor- influyó en Satie, no es menos cierto que sin la obra de éste no habría llegado a los niveles que alcanzó su creación.
Satie disfrutaba enormemente tocando el piano en el Auberge du Clou o Le Chat noir mientras componía sus primeras obras en las que introdujo las armonías modales citadas. 
Basadas en antiguas danzas espartanas en las que jóvenes desnudos bailaban mientras imitaban posturas de lucha o pugilismo mencionadas por Jenofonte, Platón y Plutarco, en 1887-1888 compuso un tipo de obra nueva, sus Trois gymnopédies, piezas para piano que rompían con la tradición occidental para alcanzar un lenguaje simple y novedoso. Los dieciocho primeros compases de la primera de ellas utilizan tan sólo seis notas y no tienen desarrollo ni transición, representando tan solo un instante que se prolonga hasta el final.
Nos acompaña esta Gymnopédie nº 1, una obra que para algunos es una de las composiciones más melancólicas de todo el repertorio, como señala Jaime Altozano en La obra de piano más triste de la historia y que desprende un innegable lirismo. La interpretación corre a cargo de la pianista georgiana Khatia Buniatishvilli, una de las más grandes intérpretes de nuestros días en una grabación que pertenece a su disco Labyrinth.


Siempre me ha parecido interesante indagar y descubrir datos sobre Satie
Pese a su aversión a la música oficial y hacia los burgueses, con sus primeras obras comenzó a recibir ingresos con sus primeras composiciones, aunque nunca le sacaron de la pobreza más feroz y austera. De hecho, con sus primeros beneficios no tuvo más que para comprarse... ¡dos ladrillos!
Durante unos años compartió un dormitorio en Montmartre con el escritor Contamine de Latour, además de unos pantalones de gala que utilizaban a medias para evitar tener que gastarse un dinero que no tenían. Como contó a un amigo, el escritor Latour lo utilizaba durante el día y Satie lo recibía por la tarde, por lo que podía  estar hasta la madrugada tocando en el cabaret Le Chat noir con un atuendo adecuado. 
Poco más adelante llegó a comprarse siete trajes de pana exactamente iguales que fue su único atuendo durante los siguientes diez años.
Más adelante conoció a la pintora impresionista Suzanne Valadon con la que tuvo su única relación sentimental conocida durante unos seis meses, mudándose ella a una habitación cercana a la suya. Satie le escribía cartas apasionadas y le dejaba notas repartidas por la habitación hasta que la relación se rompió. Según él, por su propia iniciativa, contactando con la policía parisina para que lo protegiera de aquella mujer que iba a los mismos lugares que él. Tras ese episodio sentimental compuso su obra Vexations (Vejaciones), una pieza de apenas trece compases y poco más de un minuto de duración, pero que debería interpretarse 840 veces con una duración cercana a las veinte horas, para lo cual el intérprete habría de hacer ejercicios de meditación y relajación. La obra fue estrenada cuarenta años después por John Cage con la presencia de Andy Warhol.

Satie y Debussy en la puerta de la casa del último en la calle Bois de Boulogne de París, fotografía de autor desconocido, 15 de abril de 1917

Vuelvo de nuevo a compartir uno de los escritos recopilados eSobre música, músicos y otras memorias, extraído también de Memorias de un amnésico en el que vuelve a escribir con ese singular sentido del humor y pensamiento particular. El gusto de Satie por los animales quedó reflejado en algunas de sus publicaciones: «He guardado hacia los animales una verdadera simpatía. Hay algunos que me gustan mucho: el bogavante, por ejemplo, pero sienta mal a mi estómago, desgraciadamente para él, porque de lo contrario lo comería con frecuencia».
En el siguiente texto trata sobre la inteligencia que atesoran los animales y su sentido de la musicalidad, vistos desde el punto de vista antropológico. No me digas que no se adelanta a su tiempo.


Tras pasar su etapa más mística con su incursión en los rosacrucistas y su Iglesia Metropolitana, en plena crisis creativa con treinta y nueve años decidió entrar en la Schola Cantorum, una de las instituciones musicales más prestigiosas y conservadoras para estudiar contrapunto.
Tras triunfar entre la burguesía algunas de sus obras gracias al patrocinio de autores como Ravel, Satie multiplica sus composiciones con tono humorístico realizando burlas y parodias con el uso de temas populares. Aparecen así obras con títulos como Piezas frías, Embriones disecados, Tres valses distinguidos con exquisito mal gusto, Preludios flojos para un perro, Cosas vistas de derecha a izquierda sin gafas o Sonatina burocrática.

Santiago Rusiñol, Satie tocando el armónium (1891)
Denostado por unos y admirado por otros, Satie comenzó a formar parte de la vanguardia musical y a ser objeto de interés por los nuevos compositores, especialmente el Grupo de los Six. Entre sus ideas que apuntaban hacia el futuro, llegó en 1917 la idea de su Musique d'ameublement (Música de mobiliario), una música sin intención artística, con el mismo sentido que un sillón o un sofá: proporcionar confort al usuario. Lo explicó así años más tarde en una carta escrita el 1 de marzo de 1920 al escritor vanguardista Jean Cocteau:

La música de mobiliario es fundamentalmente industrial. El hábito -el uso- de hacer música en ocasiones en las que la música no tiene nada que ver. Allí tocamos valses, fantasías de óperas y otras cosas parecidas, escritas con otro fin. Queremos establecer una música hecha para satisfacer necesidades "útiles". El arte no entra en esas necesidades. La música de mobiliario crea una vibración, no tiene otro propósito; cumple el mismo papel que la luz, el calor y el confort en todas sus formas.

Exijan música de mobiliario.
Ni reuniones, ni asambleas, etc. sin música de mobiliario.
No se case sin música de mobiliario.
No entre en una casa en la que no haya música de mobiliario.
Quien no ha oído la música de mobiliario desconoce la felicidad.

No se duerma sin escuchar un fragmento de música de mobiliario o dormirá usted mal.

Es estreno de esta Música de mobiliario en una galería de arte fue un suplicio para el compositor. Cuando comenzó a sonar, los asistentes se apresuraron a dejar lo que estaban viendo, buscar asiento y atender la música, mientras el compositor no paraba de vociferar indicándoles que siguieran paseando, que hablaran y que no escucharan la música. Fue un tipo de obra totalmente incomprendida en su momento y que hoy está más que utilizada.
Ese es el fundamento de algo tan habitual hoy como la música de ambiente que se pone en lugares públicos como aeropuertos, estaciones, salas de espera, supermercados o las que nos hacen escuchar mientras esperamos al teléfono. O, como finaliza la carta a Cocteau, la que nos ponemos para dormir, no una que nos apasione y nos impida conciliar el sueño, sino la que nos lleve directamente a él.  

El rechazo que tuvo en varias ocasiones para ser admitido en la Academia de Bellas Artes unido a los comentarios de su amigo Debussy de que su música no tenía una estructura formal tuvieron respuesta en Satie. En 1903 y tras varios días de trabajo se presentó ante su amigo con una nueva obras. Tres morceaux en forme de poire (Tres piezas en forma de pera), un título que muestra su innegable dominio del sarcasmo y del sentido del humor, ya que en realidad no posee tres partes sino siete, ni tienen, por supuesto, forma de pera. 
Escrita para piano a cuatro manos, es una obra en la que confluyen definitivamente los dos estilos que serán el sello de Satie: la música popular y la música culta y elevada 
Nos acompaña esta Tres piezas en forma de pera interpretada por los pianistas Alexandre Tharaud y Eric Le Sage con los siguientes títulos e indicaciones, algunas de ellas reutilizadas de composiciones anteriores:
1- Manière de Commencement (Manera de comenzar), utilizada en la Gnossienne del primer acto de Les fils des étoiles, 1891.
2- Prolongation du même (Prolongación de lo mismo), usada en Le roi Soleil de Plomb, obra inconclusa e inédita, 1900.
3- Primera pieza (Lentamente), compuesta en 1903.
4- Segunda pieza (Enérgica), utilizada en Napoleon Imperial, 1901.
5- Tercera pieza (Brutal), compuesta en 1903.
6- En plus (Más), utilizada en Dance para orquesta en 1896 y no publicada.
7- Redite (Repetir), utilizada en Le boeuf Angora (El buey de Angora), sobre 1901.

He buscado una versión de audio de forma que, como si fuera Música de mobiliario te propongo escucharla, si lo deseas, mientras continúas leyendo esta publicación.


Después de haber pasado por la Schola Cantorum, Satie comenzó a cambiar no sólo su estilo y pericia compositiva, sino también sus hábitos. Dejó sus trajes de pana y los sustituyó por otro uniforme consistente en un traje con cuello postizo, bombín y paraguas. Además, por sus problemas económicos dejó su habitación y alquiló un minúsculo cuarto en Arcueil, a unos diez kilómetros de París. Llegar al centro le suponía mucho tiempo de caminata y, pensando en que no le atracaran por el camino, siempre llevaba en su bolsillo un martillo para defenderse. En ese cubículo estuvo viviendo los veintisiete últimos años de su vida sin permitir que absolutamente ninguno de sus amigos entrara en él.
El Gymnopédiste, como él mismo se presentaba en Le chat noir (El gato negro) de Montmartre, era uno de los compositores, junto a Debussy y otros, que comenzaron a renovar la música francesa y europea partiendo de cero, una música basada en lo popular y automatizada y que se encaminaba hacia la brillantez y luminosidad de la vida cotidiana, frente a la vanguardia de Viena que se dirigía a unos modelos alejados de lo popular.

Santiago Rusiñol, Erik Satie, bohème (1891), Museo Staedel (Frankfurt)
El texto que he seleccionado a continuación pertenece a una publicación de Les feuilles libres publicado por él en 1924 y que fue recopilado en Otras memorias. En él realiza una autobiografía con ese estilo tan peculiar en el que el sentido del humor es la forma primaria de relacionarse.


Irremisiblemente pobre durante toda su vida, pese a que en los artículos que publicaba hablara de sus criados, los últimos años de su vida siguieron marcados por su personalidad estrambótica, sus originales composiciones que crearon diversas controversias y una creciente influencia entre los jóvenes compositores. También dedicó muchos artículos periodísticos a luchar contra sus grandes enemigos: los críticos musicales a los que denostaba y con los que se metió agriamente hasta el punto de acabar en diversos juicios. 
Su música cada vez se hizo más desnuda y esencial, sin adornos de ningún tipo, buscando una simpleza y sencillez que se acompañaba en la mayoría de las ocasiones de ritmos tranquilos y serenos.

En los últimos meses de su vida, ya ingresado en el hospital Saint-Joseph recibió las visitas del compositor Darius Milhaud y su esposa, quienes le atendieron y acompañaron junto a otros amigos. Uno de ellos, el joven compositor Henri Sauguet dejó escrito sus últimos momentos acaecidos en 1925:

Falleció tranquilamente a las 8 de la tarde del 1 de julio, después de recibir los últimos sacramentos de la Iglesia. (...) Sus últimas palabras fueron «Ah! Las vacas...»

Tras su muerte, Milhaud, el hermano de Satie y Robert Caby entraron en el cuarto de Arcueil en el que había vivido el último cuarto de siglo para recoger sus pertenencias. En medio del desorden y una suciedad de años, encontraron sus trajes de pana, ¡cien paraguas!, varios sombreros y bastones, multitud de cartas y composiciones sin publicar de las que nadie tenía noticias, infinidad de papelitos con anotaciones y el retrato que le hizo Suzanne Valadon. También aparecieron miles de dibujos guardados en cajas de puros e inscripciones escritas sobre pequeños trozos de cartulina.
Darius Milhaud describió la escena, mientras se quejaba amargamente por la falta de atención que las instituciones y la sociedad habían dispensado a su amigo:

Parece mentira que Satie hubiera vivido en tal pobreza. El hombre cuya vestimenta impecable y limpia le daba un aspecto de funcionario modelo no tenía literalmente nada a su nombre que valiera un céntimo: una cama miserable, una mesa con los objetos más insospechados, una silla y un armario casi vacío con una docena de trajes de pana pasados de moda, nuevos e iguales. En cada rincón de la habitación había amontonados papeles viejos, sombreros y bastones. Sobre el antiguo piano roto, con los pedales sujetos con cuerdas, había un paquete con matasellos de varios años antes que había sido abierto por una esquina para ver qué contenía: un cuadro, seguramente un regalo de año nuevo. Sobre el piano encontramos obsequios de una entrañable amistad: una edición de lujo de Debussy, poemas de Baudelaire... Con su meticulosidad habitual había ordenado en una caja de puros más de cuatro mil papelitos con dibujos y textos extravagantes que hablaban de tierras encantadas, de charcas y pantanos de la época de Carlomagno.

Hasta tal punto estaba abandonado el cuarto, que la partitura de su ópera para marionetas Geneviève de Brabante que Satie creyó haber olvidado en un autobús apareció meses después caída detrás del piano mientras realizan una exhaustiva limpieza.

Suzanne Valadon, retrato de Erik Satie (1983), Musée National d'art moderne
Junto con las Gymnopédies, las Gnossiennes son otras de las piezas de Satie que han quedado entre las más apreciadas por el público. Si en aquellas, el nombre tenía un origen reconocible, en estas, el término es una invención del compositor, aunque se han elaborado diversas teorías sobre el origen del mismo.
Las Gnossiennes son un grupo de seis composiciones publicadas en dos grupos de tres entre 1893 y 1897 y que tuvo distintas reediciones, modificando el orden de las mismas y las dedicatorias.
La pieza que nos acompaña es la primera de las Gnossiennes, una de esas obras que a todos nos suenan aunque no sepamos de qué. Con la indicación Lent (Lento) y compuesta en 1890, es una pieza que hoy nos puede parecer poco revolucionaria, pero que en su momento rompió con la estética del romanticismo. Su melodía simple que se mueve dentro de un tono menor con evocaciones de música oriental se acompaña con acordes de tónica con tonalidades grises creando una obra tranquila y melancólica.
La interpretación corre a cargo de Alessio Nanni con un piano Steinway y fue grabado en noviembre de 2009. 
De esta forma finalizo esta publicación sobre un personaje tan minusvalorado y sobrevalorado a la vez como Erik Satie y que tendrá una continuación con uno de sus ballets próximamente.

Si te gusta... ¡Comenta, comparte, sugiere!


Si deseas más información sobre Erik Satie, su vida y sus obras, puedes acercarte a los enlaces que he utilizado para esta publicación.

Bibliografía y webgrafía consultadas:

La denuncia social en la ópera

La conozcamos con mayor o menor profundidad, forme parte de nuestros gustos y aficiones o no, la sintamos próxima a nosotros o nos resulte indiferente, todos tenemos unas mínimas referencias y nociones de qué es la ópera.
Aparte de conocer algunos de sus títulos, de sus músicas, o aquellas arias o coros que forman parte de nuestro ámbito cultural, la ópera nos aporta mucho más que música. Nos presenta historias que recorren todo el ámbito de las pasiones humanas y toda la gama de sentimientos que podemos sentir y expresar, logrando que podemos sentir reflejados en ella nuestra vida y las experiencias que tenemos de ella. 
Además, la ópera representa una sutil y delicada unión de textos dramáticos (o cómicos en algunas obras), música instrumental y vocal, decorados, vestuario y acción escénica alcanzando lo que Wagner denominaría Gesamtkunstwerk, la obra de arte total en la que se engloban todas las demás. 
Si en sus comienzos, con las nuevas ideas de la Camerata Fiorentina, las primeras obras de Jacopo Peri -que no conservamos- y Claudio Monteverdi trataban sobre dioses y personajes de la mitología grecorromana, no fue hasta que los autores comenzaron a buscar protagonistas más cercanos, se aproximaron al realismo social y se adentraron en la psicología de los personajes de las obras, cuando aparecieron las primeras obras en que se incluían denuncias relativas a la sociedad y sus distintos problemas e incongruencias.
Aunque se tenga la idea de que la ópera es elitista para las clases altas y la burguesía, la dirección de un escenario tan prestigioso como el Gran Teatre del Liceu de Barcelona se preguntaba hace unos años si eran elitistas espectáculos vistos por 33.000 espectadores como Turandot, 24.000 como Cavallería rusticana y Pagliacci o los 30.000 que asistieron a las funciones de Aida.
Es más, compositores como Mozart o Beethoven trataron en sus obras temas universales en los que todos los espectadores pueden identificarse incluso en nuestros días. Además, muchas obras están basadas en textos de escritores tan leídos y populares como Shakespeare, Goethe, Victor Hugo o Cervantes. De hecho, muchos compositores han elaborado sus obras pensando en el gran público, con ejemplos tan evidentes como Rossini, el propio Mozart, Bellini o Verdi, cuyas obras contenían melodías que se hicieron enormemente populares en su tiempo y se cantaban por las calles.
En este contexto comenzaron a surgir críticas y denuncias sociales más o menos explícitas que fueron ahondando en los espectadores y que, en nuestro tiempo son acentuadas en algunas producciones que se llevan a cabo en los distintos escenarios. Desde las vertidas por Mozart en La nozze di Figaro en relación a las relaciones entre señores y criados hasta las que Alban Berg expresa en Wozzeck donde denunciaba los abusos del poder hacia el proletariado, además de alienar a los miembros más frágiles de la sociedad, pasando por la negación de las relaciones entre familias enemistadas como en las distintas versiones de Romeo y Julieta.
En esta publicación nos centraremos en varias escenas de ópera en las que se presentan, en unas de forma más velada y en otras más evidente la denuncia que sus autores realizaron con sus obras. Como estos, hay muchos más casos en este arte tan rico y espectacular.
Te propongo acercarte a tres escenas de ópera en las que se realizan denuncias a la sociedad. Nos acompañan textos de Ángeles Caso y Arturo Reverter y obras de Verdi, Puccini y Bellini. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!




La primera escena pertenece a La Traviata de Verdi, una de sus óperas más conocidas y que, junto con Rigoletto y El trovador se estrenó en un plazo de apenas un año.
La traviata tiene un trasfondo que afectaba personalmente al compositor italiano, que en aquel momento, viudo desde hacía bastante tiempo, vivía con la cantante Giuseppina Strepponi que no era aceptada en los círculos sociales de Verdi. En gran parte, La traviata es una obra en que criticaba la doble moral y la murmuración y el derecho de la soprano a ser respetada junto a él en sus decisiones personales y en sus relaciones.

Ermonela Jaho y Plácido Domingo en La traviata, Royal Opera House (20199
Nos acompaña un texto de la biografía escrita por Ángeles Caso Giuseppe Verdi. La intensa vida de un genio en que trata de la novela en que se basó, La dama de las camelias de Alexandre Dumas hijo, su elección de la historia y la contemporaneidad de la misma como forma de reafirmar su relación con la Strepponi.



Dentro de esta obra nos acercamos a una de las escenas en que la denuncia social es más evidente, el duetto entre la protagonista Violeta Valery y Giorgio Germont, el padre de su amado Alfredo. Se trata de la quinta escena del segundo acto en la que el padre, representante de la sociedad que Verdi critica, le pide a la Violeta que realice el sacrificio de abandonar a su hijo para salvaguardar el buen nombre familiar.


Nos acompaña el final de la cuarta y el comienzo de la quinta escena en la que Cristina Ortega interpreta el rol de la protagonista y Rufino Montero el del anciano Germont en una representación grabada en 1989 el Teatro Ciudad de México llevada a cabo por la Compañía Lírica de Cristina Ortega bajo la dirección musical de José Luis González. Aunque la calidad de la imagen y del sonido no son óptimos, los subtítulos nos ayudan a seguir con más intensidad la acción dramática. 


La escena continúa con una de las arias más conocidas de la ópera, Pura siccome un angelo (Pura como un ángel), con la que Germont pretende forzar a la amada de su hijo a que lo deje. Tras el aria, asistimos a la conclusión del dúo en el que se consuma la intención.
Buscando un enlace con subtítulos en nuestro idioma para seguir apreciando la intensidad y fuerza dramática de la acción, tanto la imagen como el sonido tienen aún menos calidad que el anterior, pero ayudan a entender la situación. Siempre puedes buscar en las redes una versión con mayor calidad aunque no esté subtitulada. 
Milagros Poblador en el rol de Violeta y Víctor Brown como Giorgio interpretan esta producción que se grabó en el Teatro Calderón de Madrid en la temporada lírica de 196 con la dirección musical de José A. Irastroza.


La denuncia de la segunda escena hace referencia a un tema tan delicado como las costumbres y tradiciones y el hecho de renegar de ellas para abrazar otras distintas. En el fondo, si se permite la expresión, contra la cultura, la raza o la civilización.


En Madama Butterfly, Giaccomo Puccini nos presenta la historia de Cio-Cio-San, una joven geisha que se enamora de Pinkerton, teniente de la marina de los Estados Unidos con quien se va a casar. Así, reniega de sus costumbres y religión para convertirse al cristianismo, lo que la lleva a ser acusada por sus familiares, quienes también acaban renegando de ella. 
Basada en una historia real que sucedió en Nagasaki en la década de 1890 y de la que traté en Òpera en zapatillas: Madama Butterfly, nos quedamos con la escena del primer acto en la que el tío Bonzo aparece antes de la ceremonia matrimonial para maldecir a la joven Cio-Cio-San frente a Pinkerton, el embajador y todos sus familiares.

Cartel de Leopoldo Metlicovitz para la representación de Madama Butterfly (1904)
El texto que nos acompaña está extraído de Opera Collection de Ediciones Orbis, S. A. dedicado a Madama Butterfly y describe al detalle la citada escena. 

La escena, que también pertenece a un enlace con escasa calidad nos muestra a un joven Plácido Domingo en el papel del teniente Pinkerton, Mirella Freni como Cio-Cio-San y Marius Rintzler en el rol del Tío Bonzo en una producción para vídeo dirigida por Herbert von Karajan. La sola presencia escénica del bonzo impresiona e intimida sin abrir la boca. 


La última escena en que se critica o denuncia una situación pertenece a una de las obras cumbres de Vincenzo Bellini, Norma, la obra que contiene Casta diva, una de las arias más conocidas del repertorio.
En la historia de la sacerdotisa gala se nos muestra una historia en la que el amor, la traición y los celos se unen de nuevo a dos culturas diferentes, la de los galos y los invasores romanos, marcada por la imposición de la religión.
La suma sacerdotisa de los druidas, Norma, mantiene una relación prohibida con Polione el procónsul romano con quien tiene dos hijos. Este a su vez mantiene otra relación con Adalgisa, joven sacerdotisa y amiga de Norma. La suma sacerdotisa intenta asesinar a sus hijos por despecho -la obra original en la que se inspira se titula Norma o la infanticida-, pero es incapaz de llevarlo a cabo. Decide declarar una guerra que antes ha desestimado a los romanos. Al hacer prisionero a Polione este debe ser sacrificado para acabar la guerra satisfactoriamente. Norma intenta buscar una solución prometiéndole que si renuncia a su nuevo amor ella conseguirá que lo perdonen. Al negarse, ella se ofrece a ser sacrificada anunciando ante su padre Oroveso, jefe de los druidas y toda la comunidad que ha roto sus votos de castidad y ha mantenido relaciones con el enemigo, ha traicionado a su pueblo y manda preparar la hoguera para ella. Ante este gesto, el amor de Polione vuelve a renacer y juntos se dirigirán al suplicio, ante los ruegos de Oroveso.

Ilustración del elenco del estreno de Norma en 1831 con Giudita Pasta, Giulia Grisi y Domenico Donzelli
Este final de la ópera muestra la maestría de Bellini para construir el desenlace de la obra en un crescendo que va aumentando hasta el tremendo final.
Nos acompaña un texto del crítico musical y director del programa Ars Canendi de Radio Clásica de RNE publicado con motivo de la representación de Norma en el Teatro Maestranza de Sevilla en la temporada 1999-2000.


El enlace con que termino esta publicación sobre algunas denuncias que se realizan en la ópera nos muestra el final de Norma en ese crescendo trágico sobrecogedor que compuso Bellini, en el que los subtítulos en castellano nos ayudan a apreciar la intensidad del drama que se desarrolla. 
La interpretación corre a cargo de la soprano June Anderson como Norma, Shin Younh Hoon como Polione, Ildar Abdrazakov como Oroveso y Daniela Barcelona como Adalgisa con la Orquesta Europa Galante y el Coro del Festival Verdi dirigidos por Fabio Biondi y que se rpresentó en el Teatro Regio di Parma.

Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!


Bibliografía y webgrafía consultadas:
  • Madama Butterfly. Opera Collection, Ediciones Orbis, S. A., coordinadora de la publicación Anna Angrill, ISBN 84-402-1722-6.
  • Ediciones Orbis, S. A. Madame Butterfly de la colección Opera Collection
  • Publicación para la ópera Norma de Vincenzo Bellini. Teatro de la Maestranza y Salas del Arenal, S. A. Temporada 1999-2000. Depósito legal: SE 2196-97.