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¿Escribimos a mano o con teclado?

Una de las principales habilidades que poseemos los seres humanos consiste en la capacidad de realizar movimientos que relacionan nuestro cuerpo con nuestra mente y nos permiten reconocer, interpretar y actuar sobre cuanto nos rodea. Esos movimientos son más sutiles en determinadas partes del cuerpo, de forma especial en nuestras articulaciones superiores, las manos. 
Nuestras manos son el órgano de movimiento más sofisticado y diferenciado que existe, siendo biomecánicamente la parte más compleja de nuestro organismo, añadiendo a su funcionalidad el hecho de tener un pulgar en una posición que le permite asir objetos de diverso tamaño de diversas formas.
A la habilidad para manipular y construir objetos de forma precisa le añadimos el hecho de utilizar nuestras manos para comunicarnos a través de ademanes y gestos con los que podemos mostrar nuestras vivencias interiores, por lo que podemos expresar emociones y sentimientos, además de aprobación, negación o enfatizar algunos tipos de reflexiones.
Todos estos movimientos están conectados con el cerebro, de modo especial a través del sentido del tacto y el movimiento. 
Durante siglos hemos ido adiestrando y especializando los movimientos de la mano con la creación, confección y fabricación de distintos objetos y productos, la elaboración de comidas o la producción de obras de artesanía y artísticas. 
Aunque en algunos momentos ese trabajo se ha asociado a obreros y artesanos y se les ha opuesto al trabajo realizado con la mente, de modo especial en las últimas décadas, su importancia es capital en nuestro desarrollo y existencia.
Con la llegada de las nuevas tecnologías nos vemos envueltos en una revolución que está haciendo desaparecer, no ya distintos oficios, sino incluso algunas funciones en nuestro organismo. Sobre todo para nuestro beneficio, aunque también tiene sus inconvenientes.
Es cierto que nos ahorran tiempo en algunas funciones como la memorización, el acceso a datos y servicios o la escritura. Ya no nos sabemos los números de teléfono o las direcciones de email de nuestros familiares y amigos más cercanos, sino que los tenemos guardados en la agenda de nuestro móviles o dispositivos, nunca hemos tenido acceso a tanta cantidad de música o películas alojadas en distintas plataformas.
Con el cálculo o la escritura también nos ocurre algo similar. Prácticamente no realizamos operaciones con papel y lápiz -o bolígrafo-, sino con la calculadora, y escribimos mucho más -o exclusivamente- con teclado en lugar de utilizar el bolígrafo. Hemos ganado mucho con los procesadores de texto que tienen nuestros dispositivos y con algunas aplicaciones de mensajería. De hecho, en algunos países nórdicos se ha eliminado hace unos años el uso del lenguaje manuscrito en los planes de estudio. Afortunadamente están dando marcha atrás y volviéndolo a retomar en los últimos años.
En esta publicación te invito a reflexionar sobre la importancia de utilizar la escritura manuscrita o a través de teclado para comunicarnos por escrito. Nos acompañan textos de o sobre Paul Auster, Neruda, J. K. Rowling, Graham Greene y músicas de Giordano y Leroy Anderson. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!


En primer lugar, la escritura es un tema amplio y diverso y debemos considerarlo como tal. No es lo mismo escribir en algunos trabajos que podríamos considerar como de «oficina» (informes, contratos, documentos oficiales...) o de tipo literario o personal como son la poesía, las novelas o determinadas cartas, pese a que estas se han sustituido por otros tipos de mensajes. Aún así, en estos casos veremos cómo el resultado será diferente según el medio que utilicemos.

Cuando el filósofo Friedrich Nietzsche comenzó a perder la visión que le impedía escribir, recibió un regalo que le permitió seguir haciéndolo: una «esfera de escribir Mallin-Hansen», un aparato con teclas predecesor de las máquinas de escribir. Tras un tiempo para hacerse al teclado, continuó escribiendo, aunque uno de sus amigos, el compositor Heinrich Köselitz, comprobó que su lenguaje se había vuelto más escueto y esquemático, así como algunos de sus razonamientos.
Ya en nuestros días se están realizando estudios que muestran que escribir a mano es un acto más integrado en el cuerpo que implica un conjunto de procesos sensoriales y motrices más complejos para cada letra que escribimos, lo que generará una huella en la memoria más profunda y duradera. Además, la escritura con teclado es más costosa en cuanto a los recursos mentales que utilizamos (dónde está la tecla, qué dedo la pulsa, los espacios, la corrección de errores...), lo que nos llevará a procesar mayor cantidad de elementos mientras escribimos.


Muchos escritores como el recientemente fallecido Paul Auster escriben un primer borrador de sus novelas a mano y después lo pasan a máquina, algunos de ellos personalmente, otros gracias a un ayudante que los transcriben para revisiones ulteriores.
Publicado en 2003, Ensayos completos recoge diversos textos que van desde historias reales, ensayos, prefacios, entrevistas y otro tipo de obras del autor de Trilogía de Nueva York o El libro de las ilusiones. El primero de los textos que nos acompañan es el inicio de un artículo escrito en junio de 2000 titulado Historia de mi máquina de escribir en la que el novelista norteamericano explica su historia compartida con un instrumento de escritura que le acompañó durante muchos años. Su apego a su máquina Olympia y su aversión a los teclados se muestran en el texto de esta autor que llegó a manifestar: «Nunca consigo pensar con claridad con los dedos en esa posición. Un lápiz o un bolígrafo son instrumentos mucho más primitivos: sientes cómo las palabras salen de tu cuerpo y luego las entierras en cada página».


Afortunadamente, según algunos estudios, los escritos realizados a través de los procesadores de texto y los teclados suelen ser más extensos y con una mayor calidad en su estructura, además de ser de mucha más utilizad en personas con problemas en la lectoescritura o la psicomotricidad fina.

Una de las piezas más recurrentes y originales referidas a los teclados es The typewriter (La máquina de escribir, 1950) de Leroy Anderson (1908-1975), un compositor especializado en música ligera para orquesta, la mayoría de cuyas obras fueron estrenadas por la Orchestra Boston Pops.
La protagonista de esta composición es una máquina de escribir modificada en la que se utilizan dos teclas, la campana -se puede ser externa o una calabaza musical- y el mecanismo de retorno del carro y que suele ser interpretada por un percusionista por la dificultad que su pone su manejo.
Nos acompaña una versión con la Orquesta y Coro de Voces para la Paz (Músicos Solidarios) con Alfredo Anaya manejando la máquina y la dirección de Miguel Roa en un concierto que se llevó a cabo en el Auditorio Nacional de Música de Madrid en 2011. Para disfrutarlo con una sonrisa.


Escribir a mano implica la participación simultánea de varios sentidos. Mantener y guiar un bolígrafo con los dedos presionando sobre un papel y mover levemente la mano para redactar letras y palabras requiere una gran parte de nuestra atención y suponen una compleja habilidad cognitivo-motora. 
Aprender una nueva palabra supone conectar un símbolo abstracto como un conjunto de letras o un ideograma con una información de tipo visual, auditivo y motor, además de la comprensión de su significado. Según Robert Willey, profesor de psicología de la Universidad de Carolina del Norte Greensboro«La escritura manuscrita puede activar más conexiones a través de estas dimensiones en comparación con la escritura mecanográfica».


Pablo Neruda tuvo un proceso curioso para la escritura de su poesía. Se inició a mano, después la abandonó por la máquina de escribir, pero un percance lo obligó a volver a la manuscrita. Cuando fue candidato a la presidencia de Chile le hicieron una entrevista en The Paris Review que se centró fundamentalmente en ese hecho, aunque tangencialmente se tocaron temas como los momentos y lugares en los que escribía y cómo lo hacía. 
El texto que nos acompaña es un extracto de esa entrevista recogida en el nº 51 publicado en Invierno de 1971 y realizada por Rita Guiber con el título de Pablo Neruda, The art of poetry, nº14, originalmente en inglés. En él reflexiona sobre los cambios que notó en su poesía cuando volvió a escribir a mano.


Hace no muchas décadas no existía esta duda, ya que todo se escribía a mano, con tinta y pluma hasta la aparición de lápices y bolígrafos, aunque en determinados casos, eran los amanuenses y ayudantes los que lo hacían, además del hecho de que algunas personas no sabían leer ni escribir.
Hoy en día la situación es radicalmente distinta. Si pensamos cuándo fue la última vez que hicimos la lista de la compra o tomamos una anotación rápida, posiblemente fuera con el teclado del móvil o con una nota de voz. Las pantallas y los teclados han ido desplazando de forma gradual pero implacable nuestras rutinas habituales.

Estrenada en 1896 en el Teatro alla Scala de Milán, Andrea Chénier es una ópera de Umberto Giordano y libreto de Luigi Illica -colaborador habitual de Puccini- está inspirado libremente en la vida del poeta francés del mismo nombre. Se trata de uno de los hombres que se adhirió pronto a los postulados de la Revolución Francesa y que acabó muriendo en la guillotina en el Periodo del Terror
Dividida en cuatro actos, el último de ellos se desarrolla en la prisión donde está recluido el poeta a la espera del cumplimiento de su condena. Junto a Roucher, que está en su misma celda, Chénier está componiendo con capel y pluma un poema que recita a su compañero de infortunio.
El tenor Franco Corelli interpreta Come un bel di di maggio (Como un bello día de mayo) en una versión cinematográfica de Andrea Chénier realizada en 1973 con subtítulos en castellano. Siguiendo el razonamiento de Neruda, si hubiera tenido la posibilidad de escribir con un teclado, la emoción de sus versos habría sido diferente.


En los estudios que tratan la relación que existe entre la escritura y la memoria se evidencia que las personas recuerdan con más calidad aquello que han escrito de forma manual que lo que han realizado a través de un teclado, según afirma Naomi Susan, profesora emérita de la American University of Washington D.C. 


Dos autores conocidos prefieren también plantear sus novelas de forma manuscrita antes de pasarlas por el teclado y revisarlas.
Graham Greene escribía siempre el primer borrador a mano en sesiones que suponían exactamente 500 palabras -ni una más, ni una menos-, aunque con el paso del tiempo la cifra se redujo a 300. En Editar la vida, el editor Michael Korda trata su relación con personajes como Tennessee Williams, Henry Kissinger, Richard Nixon, Harold Robbins o el propio Graham Greene
Korda pasó unas vacaciones de verano en un barco con el autor de El tercer hombre, Nuestro hombre en la Habana o El factor humano y narra en su libro la rutina de trabajo que seguía mientras escribía El fin del romance.


Una de las escritoras más leídas de nuestros días, J. K. Rowling, la autora de la saga de libros de Harry Potter, utiliza también la escritura manuscrita para planificar y realizar un primer borrador de sus novelas. 
El texto que nos acompaña pertenece a una entrevista realizada a la escritora inglesa y publicada por Amazon.com al comienzo de la primavera de 1999 con el título de Magic, Mistery, and Maynem: An interview with J. K. Rowlling.


El hecho de que la escritura manual una varias tareas simultáneamente como sostener el bolígrafo, acomodar el cuerpo y el papel, desarrollar un conjunto de movimientos con el brazo y la mano y nos obligue a mantener nuestra concentración son algunos de los factores que contribuyen a que nuestra caligrafía muestre los rasgos de nuestra personalidad, como suele ocurrir con las pruebas periciales. La forma en que ligamos las letras, la inclinación, la forma y el tamaño de las mismas son un indicio de la personalidad que mostramos cuando desarrollamos nuestros pensamientos, sentimientos y emociones por escrito.
Estas relaciones nos permiten desde pequeños desarrollar con mayor profundidad nuestra memoria y aprendizaje. Según Lisa Aziz-Zadeh, profesora del Instituto del Cerebro y la Creatividad de la Universidad del Sur de California «nuestro cerebro  evolucionó para procesar información sensorial y motora».
En el sentido contrario, el teclado y los procesadores de texto nos permiten una inmediatez que surge del vertiginoso ritmo de vida en el que estamos inmersos, por lo que con frecuencia debemos conjugar esta velocidad con la pérdida de profundidad.


Estrenada en 1963, Who's minding the store? (Lío en los grandes almacenes) es una comedia dirigida por Frank Tashlin y protagonizada por Jerry Lewis y Jill St. John. En ella, el inimitable actor cómico norteamericano interpreta una de sus escenas más conocidas con la música que iniciaba esta publicación, The typewriter de Leroy Anderson. Jerry Lewis da un giro de vuelta a la pieza al no utilizar la máquina y nos muestra, solo con gestos, que lo más importante para escribir no es el bolígrafo o el teclado, sino poner nuestra inteligencia y pensamiento a su servicio.


En mi caso, suelo escribir prácticamente todo con teclado, utilizando procesadores de texto, notas en el móvil, además de organizar lo que escribo y voy a escribir en diversos documentos online que puedo editar desde cualquiera de los dispositivos que utilizo.
Hasta hace poco utilizaba una pluma para tomar anotaciones sobre las publicaciones del blog o datos sobre el tiempo u otros temas en algunas libretas. Al estropearse con el tiempo, suelo usar ahora bolígrafos de gel que son los que más adecúan la tensión de la mano y la velocidad con la que escribo a mis ideas y pensamientos.
Y tú, ¿te has parado a pensar en esto? ¿Con qué sueles escribir? ¿Utilizas diversas modalidades según las circunstancias, lo haces siempre con los mismos instrumentos? ¿Piensas que si cambiaras de uno a otro cambiaría tu forma de escribir? ¿Qué hacemos, qué haremos, escribimos a mano o con teclado?

No me resisto a dejar inconcluso el artículo de Paul Aster sobre su máquina de escribir, así que finalizo con su continuación. El escritor muestra una faceta inusual en su acompañante mecánico tras ser descubierta por el pintor Sam Messer, descubre que tiene deseos y estados de ánimo propios y finaliza reflexionando sobre el tiempo que llevan juntos.

Paul Auster y su Olympia

Finalizo esta reflexión con una frase de Audrey van der Meer, profesora de Neuropsicología de la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología«Practicar un poco la escritura a mano es una actividad muy buena para el cerebro. Es como hacer trabajos de mantenimiento por una carretera muy transitada».

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Bibliografía y webgrafía consultadas:

Cien años con Puccini

Hay autores que triunfan con sus obras en su vida y permanecen más allá en el tiempo. Son creadores que trascienden a su época y sus circunstancias para dejar un legado que se mantiene y disfruta con el paso de los años.
Cuando escribo esta publicación se cumplen cien años del fallecimiento de Giacomo Puccini en 1924, el compositor italiano que nos dejó obras como La bohème, Tosca, Madama Butterfly o Turandot, entre otras muchas.
Aunque algunos lo consideran el último compositor del siglo XIX, pese a haber estrenado obras durante el primer cuarto del XX, su vigencia en la actualidad trasciende al ámbito de sus obras para influir en otros ámbitos como la concepción de la creación cinematográfica.
Te invito a acercarte a la figura de Giacomo Puccini al cumplirse cien años de su fallecimiento el 29 de noviembre de 1924. Nos acompañan algunas de sus obras y textos de Mauricio Wiesenthal y Adriano Lualdi. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!
 

Con un nombre tan sonoramente italiano como Giacomo Antonio Domenico Michele Secondo Maria Puccini era fácil suponer que su vida tendría ecos musicales. 
Nacido en Lucca el 22 de diciembre de 1858, dentro de una familia de tradición musical y tras perder a su padre a los cinco años, recibió clases de su tío Fortunato Magi y del director del Instituto Musicale PaciniAunque en estas primeras clases no le vieron especiales aptitudes para la música, con 14 años se convirtió en organista de San Martino y San Michele y otras iglesias de Lucca, demostrando en este tiempo su falta de disciplina hacia el estudio musical y una gran afición al tabaco desde muy joven.
Se cuenta que su decisión de dedicarse a la ópera proviene del impacto que le causó asistir a una representación de Aida en Pisa cuando contaba dieciocho años y a la que llegó caminando después de averiarse el tren en el iba a la ciudad.


Puccini representa un punto de inflexión en la historia de la ópera, un arte que comenzó en Florencia a finales del siglo XVI y que él concluiría con una mezcla entre el romanticismo tardío y la intuición e implantación de las normas que tendría la música escénica del futuro, nuestro presente actual. Óperas como Tosca, La bohème, Madama Butterfly, Manon Lescaut o Turandot adelantan -como las obras de Wagner- lo que serán la música del cine o las óperas del siglo XX.

Puccini al piano. Película realizada en el verano de 1915 por Forzano, uno de sus libretistas. La melodía fue reconstruida y grabada con posterioridad.

En el centenario del nacimiento del compositor, celebrado en 1958, la revista Piazza delle Bella Arti de la Accademia Nazionale publicó en su Volumen V el artículo Giacomo Puccini i suoi detrattori (Puccini y sus detractores) escrito por Adriano Lualdi. En él desarrolla una serie de argumentos para luchar contra el olvido que la obra de Puccini había tenido en Italia desde su fallecimiento hasta entonces. 
El extracto que nos acompaña trata la determinación del compositor de dedicarse a la música escénica, el trabajo con sus libretistas Illica y Giacosa y su editor Gulio Ricordi y cómo trabajaban a través de cartas para dar forma a los personajes, las escenas o reducir los textos para llegar con mayor eficacia a los espectadores. Trata, además, del uso de la estructura convencional en base al uso de recitativo y aria, insistiendo en el uso de la melodía cuyas leyes deben llevar a transmitir emoción.

La ayuda económica de un tío de Puccini y una beca facilitaron su ingreso en el Conservatorio de Milán donde estuvo tres cursos. Mientras estudiaba se presentó a un concurso con Le Villi, una ópera en un acto con la que no ganó, pero que llamó la atención del editor musical Gulio Ricordi que organizó una producción en el Teatro del Verme milanés y le encargó una nueva ópera, Edgar, con un libreto que no se adaptaba a sus características y no tuvo ningún éxito, pero que afianzó la unión de Puccini y la casa Ricordi para toda su vida.
Tras las citadas dos primeras óperas, la siguiente obra le proporcionó el mayor éxito en un estreno en toda su carrera. Manon Lescaut se estrenó en Turín en 1893 y lo hizo famoso en Italia y el resto de países que seguían las óperas. En el libreto colaboraron Luigi Illica y Giuseppe Giacosa quienes serían su guionistas en las siguientes obras.


La importancia de Puccini en la música contemporánea se circunscribe a la forma en que sigue transmitiendo cuando utiliza los pasajes musicales reemplazando al texto. El uso de la tonalidad o atonalidad, los pasajes modales o los recursos politonales los emplea en función de la necesidad dramática de la escena. En determinados momentos de Tosca, La bohème o Madame Butterfly la música anticipa la acción, lo que lo sitúa como un compositor que crea una serie de ideas y conceptos que serán utilizados en el cine.

Como he comentado, su primer gran éxito fue la adaptación de la novela Historia del caballero Des Grieux y de Manon Lescaut, de la que Jules Massenet había estrenado en 1884 una ópera denominada Manon y Puccini llevó la suya a los escenarios en 1893 con el título de Manon Lescaut.
Para evitar la comparación con la obra de Massenet que había triunfado una década antes, Puccini elimina pasajes de la novela original haciéndola menos comprensible, pero más intensa dramáticamente. Así, el enamoramiento impetuoso con Des Grieux, su huida a Paris para pasar de pronto a la casa del adinerado Geronte no nos deja conocer qué había pasado con ellos.
De la obra que lo dio a conocer en todo el mundo nos acompaña una de sus arias más conocidas, Sola, perduta, abbandonata situada en el Acto IV de esta ópera. En ella, Manon se desespera en el desierto mientras Des Grieux ha ido en busca de agua, mostrándonos su carácter pasional, caprichoso e intenso.
La interpretación corresponde a la gran Renata Scotto en una representación que se realizó en el Met de Nueva York en 1980. La versión tiene subtítulos en castellano.


A esta ópera le siguieron La bohème (1896) que no alcanzó en su estreno el éxito que ha tenido hasta nuestros días, Tosca (1900), su primera obra en el estilo del Verismo, que se estrenó en el Teatro Constanzi romano.
Tras estas obras que se interpretan con éxito en la actualidad Puccini visitó Londres donde vio una obra de teatro de David Belasco a la que pondría música: Madama Butterfly, otra obra con libreto de Illica y Giacosa que también resultó un fiasco en su estreno en 1904 en La Scala de Milán y que hubo de revisar para volver a estrenar en Brescia en una nueva versión diferente a la que conocemos actualmente.
Varios años tardó en estrenar su siguiente obra -en esta ocasión por un problema de infidelidad-, basada también en un drama de Belasco y ambientada en Estado UnidosLa fanciulla del west (La muchacha del oeste), estrenada en el Metropolitan Opera House de Nueva York en 1910. 
Su siguiente obra fue una exigencia del nuevo director de la editorial musical Tito Ricordi para un encargo del Karltheater de VienaLa rondine (La golondrina) se estrenó en Montecarlo en 1917 con gran éxito, aunque no ha llegado a afianzarse en el repertorio con su oscilación entre ópera y opereta. 
Mayor éxito tuvieron un grupo de obras breves que agrupó bajo el nombre de Il trittico (El tríptico). Il tabarro (El tabardo), una ópera en un acto según la tradición del gran guiñol francés: Suor Angelica (Sor Angélica) una tragedia sentimental y Gianni Schicchi, una farsa basada en unos versos de la Divina Comedia y a la que pertenece una de sus arias más conocidas: O mio babbino caro (Mi querido papaíto). Aunque se suelen representar juntas en una sesión, esta última suele hacerlo independientemente en programas dobles con otra obra corta.

Representación de Turandot en el Teatro de la Maestranza de Sevilla, 16/11/2024 días antes del centenario del compositor.
Una de las grandes aficiones de Puccini influyó en la demora que el compositor tuvo para la gestación de Madama Butterfly. Aficionado a la velocidad, coches y motos le proporcionaban una gran pasión. La noche del 23 de febrero de 1903 su chófer lo llevaba a su residencia de Torre del Lago para continuar componiendo su ópera pese al mal tiempo. En una de las curvas, el coche derrapó por el camino helado y cayó varios metros por un terraplén hasta que un árbol frenó el coche que quedó sobre su cabeza. Pese a lo aparatoso del accidente salió con una complicada fractura de fémur que le dejó una leve cojera permanente y le tuvo más de ocho meses apartado de la composición por prohibición médica, aunque él no dejaba de dar vueltas a su personaje japonés.

"Un giorno con Puccini" imágenes en su residencia y alrededores de Torre del Lago. La música, añadida posteriormente, pertenece a Turandot.

Retomo de nuevo el texto de Adriano Lualdi en el que narra cómo transcurrió la velada en su casa de Torre del Lago en la que podíamos decir que presentó a sus amigos el comienzo del tercer acto de Tosca de una forma peculiar.




El siguiente enlace nos muestra ese comienzo del Acto III de Tosca, con una introducción a la que sigue el aria Io de sospiri te ne rimanno tanti. Se trata del amanecer romano junto al Castel Sant'Angelo la mañana en que Cavaradossi va a se fusilado. Un joven pastor lleva su rebaño por las calles aledañas mientras canta esta cancioncilla.


Aunque el canto del pastor sucede fuera de escena y se escucha desde la celda del prisionero al amanecer, en esta producción del Festiwalu Bregenz de 2007, el pastorcillo lo hace desde el escenario. La interpretación corre a cargo de la soprano Katia Velletaz. En la parte final, mezcladas con la música se oyen las campanas que interpretaron los amigos de Puccini en aquella singular velada.


Donde más cómodo se sentía Puccini era componiendo, especialmente en su casa de Torre del Lago. Las cartas que se cruzaba con Illica, Giacosa o Ricordi le servían para moldear y modelar escenas y personajes. En cambio, hablar en público e incluso aceptar una invitación a una cena por compromiso lo ponían nervioso. Tras la presentación de La Bohème, por ejemplo escribió a su editor: «Una invitación a una cena me tiene nerviosos una semana, así soy y no puedo cambiar ya. No he nacido para vivir entre salones y fiestas».
Cumplidos los sesenta años, Puccini se lanzó a abrir nuevos caminos con Turandot, una fábula oriental basada en una obra de Carlo Gozzi que cumplía sus anhelos y expectativas: un tema de ambiente fantástico, casi de cuento, pero con personajes de carne y hueso. Durante su composición, a este fumador empedernido se le diagnosticó un cáncer de garganta que fue tratado en una clínica de Bruselas. Aunque el tratamiento parecía avanzar adecuadamente, su corazón no pudo soportarlo y falleció el 29 de noviembre de 1924. Solo una de sus hijas estaba informada de la gravedad de la enfermedad, sorprendiendo a todos el fatal desenlace.
En la concepción de esta obra vuelve a mostrar esa relación entre la ópera y el cine: la creación de un espectáculo de masas, la unión de distintas especiales artísticas -decorado, vestuario, escenografía...- y la preponderancia de las emociones que lleguen a los espectadores. También en ambas se pueden crear escenas de transición que lleven al público de una a otra e incluso la música puede llegar a anticiparlo que va a suceder. Por último, ambas artes tienen la facultad de mostrar en una escena a multitudes de participantes que muestran distintas emociones, a veces contradictorias.
Turandot quedó inconclusa y le encargaron a Franco Alfano que la finalizara. Se estrenó en el Teatro Alla Scala de Milán el 25 de abril de 1926 con la dirección de Arturo Toscanini, quien al llegar a la antepenúltima escena (aquella en la al morir Liù el coro canta ¡Liù, bontá, perdona!, Liù docezza dormi!, Liù, Poesía!) paró la orquesta, se volvió hacia el público y dijo mientras descendía el telón: «Aquí termina la obra, porque en este lugar murió el Maestro». A partir de la siguiente representación se interpretaron las dos escenas que había añadido Alfano.

El Castell Sant'Angelo donde se desarrolla el Acto III de Tosca
El último texto que te traigo está escrito por Mauricio Wiesenthal (Barcelona, 1943), un humanista, viajero, enólogo y polifacético profesor que ha cultivado multitud de géneros literarios. De una gran cultura y facundia, entre sus obras podemos disfrutar la novela El testamento de Nobel, la poesía en Chandala Sutra o Escucha Israel, los libros de viaje en Yucatán y los mayas, Perú o Memorias de México. También cultiva el ensayo en La hispanibundia Memorias del Orient Express.
En Libro de Réquiems (2004), Wiesenthal reúne una multitud de artistas que han marcado su trayectoria vital. Personajes a los que conoció, los objetos que poseyeron, esos hoteles que visitaron o las casas en que vivieron.
Unos extractos de su capítulo dedicado a Puccini, La bohemia en un cristal (Recordando a Mimí) nos evoca con un lenguaje lírico algunos momentos de su existencia, principalmente en su residencia de Torre del Lago, alguno de los cuales has podido conocer en esta publicación.
Su personalidad solitaria y depresiva, la gente sencilla con la que se relacionaba, sus costumbres, la elegancia en su vestimenta, sus amantes desfilan por estas líneas hasta acercarse hasta el momento de su muerte.

Si en sus obras Wagner se centró en los temas y personajes míticos recreando el universo de las leyendas medievales germánicas, Puccini optó por un camino diametralmente diferente. Inmerso en el verismo como Mascagni o Leoncavallo, sus obras están atravesadas de melodías populares mezcladas con una orquestación de tipo melodramático por el que transitan personajes contemporáneos, tremendamente humanos y vulnerables, especialmente los femeninos, que son las grandes protagonistas de sus obras.

Torre del Lago, en la Toscana.
Pese a que sus obras no están creadas en base a arias, dúos, cuartetos o coros que se puedan separar de las óperas a las que pertenecen, Puccini nos ha legado también un gran número de piezas que se reconocen por sí mismas independientemente de esas obras aunque no conozcamos las óperas a las que pertenecen.
Así, arias como Vissi d’arte, Recóndita armonía o E lucevan le estelle de Tosca, Me llamo Mimí, Che gelida manina o el Vals de Mussetta de La Bohème, Un bel di, vedremo de Madama Butterfly, Nessun dorma de Turandot y O mio babbino Caro de Gianni Schichi forman parte de nuestra cultura musical.

Funeral de estado de Puccini en Bruselas antes de que su cuerpo fuera trasladado a Italia. Para visualizarlo debes acceder a YouTube

Finalizo este recuerdo a Puccini al cumplirse años de su fallecimiento con lo último que dejó escrito, el final de la primera escena del Acto III en el que, al pedir Turandot el nombre de quien la ha vencido, es Liù quien manifiesta conocer el nombre, aunque se niega a pronunciarlo. Justo en el momento en que finaliza el enlace se pronuncian las palabras que escribió el Maestro¡Liù, bontá, perdona!, Liù docezza dormi!, Liù, Poesía!

Cartel para el estreno de Turandot el 25 de abril de 1926
El personaje de Liù lo interpreta Leona Mitchell, Plácido Domingo es Calaf, Eva Marton es la princesa de hielo Turandot y Paul Plishka es Timur en una producción del Metropolitan Opera de Nueva York de 1987 producida por Franco Zefirelli y la dirección musical del otrora director del coliseo neoyorkino James Levine. Pese a la poca calidad de la imagen la enlazo al estar la escena subtitulada en castellano.

Parafraseando al propio compositor en Turandot: Diecimila anni al nostro Maestro! Inmortal Puccini.

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Bibliografía y webgrafía consultadas:
  • Lualdi, Adriano. Giacomo Puccini i suoi detrattori (en italiano) Volumen V de Piazza delle Bella Arti de la Accademia Nazionale (1957-1958). Página web.
  • Wiesenthal, Mauricio. Libro de Réquiems, Editora y Distribuidora Hispano Americana, S. A. (2009). ISBN: 978843518241.
  • www.kareol.es: Letras y traducciones de óperas y música vocal.

Monovocalismo, el arte de la única vocal

Nuestro idioma es rico en recursos tanto en los literarios como en los meramente lingüísticos, en vocabulario y expresiones. Los recursos literarios nos permiten conferir a la obra una mayor expresividad y belleza en su forma y significado. Así, imágenes como la comparación, personificación, metáfora, retruécano, oxímoron, anáfora o hipérbole nos aportan esa capacidad que convierte un texto meramente lingüístico en literario. 
En cambio, otros recursos nos acercan más al disfrute, al sentido lúdico que posee el lenguaje por encima del expresivo y comunicativo. Los juegos de palabras, los lipogramas, el calambur, los pangramas (textos en que se utilizan todas las letras del abecedario), anagramas, monovocalismos o las greguerías unen el sentido del juego al ingenio y la capacidad de disfrutar por encima de todo.
Dos de estos recursos están relacionados con el uso de las vocales. Por un lado tenemos los lipogramas, que son escritos en los que se utilizan todas las vocales salvo una de ellas. En pequeños textos, casi son indetectables, pero en los de mayor extensión suponen un esfuerzo grande por parte del autor y proporcionan un elemento de disfrute para el lector. 
Uno de nuestros escritores más prolíficos e ingeniosos del siglo XX, Enrique Jardiel Poncela, escribió un conocido relato con lipograma, Un marido sin vocación, en el que no aparecía la vocal E, al que siguieron otros tantos textos sin cada una de las demás vocales que fue publicando entre 1926 y 1927.
En Francia, el extraordinario (en todos los sentidos) Georges Perec escribió toda una novela La disparition sin utilizar la vocal más frecuente en su idioma, la E. Relativamente intraducible a otros idiomas, en el nuestro hay una traslación propiciada por la Universidad Autónoma de Barcelona, El secuestro, en la que es la A, la más frecuente en castellano la que se ha suprimido.
Como reacción a este reto literario, el propio Perec publicó tres años después, en 1972, Les revenentes, una novela en la que en esta ocasión solo utiliza la letra E. Dada la complejidad del texto, esta obra no ha sido traducida a nuestro idioma. 
Más complejo es este monovocalismo, un recurso que como su propio nombre indica utiliza única y exclusivamente una vocal. Para los autores es relativamente complejo de construir y suelen ser textos relativamente poco extensos los que se suelen realizar, aunque algunos llegan a extensión más grandes.
Te propongo acercarte a textos monovocálicos en los que, como su nombre indica sólo utilizan una sola vocal. Nos acompañan Rubén Darío, Rachmaninoff, Óscar de la Borbolla, Francisco J. Briz, Wojciech Kilar y León Gieco. Al agradar... ¡Acapara, habla, trata, aclara!


Lo conocemos como uno de los inspiradores y el mayor represente del Modernismo en Hispanoamérica. Apasionado lector enamorado del simbolismo francés, Rubén Darío recibió el  apodo de Príncipe de las letras castellanas por una obra entre la que destacan Azul (1888), Prosas profanas (1896 y 1901) o la más madura Cantos de vida y esperanza (1905), un libro de poemas en el que no sólo nos atrae con la belleza de sus versos, sino que le imprime un sentido para la reflexión. 
Sus alusiones a lo sensorial, el uso de la métrica tradicional -especialmente el verso alejandrino- y las palabras sonoras, combinado con un vocabulario amplio, refinado y cargado donde se encuentran lo exótico, los aristocrático y lo mitológico, hacen que sus figuras retóricas, con abundantes metáforas, el uso de la sinestesia nos acerquen a sus reflexiones sobre el arte, la política, la poesía, el erotismo o el exotismo.
En 1917, un año después de su prematura muerte antes de llegar al medio siglo de edad, aparecieron publicadas por la Editorial Mundo Latino de Madrid sus obras completas en nada menos que 22 volúmenes. El número XIV de esta colección titulado Cuentos y crónicas, recoge tres narraciones breves (El caso de la señorita Amelia, Cuento de Pascua y La extraña muerte de fray Pedro), además de nueve crónicas aparecidas en distintas publicaciones, entre las que se cuenta Poema de arte. Böcklin que apareció en la publicación del blog Desde La isla de los muertos.
En la última de estas crónicas, Curiosidades literarias, el escritor nicaragüense nos sitúa en una tertulia literaria en la que lleva la conversación hacia los hombres de letra que desde la antigüedad clásica hasta sus días llevaron su ingenio a diversos juegos con el lenguaje, desde los enrevesados acrósticos a la supresión de alguna vocal en sus escritos. Una vez intrigados los contertulios, Darío lleva la conversación al texto Amar hasta fracasar. Por último, el escritor nicaragüense plantea si alguno de los contertulios conocería al autor, un sudamericano antillano o colombiano, aunque sin desvelar que él es el propio autor.


La obra, de una extensión relativamente larga para la dificultad de la empresa, está subtitulada Trazada para la A y contiene, como suele ser habitual en sus escritos, palabras de su amplio vocabulario que en el original tienen sus correspondientes notas explicativas y que en esta ocasión he decidido prescindir de ellas para agilizar la lectura del texto monovocálico. Todo un ejercicio de virtuosismo.




En la música cantada el lenguaje tiene una función primordial de comunicación, íntimamente unido a la música, por lo que prácticamente no hay canciones cantadas en las que se cumpla el requisito del que parte esta publicación.
Hay piezas sin letra o a bocca chiusa (a boca cerrada) como en Una palabra lo cambia todo: de Dino Buzatti a Madama Butterfly en el que una sola palabra cambia el significado del relato, mientras ninguna se utiliza en el coro a boca cerrada de la citada ópera de Puccini
Una de las piezas más bellas y delicadas del repertorio que prescinde de las palabras el Vocalise de Sergei Rachmaninoff, una obra en la que la cantante sólo emite un sonido vocálico que suele ser la A y que se adapta a la exquisita y deliciosa melodía del compositor ruso. Publicada en 1912 dentro de Catorce canciones, su Opus 34, Vocalise es la última de las piezas que la forman.
La interpretación corre a cargo de la soprano Olga Peretyatko en una grabación en la que está acompañada por el pianista Pavel Nebolsin y se realizó en la Nochebuena de 2022.


Óscar de la Borbolla (Ciudad de México, 1949) es un filósofo, poeta, narrador y conferenciante. Profesor en Metafísica y Ontología en la Escuela Nacional de Estudios Profesionales de Acatlán de la Universidad Autónoma de México, realizó su doctorado en la Universidad Complutense de Madrid.
Entre sus publicaciones se encuentran libros relacionados con la filosofía como La rebeldía de pensar, Nada es para tanto, Todo está permitido, La libertad de ser distintos o Filosofía para inconformes
También ha publicado relatos y novelas como Dios sí juega a los dados o La vida de un muerto y ha obtenido diversos premios como la Mención Honorífica en el Concurso Internacional de Cuento Esperante de 1985 por El canto de las sirenas, el Premio Internacional de Cuento Plural en 1987 por Las esquinas del azar o el Premio Nacional de Humor La Sonrisa en 1991 por Nada es para tanto


El libro Las vocales malditas es un libro poco usual en el que el filósofo y escritor incluye cinco cuentos escritos de forma monovocálica con cada una de esas cinco letras. La dedicatoria del libro no puede ser más explícita:

A mi hijo Ulises,
para que aprenda las vocales.

De nuevo nos acercamos a un ejercicio de amplio conocimiento del vocabulario en el que los cuentos con una extensión más limitada que el anterior se desarrollan con esa característica y un lenguaje poco artificioso. Muy logrados son los cuentos relacionados con la A, E y O, la narración dedicada a la letra I sortea con creces la dificultad de la empresa, mientras que la imposible misión de la letra U la supera cambiando algunas palabras al uso de esa vocal como en los juegos infantiles. Así el cuento Un gurú vudú comienza con «Un gurú vudú, un Duvulur, supusu un mundu futuru mu suyu» en lugar de «Un gurú vudú, un Duvulur, supuso un mundo futuro muy suyo».
En este ejercicio monovocálico nos acompaña su relato para la E, El hereje rebelde.


Siguiendo con el tema de la vocal única en la música nos acompaña otra pieza que en esta ocasión tiene una procedencia distinta a la música clásica como la anterior, aunque siga sus características formales. Se trata de Vocalise perteneciente a la banda sonora de la película The ninth gate (La novena puerta, 1999) una producción franco-española-estadounidense dirigida por Roman Polansky y con música del polaco Wojciech Kilar.
La interpretación, centrada en esta ocasión en un híbrido indeterminado entre AO y U, de Vocalise está a cargo de la soprano Milena Lange con la Warsaw Impressione Orchestra dirigida por Jakub Zwierz en una grabación que se realizó en diciembre de 2020.


Volvemos a la letra A. En esta ocasión el texto está tomado de una interesante página web en la que Francisco J. Briz Hidalgo muestra su afición a todos los recursos estilísticos tanto literarios como del lenguaje, utilizándolos en el sentido más didáctico y lúdico. 


En https://www.juegosdepalabras.com/index.html se pueden encontrar todo tipo de recursos, juegos y vocabulario ordenados alfabéticamente. En el apartado Textos monovocálicos encontramos, además de los de otros autores, uno suyo titulado Carta para tragaldabas que lleva el subtítulo de A zampar hasta hartar. No es necesario indicar qué vocal elige el autor para este gastronómico e ingenioso monovocalismo.


Aunque no es el estilo de este blog, no me resisto a terminar esta publicación que se mueve entre lo lúdico y el ingenio sin colorar una canción con la otra vocal habitual y frecuente que nos queda, exceptuando la I y la U más difíciles de encajar con naturalidad. 


León Gieco es un compositor, cantante e intérprete de rock argentino que suele mezclar el folclore de su país con el rock and roll, conocido también por sus letras con connotaciones sociales y políticas. Su canción más conocida, Sólo le pido a Dios fue una de las más importantes y utilizadas en su repertorio por Mercedes Sosa, además de haber sido incorporada al de Joan Báez, Sting o Bruce Springsteen, entre otros intérpretes.
En No somos como los Orozco, León Gieco monta su canción a partir del grupo de los ocho hermanos Orozco. La versión de esta ingeniosa canción nos muestra el texto, por lo que podemos disfrutar aún más de este último monovocalismo.

Al agradar... ¡Acapara, habla, trata, aclara!


Bibliografía y webgrafía consultadas: