expr:class='"loading" + data:blog.mobileClass'>

¿Te apetece un café? Invita Bach

Leer, escuchar música o realizar otras actividades requieren de nosotros cierto alejamiento del exterior, un lugar tranquilo donde centrar nuestro pensamiento, soledad e incluso compañía en determinados momentos. El café de una de las sustancias que ayudan a mejorar ese recogimiento que buscamos. Tenerlo cerca y darle un sorbo lenta y sosegadamente facilita que los efectos de la lectura o la música se acrecienten en nuestro interior.
Sin libros ni música, el café facilita una conversación pausada y tranquila con nuestros amigos, siendo uno de los mejores vehículos para determinados momentos del día, ya sea en el desayuno, tras el almuerzo o por la tarde.
Introducido en Europa a lo largo del siglo XVII, su difusión encontró reticencias por parte de la sociedad. En Alemania las Kaffeehaus (Casas de café) fueron rivales de la cerveza autóctona y un lugar frecuentado sólo por hombres, lo que hizo que surgieran los Kaffeekränzschen, clubes exclusivos para las mujeres donde disfrutaban con tranquilidad de la nueva infusión.
El café es un acompañante en nuestras vidas, aunque cuestionado desde que se introdujo en la dieta occidental, y es tan arraigada la costumbre de tomarlo que, quienes dejan de consumirlo por razones de salud, han de conformarse y continuar ese hábito con otros productos.
Te propongo un paseo alrededor de uno de los productos más característicos de nuestra cultura, el café, con una de las obras más deliciosas dedicadas a él, la Cantata del Café, una de las pocas obras no religiosas de Johann Sebastian Bach. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!


Conocemos a Johann Sebastian Bach por su música religiosa, sus cantatas, las Pasiones a partir de los distintos evangelistas, su música para órgano, las variaciones Goldberg y el hecho de ser uno de los compositores que más ha hecho crecer y desarrollar la música desde el barroco, siendo uno de los autores que más han influido en músicos posteriores. Autor prolífico, es uno de los compositores de los que más obras se conservan, pues tenía la obligación de componer piezas para los oficios religiosos de cada domingo, conservándose catalogadas más de 1100.
Pasó gran parte de su vida como maestro de capilla de la Thomaskirche (Iglesia de Santo Tomás) en Leipzig donde, además, fue director musical de otras varias iglesias de la ciudad.
La espiritualidad de Bach hizo que creara algunas de las mejores y más profundas obras religiosas y que su figura quede en la historia de la música como el compositor más importante del período barroco.


Pero la obra que nos acompaña en esta ocasión no es religiosa, sino que se trata de una cantata profana, un tipo de obra poco habitual en él, la Kaffekantate Cantata del café.
A finales del siglo XVII se introdujo en Europa una nueva sustancia, el café. Sus granos tostados, molidos y filtrados se pusieron de moda y comenzaron a surgir en todas las ciudades las llamadas "Casas de café" que propiciaron la división entre los que veían una nueva moda nociva y los que se aficionaron a su consumo. 
En este contexto nos acercamos a un libro escrito «a la mayor gloria de Bach», un obra que apareció en el mercado editorial como una pretendida biografía del músico realizada por su segunda esposa. La pequeña crónica de Ana Magdalena Bach fue publicada en 1925 de forma anónima y pasó durante unos años por auténtica, hasta que, dado el éxito obtenido, la musicóloga inglesa Esther Meynell hubo de reconocer su autoría.
El libro, pequeño en su formato, está escrito como si de los recuerdos de la segunda esposa de Bach se tratara, con una admiración y veneración extremos, deliciosamente empalagoso y edulcorado, una pequeña joya para los amantes del compositor alemán, como si se tratada del propio azúcar con que acompañar el café.
Nos acompaña una página que hace referencia a la profundidad con que Bach se adentraba en la música, alejado de cualquier tipo de moda o tendencia, algunos comentarios de contemporáneos sobre su capacidad para la música y su particular sentido del humor con el que atraviesa obras como la Kaffeekantate que nos ocupa.


Aunque relacionamos a Bach, a través de las imágenes que tenemos de él y de su música como un personaje religioso, serio y grave, acabamos de comprobar que poseía un sentido del humor que podía oscilar entre lo delicado y lo ordinario y popular, desprendiendo una intensa alegría de vivir en su vida familiar y en las obras en que aparece, como se puede apreciar en la parte final de la Kaffeekantate.
En uno de estos lugares, la Zimmermann Kaffeehaus (Cafetería Zimmermann), junto a la Plaza del MercadoBach dirigía cada noche de viernes a los estudiantes del Collegium Musicum de Leipzig, salvo en verano que era la tarde de los miércoles, en el patio. Ni los músicos cobraban ni la audiencia pagaba, la venta de café era la recaudación que se recogía en cada concierto. En este ambiente, en colaboración con su libretista habitual PicanderBach compone esta deliciosa cantata por encargo de Gotfried Zimmermann, dueño del local.
Christian Friedrich Henrici, que firmaba sus obras como Picander era un especialista en derecho, trabajador primero en el servicio de correos y más adelante en la recaudación de impuestos, que se transmutaba en poeta de noche. Muy relacionado con la sociedad de Leipzig por su trabajo, Picander no sólo escribía obras de tipo religioso, sino que también dedicaba sus versos al amor, al vino o, como podemos comprobar, al café, además de a algunos acontecimientos cotidianos o incluso burlarse de algunos paisanos.


La Kaffeekantate (Cantata del café) narra la divertida y frívola historia de Lieschen (soprano), una muchacha aficionada al café y su padre Schlendrian (barítono) que le prohíbe tomarlo bajo amenazas de no comprarle ropa o no dejarla salir a la calle. Bach Picander dibujan un escenario formado por un narrador (tenor) que presenta el tema e interviene en ocasiones para dar agilidad a la obra junto a los dos personajes de caracteres opuestos que cruzan sus argumentos y respuestas, dialogan y se recriminan. Ante el compromiso del padre de buscarle un esposo, Lieschen accede, aunque su astucia triunfa sobre su padre, haciendo saber que sólo se casará con quien la permita tomar café. Además de los tres cantantes, la partitura cuenta con flauta, cuerdas y continuo.
El primer enlace pertenece al aria de Lieschen Ei, wie schmecht der Kaffe süsse (¡Ah, qué agradable es el aroma del café!) con que nos describe su afición al café, una melodía y un texto que cantados de forma maliciosa intentan embaucar a su padre. 

La interpretación es de la soprano Robin Johannsen acompañada a la flauta por Marcello Gatti con la Academia Montis Regalis dirigida por Alessandro de Marchi grabada en Insbruck en 2010.


Aprovecha ahora o busca un rato para tomar un café y acompáñate con la interpretación de la cantata completa, de menos de media hora y con subtítulos en castellano.

Grabada en el Stadscafe de Waag Doesburg en Holanda, está interpretada por Anne Grimm como Lieschen, Klaus Mertens, su padre SchledrianLothar Odinius como el narrador, con el acompañamiento de la Amsterdam Baroque Orchestra dirigida por uno de los más grandes especialistas en Bach que hay en la actualidad, Ton Koopman, el señor con barba blanca que toca el continuo en su teclado y recoge perfectamente el estilo que buscaba el compositor.

Carátula de Schweig Stille, Plaudert Nicht... Kaffeekantate (Guarda silencio, no charles... Cantata del café) de Bach, del sello Eterna, publicado en la República Democrática Alemana en 1961. 
Aunque es amena y fácil de oír, hay varios momentos a destacar con los que podrás disfrutar aún más este café tan especial: 
-El aria con que comienza el padre Hat man nicht mit seinen Kindern Hunderttausend Hudelei (¿No son los hijos causa de cien mil preocupaciones?) una pieza repetitiva pero de una melodía pegadiza y simpática.
-El aria de Lieschen que hemos oído antes Ei, wie schmecht der Kaffe süsse (¡Ah, qué agradable es el aroma del café!) con el acompañamiento de la flauta.
-Un segundo aria de Lieschen, Heute noch, heute noch, Lieber Vater, tut es doch! (¡Hoy mismo, hoy mismo, querido padre!), también con una melodía alegre y pegadiza.
-El trío final Die Katze lässt das Mausen nicht (No prohíbas al gato cazar ratones), una conclusión que, según parece, añadió más tarde Bach.

Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere


 Bibliografía utilizada:

3 escenas de ópera en novelas

De todas las artes, posiblemente sea la literatura la que, utilizando las palabras, nos ofrezca una mayor cantidad de imágenes, situaciones y descripciones para transmitirnos ideas, sentimientos y pensamientos.
Desde sus inicios con la literatura oral, el lenguaje escrito ha ido evolucionando hasta conformar distintos géneros entre los que podemos encontrar el de la ficción literaria con todos sus subgéneros: desde los primitivos mitos, las fábulas y algunos cuentos cargados de fantasía, hasta un estilo que se entronca más con la realidad como aquella ficción que se nutre de los universos históricos y sociales que van desde la novela a los dramas, pasando por algunos cuentos e incluso algunos tipos de poesía.
La creación y el uso de los argumentos es una de las más felices aportaciones de la literatura nos ha ofrecido, posiblemente porque se nutre de nuestro interés por conocer lo que le sucede a quienes nos rodean y, por ende, a quienes protagonizan las historias.
Un mundo tan rico y apasionante como la ópera se ha nutrido, en su práctica totalidad, de historias que ha tomado de la literatura. Desde las primeras creaciones que se basaban en personajes mitológicos -recordemos La fábula de Orfeo o La incoronazione di Poppea- hasta centrarse, años más adelante, en la anhelada proliferación de personajes históricos, tan utilizados en libretos, para acabar tomando como protagonistas a personas normales y corrientes como un barbero sevillano, un torpe campesino o unas novias colocadas en complejas encrucijadas.
Así, si lo habitual es que las óperas basen sus libretos en historias extraídas de libros, sobre todo novelas, aunque también se han utilizado poemas, obras dramáticas e, incluso, tiras cómicas, es más excepcional que sean las óperas las que aparezcan en la literatura y protagonicen escenas de algunas novelas.
Te propongo un paseo por algunas novelas que incluyen en sus argumentos escenas donde la opera es protagonista. Nos acompañan Madame Bovary, La edad de la inocencia y El fantasma de la ópera y músicas de Gounod y Donizetti. Si te gusta… ¡Comparte, comenta, sugiere!


El siglo XIX es una época de esplendor tanto para la novela como para la ópera y no podía dejar de establecerse una relación entre ambas, en las que los escritores asistían a representaciones de ópera, mientras los compositores y libretistas se inspiraban en sus obras para buscar historias interesantes que llevar a los escenarios.
Publicada en 1920 por Edith WhartonLa edad de la inocencia es una novela que se sitúa en la década de 1870 reflejando el mundo aparentemente equilibrado y sin contradicciones de la alta sociedad de Nueva York. En su desarrollo trata del conflicto que se estaba gestando, como en toda Europa, del cambio de poder entre dos mundos: el de las viejas familias americanas de la burguesía que tradicionalmente ostentaban el poder y el de los grupos emergentes, los nuevos ricos, que acabarán imponiendo sus costumbres, sus gustos y sus voluntades. En 1921 su autora fue galardonada con el Premio Pulitzer por esta obra.
De esta novela podemos recordar la película homónima dirigida por Martin Scorsese y que fue protagonizada por Michelle Pfeiffer, Daniel Day-Lewis y Winona Ryder.
En el comienzo de la novela, en su capítulo II, asistimos a una escena que se desarrolla en el antiguo teatro de la Academia de la Música de Nueva York, el espacio donde se reunía esta burguesía americana antes de la construcción del Metropolitan Opera House que se erigiría pocos años más tarde en la Broadway Avenue antes de que un incendio la llevara a su ubicación actual.
Wharton nos sitúa la escena en momento en que uno de los protagonistas, Newland Archer entra en su palco, al inicio el Acto III del Fausto de Gounod, más pendiente de la joven May Welland y su futura relación con ella, mientras, despreocupado, va fijando su atención en el decorado y el desarrollo del acto.
La escritora tiene el detalle de presentar en escena a dos de los cantantes que por aquellos años triunfaban por toda Europa y algunos de los escenarios norteamericanos, la cantante Christine Nilsson, una soprano sueca de técnica exquisita que inauguró en 1883 el Met interpretando precisamente el papel de Margarita de Fausto, y Víctor Capuol, un tenor francés con una voz lírica educado en la elegante escuela francesa y que debutó en este recinto de la Academia de la Música en 1871 con este mismo papel.




Enlazamos con la escena que refleja la novela de Wharton, el dúo de amor entre Fausto y Margarita del Acto III que comienza con Il se fait tard, adieu! (Se hace tarde, ¡adiós!) interpretada por el tenor Vittorio Grigolo y la soprano Angela Gheorghiu en una producción del Royal Opera House londinense de 2011.


Publicada por entregas en la Revue de Paris en 1856 por Gustave FlaubertMadame Bovary se considera tanto una de las mejores novelas del XIX como una de las que más aportó al género y a la modernización del mismo.
Después de unos seis años de trabajo que fue reflejando en su correspondencia, el escritor publicó la novela que se basó en una historia real, el suicidio de Delphine Delamare, esposa de un viudo mayor que ella, sanitario de Normandía en la que las condiciones de su matrimonio, los amantes que tuvo y sus profesiones quedaron reflejadas en la obra. El tema central de la novela, el adulterio de Emma, que se siente atrapada en el matrimonio con el doctor Charles Bovary y termina también suicidándose.
La obra causó un escándalo en su momento y Flaubert y la revista fueron acusados por «ofensa a la moral y a la religión», una circunstancia de la que fueron absueltos y cuyo escándalo les benefició publicitariamente.  
La maestría literaria de Flaubert nos hace ver su punto de vista sobre la sociedad francesa de la mitad del siglo, en la que el doctor no tiene más que ofrecer a Emma que exhibirla como una suerte de trofeo del doctor, sin nada que aportarle personalmente.
En la segunda parte de la novela se produce uno de los momentos que desencadena la situación y en la que Flaubert nos ofrece las diferencias de sensibilidades, criterios, entendimiento y puntos de vista entre Charles y Emma. El capítulo XV comienza con los protagonistas en una función de la ópera Lucia de Lammermoor de Donizetti. El escritor va estableciendo un relato entre las escenas del primer acto y cómo la perciben los protagonistas. Desde la apasionada Emma, lectora de la obra original de Walter Scott en la que se basa la ópera y su percepción de la situación entre Lucía, su amado Edgardo y Arturo, el novio buscado por su hermano, hasta la torpe y anticuada comprensión de su esposo que la exaspera.
En esta ocasión, Flaubert imagina el personaje de Lagardy, el tenor que interpreta a Edgar(do) y recrea, rodeada del halo mítico que envuelve a quienes ostentan este tipo de fama, algún detalle de su biografía.



En el texto anterior, Flaubert deja transcurrir el Acto I completo hasta el descanso del entreacto. De todas las escenas, traemos el enlace a la quinta y última de ellas, el dúo entre los enamorados Lucía y Edgardo, en la que el novelista francés centra la parte final del texto.
Ignacio Encinas como Edgardo y Ascensión Padilla como Lucía son los intérpretes, acompañados por la Orquesta Sinfónica de Alicante dirigidos todos por Joan Iborra en una producción de Vocemmus con la colaboración de Ramfis Producción, el Teatro Principal de Alicante y el Gran Teatro de Elche en una representación de 2013.


Si hay una novela en la que sea evidente que el tema se relaciona con los dramas musicales, esa es  Le fantôme de l'Opéra (El fantasma de la Ópera), la novela terminada de publicar en 1910 por Gaston Leroux.
Reportero para los periódicos parisinos Le Matin y L'Écho, Leroux viajó como reportero por Inglaterra, Finlandia, Suecia y destinos más lejanos como Rusia, donde cubrió los primeros tiempos de la revolución bolchevique, Egipto, Marruecos o Corea. Sus novelas, que fue alternando con sus trabajos periodísticos, fueron publicadas por entregas en distintos periódicos de la capital francesa.

Obra de un romanticismo tardío y extemporáneo, heredera simultáneamente de las novelas gótica y policiaca, Leroux sumerge a los lectores en el fascinante mundo que se oculta tras los telones y las bambalinas.
Para su novela diseñó un edificio de la Ópera imposible cargado de espacios subterráneos, pasillos húmedos que esconden trampas mortales al que le unió un personaje singular, una suerte de monstruo de feria desde su nacimiento, aborrecido y también condenado desde el principio. Un ser oscuro y atormentado, heredero del Quasimodo de Victor Hugo, con una personalidad compleja: angustiado por su deformidad y fealdad, se encuentra a la vez apasionado por la música y la belleza, encarnada, cómo no, por una joven cantante. Con él, el escritor muestra una compasión que transmite a los lectores.
La escena en la que nos centramos a continuación está al comienzo de la novela, en su capítulo II y el autor nos va dejando entrever algunos de los motivos de la obra: se deja en silencio una funesta aparición para centrarse en una gala en la que intervienen los más prestigiosos compositores y cantantes del momento, entre ellos el propio Gounod. Entre ellos se encuentra un nuevo descubrimiento, que se erigirá en protagonista de la novela, la cantante Christine Daaé, un diamante que comienza a brillar en el escenario y que algunos espectadores se quejan de que lo han tenido oculto por un tiempo. La memoria de la gala -no estamos ante la representación de una ópera- la mueve el escritor entre la crónica periodística y la recepción de los espectadores y algunos entendidos.




Finalizamos este repaso por novelas que incluyen escenas relacionadas con la ópera con el trío final del Fausto de Gounod.
Fausto y Mefistófeles se acercan a la prisión donde encuentran dormida  Margarita en su celda. Enloquecida por haber matado a su hijo espera su ejecución. Al oír a Fausto despierta y recuerda los momentos felices que han vivido juntos, proponiéndole huir ambos. Al descubrir a Mefistófeles, asustada pide la protección divina y de los ángeles antes de caer muerta. Un coro de ángeles lleva el alma de la joven al cielo, mientras Fausto, desesperado, es arrastrado por Mefistófeles

De la misma manera que en la novela de Leroux se realiza una gala musical y lírica, enlazamos esta última audición del trío final del Fausto de Gounod con la interpretación de la soprano checa Zuzana Marková como la joven y pura Margarita, el tenor francés Florian Laconi como Fausto y el también francés bajo Nicolas Courjal como Mefistófeles acompañados por La Orquesta Nacional de Montpellier dirigida por Luciano Accella.

Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!


Bibliografía y webgrafía consultadas:

Los libros aparentan sabiduría, son confusos y dañinos. No dejes de leer

La invención de la imprenta supuso una revolución sobre el mundo del conocimiento como nunca antes la hubo. La publicación de libros que trajo consigo hizo llegar un conocimiento que se limitaba a un grupo minoritario a una inmensa mayoría, transformando el acceso a la información y al pensamiento de forma irremediable.
El uso de la imprenta supuso una democratización de la cultura y aumentó el nivel de conocimiento de una gran parte de la población, además de modificar nuestra forma de pensar, no sólo en cuando a la adquisición de ideas, sino en la manera en que nuestra mente trabaja y procesa la información, dejando en un segundo plano aspectos tan fundamentales antes de su invención como la memoria.
Esta revolución, gestada con el invento de Gutenberg, sólo es equiparable a la aparición de los dispositivos electrónicos e internet que se está gestando en las últimas décadas. 
Pero la aparición de la imprenta y lo que supuso tuvo también sus detractores y reticencias, personas y razonamientos que veían que este invento, imparable en su desarrollo, sería la causa de nuevos inconvenientes y problemas.
Todo lo que tratamos en esta publicación sobre la imprenta, los libros y nuestra relación con ellos puede ser leído y aplicado de forma prácticamente idéntica sustituyendo estos términos por Internet y los dispositivos en los que los utilizamos.
Te propongo un recorrido por la revolución que provocó el invento de la imprenta en el uso de los libros, sus características y detractores, todo leído con la misma mirada con que podemos hablar de la revolución que está provocando Internet. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere! 


Antes de comenzar retrocedamos varios siglos.
Poco conocemos de uno de los pensadores más grandes de todos los tiempos, Sócrates, ya que no nos ha llegado ningún escrito suyo, posiblemente porque nunca llegó a escribir sus ideas. Lo que nos ha llegado de su pensamiento se debe a distintas fuentes: los diálogos de Platón y de Jenofonte y por algunas obras de Aristófanes
Los Diálogos de Platón son, sin duda, los escritos más prolijos y completos que tratan del pensamiento socrático, aunque siempre nos queda en el aire la duda de si Platón nos presenta al verdadero filósofo o sólo asistimos, a través de sus escritos, a la imagen del que podríamos llamar Sócrates platónico.
Nacido aproximadamente el año 427 a. C., Platón de Atenas fue uno de los grandes pensadores de la Grecia clásica, seguidor, desde que lo escuchó con aproximadamente veintisiete años, de Sócrates y que, tras su fallecimiento, siguió con Crátilo discípulo de Heráclito y Hermógenes que lo fue de Parménides, para continuar con Euclides de Megara y otros discípulos de SócratesCon, alrededor de cuarenta años fundó la Academia de Atenas, un lugar donde impartía sus enseñanzas, y que llegó a perdurar durante novecientos años.
Platón es uno de los pocos autores clásicos de los que parece que se conserva toda su obra literaria, escrita, fundamentalmente en forma de diálogo sobre una gran variedad de temas como filosofía, ética, política, metafísica, antropología o cosmología entre otros.
En la mayorías de sus diálogos, Platón sitúa la figura de Sócrates quien desarrolla debates de cariz filosófico con distintos interlocutores a través de diversas técnicas como el comentario indirecto, la digresión -en que se introduce una pausa en el discurso para plantear otro tema- y el relato mitológico, además de los monólogos.
Escrito en su época de madurez junto a los diálogos más conocidos como Fedón, El Banquete o La República, Fedro trata temas como la belleza o el amor. 
En este diálogo, Platón dirige la conversación entre el protagonista y Sócrates hacia la necesidad y conveniencia de escribir. El filósofo le habla del dios egipcio Theuth quien descubrió los números, el cálculo, la geometría y la astronomía, además de algunos juegos y las letras. El dios la mostró al faraón Thamus quien las fue valorando en un intercambio de tú a tú entre deidades. Theuth precisó que las letras harían más sabios a los egipcios al ser un fármaco de la memoria y la sabiduría, a lo que el faraón respondió que, simplemente, este arte sería apariencia de sabiduría y no verdad. De esta manera, Sócrates, un filósofo que no nos dejó nada escrito, se posicionó sobre el descubrimiento del arte de las letras.


Conrad von Gessner, considerado uno de los padres de la zoología fue un incansable naturalista y bibliófilo suizo, un erudito que vivió en el siglo XVI, cuando la imprenta ya llevaba unos años de desarrollo y que ya anunciaba algunos de los inconvenientes que él encontraba en la proliferación de información que traería la difusión de los libros. A él pertenece una frase, dicha hace más cuatrocientos años, que aún hoy escuchamos con frecuencia, aplicada en este caso a Internet«La sobredosis de información es confusa y dañina para la mente humana», con la que hacía referencia a la gran cantidad de información que se tiene al alcance, además de la pérdida del uso de la memoria, tan fundamental en los siglos anteriores. Von Gessner dedicó sus esfuerzos a solventar estos peligros siendo el autor de uno de los primeros índices bibliográficos de nuestra cultura.


Pocos personajes se nos vendrán antes a la memoria al tratar sobre estos peligros que anunciaba Gessner como el creado por Cervantes. En el mismo siglo en que el naturalista hacía uno de los primeros índices bibliográficos que se conocen, en el que aparecen ya más de mil ochocientos autores de toda la historia, ordenados alfabéticamente con los títulos sus obras y valoraciones y comentarios de las mismas, un personaje como Don Quijote es el ejemplo de esa proliferación de información que había que administrar en la mente y que podía acabar afectando a quienes no supieran gestionarla.
Siendo una parodia y una crítica de determinados tipos de libros, en esta ocasión los de caballería, la obra de Cervantes presenta un fresco y un retrato único e inigualable de la sociedad de su época, teniendo una rápida difusión por la modernidad del relato en toda Europa.
Su personaje se ha llevado a los escenarios en multitud de ocasiones, tanto en versiones para ópera como para ballet. De las primeras, podemos citar las versiones que Henry Purcell, Telemann, Mendelssohn, Donizetti, Massenet, Ravel, Falla, Richard Strauss o Henze hicieron a partir del personaje cervantino, bien de a partir de la novela, bien a partir de algunas de sus historias. 

Georg-Philipp Telemann está considerado el compositor más prolífico de todos los tiempos con más de ochocientas obras reconocidas, aunque los últimos estudios lo acercan a las tres mil, de las cuales muchas han desaparecido. Autodidacta, contemporáneo de Händel y Bach, el personaje de Cervantes le atrajo hasta el punto de estrenar su ópera Don Quixote en 1761 cuando contaba ochenta años de edad. Varias décadas antes, alrededor de 1716, había compuesto una obra inspirada en el personaje, enmarcada dentro de las obras de inspiración francesa que realizó, su Suite Burlesque de Quixotte, una obra para orquesta de cuerdas y bajo continuo que se enmarcaba dentro del estilo barroco de comienzos del XVIII.
La suite tiene un carácter ligero y leve, casi humorístico, con una división en episodios bien diferenciados. 
Nos acompaña una versión interpretada por la Norwegian Chamber Orchestra dirigida por Terje Tønnesen perteneciente a las Hørbar Concert Series que se celebró en Sentralen, Oslo.
La obra comienza con un redoble de la percusión mientras se sientan los intérpretes y rebosa de humor y delicadeza. Sus partes se pueden seguir a partir de estas indicaciones:
   0'        Overture
4'18''     Le reveille de Quixote (El despertar de don Quijote), donde Telemann se centra y recrea de forma expresamente humorística en la respiración del protagonista mientras duerme.
6'43''     Son attaque des moulens a vent (El ataque a los molinos de viento), un movimiento contrastante y agitado en el que incorpora las castañuelas.
8'00''     Les soupirs amoureux apres la Princesse Dulcinèe (Suspiros de amor por Dulcinea), en el que podemos sentir los continuos ¡ay! que se le escapan al enamorado protagonista.
9'53''     Le galop de Rosiante alternat, avec sequent (El galope de Rocinante), un movimiento entre descriptivo y humorístico del caminar y relinchar del caballo en el que vuelven a aparecer las castañuelas y finaliza con un relincho disonante.
11'40''    La couché de Quixotte (El sueño de Don Quijote), un alegre y agitado movimiento en que el compositor nos deja asistir a la intimidad de los épicos sueños del protagonista.  


El desarrollo de la imprenta vino a revolucionar el mundo del conocimiento, durante muchos siglos al alcance de unos pocos privilegiados, para situarlo al alcance de todos, una posibilidad que transformó el conocimiento pese a que, aún en la actualidad, haya millones de personas no iniciadas en el conocimiento más elemental de las letras.


Profesor de Historia Cultural en la Universidad de Cambridge y miembro del Emmanuel College, Peter Burke es un historiador británico especializado en Historia Moderna y en temas relacionados con la sociología y la cultura. Su trabajo se inscribe en la Nueva Historia, una corriente que surge a partir de los cambios producidos en algunas academias europeas, especialmente francesas, inglesas y alemanas, en las décadas de los años 70 y 80 del pasado siglo, que busca centrar el objeto de estudio en cualquier tipo de actividad humana, frente a la Escuela Tradicional del XIX que se centraba de manera principal en los hechos meramente políticos.
En De Gutenberg a Internet: Una historia social de los medios de comunicación, Peter Burke, en colaboración con Asa Briggs, analiza el panorama de los medios de comunicación, así como el contexto social y cultural en que se desarrollaron a lo largo de los últimos siglos, trazando el recorrido que siguieron hasta llegar a configurarse tal como los conocemos en la actualidad.
En su capítulo La revolución de la imprenta en su contexto, Burke y Briggs analizan el escenario en que se desarrolló el invento de Gutenberg hasta el final del siglo XIX.
El texto que nos acompaña trata de los detractores del nuevo escenario y algunas de las narraciones catastrofistas que presentaron, del nacimiento y desarrollo de los periódicos que ahondaron en el descontento de los poderes establecidos al comprobar que les hacían perder autoridad, además de la necesidad de recuperar la información y seleccionar la que nos interese. Todo ello supuso el establecimiento e incremento de las bibliotecas, los índices bibliográficos y el nacimiento de un nuevo gremio, los libreros.
Nada que no hayamos oído en los últimos años.


Continuando con este acercamiento a los peligros que los detractores de este revolucionario invento presagiaban, nos acompaña uno de los números más inolvidables del grupo argentino Les Luthiers, en los que no saber administrar el exceso de información que aparece en los escritos determina irremediablemente el desarrollo de la pieza.
Obra de uno de los más grandes compositores imaginarios creados, Johann Sebastian Mastropiero, el madrigal para voces e instrumentos La bella y graciosa moza marchose a lavar la ropa nos sumerge en el irónico y paródico universo de este genial grupo humorístico musical.


La Nueva Historia en la que se inscribe la obra de Burke pretende ser una Historia Total que evita centrarse en la historia política que se basaba en el estudio de las altas jerarquías sociales, para centrar el objetivo de su estudio en todas las capas de la sociedad, sin limitarse a los documentos escritos, buscando obtener la información de las fuentes que resulten más convenientes, de forma que se puedan analizar las macro-estructuras presentes en las sociedades de cada momento histórico, a partir de la interdisciplinariedad y la aplicación de técnicas y métodos procedentes de otras áreas que ayuden a ampliar la percepción de la realidad.
Siguiendo la estela del libro de Burke y Briggs, en el mismo capítulo anterior centran su mirada en los cinco tipos de lecturas en que las clasifican y que aportan el cambio revolucionario que el invento de la imprenta trajo consigo. Dada la extensión del texto, nos hemos limitado a transcribir la presentación de las ideas esenciales de estos tipos de lectura.


La interacción entre la ópera y los libros es enorme, en el sentido de que la inmensa mayoría de aquellas basan sus historias en estos. Los compositores y libretistas han sido siempre grandes lectores y han deseado y conseguido llevar a los escenarios aquellas historias que les ha llegado antes al corazón.
Prácticamente todas las óperas se basan en algún libro y, cuando no ha ocurrido, los autores -compositores y libretistas- se han inspirado en algunos de ellos para construir sus historias, como en el caso de Wagner que basó la mayoría de sus libretos en leyendas e historias medievales germánicas.
Mas si las óperas se basan en libros, mucho más raro y poco habitual es encontrar una obra en la que un libro tenga parte del protagonismo sobre el escenario. Nos despedimos de esta reflexión sobre el impacto revolucionario que tuvo la imprenta sobre la cultura y el conocimiento, en un paralelismo que se nos antoja grande con la revolución que se está produciendo con los medios sociales, los dispositivos electrónicos e Internet con una de las escasas escenas de ópera en la que la protagonista está en escena con un libro en la mano. 
La escena pertenece a Don Pasquale de Donizetti, en la que Norina, hermana del Doctor Malatesta se hace pasar por una viuda para casarse con el anciano protagonista, desengañarlo de sus intenciones y hacerlo ella después con su sobrino Ernesto.
Norina se encuentra en su casa leyendo un libro donde el caballero Ricardo jura amor eterno a su dama. El arioso comienza con

Quel guardo il cavaliere
in mezzo al cor trafisse;
piego il ginocchio e disse:
"Son vostro cavaliere."
(Aquella mirada al caballero
en mitad del corazón hirió;
dobló la rodilla y dijo:
"Soy vuestro caballero.")

En esta ocasión, Donizetti no utiliza el libro como fuente de conocimiento o cultura, sino que hace que se sirva de él Norina en un tono de burla y desprecio.
Así, tras el arioso inicial, continúa con el aria

So anch'io la virtù magica
d'un guardo a tempo e loco
(Yo también conozco la magia
de una mirada en el momento oportuno)

De nuevo volvemos a enlazar en este blog Quel guardo il cavaliere interpretada por la soprano Anna Netrebko en una representación del Metropolitan Opera House de New York de 2010 bajo la dirección de James Levine.


Termina esta reflexión sobre cuanto supuso el desarrollo de la imprenta y los peligros que auguraban sus detractores recordando el paralelismo que existe con la revolución creada por Internet
Somos conscientes de que los libros no nos dan la sabiduría, sino que la aparentan, que son confusos y dañinos, pero aún así pensamos que este es el mejor de los consejos:
No dejes de leer.
 
Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!


Bibliografía y webgrafía consultadas:

Deporte y cultura en los Juegos Olímpicos

Los Juegos Olímpicos son el acontecimiento deportivo que posee un carácter más universal de cuantos se desarrollan en todo el mundo, uniendo a participantes de prácticamente de todos los países y en la mayoría de deportes que se llevan a cabo en nuestro planeta.
Inspirados en la idea de los antiguos juegos griegos, gracias a la iniciativa del Barón de Coubertin, se desarrollan en nueva etapa que comenzó con el primero de los Juegos Olímpicos de la era moderna, desarrollados en Atenas en 1896.
El lema «Citius, Altius, Fortius» (Más rápido, más alto, más fuerte) recoge, desde sus inicios el espíritu de los atletas que se ha ampliado a los demás deportes en la búsqueda de la superación personal en la práctica de una actividad tan sana como el deporte, desde el punto de vista del respeto, el juego limpio y la aceptación de las reglas deportivas.
En un blog como este en que se unen literatura y música, te invito a conocer más detalles sobre los Juegos Olímpicos en un aspecto poco conocido donde se cruzan y combinan los proyectos que relacionan el deporte y la cultura. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!


Todo comenzó alrededor del siglo VIII a. C. en la Grecia antigua con los Juegos Olímpicos que se celebraban cada cuatro años en la región de Elis en honor de Zeus en la ciudad de Olimpia, unos juegos de los que ya se tiene noticias desde el siglo VIII a. C.
Con el transcurrir de los años se llegaron a celebrar otros juegos que se denominaron Juegos Panhelénicos, ya que buscaban la participación de contendientes de cualquier parte del mundo griego.
Estos Juegos Panhelénicos comenzaban con los Juegos Olímpicos en el primero de un período de cuatro años. El segundo y cuarto años se desarrollaban los Juegos Nemeos, disputados en Nemea, aunque en ocasiones en Argos, también en honor de Zeus y los Juegos Ístmicos, celebrados en Corinto en honor a Poseidón y que transcurrían en meses distintos. El tercer año del ciclo se disputaban en Delfos los Juegos Píticos en honor a Apolo. Este ciclo lo tomaban los griegos como una unidad de tiempo de cuatro años a la que denominaban Olimpiada.
Esta forma de organización permitía que cualquier atleta griego pudiera participar en todos ellos, incluyendo a participantes que provinieran de las colonias que tenían tanto desde las lejanas Columnas de Hércules en el Mediterráneo Occidental hasta a la oriental península de Anatolia. Pese al prestigio con que contaban, era infrecuente que acudieran participantes de estos lejanos lugares ya que debían correr con los gastos de los meses de viaje, transporte, alojamiento o entrenamiento, aunque parece que Alejandro Magno participó en ellos y que, en alguna ocasión no griegos, como el emperador Nerón llegaron a competir y ganar.
Las principales competiciones deportivas consistían en carreras de carros, lucha olímpica, boxeo, pancracio (una mezcla de boxeo y lucha), el stadion (una carrera de velocidad de unos 180 metros que rodeaba el estadio, el pentatlón (que incluía lanzamientos de jabalina y disco, salto de longitud, stadion y lucha), en la que sólo competían hombres que participaban desnudos.
Los Juegos Olímpicos comenzaron en el año 776 a. C. y los vencedores recibían una corona de olivo del árbol que sembrara el mítico Hércules, fundador de aquellos juegos y que cortaba un sacerdote con tijeras de oro o un niño cuyos padres viviesen. Los Píticos comenzaron el año 582 anterior a nuestra era, siendo el trofeo para los vencedores sendas coronas de hojas de laurel. Los Ístmicos comenzaron en el año siguiente, 581, y las coronas para quienes ganaban eran de apio, mientras que los Nemeos se iniciaron algo más tarde, en 573 con un premio de una corona de pino en los primeros años que fue sustituida por apio fresco.
Pero el aspecto deportivo no era el único a tener en cuenta. El último día comenzaba con una procesión de acción de gracias al dios del santuario correspondiente, a la que seguía un banquete donde se proclamaban los nombres de los vencedores y sus ciudades de origen, coronándolos a continuación. También se entregaban premios en metálico, bandejas de alimentos, ánforas de aceite y otros objetos valiosos.
Pero la memoria de los vencedores quedaba en forma de estatua en Olimpia si se lograba por tres veces la victoria, además del recibimiento en su ciudad con honores y privilegios, una fiesta multitudinaria donde se cantaban y eternizaban las hazañas y glorias de los vencedores con himnos y poemas a los que acompañaban músicas y bailes.
Los últimos Juegos Olímpicos se celebraron en el año 393 de nuestra era, después de casi doce siglos de celebraciones al considerar el emperador Teodosio que tenían un cariz pagano.

Walter Winans. An american trotter. Medalla de oro a la escultura en 1912.

De entre aquellos que cantaron las victorias de los atletas griegos, nos han quedado algunas obras pertenecientes a Píndaro, un poeta que vivió aproximadamente entre 520 y 480 a. C. 
De los diecisiete libros que parece que escribió, solo nos han llegado los cuatro que dedicó a los epinicios, esos poemas para cantar las glorias y victorias de los atletas y héroes, aunque no de forma completa. 
Estas poesías son obras de encargo, densas, con imágenes brillantes y audaces, de las que no nos han llegado la música y la danza que la acompañaban en su concepción original, pero que poseen una fuerza y riqueza inspiradoras.
De entre las que han llegado hasta nuestros días nos acercamos a su Olímpica XIV, una obra datada en 488 y dedicada a Asópico de Orcómeno, atleta vencedor en el Stadion, un poemas que se encuentra entre los menos extensos del autor.
Posiblemente el propio Píndaro dirigió el coro y el cortejo festivo en que se cantó el triunfo de Asópico en su Orcómeno natal. Las Tres Gracias, que tenían allí su santuario, son elogiadas como otorgadoras de bienes y las gracias o beneficios que indican sus nombres y a las que el propio atleta les debe su vitoria. 
Compuesta solo por dos estrofas, el texto de Píndaro tiene complejas referencias al río Cefiso que transita por la región de Orcómeno, a las Tres Gracias, Áglae, Eufrósina y Talía, además del olímpico padre de los dioses.


Imbuido de una amplia cultura clásica, Pierre Fredy de Coubertin, barón francés del mismo nombre renunció a la carrera militar a la que quería su familia que se dedicara para centrarse en labores como historiador y pedagogo que le llevaron a la creación de sociedades atléticas en distintos institutos franceses que se agruparían en una suerte de federación dedicada a la divulgación de la práctica atlética, la Union des Sociétés Françaises de Sports Athlétiques y la primera revista deportiva, la Revue Athlétique, logrando que las autoridades las incluyera en los programas de la Exposición Universal de París de 1889.
Tras un viaje por Estados Unidos y diversos países acaricia la idea de unir en una competición a deportistas de todo el planeta, sin interés por el beneficio económico, buscando la unión, la hermandad y el deseo de alcanzar la gloria por el esfuerzo y la superación. 
La idea encontró un mundo de incomprensiones, pareciendo inalcanzable de llevar a la práctica, hasta que, varios años más tarde, desembocó en la creación de lo que actualmente son  los Juegos Olímpicos de la Era Moderna.
Así, tras unos años de búsqueda de colaboración internacional se creó el Comité Olímpico Internacional que se haría cargo de organizar en distintas ciudades y países unos Juegos Olímpicos que se basaran en aquellos que se celebraban en Grecia adaptados a los tiempos que corrían.
Así, además de la organización que un evento de tanta complejidad exigía, se decidió que habría una composición musical que serviría de himno para cada uno de los Juegos Olímpicos que se celebrarían cada cuatro años.
En los primeros juegos celebrados en Atenas en 1896 se interpretó el himno oficial de ese acontecimiento. Basado en un poema de Kostis Palamas, literato nominado en varias ocasiones al Premio Nobel y con música de Spyridon Samara, uno de los grandes compositores de ópera griegos de la época, un ferviente admirador de Puccini
De esta forma, en la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Atenas se interpretó en el Estadio Panathinaikos el que sería el himno oficial de los primeros juegos de la era moderna con el texto en griego de Palamas y la música de Samara.

Hasta los Juegos Olímpicos de Melbourne de 1956 cada uno de los juegos poseía su propio himno. En la Sesión 55 del Comité Olímpico Internacional celebrado en Tokyo en 1958 se decidió que este himno que inauguró los primeros juegos de la era moderna pasaría a ser el himno oficial para todas las celebraciones olímpicas. Desde los Juegos Olímpicos de Roma de 1960 se interpreta este Himno Olímpico en cualquiera de los tres idiomas oficiales, griego, inglés y francés.
La interpretación que nos acompaña está cantada en el idioma griego original por la Hellenic Music Foundation Symphony Orchestra and Chorus, con la participación de Convivium Musicum Chorus de Ciudad de México, Prancyprian Choir y Canoni Chorale, ambas de Nueva York, dirigidas por Yannis Xylas en una grabación que se realizó en la ciudad norteamericana en octubre de 2016.


El barón de Coubertin y el Comité Olímpico Internacional no solo pretendían recuperar el espíritu deportivo, de colaboración y hermandad entre todos los pueblos, enviando un mensaje de oposición a los conflictos bélicos entre naciones. Además pretendían recuperar el aspecto cultural que acompañó a los Juegos Panhelénicos con la inclusión de medallas olímpicas en Concursos de Arte.
Una vez asegurada la frágil continuidad de los primeros Juegos Olímpicos, se pretendió incluir estos Concursos de Arte en los Juegos Olímpicos de Roma de 1908, pero fueron trasladados a Londres por la erupción del Vesubio en 1906 y el proyecto quedó sin concluir.
No fue hasta 1912 en los Juegos Olímpicos celebrados en Estocolmo cuando se llevaron a cabo estos primeros Concursos u Olimpiadas de Arte. Las disciplinas artísticas de esta primera olimpiada fueron Arquitectura, Literatura, Música, Pintura y Escultura, que fueron ampliándose a nuevas especialidades en el transcurso de los siguientes Juegos Olímpicos que no se suspendieron por los conflictos bélicos mundiales.
Entre las medallas de oro de estos juegos de Estocolmo figura la que se otorgó en el apartado Literatura a la obra Oda al Deporte, un poema presentado a concurso por el francés Georges Hohrod y el alemán Martin Eschbath y que, una vez acreedora del primer premio se desveló como escrita bajo pseudónimo por el propio Barón de Coubertin, que consiguió así una medalla olímpica de oro.
Nos quedamos con el comienzo de esta Oda al Deporte, obra vencedora de esta primera edición de los Concursos de Arte en los Juegos Olímpicos de Estocolmo de 1912 en la que el propio Barón ensalza al deporte en su múltiple faceta como placer de dioses y esencia de vida, belleza, justicia, audacia y honor.


Compuesto en 1899 por Jean Sibelius, Athenarnes sång (Canción de los atenienses) su Op. 31 nº 3, es un canto basado en un poema de Viktor Rydberg, que a su vez era prácticamente una paráfrasis de una obra del poeta espartano del siglo VII a. C. Tirteo, un canto a la resistencia heroica, al esfuerzo de la juventud e incluso la muerte en la lucha. 
Esta composición se enmarca dentro de la línea romántica de Schiller o Goethe que se acerca a una evocación ensoñadora de la Grecia clásica como paradigma de la era dorada de la civilización. Además, evocaba el Va pensiero del Nabucco de Verdi al presentar una analogía con la resistencia finesa ante los rusos que dominaban el país.
La Canción de los atenienses no llegó a ser cantada por las calles como la pieza de Verdi, pero sí tuvo un enorme éxito entre los finlandeses, interpretándose en innumerables ocasiones y siendo un frecuente bis en los conciertos en que el programa acogía obras de Sibelius. El propio compositor llegó a realizar hasta cuatro versiones de la obra que pudieran interpretarse en distintos contextos y con distintas agrupaciones, entre ellas una para septeto de metal.

En los Juegos Olímpicos de 1952 celebrados en Helsinki, durante la ceremonia de clausura se interpretó esta pieza que unía el homenaje a la cultura clásica griega con el hecho de ser una obra del más grande compositor finés vivo.
El enlace pertenece a una grabación para banda militar y coro masculino en una traducción diferente desde el griego al finés con el Polytecnikkojen Kuoro y la dirección de Tapani Länsiö realizada en septiembre de 2010.


El deseo de añadir a los juegos deportivos una dimensión relacionada con el arte se fue afianzando a partir de las distintas reuniones que se iban desarrollando por parte del Comité Olímpico Internacional y las ideas que iban exponiendo sus miembros. Esa unión entre 
«los músculos y el pensamiento» se acercaba al ideal de la Grecia clásica donde confluían con las pruebas atléticas los poemas, músicas y danzas que celebraban la gloria de los vencedores.
A tal fin, se aumentaron poco a poco las disciplinas que comenzaron en los Juegos Olímpicos de Estocolmo de 1912 hasta abrir un amplio abanico de abarcaba distintas modalidades relacionadas con la Arquitectura (Arquitectura mixta, Diseños arquitectónicos, Urbanismo), la Literatura (Literatura mixta, Obras dramáticas, Obras épicas y Obras líricas y especulativas), la Música (Música mixta, Composiciones para orquesta, Composiciones para solistas y coros, Composiciones Instrumentales y de cámara y Composiciones vocales), la Pintura (Pintura mixta, Dibujos y acuarelas, Grabados y aguafuertes, Obras gráficas y Pinturas) y la Escultura (Escultura mixta, Medallas, Medallas y placas, Relieves y medallones, Relieves y Estatuas), abarcando la especialidad denominada mixta todas las anteriores. Entre las especialidades que quedaron fuera de la competición, por distintos motivos, se encuentran Danza, Cine, Fotografía o Teatro.
Para formar parte de los jurados, el Comité Olímpico Internacional escogió a prestigiosos miembros de la comunidad artística y cultural del momento, entre los que podemos destacar a Selma Lagerlöf, Igor Stravinsky, Paul Dukas, Maurice Ravel o Nadia Boulanger.

En uno de los discursos con que Pierre de Coubertin aludía a los momentos en que fueron tomando forma las competiciones de arte, citó un artículo que él mismo publicó en el diario francés Le Figaro argumentando y justificando la idea que estaba gestándose como forma de complementar los aspectos deportivos y artísticos en los Juegos Olímpicos de la era moderna.


Las disciplinas artísticas tuvieron su desarrollo entre los Juegos Olímpicos de Estocolmo de 1912 y de Londres de 1948, con las desgraciadas ausencias de aquellos que no se celebraron a causa de los dos grandes conflictos bélicos del siglo. 
Mientras estuvieron presentes en los Juegos Olímpicos tuvieron un desarrollo un tanto caótico por varios motivos. Por un lado, necesitaban unos espacios donde apreciarlas diferentes a los estrictamente deportivos. Por otra parte, eran tan difíciles de evaluar para calificarlas y otorgarles medallas que los miembros del jurado dejaron en diversas ocasiones algunas medallas desiertas. También contribuyó a este desajuste el hecho de que, en algunas celebraciones olímpicas, las distintas categorías se subdividieron en especialidades, tal como se especificaba anteriormente, que dificultaron tanto la presentación de obras atendiendo a las especificaciones, como el trabajo de los miembros del jurado.
Pero dos aspectos influyeron definitivamente en que desaparecieran estas categorías artísticas. Por una parte, la organización de cada uno de los Juegos Olímpicos debía encargarse de su organización en toda su compleja amplitud. Por otra parte, la defensa estricta del deporte amateur frente al profesional, la auténtica lucha que promovía la organización internacional en aquellos años, que entendía que la mayoría de participantes en las competiciones artísticas eran profesionales en sus especialidades y que participaban con la intención de que los trofeos sirvieran como un escaparate en el que colocar sus obras y sus nombres.
Desde el momento de la desaparición de estos concursos de arte, en cada uno de los Juegos Olímpicos celebrados, la organización ha tenido el cuidado de incorporar una serie de actividades culturales paralelas a las deportivas que, de alguna manera, continuara uniendo en cierta medida las ideas que surgieron a comienzo del siglo XX.


Independientemente de los concursos de arte, Coubertin y la organización continuaron con la búsqueda de compositores que crearan los himnos que representarían cada uno de los Juegos Olímpicos.
Así, para los que se iban a celebrar en 1932 en Los Ángeles, un jurado eligió una obra del compositor checo Josef Suk como himno oficial del evento, Towards a New Life (Hacia una nueva vida). 
Para los de 1936 de Berlín el afamado Richard Strauss, uno de los grandes compositores del siglo XX, creó el Himno Olímpico a partir de un texto del poeta Robert Lubahn y que él mismo dirigió en la inauguración de los juegos.
El último de los juegos en que se buscó himno fue el de 1948 de Londres con la obra Non Nobis Domine de Roger Quilter basado en un texto de Rudyard Kipling y que fue interpretado por un coro de mil doscientas voces en la ceremonia inaugural celebrada en el estadio de Wembley.

De cuantos himnos se crearon para inaugurar estos eventos, quizás sea del de Suk el que ha pasado a formar parte del repertorio sinfónico y se presenta en los programas de conciertos con cierta regularidad.
El enlace presenta una interpretación de Towards a New Life durante la tradicional Last Night of the Proms de 2012 con la Symphony Orchestra and Corus de la BBC y la dirección de Jiří Bělohlávek celebrada en el Royal Albert Hall de la capital británica.


El formato de unión entre deporte y cultura como un todo que abarcaría de forma más completa la faceta humana, uniendo lo físico y lo intelectual, en palabras de Coubertin, «los músculos y el pensamiento». 
En la elección de la primera Medalla de Oro de Literatura otorgada en los Juegos Olímpicos de 1912 de Estocolmo al propio Coubertin, el jurado valoró la obra Oda al deporte y reflejó sus puntos fuertes y presentó la duda que le ofrecía el que fuera presentada por dos autores, de dos países y en dos idiomas a la vez, desconociendo, evidentemente, la autoría del iniciador del movimiento olímpico en su escrito. La valoración, recogida en Olympiche Ópiele Stockholm 1912 de J. Wagner, publicado en Zurich/Munich en 1972, quedó como sigue a continuación:
La Oda al deporte de Hohrod (Alemania) y Eschenbach (Francia) cumple en lo referente a su inspiración con las exigencias del programa. Expresa la idea del deporte de la forma más natural posible. Ensalza el deporte de forma artística y deportiva. La vital percepción del deporte que fluye por todas las estrofas de la Oda la sitúa por encima de otro poema, meritorio por otra parte, que canta a la aviación. Aunque la Oda no destaca por sus ricas imágenes, sí se basa en una abundancia de ideas originales, cuyo desarrollo lógico y armónico es intachable. El único reproche que se le puede hacer a la obra es el doble texto en alemán y francés. De esta forma se expresan escasamente el país y el idioma en el que se ha creado la Oda. La forma deja entrever un carácter romántico, el idioma un origen germánico. Es posible que los autores quisieran señalar que la literatura olímpica debería acercar a los pueblos a través de su cultivo de las Bellas Artes. La intención parece buena, pero conlleva un peligro. Porque sería deseable que en un concurso internacional las obras literarias llevasen también la impronta de un genio nacional y no traten de difuminar las peculiaridades de los pueblos.

Nos acercamos de nuevo a la Oda al Deporte en sus cuatro últimas estrofas, en las que establece la analogía del deporte con la alegría, la fecundidad, el progreso y, por último, la que quizás aún sea más importante y necesaria, la paz.


El transcurso del tiempo y el desarrollo de las ideas, planes y proyectos sigue unos caminos que se acercan o alejan de los propósitos iniciales, adaptándose a las circunstancias por las que transcurre y otros factores ajenos. 
Como inspirador, creador y desarrollador de los Juegos Olímpicos tal como los conocemos en la actualidad, Pierre de Coubertin había anhelado que los concursos artísticos continuaran dentro de los programas oficiales de los juegos, combinando el deporte con las distintas artes, para diferenciarlos de los distintos campeonatos mundiales de otros deportes, pero, sobre todo, como el desarrollo de una idea que une armónicamente el cuerpo y el espíritu, otorgando una visión más completa de la vida en la que se combinen juntos deporte, arte y cultura.
Pierre de Coubertin falleció en 1937, en un tiempo en que aún se celebraban los concursos artísticos, posiblemente en la creencia de que aún hoy en día seguirían celebrándose.

Dezsó Lauber. Diseño de estadio. Medalla de plata a la arquitectura en 1924.


Finalizamos con una nueva interpretación del Himno Olímpico original de Spyridon Samara, en esta ocasión para los Juegos Olímpicos de Invierno de Sochi de 2014 en que fue interpretado por una cantante habitual en este blog, la soprano rusa Anna Netrebko acompañada de un coro masculino.

Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!


Bibliografía y webgrafía consultadas: