Vivir sin leer no es vivir. Nuestra existencia no es completa si no hemos tenido la oportunidad de sumergirnos en un libro, de alcanzar a vivir otras vidas, de conocer otros lugares. Hay personajes y lugares a los que no hemos visto jamás y que para nosotros pueden llegar a ser más familiares e influir más en nuestras vidas, que aquellas personas con las que nos relacionamos a diario.
Para los amantes de los libros, tener claro el concepto de las bibliotecas como universos que a su vez contienen universos encerrados en libros viene claramente reflejado en este enlace en que Mr. Davidmore nos ofrece en su blog con su visión y su opinión sobre Las diez mejores bibliotecas del mundo.
Para los amantes de los libros, tener claro el concepto de las bibliotecas como universos que a su vez contienen universos encerrados en libros viene claramente reflejado en este enlace en que Mr. Davidmore nos ofrece en su blog con su visión y su opinión sobre Las diez mejores bibliotecas del mundo.
En esta semana, alrededor de la cual se celebra el día del libro, y después de dedicar una entrada a los libros bajo el punto de vista de los niños en ¡Un libro! ¿Se lo contamos a los mayores?, y otra a las bibliotecas en Tres miradas a una biblioteca..., en esta ocasión la vamos a dedicar a las emociones que nos proporcionan los libros con una mirada sarcástica a la confusión.
Encontrarnos con ese libro que durante tanto tiempo hemos esperado tener en nuestras manos, buscar en una librería tras haber visitado otras infructuosamente, recibir un libro empaquetado y demorar su apertura, prolongar innecesariamente el momento de comenzarlo saboreando ese fugaz instante... Todas estas emociones que preceden al momento mismo de introducirnos en el mundo que nos ofrece el libro, vienen en esta entrada de la mano de la brasileña Clarice Lispector, que nos acerca a esas emociones en su cuento Felicidad clandestina.
La confusión en las letras nos viene de la mano de la genial agrupación Les Luthiers. Estos incansables argentinos, sarcásticos, irónicos y capaces de poner en entredicho todas nuestras percepciones y convicciones, nos acompañan con un vídeo que en su estilo inicial es serio, clásico y elegante y que se va desvirtuando y descomponiendo conforme avanza la actuación en La bella y graciosa moza marchose a lavar la ropa. Aunque la grabación es antigua y la imagen tiene una calidad a la que ya no estamos acostumbrados, su frescura y su genialidad superan el paso del tiempo.
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