Cuando hablamos de ópera solemos pensar en obras del siglo XIX o XVIII, e incluso antes. Pensamos en autores como Verdi, Mozart, Rossini, Bellini, Wagner o Donizetti. Los más aficionados piensan también en otros autores que se encuentran entre el iniciador Monteverdi y algunos más cercanos a nosotros como Puccini, pensando que el repertorio actual es una sucesión de piezas que se estrenaron hace muchos años, e incluso siglos, y tienen poco que aportar al mundo en que vivimos.
Lo cierto es que en las últimas décadas se han vuelto a recuperar las óperas como espectáculo, tras la caída sufrida por la competencia del cine y la televisión y que en estos años es cuando más representaciones de óperas se realizan, en un mayor número de escenarios y accesibles a un público más numeroso y variado. Independientemente de esta situación, los grandes escenarios se han ido adaptando a las circunstancias y tienen plataformas que emiten sus obras para hacerlas llegar a los espectadores de cualquier parte del mundo. No es comparable asistir a un representación en directo que presenciarla desde otro lugar, pero todo tiene su encanto.
Hay también una idea de que no se componen óperas en la actualidad, cuando entre el año 2000, el último del siglo XX, y 2015 se han estrenado más de noventa óperas en el mundo. Como suele ocurrir en todas las manifestaciones artísticas, unas quedarán olvidadas por el camino, mientras otras pueden permanecer en la historia de la música. El tiempo dirá.
Te propongo una mirada a una ópera compuesta en el siglo XXI, una unión entre la fuerza clásica de una obra teatral de Shakespeare y la música y la concepción escénica del presente con The tempest de Thomas Adès. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!
La mirada entre el pasado y el presente, la búsqueda de aquello que forma la materia de la condición humana, aquello que permanece inmutable en nosotros junto con lo que nos hace distintos con el paso del tiempo conforman un puente en el que se desenvuelven algunas obras, y hay autores como Shakespeare o Cervantes cuyas obras han superado el paso del tiempo y tienen una vigencia que hace que distintos autores se basen en su obras para ofrecernos una nueva mirada desde otro arte.
The Tempest fue una de las últimas obras de Shakespeare, con las dudas que siempre presentan las fechas que rodean algunas obras del dramaturgo inglés, así como las que surgen sobre la originalidad de la obra o el hecho de que esté inspirada en algunas anteriores de otros autores, algo no infrecuente en la época y el personaje. De ella se han realizado más de una treintena de adaptaciones por compositores entre los que podríamos señalar a Henry Purcell, Sibelius o Britten.
La tempestad tiene ese aire de cuento maravilloso envuelto en un misterio que caracteriza algunas obras shakespearianas como El sueño de una noche de verano en la que se mezclan elementos realistas y mágicos, con un grupo de personajes que oscila entre los reales y los alegóricos y una descripción de ambientes singulares.
En La tempestad, Shakespeare juega con las dicotomías entre la civilización y lo salvaje, entre la naturaleza y el arte, entre lo anteriormente citado real y lo mágico, entre los deseos de venganza y perdón.
En el comienzo de su obra, Shakespeare muestra una virulenta lucha entre la naturaleza y el orden social establecido. El Contramaestre manifiesta que la autoridad de los nobles o el rey no tienen valor frente a la fuerza de los elementos naturales, pero en cambio, los marineros sí son capaces de contrarrestar su furia, lo que le lleva a dirigirse sin asomo de protocolo a quienes están por encima de él como los nobles o el propio rey.
La escritura de Shakespeare con las palabras enfáticas, las frases entrecortadas o las exclamaciones desesperadas reproducen el caos de la tormenta marina, un desorden de la naturaleza que lleva a una desestabilización del orden de lo social.
Alonso, el rey de Nápoles y su hermano Sebastián, el usurpador Antonio o el consejero Gonzalo aparecen en esta monumental tempestad que les conduce, en la primera escena de la obra, a la isla en que se desarrollará la acción.
Basada en la obra homónima de Shakespeare, Thomas Adès compuso su ópera a partir de un libreto de Meredith Oakes. The tempest fue estrenada en el Royal Opera House del Covent Garden de Londres en febrero de 2004 en coproducción del Teatro de la Ópera de Copenhague y la Ópera Nacional de Rin de Estrasburgo, donde se estrenó en 2005, llegando a Estados Unidos en la Ópera de Santa Fe al año siguiente. En la temporada 2012-2013 triunfó en el Metropolitan de Nueva York y en 2015 en la Staatsoper de Viena.
En la mayoría de estos estrenos el propio Adès se hizo cargo de la dirección orquestal de la obra. La instrumentación con utilización de elementos como las sordinas en las trompetas o la vorágine provocada por el inusual uso de la percusión y los instrumentos de viento -¿cuándo el viento ha sido normal en una tempestad?- hacen que la primera escena de la obra de Shakespeare quede perfectamente reflejada en la obertura de esta obra, en una pieza cuyo sonido es plenamente reconocible en nuestra época y totalmente actual.
El propio compositor Thomas Adès dirige a The Chamber Orchestra of Europe en la obertura de The Tempest.
El argumento de la obra de Shakespeare se desarrolla en cinco actos en tiempo real, por lo que su duración es la misma que el tiempo que dura la obra, además de ser ligera, sencilla, ágil y con unos dibujos casi transparentes y etéreos que reflejan los espíritus que aparecen por ella, creando un ambiente mágico.
Próspero, un viejo hechicero que fue exiliado a una isla con Miranda, su hija, cuando sus hermanos lo traicionaron en Milán, desencadena mágicamente una tormenta que hace naufragar al usurpador Antonio, Alonso, el rey de Nápoles y su hijo Ferdinand cuando regresan de una boda. Este último, separado en el naufragio de su padre a quien cree muerto, se encuentra con Miranda y Próspero, enamorándose de ella, oponiéndose este aparentemente, aunque entraba en sus cálculos la relación.
Paralelamente, Ariel, un espíritu del aire no deja de incordiar con sus acciones al rey y sus acompañantes que vagan por la isla.
Próspero prepara un banquete en el que aparece y desaparece continuamente frente a sus invitados, mientras Ariel les informa que han sido llevados a la isla para ser castigados por lo que hicieron a Próspero, quien los hace prisioneros.
Finalmente, este consiente en que Miranda y Ferdinand se casen, se siente mal por aprisionarlos y convoca a Ariel para que realice su hechizo final, revelando su identidad. El rey Alonso se disculpa mientras se siente aliviado de que su hijo y Próspero se encuentren bien, el barco es mágicamente arreglado y todo acaba como una buena comedia.
Como las grandes obras, La tempestad se desenvuelve bien en todas las miradas: es, para unos, utópica, alegórica, realista, bucólica o mítica. Para otros es una tragicomedia sobre la lucha por el poder, el perdón, el amor o la libertad. Para otros, es un drama renacentista con todas sus consecuencias: la relación entre la naturaleza y el arte, la magia y la ciencia o el orden del cosmos.
En el Acto IV asistimos a una ceremonia en la que Próspero, con la colaboración de Ariel, el espíritu del aire, celebra una mascarada para confirmar la unión entre Miranda y Ferdinand. En ella aparecen seres mitológicos como Ceres, Juno o Iris que refrendan el enlace entre los enamorados.
Una vez finalizada la comedia desarrollada con los enamorados, Próspero queda con Ariel en lo que debe realizar a continuación con los personajes, entre los que se encuentra Calibán, un salvaje también presente en la isla.
Tras esta obra dentro de la obra, se desarrolla una reflexión que se puede calificar como metateatral, ya que Próspero filosofa sobre la cualidad onírica del ser humano, sus creaciones ("sus solemnes templos") que alcanzan al "inmenso globo" en el que todos nos encontramos. Cuando razona que "estamos hechos de la misma materia que los sueños" se refiere no solo a la farsa que acaban de llevar a cabo, sino a la misma obra de teatro de la que él mismo forma parte, haciéndose consciente de pertenecer a ella.
En la obra de Adès, la relación amorosa entre Miranda y Ferdinand se muestra también desde el preciso instante en que se encuentran ambos jóvenes. Él, hijo de Alonso, rey de Nápoles, ella, hija de Próspero, aunque desconocedora que fue despojado del gobierno de Milán.
Adès compone un final del acto II en que ambos son protagonistas de un dúo que cierra el telón con el comentario de Próspero en el que muestra que le relación entre los jóvenes ha llegado al punto que él había previsto, lo que no deja de emocionarlo.
La grabación corresponde a una de las representaciones que se llevaron a cabo en el Metropolitan Opera House de Nueva York en octubre de 2012 con Isabel Leonard como Miranda, Alek Shrader en el rol de Ferdinand y Simon Keenlyside como Próspero.
La última mirada al texto shakespeariano nos lleva al final de la obra, a un epílogo que Próspero recita hacia los espectadores. Quizás no haya entre las obras del escritor inglés otro monólogo final similar a este.
Autor y protagonista traspasan en este monólogo el telón que separa el escenario del público, rompiendo esa sutil línea que separa la ficción del espectador, como si en una película el actor cesa de representar su rol e interpela directamente al espectador. Es una suerte de salto al vacío cargado de ambigüedad, ya que el espectador no sabe si quien se dirige a él es el personaje o el actor que lo interpreta, además de dejar en manos del público la resolución de la obra, su libertad o su cautiverio. Así, la isla de La tempestad es un espacio que se vuelve simbólico en cuanto recrea los límites entre la realidad y la ficción y el epílogo es un lugar que se muestra simultáneamente dentro y fuera de la escena, dentro y fuera de la propia isla.
De entre todos los personajes de la obra, tanto de la teatral como de la ópera, pocos tienen una presencia tan evanescente y mágica como Ariel, el espíritu del aire.
Si en la obra de Shakespeare hemos llegado al epílogo, en la ópera de Adès damos un paso atrás para fijarnos en este personaje
Siempre a las órdenes de Próspero, su capacidad de moverse entre lo simbólico y lo etéreo, su espíritu luminoso cargado de poder mágico se opone al salvaje Calibán, como formando parte de la dualidad humana, y hace de este personaje, una especie de duendecillo alegre y travieso como Puck en El sueño de una noche de verano.
Adès ha sustanciado esta personalidad en unos tonos singularmente altos, hasta el punto que Ariel debe cantar hasta diecisiete veces notas de una dificultad extrema durante sus dos primeros minutos en el escenario. Estos intervalos continuos necesitan una intérprete que se mueva dentro del tipo de soprano de coloratura que combine la agilidad vocal con una tesitura que abarque con soltura unas notas tan agudas.
Además, el personaje no sólo tiene unas notas que muestran su altura etérea, sino que debe desplazarse en determinados momentos por el aire. Efectos ópticos, movimientos escénicos sobre plataformas e incluso un cable sirven para que el personaje se desplace no sólo en horizontal por todo el escenario.
Pocas cantantes tienen la capacidad de llegar a estas notas como la soprano estadounidense Audrey Luna, una auténtica especialista en este tipo de tesituras elevadas. En su debut como Ariel en The tempest en el Met, The New York Times llegó a decir de ella: "Ariel del Adès es un creación deslumbrante, y Ms. Luna conquista el papel."
La primera intervención de Ariel, convocado por Próspero, se desarrolla en el primer acto de la obra con un texto repleto de frases cortas y aliteraciones.
El enlace que nos sirve para despedirnos de The tempest en su doble versión teatral y operística muestra varias de las intervenciones de Ariel a lo largo de la ópera.
Las expresiones como silbidos del aire, las frases cortas, las notas en tesituras elevadas y las casi ininteligibles palabras caracterizan al personaje de una manera singular, mostrando su configuración etérea y su mágica disposición.
Audrey Luna interpreta junto a Adrian Eröd como Próspero, algunas de las intervenciones de Ariel en La tempestad en la citada producción del Met de 2012.
Bibliografía y webgrafía consultadas:
- Shakespeare, William. La tempestad, Alianza Editorial, Madrid, 2016.
- Meredith Oakes. The tempest. Libreto bilingüe inglés - italiano.