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Asómate al espejo


Pocos objetos hay tan domésticos y habituales en nuestras vidas como los espejos. Instalados desde hace siglos entre nosotros, fueron ocupando su lugar en las residencias más acomodadas hasta llegar a la práctica totalidad de los hogares en la actualidad.
Un espejo no sólo es un elemento útil, sino que posee también la propiedad de servir como símbolo y fuente de inspiración a diversos artistas por los significados que puede evocar.
Si dedicamos unos momentos a meditar sobre su presencia, podremos evocar una gran cantidad de obras de arte que aluden a ellos: Desde cuadros hasta obras literarias, pasando por los decorados y lujosos espejos de los grandes palacios y salones que mostraban la grandeza de sus poseedores hace pocos siglos , hasta músicas en que estos objetos son protagonistas.
Te invito a realizar un paseo entre espejos que provienen de distintos artes y nos acercan, desde su simple función hasta cómo nos influyen con lo que nos muestran. Asómate y verás tu reflejo. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere! 

Berthe Morisot. El espejo psiqué (1876), detalle. Museo Thyssen -Bornemisza

Muchas son las obras que nos acercan a los espejos, cada una de ellas reflejando lo que sus autores vieron en ellas. Desde un simple cuento infantil hasta unas propiedades que mostraban una realidad de la que se enorgullecían o les desagradaba, pasando por otras en las que surgían otras reflexiones más profundas que rallaban, en algunas ocasiones, con los razonamientos filosóficos.
Una superficie lisa, dura y opaca que se limita a reflejar la luz y la imagen de los cuerpos y objetos que están frente a ella puede llegar a ser motivo de la reflexión infantil, planteando algunas preguntas sobre aquello que muestra y lo que deja de mostrar para perder alguna de sus propiedades y permitir indagar en sus secretos.

Ilustración original de John Tenniel
Así, en Through the looking-glass (A través del espejo, 1871), la continuación de Alicia en el país de las maravillas, Lewis Carroll nos plantea esta posibilidad y, tras la reflexión de la joven protagonista, le permite -y nos permite a nosotros- traspasar la dura superficie después de que el cristal se vaya disolviendo para permitirle entrar en la habitación que se reflejaba en el espejo.


Independientemente de la mirada infantil que hace soñar con características que acercan a los espejos a mundos imaginados y desconocidos, la superficie del cristal no nos muestra sólo la imagen reflejada, sino que puede llegar a alterar la condición con que la contemplamos. Puede ocurrir que quedemos fascinados por la imagen que nos devuelve, convirtiéndose el espejo en una suerte de máscara que nos oculta nuestro ser y nuestro verdadero rostro. Es el símbolo de Narciso enamorado de su propio reflejo en el espejo del agua que se precipita a la muerte.
En su ópera Fausto, Charles Gounod hace interpretar en el Acto III a Marguerite, la protagonista femenina, el aria Ah, je ris de me voir si belle en ce miroir (¡Ah, me río de verme tan bella en el espejo!), también conocida como el Aria de las joyas o el Aria del espejo, en el que, al probarse unas joyas, contempla su imagen en un espejo y el compositor nos muestra sus sentimientos.
El enlace nos presenta este Aria del espejo interpretada por la soprano finlandesa Soile Isokoski en una producción de la Opera Nacional de París representada en 2001.
Aunque la grabación comienza con la canción Il était un Roi de Thulé (Érase una vez un rey de Thule), es a partir del minuto 3'30'' cuando comienza el enlace a esta pieza.


El espejo es símbolo de la representación de la realidad, puesto que su reflejo es fiel solo aparentemente, en el sentido en que la imagen es idéntica pero invertida. A partir de esta propiedad surgen determinados símbolos tales como que suponen una especie de revés de la vida o, en algunos pueblos y culturas antiguos en que representaban el alma o el espíritu de los representados o sus sombras. Así, determinados pueblos creían que el alma reside en la imagen reflejada, ya sea en la superficie del agua o un espejo, o que este reflejo es una suerte de desdoblamiento de la personalidad, en unas ocasiones positiva, en otras, con un matiz trágico.
Muchos son los relatos que conocemos que provienen de las tradiciones populares en los que los espejos tienen un papel determinante en la alteración de la vida de los personajes. Quién no recuerda, por ejemplo, el espejo de la madrastra de Blancanieves y su función dentro del desarrollo del cuento.

René Magritte, La reproducción prohibida (retrato de Edward James, 1937) Museo Boymans van Beuningen (Rotterdam)
En una mezcla de algunos de estos significados de los espejos, mezclados con la más tierna inocencia, nos acercamos a un cuento escrito a modo de relato tradicional.
Juan Valera conoció muchos países y culturas gracias a su intensa labor como diplomático y político, dedicando gran parte de su trabajo a la creación literaria con novelas como Pepita Jiménez o Juanita la Larga, en los que realiza un complejo estudio de la personalidad femenina, además de una extensa colección de relatos y diversos estudios sobre literatura. Valera se sintió al margen de las corrientes literarias de su tiempo y escribió sobre la historia de la literatura y los clásicos griegos y latinos. Unido a su prodigiosa memoria y el dominio de las lenguas europeas más importantes, Valera cultivó la crítica literaria, la historia, la poesía y el ensayo, siendo considerado uno de los personajes más ameno y culto del siglo XIX.
Prueba de su facultad para la escritura son los numerosos relatos en los que se adentró en la descripción del carácter humano o el conocimiento de otras culturas, como el breve relato El espejo de Matsuyama (1887), que puede servirnos como representación de esos relatos que se enmarcan dentro de las tradiciones populares.


El espejo nos permite la construcción de nuestro propio yo en el sentido en que nos remite a la certeza de nuestro propio ser, aunque con el riesgo de que nos quedemos con la mera apariencia de lo que observamos, o no queramos llegar más allá de lo que vemos. Entablar un diálogo entre lo que vemos y lo que somos nos acerca a la realidad que nos refleja, a su modo, el espejo.

Diego Velázquez. La meninas (1656) Museo del Prado
Jules Massenet, autor de una treintena de óperas entre las que destacan Manon, Werther o Don Quichotte, compuso su obra Thaïs con libreto de Louis Gallet a partir de la novela homónima de Anatole France, inspirada a su vez en el personaje histórico que da nombre a la obra, una cortesana de Alejandría que vivió en el siglo IV que acabó abrazando el catolicismo y murió en un convento, alcanzando la santidad.
Anatole France construyó una novela de tintes filosóficos en que modificó la historia real introduciendo a un asceta de un cenobio que se propone la salvación de la cortesana quien, al lograr que ella alcance la fe, sucumbirá a sus encantos a costa de renunciar a sus principios.
Este argumento fue tratado por Massenet de forma irregular alternando momentos de gran inspiración, entre los que destaca una pieza que ha destacado de esta obra, alcanzando vida propia en recitales y conciertos, conocida como la Meditación de Thaïs, el clímax de la obra, una pieza instrumental en la que el violín da voz a los pensamientos de la protagonista. La obra fue compuesta para que la cantara la joven soprano Sybil Sanderson y se estrenó en 1894.
El fragmento que nos acompaña es el aria Dis-moi que je suis belle (Dime que soy bella) en que la protagonista entabla un diálogo con el espejo y le plantea la cuestión sobre si seguirá siendo bella con el paso del tiempo, una cuestión en la que, como es lógico, es ella misma quien tiene la respuesta.

Nos acompaña la soprano norteamericana Renée Fleming en la interpretación de esta pieza denominada también Aria del espejo Dis-moi que je suis belle de Thaïs de Jules Massenet en una producción del Metropolitan Opera House de Nueva York dirigida en 2011 por el desaparecido Jesús López Cobos.


El uso constante del espejo en nuestras vidas, especialmente en el cuarto de aseo, nos lleva a una circunstancia que podríamos denominar «la domesticación del espejo», en la que nos olvidamos del paso del tiempo. Cada vez que nos asomamos al espejo vemos la misma imagen, la del día anterior, en la que no hay diferencias con el presente. Al encontrar a un ser conocido al que hace tiempo que no vemos, observamos de forma inmediata el paso del tiempo transcurrido, mientras la imagen que recibimos de nosotros es idéntica a la última observada.
Sólo en contados momentos y en circunstancias especiales -un acontecimiento determinado, después de una enfermedad, algún suceso con un familiar o conocido u otra circunstancia concreta- apreciamos y sentimos ese cambio que se ha producido en nosotros.

Johannes Gumpp. Autorretrato (1646), única obra conocida del autor. Galería Uffizi (Florencia)
Novelista y autora de relatos, pero sobre todo poeta, Sylvia Plath es una de las grandes escritoras norteamericanas, pese a que nos dejara con apenas treinta años, víctima de una constante depresión.
En su tesis doctoral ya había indagado sobre los espejos a través del concepto del doble, un tema que volvería a desarrollar en su novela más conocida, La campana de cristal.
Escrito en 1961, dos años antes de su suicidio, Espejo es un poema en el que Plath invierte los términos, puesto que es el espejo el que reflexiona sobre la persona. Incluido en Poesía completa, el espejo es quien describe su existencia mientras su dueña va envejeciendo con el paso del tiempo, sin realizar juicios de valor, simplemente, como buen espejo, reflejando lo que observa sin ningún cambio ni alteración.
La soledad de mirar la habitación vacía sólo se ve alterada por la presencia ocasional de una mujer que lo mira mientras trata de conocer quien es ella al mirar su reflejo y notar cómo va transcurriendo el paso del tiempo junto con la marcha de sus sueños y anhelos, mientras envejecen su cuerpo y sus ilusiones. 


En el juego de imágenes y reflejos que nos proponen los espejos lo más frecuente es aceptar las cosas tal como las vemos y sabemos que son, sin caer en engaños ni espejismos, ni especular con la realidad. Estas palabras que derivan de espejo muestran el lado más oscuro del objeto, ese lugar en el que nos perdemos si no la aceptamos y sacamos la realidad de su lugar.

Pablo Ruiz Picasso, Mujer ante el espejo (1932). MoMA, Nueva York
Uno de los compositores fundamentales de la primera mitad del siglo XX es Richard Strauss a quien debemos óperas como Salomé, Eleckra, Ariadne en Naxos, Der Rosenkavalier o La mujer sin sombra, además del desarrollo del poema sinfónico.
Es con Der Rosenkavalier (El caballero de la rosa), una ópera mozartiana en muchos sentidos, con la que nos despedimos.
Sin entrar en detalles argumentales y, aunque no siempre se utiliza un espejo en escena, nos acercamos a esta reflexión sobre el paso del tiempo que realiza una de sus protagonistas, la inolvidable Mariscala. Sin dejarse llevar por especulaciones sobre lo que se ve reflejado en el cristal, se deja llevar por la pregunta «¿Cómo ha podido suceder?» en la que ve cómo el transcurrir del tiempo la lleva a dar un paso atrás y no dejarse engañar por el reflejo que ve en el espejo en ese preciso instante.


Salvador Dalí. Dalí de espaldas pintando a Gala de espaldas eternizada por seis córneas virtuales provisionalmente reflejadas en seis verdaderos espejos (1973) Museo Dalí

Cheryl Barker interpreta el papel de La Mariscala en esta grabación de El caballero de la Rosa registrada en la Opera de Sydney en 2010 con The Asustralian Opera dirigida por Andrew Litton.

En otra ocasión trataremos de uno de los escritores que más se han acercado y utilizado los símbolos que nos ofrecen los espejos, Jorge Luis Borges.

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Bibliografía y webgrafía consultadas:

El placer de la música

La música compone los ánimos descompuestos y alivia los trabajos que nacen del espíritu.
Miguel de Cervantes

La música forma parte de nuestras vidas. Tengamos o no conciencia de ello, nos acompaña constantemente. Hay personas que la tienen permanentemente en su vida diaria, sintiendo la música sin cesar; quienes se acercan a ella en ocasiones puntuales, escuchándola en determinados momentos, o quienes la tienen presente de forma circunstancial, como parte integrante de bandas sonoras de películas o series, como sintonías de cabecera de programas televisivos, incluidos diarios de noticias, de radio o en la publicidad, donde tiene un valor excepcional.
Unida indisolublemente a la naturaleza humana, la música tiene un origen tan remoto que vinculamos su origen en tiempos ancestrales con nuestro propio cuerpo. De los elementos de la música -ritmo, melodía, armonía y tono- el primero surge de nuestro propio corazón. Imaginar a los primeros seres humanos acelerando el ritmo de sus corazones para prepararse y enardecerse de cara a la próxima cacería o a la defensa de su territorio en peligro nos acerca a los orígenes de la música. Utilizar su propio cuerpo para producir sonidos, controlar los gritos y el uso de onomatopeyas, fueron anteriores o simultáneos al uso de la percusión con instrumentos tan simples como piedras, palos o huesos de los animales cazados. 
De ahí hasta nuestros días, varios miles de años de evolución de la música a través de las distintas civilizaciones y culturas han llevado la música hasta nosotros produciendo en el fondo las mismas emociones primarias, aunque matizadas, cultivadas y más sutiles que aquellas primigenias.
Nos podemos preguntar: ¿A quién no le gusta la música? Y la respuesta posiblemente sea que es difícil encontrar a algún ser humano que no disfrute con la música. Evidentemente no nos gusta el mismo tipo o estilo de música, ni los mismos intérpretes o autores, pero la llevamos en nuestra herencia genética. La cantidad de personas que acuden a los conciertos, de cualquier tipo, llenando estadios, auditorios o salas de concierto; el público que se acerca a las agrupaciones que participan o amenizan festejos y celebraciones populares; los millones de personas que utilizamos aplicaciones y programas en línea para escuchar música desde distintas plataformas, o la cantidad de personas que utilizamos o vemos utilizando equipos de música, auriculares o cascos mientras se circula en vehículos, se pasea o se hace deporte, atestiguan el valor de la música en nuestras vidas.
Cada año, el 22 de noviembre se celebra la festividad de Santa Cecilia, la patrona de la música, por lo que ese día se conmemora también el #DiaDeLaMusica y el #DiaDelMusico dedicados, como es obvio a todos los amantes de la música y a quienes la interpretan, ya sea de forma profesional o amateur. 
Te propongo celebrar el Día de la Música con unas reflexiones sobre cómo escuchar música de uno de los grandes compositores del siglo XX, Aaron Copland y algunas audiciones musicales. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere! 


Para celebrar el Día de la música, o en cualquier otro momento, nos acercaremos a unas reflexiones de Aaron Copland, uno de los compositores fundamentales del pasado siglo. Nacido en Brooklyn, Nueva York, en 1900, fue discípulo de la influyente Nadia Boulanger antes de dar comienzo a su carrera creativa.
Para sus obras, Copland busca su inspiración dentro del folclore estadounidense con con obras como el Concierto para clarinete, con claras influencias del jazz, Salón México o Retrato de Lincoln. Estas inspiraciones se desvelan de forma especial en sus ballets Billy el Niño, Rodeo y Apalachian spring, centrados en temas genuinamente americanos, todos ellos creados durante el periodo prebélico y bélico de 1936 a 1942.  
Poco a poco su estilo se volvió más abstracto y austero, incorporando técnicas dodecafónicas en obras como su Cuarteto con piano o Connotaciones, aunque sin alcanzar el éxito entre el público de las obras anteriores. Tres libros marcan sus reflexiones sobre la música: What to listen for in music, Our new music y Music and imagination.


En What to listen for in music (Cómo escuchar la música, 1939) se recoge una serie de quince conferencias que Copland impartió en la New School for Social Research de New York. Comenzando con un debate  sobre el método creador, el compositor siguió analizando los elementos que forman la música -ritmo, melodía, armonía y tono-, para continuar con una serie de disertaciones sobre las principales formas musicales -fuga, variación, sonata, sinfonía, poema sinfónico, ópera y danza-. Las últimas conferencias tratan sobre el papel que desempeñan los intérpretes en la comprensión del auditorio, además de incursiones en las características de la ópera, el drama musical, la música contemporánea y la música cinematográfica, con los que Copland confirma sus ideas sobre la universalidad de la música, sus adaptaciones a distintos géneros y su evolución a lo largo del tiempo, mostrando al oyente/lector el camino para acercarse de igual manera a la música contemporánea o a la clásica.


En esta publicación nos acercaremos a la segunda de las conferencias titulada Cómo escuchamos. Puede parecernos extraño el título y el contenido y plantearnos algunas cuestiones previas. ¿Es qué no sabemos escuchar música? ¿Acaso debemos aprender a escucharla? ¿O, necesitamos una guía para poder escucharla? Estas cuestiones quedarán resueltas a lo largo del capítulo y de forma más completa del libro, aunque la respuesta es sencilla para Copland: Escuchar música es una capacidad que se adquiere a través de la experiencia y el aprendizaje. Cuanto más conocemos de una música concreta, más disfrutamos de ella.
Copland diferencia tres formas de escuchar la música, cada una de ellas en un nivel superior de apreciación. El primero de estos niveles es que el compositor denomina el plano sensual.


Uno de los objetivos de este blog consiste en fusionar o maridar los textos con la música. En esta ocasión, la propuesta tendrá un matiz diferente, en el sentido de que te propongo escuchar la música que lo acompaña o sustituirla por cualquier otra que sea de tu agrado y encaje con el propósito que manejamos: disfrutar del placer de la música, en esta primera audición, en su plano sensual.
Aunque nos haya acompañado en otra ocasión en este blog y, dentro del propósito habitual de que sea música cantada, nos acercamos a un coro de ópera, posiblemente el más conocido y universal de todos cuantos existen, el Va pensiero de la ópera Nabucco de Verdi.
El enlace nos muestra una interpretación de este archiconocido coro realizado en la representación llevada a cabo en el Metropolitan Opera House de New York en 2002. La escenografía, casi un relieve asirio, la concentración de los intérpretes que aguantan perfectamente los primeros planos en un tipo de obra en la que los espectadores sólo ven de lejos, el decorado o la primorosa interpretación llevaron a realizar un bis. Una pieza singular para dejarnos llevar por el plano sensual del que trataba Aaaron Copland. Déjate llevar.
 

Los distintos niveles de audición musical que propone Copland podemos aplicarlos a cualquier tipo de música que escuchemos, sea cual sea su estilo.
El segundo plano al que se refiere el conferenciante es el plano expresivo, un nivel cargado de argumentos controvertidos como razona en su exposición. Partiendo del caso de Stravinsky que afirmaba que su música era un «objeto», una «cosa» convida propia sin más significado que su propia existencia musical, Copland llega a plantear la cuestión clave de este nivel: ¿La música quiere expresar algo? Y si puede hacerlo, ¿lo puede expresar con palabras?
También se adentra el compositor norteamericano en lo que nos dice una música concreta, razonando que cuando nos dice siempre lo mismo tiene más posibilidades de que la vayamos dejando de lado frente a aquellas cuyo significado, para nosotros, varía con algunos matices en cada audición que realizamos. Finalmente lleva este argumento sobre los significados a dos piezas musicales, una de Bach y otra de Beethoven.




Como hemos apreciado, dos son las obras musicales que propone Copland para ejemplificar el plano expresivo: Das Wholtemperierte Klavier (El clave bien temperado) de Johann Sebastian Bach, centrado en sus variaciones más tristes, y la 9ª Sinfonía de Beethoven, centrado en el tema inicial de su primer movimiento. Dada la extensión de la primera obra, cercana a las das horas en el primero de los dos libros que la componen, la enlazamos al final de esta publicación por si deseas centrar en ella la audición.
Así, la segunda pieza musical que nos acompaña es el primer movimiento de la 9ª Sinfonía de Beethoven, para centrarnos en el primer tema que presenta el compositor después de surgir desde el silencio un intervalo a cargo de los violines, chelos y trompas que anuncian, como una premonición, la llegada del tema.
La interpretación corre a cargo de la Deutsche Kamerphilharmonie de Bremen dirigida por Paavo Järvi dentro del Beethovenfest de Bonn celebrado en 2009.


Como avanzaba al comienzo de su capítulo y/o conferencia, el tercer plano de audición que considera Copland es el estrictamente musical. En este plano el oyente no se limita a sentir la música y lo que le expresa, sino que se adentra en percibir los elementos, comenzando por la melodía -si le gusta o no, si le atrae o le deja más indiferente- y el ritmo -especialmente si es más marcado-. También le ayuda conocer los estilos musicales para apreciar con mayor rotundidad en cuál se inscribe la música que escucha. 


Como forma de exponer mejor su razonamiento, Copland pone como ejemplo la forma en que el espectador aprecia una obra de teatro, para finalizar proponiendo una audición más activa en que se superpongan los tres planos enunciados de forma simultánea y el oyente se sitúe simultáneamente fuera y dentro de la música, juzgándola y disfrutándola, pensando en el camino que va a seguir el compositor y descubriendo que va por otro diferente al que pensó.
Todo un reto que incrementa el placer de quien escucha música.


Finalizamos esta publicación sobre el placer que nos proporciona la música con la que se considera la música más interpretada y escuchada de toda la historia: El Aleluya de El Mesías de Händel. Para esta última audición te propongo realizar una experiencia musical con la idea de comprobar hasta qué punto llegamos a disfrutar de los tres planos que señala Copland.


Para ello, comenzamos con el análisis certero y profundo que realiza sobre esta obra universal Luis Ángel de Benito, profesor de Armonía y Análisis del Real Conservatorio Superior de Música de Madrid y director de Música y Significado en Radio Clásica de Radio Nacional, uno de los programas sobre música más interesantes del panorama radiofónico de nuestro país.


La última parte de la experiencia, y con la que nos despedimos con la idea de disfrutar plenamente de todos los planos del placer de la música, consiste en escuchar este Hallelujah del oratorio Messiah de George Friedric Händel interpretado por un coro espectacular con una enorme cantidad de componentes, The Tabernacle Choir and Orchestre del Temple Square en una interpretación grabada en septiembre de 2014.

Ya me cuentas. 
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Bibliografía y webgrafía consultadas:

Cómic y Ópera: La Zorrita astuta de Janáček


La ópera reúne elementos como la música, interpretada inevitablemente de forma vocal con la colaboración fundamental de la orquesta y los instrumentos que la componen, las artes escénicas que les aportan la interpretación y creación de personajes sobre un escenario, además de las artes plásticas que intervienen en la configuración de los escenarios en los que se desarrolla como la pintura, la decoración o la arquitectura, además de la iluminación, más importante y fundamental de lo que aparentemente se observa, así como la creación y confección del vestuario y la caracterización de los personajes con el uso del maquillaje o peluquería. 
Otro de los apartados fundamentales para construir este tipo de obra de arte es el elemento poético, construido a partir de los libretos, que le aportan la situación y la acción dramática. La acción combinada entre compositores y libretistas se ha nutrido de la inspiración de historias originales, además de la adaptación de argumentos tomados de otras fuentes, fundamentalmente de novelas o poemas. Hace pocas semanas tratamos en este blog sobre la relación entre el cómic y la ópera a partir de la obra The rakes's progress (La carrera de un libertino) que se puede seguir en Cómic y ópera: El libertino de Stravinsky.
Allí comentamos que se considera a Thomas Rowlandson el creador o iniciador del cómic cuando en 1809 comenzó a publicar una serie de tiras ilustradas humorísticas titulada Dr, Sytanx sobre un quijotesco maestro de escuela a partir de textos en verso de William Combe, un grupo de historias -historietas- que tuvo tal éxito que ilustrador y escritor debieron realizar más series sobre el personaje.
Desde entonces comenzaron a incluirse tiras cómicas, más o menos satíricas en los diarios, hasta que comenzaron a editarse en publicaciones independientes 
Pese a que es más habitual el trasvase desde la ópera hacia el cómic, ya que estos últimos se han inspirado y desarrollado en diversas ocasiones historia, argumentos o relatos basados en óperas, hay algún otro caso, además del señalado de Stravinsky en el que la ópera y su argumento se basan en un cómic.
Te propongo un paseo por una de las óperas más originales surgidas de un cómic, La zorrita astuta de Leoš Janáček, una animada, vitalista y reflexiva obra protagonizada por animales. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!


Antes de comenzar este camino desde las viñetas a los escenarios te invito a dejarte llevar por un paseo el camino inverso, la presencia de un aria de ópera en el cómic, en esta ocasión de animación.
En Peanuts (Cacahuetes), un título impuesto por el editor y que Charles M. Schulz prefería denominar con el nombre de su protagonista Charle Brown, el caricaturista creó un mundo que estuvo publicándose entre 1950 y su fallecimiento en 2000. Personajes como el que da título a la serie, Snoopy, Sally Brown o Peppermint Patty mostraban un mundo infantil que se generalizaba gracias a su carácter lírico e intelectual que la hacían entrañable. Fue publicada en más de 2.600 periódicos y revistas en más de setenta países, siendo traducida a más de 40 idiomas.
Su éxito la hizo llegar a la televisión donde se crearon una serie de episodios para ocasiones especiales, llegando a alcanzar una gran popularidad.
En el enlace que sigue, PePpermint Patty participa en un concurso de patinaje sobre hielo con la música del aria O mio babbino caro del Gianni Schicchi de Puccini. Todo emoción pese a las dificultades técnicas.

 
Pocos casos hay en la historia de la música como el de Leoš Janáček. Nacido en Hukvaldy, una pequeña localidad de la Moravia checa en la mitad del siglo XIX, su origen humilde y un talento musical desmesurado marcaron sus primeros años de vida y estudios en los que, cuando no disponía de instrumentos de teclado, los interpretaba sobre dibujos de teclas pintadas sobre alguna mesa. Más adelante ingresó en algunos de los más grandes conservatorios de Europa como los de Leipzig o Viena y rechazó una beca para el de París, regresando a Brno donde se dedicó a impartir clases como músico y maestro, mientras indagaba en las raíces musicales de su país y creaba un lenguaje propio. Tras casarse con Zdenka Schuilzová, una de sus alumnas de la escuela de magisterio y perder a sus dos hijos el matrimonio entró en una crisis de la que no se volvería a recuperar, entablando el compositor relaciones con una cantante.
Es a partir de superar los cincuenta años de edad cuando alcanza la madurez compositiva y le llega el éxito internacional gracias a la creación de un lenguaje musical propio basado en la riqueza musical de su tierra y cada vez más alejado del estilo germano dominante. El estreno de su ópera Jenufa fue el punto de inflexión para una carrera que llenó la última parte de su vida.
Piezas como su Sinfonetta (1926) y óperas como Osud (Destino), Katia Kabanová, La zorrita astuta, El caso Makropulos o De la casa de los muertos, a partir de la obra de Dostoyevski, muestran un universo cargado de lirismo, modernidad y reflexión y marcan una vida llena de estrenos con más de sesenta años de edad, en una época en que muy pocos compositores llegaban a estrenar, si acaso, una ópera.
El su ópera La zorrita astuta la que nos sirve de enlace entre el cómic y la ópera. ¿Cómo surgió el cómic en que se basa? ¿Cómo llegó a conocerlo Janáček y a inspirarse en él? ¿Con quién colaboró para crear la historia y el libreto? ¿Qué aportó la edad y la madurez del compositor a esta obra? Sobre estas y otras cuestiones trata la presente publicación.

Fotografía de Leoš Janáček en su casa en la época del estreno de la ópera
Toco comenzó cuando Jaromír John director artístico del diario Lidové Noviny de Brno buscaba con cierta insistencia y premura dibujantes que le proporcionaran dibujos originales y graciosos, caricaturas o ilustraciones de figuras o personajes para publicar en el diario en las dos ediciones diarias y el suplemento dominical, lo que suponía alrededor de unas ochocientas ilustraciones anuales.
En una visita a Praga conoció al pintor y antiguo guardabosques Stanislav Lolek y le propuso su intención, pero este le argumentó que él era un pintor paisajista que no se dedicaba a dibujar figuras o personajes, por lo que se negó a colaborar en la idea propuesta. Mientras hablaban descubrió en un rincón del estudio un fajo de papeles cubiertos de polvo con algunos dibujos que, salvando las protestas iniciales de Lolek, se llevó de regreso al diario.
Allí descubrió que aquellos doscientos folios mostraban a un solícito cazador de amplios bigotes y a una astuta zorrita alrededor de los que transcurría una historia completa. Con ese material tenía para publicar durante seis meses. Encargaron a Rudolf Tésnohlídek, poeta y periodista, que escribiera los textos que acompañaran cada una de las ilustraciones. Así, entre el 7 de abril y el 23 de junio de 1920 se publicó en las dos ediciones diarias Liske Bystrouška (La zorra de orejas afiladas)  en forma de cómic con el texto bajo las imágenes.
La narración contaba la historia del oficial de policía Bartoš que, tras quedarse dormido en el bosque, captura y lleva a su casa a una pequeña zorra que entrega a su nieto. El animal es demasiado salvaje para vivir domesticada por lo que, tras matar varios pollos huye al bosque donde continúan sus aventuras.


Janáček supo llevar a toda su obra una mezcla de tradición, diferencia y modernidad, poniéndose a la vanguardia de la música de su tiempo. Se separó de la tradición germana imperante, buscó en la tradición de su país e indagó en la entonación y las modulaciones características del idioma checo para crear un universo musical propio. 
En La zorrita astuta nos lleva este mundo singular de Janáček con la presencia de los animales del bosque, a los que caracteriza con las inflexiones que había ido observando en el canto de las aves y los sonidos de los animales. además de caracterizar a los distintos personajes musicalmente con los distintos dibujos de su habla.
En la primera escena de la ópera Janáček nos introduce en la exuberante vida del bosque y los animales que lo pueblan con una melodía fresca y danzarina que nos acerca por momentos a un ballet variopinto y colorido. Una vez que se acerca el guardabosques desaparecen los animales, mientras se queda dormido sueña con la zíngara Terynka. Al despertar descubre a la zorra cuya mirada le recuerda los ojos de su enamorada, capturándola para para llevársela consigo.




El enlace que nos acompaña pertenece a una producción de la ópera grabada en el Theátre du Chatêlet de la capital francesa con la Orchestre de Paris bajo la dirección de Sir Charles MacKerras para la productora Arthaus Musik. El sugerente decorado con evocaciones de cuento infantil, los detalles del vestuario y la caracterización de los animales profundizan en la concepción de la ópera que creó Janáček.


La publicación de La zorra de orejas afiladas tuvo un éxito inmediato en el público checo, tanto en la edición de Brno como en la recién inaugurada de Praga. Janáček estaba suscrito al diario, aunque apenas disponía de tiempo para leerlo. En cambio, Marie Stejskalová, su ama de llaves se encargaba de ir a diario, cada vez más impaciente al quiosco de prensa para recogerlo y seguir la historia de la zorrita que le apasionaba. Fueron sus repetidas carcajadas dese la cocina las que comenzaron a hacer perder la concentración de su trabajo al compositor, a la vez que le llamaron la atención y le hicieron fijarse en el personaje.
Así, entre las tiras cómicas y el libro del mismo título en el que Tésnohlídek plasmó la historia Leoš Janáček fue madurando la idea de la ópera realizando él mismo el libreto. El compositor modificó el título original del cómic y el libro para llamar a su obra Príhody Lišky Bystroušky (La zorrita astuta) y estrenarla en el Teatro Nacional de Brno el 6 de noviembre de 1924. El éxito de la ópera hizo que se represente de forma regular desde aquel momento y que se incluya en el repertorio de los grandes teatros del mundo, pese a la dificultad de estar compuesta en un idioma como el checo poco habitual para un arte que se desarrolla principalmente en italiano, alemán, francés o inglés, con la consecuente dificultad para encontrar cantantes que aborden el idioma dentro de los circuitos musicales.

Una de las ilustraciones originales de Stanislav Lolek
En un artículo para internet, Gavin Plumley muestra la relación de la obra de Janáček con las denominadas óperas de cuentos de hadas, los personajes travestidos que se han utilizado en tantas ocasiones y su relación con la tradición musical y la innovación de los sonidos del bosque y sus animales.


Nos encontramos en la escena cuarta del Acto II. En una hermosa noche de verano a la zorrita se le despiertan los instintos maternales y acepta el cortejo amoroso del zorro. Cuando la pareja quiere desaparecer en una tejonera, la lechuza comunica a los animales del bosque el amor de los raposos que se sienten en la obligación de celebrar su matrimonio. El pájaro carpintero dirigirá la ceremonia mientras los animales la festejan alegremente con canciones y bailes.

De nuevo seguimos en compañía de la producción del Theátre du Chatêlet con la dirección de Sir Charles MacKerras y Eva Jenis como la zorrita y Hana Minutillo en el papel del zorro.


Pero La zorrita astuta no es un simple cuento de animales pese a poseer el cariz de ópera cómica. Con más de sesenta años Janáček estaba enamorado de Kamila Stösslová, casi cuarenta años más joven, casada y que no le correspondió en sus deseos amorosos, aunque ella y su familia mantuvieron una larga amistad con el compositor que llegó a escribirle más de setecientas cartas y para quien se convirtió en la fuente de inspiración de sus últimos años.
La edad de Janáček y sus circunstancias tuvieron reflejo en la obra: El compositor se transmuta en la figura del guardabosques y es indirectamente Kamilia, y en su lugar la zíngara Terynka, la clave de la historia, una mujer que altera la vida de todos los hombres y que ni siquiera aparece en la obra. Es la zorrita la que la sustituye en escena y el destino de ambas está vinculado, ya que la zorra debe morir para que la zíngara reciba su piel como regalo de bodas. Así, al matarla un cazador, el guardabosques pierde a su amor y, al mismo tiempo, a la zorrita que lo simboliza. 
Esta relación misteriosa entre el mundo humano y el animal, la duración de los ciclos vitales que se superponen entre la vida de ambos mundos y esa mirada filosófica que aporta el compositor le hacen huir del sentimentalismo que podría inundar la obra en otro momento y circunstancias vitales.

Ilustración original de Stanislav Lolek 
Alex Ross, crítico musical del New Yorker nos acompaña con uno de sus grandes éxitos bibliográficos, El ruido eterno, esa mirada que nos acerca a la(s) música(s) del siglo XX.
El cuento convertido en alegoría de la vida humana da un giro cuando se produce la muerte de la zorrita y el guardabosques medita sobre el paso del tiempo, sus ciclos y los conceptos de realidad y fantasía son los argumentos sobre los que escribe el crítico neoyorkino.

A este último momento de la ópera pertenece el enlace que nos acompaña. En la última escena el guardabosques regresa al lugar en que encontró por primera vez a Terynka y donde capturó a la zorrita, donde le embarga una profunda tristeza. Al ver una cría de zorro cuya mirada la recuerda, se siente poco a poco lleno de la paz del bosque y la fuerza de la naturaleza que se renueva. La rana -nieta de aquella que conoció- le devuelve de nuevo a sus reflexiones.


También continuamos en la compañía de la producción del Theátre du Chatêlet con la dirección de Sir Charles MacKerras y Thomas Allen como el Guardabosques.


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CONTENIDO EXTRA: Si tienes tiempo ahora o en otra ocasión y deseas disfrutar la obra completa, el siguiente enlace presenta la misma producción que estamos enlazando.



Bibliografía y webgrafía consultadas: