Juzgamos a los demás porque no nos atrevemos con nosotros mismos.
Oscar Wilde
En todas las épocas ha habido creadores que han pasado de la incomprensión al reconocimiento o, en un camino inverso, del éxito al fracaso o del favor del público al desprecio de su obra o su personalidad. También ha habido en todo momento y lugar quienes han pagado con su libertad el hecho de haber propuesto ideas, temas o contenidos que se opusieran a quienes ostentan el poder.
Basta recordar la muerte de Sócrates, que se suicidó con cicuta después de haber sido condenado a muerte por un jurado de Atenas por no creer en los dioses y corromper con sus ideas a la juventud; la pena de cárcel que sufrió Fray Luis de León condenado por la Inquisición tras un proceso ideológico entre órdenes religiosas por la fuente original desde la que traducir la Biblia. De esta manera, muchos escritores, artistas o pensadores han acabado con sus huesos en la cárcel como consecuencia de la publicación de sus obras y su pensamiento o algún delito como Cervantes, Verlaine, Dostoyevski, Thomas Moro, Dante o Galileo entre muchos otros.
A Oscar Wilde lo conocemos como uno de los autores teatrales más ingeniosos, corrosivos y geniales, todo un azote para la doble moral de la Inglaterra de finales del siglo XIX, aunque su vida cambió de forma radical a partir de su ingreso en prisión en unos juicios que lo hicieron el centro de una polémica que traspasó las fronteras del Reino Unido para llegar a toda la civilización occidental.
Te propongo un acercamiento a la figura de Oscar Wilde y cómo cambiaron su vida y su obra tras su paso por la cárcel. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!
Pocos escritores hay que sean tan brillantes, irónicos y deslumbrantes como Wilde. Influido desde pequeño por su madre que le puso una serie de nombres con que dejaría claras al mundo sus pretensiones, Oscar Fingel O'Flahertie Wills Wilde no dejaba a nadie indiferente.
Su madre, Jane Francesca Elgee, había pasado de escribir algunas proclamas nacionalistas irlandesas en su juventud a organizar veladas en su casa y casarse con William Wilde, quien llegó a ser otorrino de la reina, un hombre bajito y poco agraciado que tuvo varios hijos ilegítimos y de quien su esposa se vengó escribiendo poemas contra sus amantes y vistiendo a su pequeño Oscar de niña. Una falsa denuncia de violación acabó con la vida profesional del padre, de la misma manera que la brillante carrera y la frenética vida del escritor también quedarían arruinadas en un futuro.
Todo el Reino Unido siguió los juicios por la prensa, incluida la publicación Police News |
Tras estudiar a los escritores clásicos, de modo especial a los griegos, en el Trinity College de Dublín. A partir de 1879 se estableció en Londres y comenzó a publicar. Su primero poemario fue editado en 1881 consiguiendo cierta fama que fue acrecentando gracias a su particular forma de vestir y a su carismática personalidad, mientras iba siguiendo los pasos de John Ruskin y Walter Pater y entrando de lleno en el estilo esteticista en que con tanta diligencia se implicó.
Oscar Wilde poseía un estilo modernista y brillante, en cierto sentido de lo oriental y sumamente irónico que ganaba enteros en el cara a cara con quienes le conocían y entre los que brillaba con su verbo ingenioso y ese carácter excéntrico, disparatado y sumamente irreverente que desplegaba. «Tengo miedo de no ser incomprendido» resume esta capacidad para acaparar las miradas y ser el centro de atención de cualquier reunión social.
Varios años después se casó con Constance Lloyd con quien tuvo dos hijos, en una época en que mantuvo relaciones con otros hombres, algunos amigos y jóvenes relacionados con el mundo de la prostitución. En 1895, tras más de una década de éxitos, fue acusado de sodomía y condenado a trabajos forzados, por lo que finalizó su carrera y su vida fue decayendo hasta fallecer, envejecido, en 1900 con apenas cuarenta y cinco años de edad.
Su paso por la prisión de Reading marcó el inicio de su decadencia física, dejando una obra poética, su Ballad of Reading Gaol (Balada de la cárcel de Reading) que fue publicada tras su puesta en libertad.
Nos acercamos en esta primera mirada al comienzo de la quinta de las seis partes en que se divide esta balada que recoge, sin juzgarlos, los sentimientos que la prisión dejó en el escritor.
Durante el tiempo que Wilde estuvo en prisión, exactamente el sábado 7 de julio de 1896, tuvo lugar la ejecución de Charles Thomas Wooldridge, un antiguo soldado de la Guardia Real de Caballería que había asesinado a su esposa. La impresión que dejó en el escritor este ahorcamiento originó la escritura de la Balada de la cárcel de Reading.
Nos acercamos de una situación semejante de la mano de Verdi. En el Acto IV de Il trovatore, junto a la torre en la que se encuentra prisionero Manrico condenado a muerte. Se escucha la campana tocando a muerto, seguida de un coro fuera del escenario que entona a capella el Miserere, la oración por los condenados a muerte. Leonora canta Quel suon, quelle preci, solenni, funesti (Esos sones, esas plegarias solemnes y funestas) a la que contesta su enamorado Manrico desde la torre en un dúo dramático, sombrío y desgarrador.
La interpretación corresponde a una representación llevada a cabo en Hungría del que desconocemos más datos y que cuenta con subtítulos en castellano.
Amante del lujo y de la pereza, ostentoso e impertinente, egocéntrico y deslumbrante, Oscar Wilde tenía todas las cualidades para triunfar en el mundo social y literario inglés, pero también poseía las cualidades para fracasar allí, al ser exhibicionista e irlandés. Admirado por algunas de las más destacadas mujeres de la sociedad inglesa, llegaron a decir de él que las conquistaba gracias a su osadía y personalidad, o por poseer «la voz más fascinante que se puede oír».
Autor de obras como El príncipe feliz y otros cuentos o El retrato de Dorian Gray, su única novela que tuvo un enorme éxito, destacó por sus obras de teatro en las que, tras un inagotable sentido del humor adulaba a la sociedad insultándola, provocaba a cuantos se relacionaban con él adulándolos con irónicos argumentos, mientras esa sociedad le aplaudía y vitoreaba cuando les escandalizaba. En el fondo, sabía que le acabarían dando de lado por todo esto.
Así, en la última década del siglo triunfó en las tablas con obras como El abanico de Lady Windermere, Una mujer sin importancia, Un marido ideal o La importancia de llamarse Ernesto, mientras escandalizaba y se prohibía su versión de Salomé.
Fotografía de Oscar Wilde y Alfred Douglas |
Inmerso en esa vorágine de lujo, escándalos y excesos, se enamoró del caprichoso, violento y maleducado Alfred Douglas, un noble que también era generoso, leal y alegre. Su padre, Lord Queensberry, un rudo aficionado al boxeo, no quería consentir que su hijo fuera un esteta afeminado por lo que intentó cortar, a su estilo con la relación entre ambos.
El día en que Wilde estrenó triunfalmente La importancia de llamarse Ernesto en el teatro Saint James, Lord Queensberry quiso lanzarle a sus pies cuando salió a saludar lo que él llamó un ramillete fálico -un ramo de nabos y zanahorias-, pero le fue impedido por el servicio de vigilancia del teatro que estaba al tanto. Al fracasar en su intento se dirigió con un testigo tres días más tarde, el 18 de febrero de 1895 al Albermale Club donde se encontraba el escritor dejándole su tarjeta con una nota manuscrita: «A Oscar Wilde, que se comporta como un sondomita».
El atrevimiento, unido al error ortográfico y la insistencia de Alfred en denunciar a su padre hizo que Wilde se atreviera a demandarle, después de buscar un abogado y expresar que no era cierta la difamación contra él. El uno de marzo Wilde solicitó un mandato judicial y Lord Queensberry fue detenido y trasladado al tribunal de la policía. Tras una semana de aplazamiento, el día 9 se celebró la vista y el marqués quedó en libertad bajo una fianza de 500 libras. El 3 de abril comenzó un juicio en el tribunal de Old Bailey en esta ocasión contra el escritor que concluyó con la condena de éste.
Los empresarios teatrales se asustaron y el 6 de abril se suspendieron las representaciones de Un marido ideal. El Criterion Theatre la repuso durante dos semanas más hasta que la retiró, igual que La importancia de llamarse Ernesto que fue eliminada de la cartelera a comienzos de mayo, donde no sería repuesta hasta dos años después de la muerte del escritor.
Tras este juicio, hubo otro en mayo en que Wilde fue acusado de «sodomía y de grave indecencia.» Tras una serie de sesiones del juicio que levantaron una gran expectación en el país, el 25 de mayo de ese año el escritor fue declarado culpable del delito de indecencia grave y condenado a dos años de trabajos forzados en prisión. Se confiscaron su casa y sus bienes, su esposa y los hijos aún pequeños hubieron de irse para escapar de las burlas y en el trajín del desahucio, el escritor cayó por las escaleras produciéndose unas lesiones que le acompañarían hasta su muerte.
Podemos imaginarnos a un hombre de cuarenta y un años, esposado y con el inconfundible uniforme de los condenados sentado en una estación de Londres, vigilado por la policía mientras espera el tren que lo lleve a la prisión de Wandsworth mientras es mirado e insultado por los transeúntes que escupen al pasar junto a él. De esta cárcel lo trasladan a la de Reading, irónico nombre para un escritor, donde perdió su nombre para convertirse en el anónimo presidiario C.3.3.
Seguimos en compañía de los versos con que Wilde continúa la quinta parte de la Balada de la cárcel de Reading que iniciábamos antes.
La desesperación que sintió en la prisión de Reading es similar a la que Puccini dibuja en el Acto III y último de su ópera Tosca. El compositor italiano presenta la historia en unos momentos y lugares concretos, pues toda la obra transcurre el 17 de junio de 1800 en Roma, el primer acto en la iglesia de Sant'Andrea della Valle, el segundo en el Palacio Farnese y el tercero en el Castel Sant'Angelo al amanecer del día siguiente.
Prisionero en el que fuera mausoleo de Adriano, el barón Scarpia ha condenado a Mario Cavaradossi a ser fusilado al amanecer. En su desesperanza, el pintor evoca a su amada en esa suerte de adiós a la vida que es E lucevan le estelle.
Durante los dos años de condena a trabajos forzados Wilde pasó de un extremo al otro: de una vida entregada al lujo y al placer estéticos al insomnio en un pequeño catre, con diarreas provocadas por la alimentación carcelaria (papilla de avena, pan, grasa de riñones y agua), mientras se le rompían y sangraban las uñas por su torpeza en la tarea física.
Esa sociedad que evitaba que se sacaran a la luz sus contradicciones secretas y sus vicios ocultos se había quitado a uno de sus fustigadores, a una persona que, en palabras de alguno de quienes le conocieron era «el hombre más puro de palabra y obra que he conocido».
De aquel dandy que entró no quedaba nada al finalizar la pena de la que no le restaron ni un solo día. La condena, que buscaba ser ejemplarizante, tuvo repercusión no solo en Inglaterra, sino también en otros países europeos, acarreando una intolerancia sexual por todas partes.
El dolor que Wilde siente en la prisión lo traspasa y lleva por completo a su Balada de la cárcel de Reading, donde en uno de las estrofas más desgarradoras, y recordando a aquel prisionero al que ejecutaron, escribe
Aunque todos los hombres matan lo que aman,
que lo oiga todo el mundo:
unos lo hacen con una mirada amarga,
otros con una palabra zalamera;
el cobarde lo hace con un beso,
¡el valiente con una espada!
En el fondo, C.3.3. acabó en la prisión con el Oscar Wilde al que admiraba y adoraba sobremanera, fue dejando de ser el brillante escritor, el ingenioso conversador y el sarcástico orador. Su estancia en la prisión acabó irremediablemente con él.
No recibió en prisión visitas familiares, perdió sus propiedades -su biblioteca se dividió en lotes y se subastó- y a su mujer, mientras sus dos hijos tuvieron que cambiar su apellido de por vida para huir de las burlas y desprecios.
El primer año el director se ensañó haciendo cumplir con él la legalidad de un modo perversamente estricto, impidiendo al escritor que escribiera, aunque fuera como un mero desahogo, quebrando su más íntima esencia. En el segundo año de trabajos forzados el cambio de director le permitió vivir en mejores condiciones y, del insondable abismo en que se encontraba, sacar lo mejor de sí y escribir dos obras diametralmente opuestas a las anteriores y que lo harían más trascendental, la balada sobre la que tratamos en esta publicación y De profundis, subtitulada In carcere et vinculis, una extensa carta a su caprichoso ex-amante, dos obras que sustituyen los adornados y leves textos anteriores por un dolor, una angustia y un sufrimiento profundos. Así se consumó la muerte de Oscar Wilde a manos que quien más lo amaba, C.3.3.
De las última fotografías, un envejecido Oscar Wilde con Alfred Douglas en una comida al aire libre en Dieppe en 1898 |
Escrito tras su puesta en libertad, la Balada de la cárcel de Reading fue compuesto alrededor de mayo de 1898 y publicado bajo su identificación como recluso al no atreverse a utilizar el nombre con el que era conocido y que hace referencia al bloque C, piso 3 y celda 3 de la prisión, dejando evidencias de cierta transformación religiosa.
El hambre, la dura piedra, el atroz silencio o la despiadada mirada que rompen el corazón son los motivos con los que Oscar Wilde continúa su Canto V de la Balada de la cárcel de Reading.
Los textos de Oscar Wilde no podían pasar desapercibidos para que algunos compositores les pusieran música, pudiendo apreciar obras como El retrato de Dorian Gray en ballet o en una ópera de 1996 de Lowell Liebermann o la más famosa de todas, la ópera Salomé de Richard Strauss entre muchas otras obras.
También podemos encontrar versiones de las obras que escribió tras su estancia en la prisión desde los poemas más típicamente clásicos como los que que Donald Swann incorporó a su obra de 1991 La imagen poética: Un ciclo de canciones victoriano junto con algunos poemas de Tennyson, Christina Rossetti y John Clare hasta los basados en sus dos últimas obras.
Ahí encontramos las obras de Jacques Ibert de 1924 La Ballade de la geôle de Reading un ballet con versión para dúo de pianos, o The Ballad of Reading Gaol del compositor australiano Grant Foster, una obra para tenor y piano compuesta en 2012.
Es estreno de la obra de Foster se llevó a cabo en San Petersburgo ese mismo año a cargo del tenor Andrew Goodwin y el acompañamiento al piano de Mira Yevtich que eran los dedicatarios de la partitura. A la interpretación de ese estreno mundial pertenece la grabación que nos acompaña. Una interpretación histórica.
Tras la salida de la prisión, Wilde retomó su relación con Alfred Douglas, que se fue convirtiendo en un amor cada vez más amargo y en la que el aristócrata no supo valorar el gesto del escritor para con él al denunciar a instancias suyas a su propio padre y evitar que saliera mínimamente afectado en los juicios.
Salió para Francia y no volvió nunca a Inglaterra. Los burgueses y aristócratas ingleses lo reconocían en todas partes y le mostraban su rencor y aversión, haciendo que huyera de los sitios que frecuentaban como París, Niza o algunas ciudades de la costa francesa. En Capri, mientras se alojaba en el Hotel Quisisana, los huéspedes ingleses exigieron al propietario que expulsara al escritor del comedor que compartía con ellos.
En Libro de réquiems, Mauricio Wiesenthal narra que el polifacético poeta Jean Cocteau le narró, con una afectación displicente y esa pose de actor que lo caracterizaba, años más tarde: «A Wilde me lo encontré en París, muchos años después de muerto. Llevaba el pelo horriblemente teñido, y me pidió que no le contase a nadie que había resucitado».
Así, cuando el cansancio y el hartazgo le hizo buscar no ser reconocido adoptó el pseudónimo de Sebastian Melmoth, tomando el nombre del santo preferido por los estetas y el apellido de Melmoth the wanderer, una obra de su tío abuelo Charles Robert Maturin que narra la historia de un fantasmagórico personaje que vende su alma al diablo para eludir la vejez y la muerte.
L'Alsace de París, un hotel de baja categoría en aquella época y hoy un pequeño hotel de lujo que vive de la memoria del escritor, acogió en sus últimos meses a un Sebastian Melmoth que llegó enfermo, sin dinero alguno y que fue mantenido por los pocos amigos que aún le quedaban. Allí, incapaz de pagar su estancia, ocupó una habitación en la planta baja hasta fallecer en noviembre de 1900 en condiciones atroces, posiblemente de una otitis que arrastraba durante años que degeneró en meningitis tras ser operado en su propio lecho en precarias condiciones.
Una de sus últimas fotografías en Roma en 1898 |
El Canto V de la balada que nos ha acompañado a través de esta transformación del refinado y brillante esteta Oscar Wilde hasta llegar a Sebastian Melmoth, pasando por C.3.3. concluye con unas referencias religiosas que se antojan impensables antes de esta metamorfosis vital.
CONTENIDO EXTRA:
Si tienes un poco más de tiempo o deseas volver en otro momento, una composición nos acerca a la última de las obras que hemos citado, De Profundis. Compuesta por el pianista y compositor norteamericano Frederic Rzewski, fallecido hace poco, en junio de 2021, es una obra compuesta en 1994 para pianista parlante en la que el propio intérprete de piano habla, canta, silba, suspira o gime extractos de la carta escrita por Wilde desde la prisión a Alfred Douglas.
La grabación nos muestra la hipnótica partitura para voz y piano en la que se puede seguir sin dificultad el texto y que está interpretada por el propio Frederic Rzewski.
Enlaces y lecturas de interés:
- Wilde, Oscar. La Balada de la cárcel de Reading. De Profundis. Traducción de Arturo Agüero Herranz, Alianza Editorial, 2011.
- Cooper-Prichard, A. H. Conversaciones con Oscar Wilde. Traducción de Héctor Licudi Bottaro. Editorial Planeta, 2013.
- Varios autores. Los procesos contra Oscar Wilde: actas de los juicios. Traducción de Ulises Petit de Murat. Editorial Valdemar, 2005.
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