A veces me pregunto por qué, cuando hace varias décadas parecía que íbamos hacia una sociedad más igualitaria, donde la presencia del hombre y la mujer se iba equiparando a las capacidades reales de cada cual, cuando compartir tareas y responsabilidades domésticas parecía lo más razonable y normal, nos encontramos con que en la actualidad se ha dado un paso atrás y, en muchos ámbitos ha desaparecido, no ya la igualdad, sino la posibilidad real de que la pensemos en algunos ámbitos de nuestra sociedad como algo lógico y normal.
Afortunadamente, cada vez existen más voces femeninas que se hacen oír en nuestra sociedad en mayor número de espacios, desde la literatura a la música, de la interpretación dramática a la musical. Siento -y oigo- las palabras de muchas de ellas en casa y en la calle, a través de las redes sociales y los blogs que mantienen y en los que van dejando oír sus pensamientos y sus sentimientos. A quienes llevan y mantienen sus trabajos y sus casas con la normalidad y la fuerza necesaria, a costa de tener que dejar por el camino más de lo que un hombre posiblemente dejaría está dedicado este post.
Y, por supuesto a las más cercanas a cada uno de nosotros. En mi caso, única, el alma de la casa, Pilar; a Mónica, grande y capaz como nadie, esa doble mamá Sandra y Luisa. Son únicas e insustituibles.
Y, por supuesto a las más cercanas a cada uno de nosotros. En mi caso, única, el alma de la casa, Pilar; a Mónica, grande y capaz como nadie, esa doble mamá Sandra y Luisa. Son únicas e insustituibles.
Como es habitual, este blog trae cada post un texto literario y una pieza musical. Esta semana están relacionados con la visión que se tiene (o quizá se tenía) de las mujeres, con toda la admiración.
El escritor Stefan Zweig es uno de los más interesantes autores de la primera mitad del siglo XX. Quizá en la actualidad está algo olvidado, pero ha tenido una influencia enorme en la literatura europea de los años centrales de la primera mitad del pasado siglo y supo reflejar de manera magistral la época en la que vivió.
Ya apareció una obra suya en este blog en Viaje de otoño. Viena, las ciudades dentro de la ciudad.
Cartas de una desconocida es una novela corta en la que Zweig presta su voz y su pluma a una muchacha que escribe una carta a un conocido escritor. La remitente, una mujer desesperada, le declara antes de morir su secreto amor hacia él, mantenido en silencio durante años.
Existe una versión de esta película dirigida en 1948 por Max Ophüls que está disponible en la red: Carta de una desconocida.
Nadie puede negar la grandeza de Giuseppe Verdi, un autor por todos conocido. Su obra La Traviata es la más representada en los escenarios operísticos de todo el mundo. Un compositor que supo crear algunos de los personajes femeninos mejor dibujados como la Violeta de esta Traviata, o la Gilda de Rigoletto demostró una especial sensibilidad hacia la figura femenina, quizá siguiendo la inspiración de su segunda esposa Giuseppina Strepponi.
Verdi llevaba tiempo queriendo adaptar el drama de Victor Hugo Le roi s'amuse (El rey se divierte), prohibido por las crítica que vertía sobre el rey francés Francisco I al narrar las aventuras eróticas del monarca y los despóticos actos contra quienes se ofendían del comportamiento real.
Finalmente, y tras episodios relacionados con la censura que ahora parecerían ridículos, se estrenó en 1851 una de las óperas más celebradas del compositor, modificando el título original de La Maledizione (La maldición) por Rigoletto.
De esta obra, que tendrá cabida en otra entrada del blog nos vamos a centrar en su aria más conocida, La donna è mobile (la mujer es voluble, podríamos traducirla).
Ya apareció una obra suya en este blog en Viaje de otoño. Viena, las ciudades dentro de la ciudad.
Cartas de una desconocida es una novela corta en la que Zweig presta su voz y su pluma a una muchacha que escribe una carta a un conocido escritor. La remitente, una mujer desesperada, le declara antes de morir su secreto amor hacia él, mantenido en silencio durante años.
Existe una versión de esta película dirigida en 1948 por Max Ophüls que está disponible en la red: Carta de una desconocida.
Nadie puede negar la grandeza de Giuseppe Verdi, un autor por todos conocido. Su obra La Traviata es la más representada en los escenarios operísticos de todo el mundo. Un compositor que supo crear algunos de los personajes femeninos mejor dibujados como la Violeta de esta Traviata, o la Gilda de Rigoletto demostró una especial sensibilidad hacia la figura femenina, quizá siguiendo la inspiración de su segunda esposa Giuseppina Strepponi.
Verdi llevaba tiempo queriendo adaptar el drama de Victor Hugo Le roi s'amuse (El rey se divierte), prohibido por las crítica que vertía sobre el rey francés Francisco I al narrar las aventuras eróticas del monarca y los despóticos actos contra quienes se ofendían del comportamiento real.
Finalmente, y tras episodios relacionados con la censura que ahora parecerían ridículos, se estrenó en 1851 una de las óperas más celebradas del compositor, modificando el título original de La Maledizione (La maldición) por Rigoletto.
De esta obra, que tendrá cabida en otra entrada del blog nos vamos a centrar en su aria más conocida, La donna è mobile (la mujer es voluble, podríamos traducirla).
El primer enlace pertenece a una versión que en 1981 Luciano Pavarotti cantó en el Metropolitan Opera House de New York. El aria, que muestra una crudeza y un desprecio descomunal hacia la figura de la mujer, retrata diáfanamente al despreciable personaje del Duque de Mantua. La pieza comienza con una melodía que se detiene súbitamente para volver a comenzar. Abundan las repeticiones melódicas, con palabras brabuconas y altisonantes, finalizando con el famoso do de pecho. Hasta hace algunas décadas se respetaba el final del aria que continúa la melodía y la acción dramática, aunque cada vez es más frecuente que el público interrumpa el final con aplausos.
La segunda versión pertenece a una deliciosa versión de la película belga de animación L'opera imaginaire, con un planteamiento que presenta la pieza como un homenaje a las mujeres en el are pictórico. El audio pertenece al tenor Francesco Molinaro.
El éxito indudable de esta pieza ha hecho que trascienda de la obra y sea pieza habitual en recitales, hasta llegar a la gran eclosión que hizo que Los tres tenores (Pavarotti, Plácido Domingo y José Carreras) la convirtieran en un alarde de fuegos artificiales. Afortunadamente, nos importa poco lo que diga la letra. Aquí vence la música y la genialidad de Verdi.
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