¿Qué tienen en común dos autores tan distintos y distantes como Cortázar y Mozart?
A dos personalidades tan opuestas es difícil encontrar alguna relación, si prescindimos de la creatividad que les hizo componer piezas tan diametralmente diferentes o la enorme capacidad imaginativa que mostraron en sus obras, que ahora, leyendo y escuchando y, con la estimable ayuda de una particular puesta en escena, se pueden ver surgidas de la misma mente generadora. ¿Qué sería de nosotros si hubiera existido una mente creativa llamada, por ejemplo, Wolfgang Amadeus Cortazart? ¿Qué habría podido escribir o componer?
Y ya puestos a imaginar, Julio Cortázar es un melómano apasionado. Si pensamos simultáneamente en música y en el escritor argentino, lo primero que nos viene a la mente es el jazz, para ser más preciso el swing. En alguna ocasión confesó que el ritmo era un elemento importante en su forma de escribir. Si lo que pasaba al papel no tenía ese latido especial, era prueba de que no servía y debía tirarse y comenzar a escribir de nuevo. También había cabida para blues y música clásica, en especial obras de Haydn, Bach o Beethoven.
A comienzos de siglo Pilar Peyrat editó Jazzuela, un disco con temas que aparecían en los primeros capítulos de Rayuela, la mayoría de escenas que transcurren en el Club de la serpiente, frecuentado por los protagonistas.
A dos personalidades tan opuestas es difícil encontrar alguna relación, si prescindimos de la creatividad que les hizo componer piezas tan diametralmente diferentes o la enorme capacidad imaginativa que mostraron en sus obras, que ahora, leyendo y escuchando y, con la estimable ayuda de una particular puesta en escena, se pueden ver surgidas de la misma mente generadora. ¿Qué sería de nosotros si hubiera existido una mente creativa llamada, por ejemplo, Wolfgang Amadeus Cortazart? ¿Qué habría podido escribir o componer?
Y ya puestos a imaginar, Julio Cortázar es un melómano apasionado. Si pensamos simultáneamente en música y en el escritor argentino, lo primero que nos viene a la mente es el jazz, para ser más preciso el swing. En alguna ocasión confesó que el ritmo era un elemento importante en su forma de escribir. Si lo que pasaba al papel no tenía ese latido especial, era prueba de que no servía y debía tirarse y comenzar a escribir de nuevo. También había cabida para blues y música clásica, en especial obras de Haydn, Bach o Beethoven.
A comienzos de siglo Pilar Peyrat editó Jazzuela, un disco con temas que aparecían en los primeros capítulos de Rayuela, la mayoría de escenas que transcurren en el Club de la serpiente, frecuentado por los protagonistas.
En Historias de Cronopios y de Famas, Julio Cortázar propone un viaje fantástico que nos remueve desde la realidad que vivimos hasta llevarnos a ese universo lúdico que fue creando dentro de los espacios entre los que van creciendo en cada situación cotidiana. En lo absolutamente mundano recae la capacidad para dar pie a las observaciones más insospechadas, para romper el delicado balance en el que subsistimos. Prueba de ello, estas instrucciones para cantar con que nos sorprende en la primera parte del libro.
Si Cortázar es un creador que tomó la tradición para sumergirse en las vanguardias, no lo es menos Mozart, quien partiendo del más riguroso clasicismo, lo llevó a su culminación como el estilo de toda una época.
Una de las obras que más resonancia ha tenido en la música cantada es La Flauta mágica (Die Zauberflöte), una obra que ya ha aparecido, y aparecerá, en diversas ocasiones en este blog. Como curiosidad, el compositor odiaba la flauta. En una carta a su padre llegó a escribir sobre un encargo que recibió para componer un concierto para flauta "...tú sabes que me vuelvo impotente cuando se me obliga a escribir para un instrumento que no puedo soportar".
Esta obra de Wolfgang Amadeus Mozart es un singspiel, una suerte de ópera cómica de tipo popular cantada en alemán. El argumento gira en torno a un cuento fantástico en el que se incluyen elementos de simbología masónica. Entre sus personajes destaca La Reina de la Noche. Su interpretación requiere de una soprano de gran coloratura, capaz de generar un Fa sobreagudo y muchas notas picadas, sobre todo en su aria más famosa Der Hölle Rache kocht in meinem Herzen. Se trata de un aria de las más reconocidas provenientes del mundo de la ópera, aparecida en multitud de películas y anuncios de televisión. Su autor, Mozart, en el año que se celebra el 225 aniversario de su fallecimiento ha sido este año el músico con mayor índice de ventas.
La primera intérprete del rol fue la cuñada de Mozart, la cantante Josepha Hofer, que a la sazón estaba embarazada. Este estado fue determinante, ya que hizo que el compositor creara un papel a su medida, con pocas apariciones en escena para no cansarla, pero brillantes y efectistas.
Por la fuerza de especial dramatismo que le debe imprimir a cada palabra de este aria, el papel es mejor llevado por sopranos dramáticas de agilidad capaces de alcanzar el Fa sobreagudo sin perder fuerza en su tesitura media. La escasez de este tipo de sopranos en los últimos años ha permitido la interpretación de sopranos ligeras en este rol, que alcanzan con facilidad las notas altas y brillan en las coloraturas, pero que carecen de fuerza expresiva en su zona central.
La versión que nos acompaña está interpretada por la soprano alemana Diana Damrau, en una producción de The Royal Opera House del Covent Garden londinense.,
¡Qué no habríamos disfrutado, pensado con las creaciones de Wolfgang Amadeus Cortazart!
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Wolfgang Amadeus Cortazart! te imaginas! 💖 aunque pensándolo bien me cuesta, en mi mente son de colores diferentes Mozart vibrante todo amarillo, naranjas... Cortázar con de-gradaciones de verde y azul... combinación complicada, pero interesante 🐾
ResponderEliminarUnos colores únicos, Rosa.
ResponderEliminarEsa arriesgada mezcla que dices, la combinación de creatividad, la genialidad de ambos sería magnífico para todos.
Un abrazo :-)