El 25 de agosto de 1918 nacía en Lawrence, Massachusetts, una de las más grandes personalidades relacionadas con la música del siglo XX. Descendiente de una familia de origen judío procedente de Ucrania, Louis se llamó así por deseo de su abuela. Como sus padres siempre lo llamaron Leonard, a los dieciséis años cambió oficialmente su nombre por el que ha sido conocido siempre.
En los días próximos a la celebración de un nuevo aniversario del nacimiento de Leonard Berstein te propongo un acercamiento a un acontecimiento musical único que protagonizó en el último día de Navidad de su vida relacionado con Berlín y la música de la Novena Sinfonía de Beethoven. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!
La personalidad de Berstein llenó gran parte de la segunda mitad del siglo XX. Director de orquesta, compositor y uno de los mayores divulgadores de la música clásica y contemporánea, su vida estuvo dedicada por entero a la difusión musical.
Subió por primera vez al podio de manera accidental en 1943 por una indisposición de última hora de Bruno Walter, mientras su director asistente se encontraba fuera de la ciudad. En un artículo recordaba el día de su debut como director (enlace a El concierto debut): En él recuerda el 14 de noviembre de 1943 con Walter en cama aquejado por un proceso gripal, el repaso que dieron al concierto mientras convalecía entre mantas y medicinas, el día abatido que pasó, el único traje de que disponía para el concierto, el repaso con los solistas del programa y.. las pastillas (una verde y otra roja) que le dio el farmacéutico cercano al Carnegie Hall de Nueva York, para que las tomara antes de salir a escena, una para tranquilizarlo, la otra para darle energía. Las pastillas, recuerda, las tiró mientras se dirigía al podio. El hecho de que el concierto fuera transmitido en directo a todo el país hizo que su nombre pasara a ser inmediatamente reconocido.
Tras este debut, su fama le hizo ser el primer director nacido en Estados Unidos en ponerse en el foso en el Teatro Alla Scala de Milan donde dirigió a María Callas en la Medea de Cherubini o estrenar el Peter Grimes de Britten en Estados Unidos, donde ostentó la titularidad de la Orquesta Sinfónica de Nueva York. Durante décadas se alentó desde las discográficas la rivalidad entre él y Karajan en el dominio de la dirección de la música clásica mundial.
Inquieto e inclasificable, en su faceta como compositor encontramos tres sinfonías, varios musicales que directa o indirectamente desembocaron en películas como On the town (para la película Un día en Nueva York), Wonferful town, 1600 Pennsylvannia Avenue o la celebérrima West Side Story; dos óperas, Trouble in Tahiti en un acto y Candide, una opereta cómica basada en la novela homónima de Voltaire, además de composiciones para orquesta, música de cámara, de tipo religioso y vocal.
Pero su fama aumentó con la serie de Conciertos para Jóvenes que realizó para la cadena de televisión estadounidense CBS, una serie de conciertos didácticos donde su labor de divulgación musical entre un público joven que no había asistido a salas de concierto hizo que creciera el número de seguidores de la gran música. En estos conciertos, que se pueden encontrar en YouTube subtitulados o doblados a nuestro idioma -como esta primera entrega: What does Music mean? (¿Qué significa la música?)-, Berstein daba a conocer obras musicales imprescindibles del repertorio, llevaba a algún compositor para hablar de su obra (recuerdo una entrevista a Aarón Copland), desglosaba sus ideas sobre el significado musical, mientras comentaba, analizaba, interrumpía o explicaba las obras. En sus más de cincuenta programas, los Conciertos para Jóvenes de Berstein se transmitieron desde el Carnegie Hall de Nueva York intermitentemente entre 1958 y 1972.
Considerado el más grande de los dramaturgos alemanes del clasicismo, autor además de una importante obra poética, historiador y filósofo, Johann Christoph Friedrich Schiller quiso dedicar una de sus poesías a la libertad. Lo que originariamente sería la Ode an die Freiheit (Oda a la libertad) fue modificado por él mismo en Ode an die Freude (Oda a la alegría) para evitar un conflicto con la censura de la época, aprovechando que la sonoridad de ambas palabras es similar en alemán. El poema de 1785 representaba la visión idealista de Friedrich von Schiller, según la cual todos los seres humanos formamos una gran hermandad sin distinciones.
Varios años más tarde, posiblemente desde 1793, Ludwig von Beethoven comienza a acariciar la idea de poner música a un poema con cuyo planteamiento filosófico coincidía. Este poema está rondando su cabeza durante cerca de treinta años, acariciando la idea de incluirla en una de sus sinfonías, mientras alterna con la composición de obras menos laboriosas. En algunos momentos se pregunta se terminaría la Novena Sinfonía en la que estaba inmerso con un final puramente instrumental o con la Oda a la Alegría, y si así fuera, cómo introduciría el poema en la obra.
Finalmente se decide por incluirla y la finaliza para poder estrenarla en 1824, cumpliendo uno de sus grandes sueños, cantar a la Alegría incluyendo por primera vez la voz humana en una sinfonía, cantando a la hermandad de los seres humanos.
En la biografía titulada Ludiwg von Beethoven, Jean y Brigitte Massin recogen el anuncio que se publicó para el estreno de la Novena Sinfonía que se llevó a cabo en el Theater an der Wien en mayo de 1824 (el mismo en que se estrenó La flauta mágica de Mozart).
Un Beethoven aquejado por la sordera de forma implacable asistió al estreno no en los términos indicados en el cartel anunciador. En el mismo libro de los Massin se refleja el momento del estreno de la sinfonía.
Durante cerca de tres décadas una construcción se erigió en símbolo de la división en el mundo, la guerra fría con los bloques que defendían por un lado el mundo occidental bajo el amparo de Estados Unidos y, por otro, los países comunistas, bajo el dominio de la antigua Unión Soviética. El Muro de Berlín separó físicamente la ciudad, anímicamente a quienes vivían allí y se convirtió en una vergonzosa imagen contra la libertad de aquellos que lo sufrieron y quienes lo conocimos.
Comenzado a construir inesperadamente el 13 de agosto de 1961, mantuvo dividida a la ciudad hasta su caída el 9 de noviembre de 1989, un suceso que pudo verse en directo en todo el mundo, presenciando uno de esos hitos que, en el momento mismo en que ocurren, se sabe que son históricos.
Un mes más tarde se produjo uno de esos acontecimientos musicales que también forman parte de la historia. Leonard Berstein dirigió The Berlin Celebration Concert, un concierto para celebrar no la Alegría, sino la Libertad.
El día de Navidad de 1989, apenas diez meses antes de fallecer inesperadamente, un Bernstein de 71 años, que se aprecia físicamente mayor, pero con una energía aún intensa, se subió al podio de la entonces llamada Schauspielhaus, en la Gendarmenmarkt de Berlín Este, con la estatua de Schiller presidiendo la entrada, para dirigir la Novena Sinfonía de Beethoven. No cabe mayor simbolismo.
El concierto contaba con la participación de miembros de la Bayerisches Rundfunks, la Staatskapelle de Dresde, la orquesta del Leningrad Kirov Teatre, la London Symphony Orchestra, la New York Philarmonic y la Orchestra de Paris. A ellos se unieron las voces de los coros del Bayerischen Rundfunks, Rundfunkchores Berlin y Kinderchores (coro de voces blancas) de la Filarmónica de Dresde. Los solistas fueron la soprano June Anderson, la contralto Sarah Walker, el tenor Klaus Konig y el bajo Jan Hendrik Rootering. Todo un conglomerado de intérpretes procedente de países que tuvieron participación en la vida de Berlín de los años precedentes.
Leonard Berstein se permitió la licencia de modificar el texto haciendo que se dijera Freihet (Libertad) en lugar de Freude (Alegría), alegando que "Estoy seguro que Beethoven nos daría su consentimiento". Seguro que Schiller también.
La grabación comienza con unos minutos en los que se explica el acontecimiento que ha originado su celebración e incluye la sinfonía completa. Tanto si la conoces como si no, es una ocasión privilegiada para buscar un momento en que escucharla cargada de más significado que nunca, con la presencia de uno de los más grandes músicos del siglo XX y un final emocionante en el momento de los saludos. Se trata, además, de una inmejorable forma de comenzar el centenario de Bernstein, para el que se ha creado el hashtag #Bernsteinat100 en Twitter.
Si dispones de poco tiempo, desde el minuto 57 de la grabación podrás acceder directamente al cuarto movimiento, donde comienza la génesis de una de las melodías más conocidas de la historia de la música, convertida en el himno de Europa.
En los días próximos a la celebración de un nuevo aniversario del nacimiento de Leonard Berstein te propongo un acercamiento a un acontecimiento musical único que protagonizó en el último día de Navidad de su vida relacionado con Berlín y la música de la Novena Sinfonía de Beethoven. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!
Leonard Bernstein en el Muro de Berlin (1989) |
La personalidad de Berstein llenó gran parte de la segunda mitad del siglo XX. Director de orquesta, compositor y uno de los mayores divulgadores de la música clásica y contemporánea, su vida estuvo dedicada por entero a la difusión musical.
Subió por primera vez al podio de manera accidental en 1943 por una indisposición de última hora de Bruno Walter, mientras su director asistente se encontraba fuera de la ciudad. En un artículo recordaba el día de su debut como director (enlace a El concierto debut): En él recuerda el 14 de noviembre de 1943 con Walter en cama aquejado por un proceso gripal, el repaso que dieron al concierto mientras convalecía entre mantas y medicinas, el día abatido que pasó, el único traje de que disponía para el concierto, el repaso con los solistas del programa y.. las pastillas (una verde y otra roja) que le dio el farmacéutico cercano al Carnegie Hall de Nueva York, para que las tomara antes de salir a escena, una para tranquilizarlo, la otra para darle energía. Las pastillas, recuerda, las tiró mientras se dirigía al podio. El hecho de que el concierto fuera transmitido en directo a todo el país hizo que su nombre pasara a ser inmediatamente reconocido.
Tras este debut, su fama le hizo ser el primer director nacido en Estados Unidos en ponerse en el foso en el Teatro Alla Scala de Milan donde dirigió a María Callas en la Medea de Cherubini o estrenar el Peter Grimes de Britten en Estados Unidos, donde ostentó la titularidad de la Orquesta Sinfónica de Nueva York. Durante décadas se alentó desde las discográficas la rivalidad entre él y Karajan en el dominio de la dirección de la música clásica mundial.
Inquieto e inclasificable, en su faceta como compositor encontramos tres sinfonías, varios musicales que directa o indirectamente desembocaron en películas como On the town (para la película Un día en Nueva York), Wonferful town, 1600 Pennsylvannia Avenue o la celebérrima West Side Story; dos óperas, Trouble in Tahiti en un acto y Candide, una opereta cómica basada en la novela homónima de Voltaire, además de composiciones para orquesta, música de cámara, de tipo religioso y vocal.
Pero su fama aumentó con la serie de Conciertos para Jóvenes que realizó para la cadena de televisión estadounidense CBS, una serie de conciertos didácticos donde su labor de divulgación musical entre un público joven que no había asistido a salas de concierto hizo que creciera el número de seguidores de la gran música. En estos conciertos, que se pueden encontrar en YouTube subtitulados o doblados a nuestro idioma -como esta primera entrega: What does Music mean? (¿Qué significa la música?)-, Berstein daba a conocer obras musicales imprescindibles del repertorio, llevaba a algún compositor para hablar de su obra (recuerdo una entrevista a Aarón Copland), desglosaba sus ideas sobre el significado musical, mientras comentaba, analizaba, interrumpía o explicaba las obras. En sus más de cincuenta programas, los Conciertos para Jóvenes de Berstein se transmitieron desde el Carnegie Hall de Nueva York intermitentemente entre 1958 y 1972.
Considerado el más grande de los dramaturgos alemanes del clasicismo, autor además de una importante obra poética, historiador y filósofo, Johann Christoph Friedrich Schiller quiso dedicar una de sus poesías a la libertad. Lo que originariamente sería la Ode an die Freiheit (Oda a la libertad) fue modificado por él mismo en Ode an die Freude (Oda a la alegría) para evitar un conflicto con la censura de la época, aprovechando que la sonoridad de ambas palabras es similar en alemán. El poema de 1785 representaba la visión idealista de Friedrich von Schiller, según la cual todos los seres humanos formamos una gran hermandad sin distinciones.
Retrato de Beethoven por Ferdinand Georg Waldmüller (1823) |
Varios años más tarde, posiblemente desde 1793, Ludwig von Beethoven comienza a acariciar la idea de poner música a un poema con cuyo planteamiento filosófico coincidía. Este poema está rondando su cabeza durante cerca de treinta años, acariciando la idea de incluirla en una de sus sinfonías, mientras alterna con la composición de obras menos laboriosas. En algunos momentos se pregunta se terminaría la Novena Sinfonía en la que estaba inmerso con un final puramente instrumental o con la Oda a la Alegría, y si así fuera, cómo introduciría el poema en la obra.
Finalmente se decide por incluirla y la finaliza para poder estrenarla en 1824, cumpliendo uno de sus grandes sueños, cantar a la Alegría incluyendo por primera vez la voz humana en una sinfonía, cantando a la hermandad de los seres humanos.
Cartel original para el estreno de la Novena Sinfonía de Beethoven |
En la biografía titulada Ludiwg von Beethoven, Jean y Brigitte Massin recogen el anuncio que se publicó para el estreno de la Novena Sinfonía que se llevó a cabo en el Theater an der Wien en mayo de 1824 (el mismo en que se estrenó La flauta mágica de Mozart).
Un Beethoven aquejado por la sordera de forma implacable asistió al estreno no en los términos indicados en el cartel anunciador. En el mismo libro de los Massin se refleja el momento del estreno de la sinfonía.
Durante cerca de tres décadas una construcción se erigió en símbolo de la división en el mundo, la guerra fría con los bloques que defendían por un lado el mundo occidental bajo el amparo de Estados Unidos y, por otro, los países comunistas, bajo el dominio de la antigua Unión Soviética. El Muro de Berlín separó físicamente la ciudad, anímicamente a quienes vivían allí y se convirtió en una vergonzosa imagen contra la libertad de aquellos que lo sufrieron y quienes lo conocimos.
Comenzado a construir inesperadamente el 13 de agosto de 1961, mantuvo dividida a la ciudad hasta su caída el 9 de noviembre de 1989, un suceso que pudo verse en directo en todo el mundo, presenciando uno de esos hitos que, en el momento mismo en que ocurren, se sabe que son históricos.
Un mes más tarde se produjo uno de esos acontecimientos musicales que también forman parte de la historia. Leonard Berstein dirigió The Berlin Celebration Concert, un concierto para celebrar no la Alegría, sino la Libertad.
El día de Navidad de 1989, apenas diez meses antes de fallecer inesperadamente, un Bernstein de 71 años, que se aprecia físicamente mayor, pero con una energía aún intensa, se subió al podio de la entonces llamada Schauspielhaus, en la Gendarmenmarkt de Berlín Este, con la estatua de Schiller presidiendo la entrada, para dirigir la Novena Sinfonía de Beethoven. No cabe mayor simbolismo.
El concierto contaba con la participación de miembros de la Bayerisches Rundfunks, la Staatskapelle de Dresde, la orquesta del Leningrad Kirov Teatre, la London Symphony Orchestra, la New York Philarmonic y la Orchestra de Paris. A ellos se unieron las voces de los coros del Bayerischen Rundfunks, Rundfunkchores Berlin y Kinderchores (coro de voces blancas) de la Filarmónica de Dresde. Los solistas fueron la soprano June Anderson, la contralto Sarah Walker, el tenor Klaus Konig y el bajo Jan Hendrik Rootering. Todo un conglomerado de intérpretes procedente de países que tuvieron participación en la vida de Berlín de los años precedentes.
Leonard Berstein se permitió la licencia de modificar el texto haciendo que se dijera Freihet (Libertad) en lugar de Freude (Alegría), alegando que "Estoy seguro que Beethoven nos daría su consentimiento". Seguro que Schiller también.
La grabación comienza con unos minutos en los que se explica el acontecimiento que ha originado su celebración e incluye la sinfonía completa. Tanto si la conoces como si no, es una ocasión privilegiada para buscar un momento en que escucharla cargada de más significado que nunca, con la presencia de uno de los más grandes músicos del siglo XX y un final emocionante en el momento de los saludos. Se trata, además, de una inmejorable forma de comenzar el centenario de Bernstein, para el que se ha creado el hashtag #Bernsteinat100 en Twitter.
Si dispones de poco tiempo, desde el minuto 57 de la grabación podrás acceder directamente al cuarto movimiento, donde comienza la génesis de una de las melodías más conocidas de la historia de la música, convertida en el himno de Europa.
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Páginas web interesantes:
- http://mundomejorchile.com/soli42.html
- https://leonardbernstein.com/about/conductor/historic-concerts/the-debut-concert-1943
- https://elcultural.com/revista/letras/Schiller-o-la-invencion-del-idealismo-aleman/16990
- http://people.fas.harvard.edu/~lab51/choral/images.html
Maravilloso post en el que ensalzas a la perfección la música de la Alegría - Libertad de la Oda de Schiller con la novena de Beethoven, obra paradigmática de la música que, aún hoy, enerva los ánimos de sus oyentes.
ResponderEliminarGracias,Urbano.
EliminarMe alegra que te haya gustado. La idea del post surgió a partir de un comentario tuyo sobre Bernstein hace unos días.
Un abrazo :-)