La rutina nos limita la mirada, el asombro y el pensamiento.
Lo que vemos nos sorprende, nos maravilla y llega a nuestro corazón o nuestro cerebro. Desde pequeños, el asombro es una cualidad que nos ayuda a descubrir el mundo, a adentrarnos en el conocimiento y dirigir nuestros pensamientos y acciones en determinadas direcciones.
Admirar la belleza de la naturaleza que cada vez está más alejada de nosotros, recrearnos en las aguas de los mares que nos rodean en playas atestadas de desconocidos bañistas, mirar el cielo para admirar los astros que pueblan las noches en ciudades tan iluminadas que no nos dejan verlos, o si vemos la Luna que se nos vuelve invisible, disfrutar de los sutiles cambios que se producen al amanecer o al anochecer cuando el tiempo no nos da margen para la pausa, hablar con amigos y familiares cuando los sonidos y las imágenes de las pantallas nos llenan de palabrería y platós televisivos se nos antojan cada vez más complicados.
¿Y si la naturaleza se hiciera más presente en nuestras vidas? ¿Y si la conversación tuviera su tiempo y su espacio? ¿Y si aparecieran dos Lunas sobre nuestras noches?
¿Qué ocurriría si dos Lunas estuvieran sobre nuestro cielo? ¿Y si pensamos qué podríamos sentir si giraran sobre nosotros? Acompáñanos en un paseo con dos lunas que surgen de la literatura y la ópera. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!
Pensemos por un momento en cómo podría a ser nuestro cielo si estuviera acompañado, no por una, sino por dos Lunas. En los comienzos del siglo XX se comenzaron y popularizaron de lo que fueron las primeras obras de ciencia ficción. Aunque con mucha más ficción que ciencia, Edgar Rice Burroughs, el autor de la saga novelas de Tarzán (que fueron una constante y agradable compañía en mi primera juventud), centró otro grupo de libros en su Serie marciana. Allí Burroughs inventó una serie de aventuras que en estos momentos se verían desfasadas en su concepción, ideas y no aguantaría ninguna mirada mínimamente científica.
Aún así, en la primera de las novelas, Una princesa de Marte, el prolífico escritor nos describe el hecho de que el planeta rojo tenga dos lunas y cómo se podrían desencadenar las noches marcianas.
Independientemente de errores ahora conocidos, como que las dos lunas iluminarían brillantemente la superficie marciana, un hecho descartado por la ciencia, te propongo imaginar cómo serían en nuestro planeta unas noches dominadas por dos lunas como Deimos y Phobos, cómo nos acompañarían y qué sensaciones nos producirían.
Dos obras destacan sobre todas las demás en el mundo de la ópera cuando de la Luna se trata. La primera, la más emblemática y conocida de todas pertenece a la Norma de Belllini.
Norma es uno de los grandes personajes femeninos que forman el universo de la ópera, un personaje casi proveniente del mundo de los mitos, como Medea o Lady Macbeth. Basada en Norma, ou l'infanticide (Norma, o la infanticida) de Alexandre Soumet, el personaje creado por Bellini muestra un amor hacia Polione y hacia sus hijos, a los que no asesina como ocurría en la obra original. Compuesta en colaboración con el libretista Felice Romani, Noma posee muchas facetas y sentimientos: Es la suma sacerdotisa de los galos, amante abandonada de un procónsul romano, virgen y madre secreta y una dura y enérgica rival cuando se trata de venganza.
En su aparición en escena, tras la cavatina Sediziose voci (Voces sediciosas), Norma entona la más famosa de las melodías de Bellini en que implora a la Luna que reine la paz. Es una melodía de una duración infinita en que el compositor hace que la melodía se vaya elevando en cada uno de sus segmentos a registros cada vez más alto.
Estrenada en el Teatro Alla Scala de Milán a finales de 1831, casi doscientos años más tarde, Casta diva nos hace elevar nuestros ojos hacia la Luna con una mirada que se siente eterna e intemporal y no nos cansamos de escuchar.
La soprano norteamericana Renée Fleming la interpreta en una versión en concierto en el Yusupov Palace de San Petersburgo celebrada en 2010 y en la que no interviene el coro.
No hay duda de que Haruki Murakami es uno de los escritores más conocidos de los primeros años del siglo XXI, con algunos detractores y muchos adeptos seguidores, y que ha tenido cabida en este blog en diferentes ocasiones.
Si Orwell imaginó una sociedad distópica con 1984, Murakami homenajea el título con su novela 1Q84, sustituyendo el número 9 por la letra Q cuyos sonidos son homófonos en japonés. Ese pequeño detalle acabará derivando en un sutil cambio en el Japón de 1984 en que se desarrolla la acción entre la instructora de gimnasio Aomame y el profesor de matemática Tengo.
El inicio de esta sutil alteración del mundo en que viven estos dos personajes solitarios e independientes comienza simplemente observando el cielo en una noche tranquila.
La emoción y lo insólito se cruzan en una mirada asombrada, un descubrimiento que nos vuelve la mirada al cielo.
Si Murakami nos hace imaginar dos lunas en la noche, el firmamento de la ópera también tiene otra luna similar a la que Bellini cantó y que puede ocupar con ella el espacio en nuestra mirada.
Antonin Dvorak es junto con Smetana uno de los grandes compositores nacionalistas checos, indudablemente el más internacional, tras su paso por los grandes escenarios europeos y americanos, tras su aventura como director del Conservatorio Nacional de Música con sede en Nueva York. Sus últimos años los dedicó a ejercer la dirección del Conservatorio de Praga, actividad que compaginó con la composición, entre otras, de su ópera más universal.
Rusalka es una palabra de origen ruso que viene a significar "mujer encantada" y hace referencia a las náyades, ondinas, nereidas y sirenas. Con un libreto basado en La sirenita de Andersen, Dvorak desarrolla en Rusalka una auténtica tesis sobre las interacciones entre el hombre y la naturaleza, unas relaciones cada vez menos armónicas y equilibradas, en las que destacan los temas relacionados con el bosque y el agua con una evidente influencia wagneriana.
Rusalka, una ninfa de los ríos se enamora de un príncipe humano, una relación imposible por ser él una criatura mortal, al contrario que ella. Antes de que la historia concluya trágicamente, en el Acto I, a solas, Rusalka canta un mensaje amoroso mientras que pide a la Luna que la acerque hacia su amado.
Este aria Mesicku na nebi hlubokém (Luna, que desde el cielo), también conocida como la Canción de la Luna, es equiparable a Casta diva y juntas ocupan dignamente la imagen quasi duplicada que Murakami nos presenta en 1Q84.
La interpretación corresponde de nuevo a la soprano americana Renée Fleming en una producción operística con subtítulos en castellano. El hecho de que la Fleming interprete esta ópera escrita en checo, un idioma poco habitual en la ópera, se debe a su ascendencia de este país centroeuropeo y el dominio del idioma.
No dejes de sorprenderte, no dejes de mirar al cielo.
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Bibliografía y webgrafía consultadas:
Bibliografía y webgrafía consultadas:
- Murakami, Haruki. 1Q84. Tusquets Editores, Barcelona 2012.
- www.kareol.es: Letras y traducciones de óperas y música vocal.
- Batta, András. Ópera. Compositores, obras, intérpretes. Könemann Verlagsgesellschaft mbHl, 1999, Colonia (Alemania)
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