Igual que la sociedad, la economía y la política, el arte ha ido cambiando con el paso del tiempo y los movimientos y relaciones que se producían en estos ámbitos. Esos periodos culturales han ido modificando la forma en que se representan e interpretan las distintas visiones. Desde las inciertas miradas medievales a las florecientes del Renacimiento o las fecundas del Barroco, cada periodo artístico ha ido sucediendo a los anteriores, absorbiéndolos y oponiéndose a ellos como forma de adaptación a las nuevas características sociopolíticas.
Estos movimientos artísticos se han fagocitado coexistiendo y yuxtaponiéndose en periodos cada vez más cortos, conforme cambiaban la sociedad y se mostraban los distintos puntos de vista de los creadores.
El comienzo del siglo XX fue un periodo crítico y convulso en todos los sentidos, lo que supuso que también lo fuera en la percepción del mundo que proporcionaban las artes. Surgieron multitud de movimientos artísticos, los llamados «ismos», entre los que destacaron algunos como el Surrealismo que destacó sobre los demás y, de una u otra forma, perduró en el tiempo, incluso hasta casi la actualidad.
Te propongo conocer algunos detalles del Manifiesto del Surrealismo publicado por André Breton el 15 de octubre de 1924 y del que se cumplen 100 años. Nos acompañan parte del texto y algunas obras de este movimiento. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!
El comienzo del siglo XX reflejó los conflictos sociales y políticos que marcaban el final de un tiempo de tipo imperial y colonial con unos cambios culturales que dieron como resultado la proliferación de movimientos artísticos que surgían como renovación de los anteriores a los que se oponían. Así, surgieron movimientos como el Impresionismo, Postimpresionismo, Simbolismo o Art Nouveau que estuvieron a caballo entre el final y el comienzo del siglo.
París se convirtió en un centro artístico reconocido en todo el mundo. Su ambiente sociocultural menos conservador que otras ciudades y sus distintas escuelas de arte, facilitaron el aumento de las galerías en las que se exponían y comercializaban obras de arte de los nuevos estilos y generaciones. Así, con epicentro en la capital francesa surgieron en los años previos a la Gran Guerra nuevos movimientos como el Fauvismo, el Cubismo o el Futurismo mientras en países como Alemania aparecían el Expresionismo, Die Brücke (El puente) o Der Blaue Reiter (El jinete azul).
Ya en los años de esa primera guerra apareció el Dada (Dadá) que comenzó sus andanzas gracias a Hugo Ball en el Cabaret Voltaire de Zurich, donde se llevaban a cabo espectáculos que aportaban un respuesta nihilista a los valores socialmente establecidos y que fueron protagonizados por poetas y pintores como Tristan Tzara, los hermanos Janco, Richard Hülsenbeck o Hans Arp. El Dadaísmo aglutinó a un grupo de creadores de otros ámbitos e «ismos» que se sintieron llamados a aportar su visión del mundo en las distintas exposiciones y antologías Dada que se realizaron.
Así, al comienzo de los años 20 del pasado siglo, los últimos dadaístas se instalaron en París: Tristan Tzara, Francis Picabia, Hans Arp o Max Ernst. La revista Littérature que dirigían André Breton y Louis Aragon dedicó uno de sus números al Dada y pronto asumieron algunos de sus postulados como la indagación en el inconsciente, la libertad de actuación o el uso de las asociaciones lógicas y contrastantes para el nuevo movimiento que sedesarrollaba en un tiempo convulso.
El Surrealismo surgió, pues, como heredero y continuador de los movimientos artísticos que lo precedieron, de forma más directa del Dadaísmo, y sin los cuales no habría existido. Tras unas desavenencias al condenar a Maurice Barrès que había ensalzado términos que rechazaban -los valores de la tierra o la patria-, la revista Littérature comenzó a distanciarse del Dadaísmo.
El término fue acuñado por Guillaume Apollinaire al fusionar sur (sobre, por encima de) y réalisme (realismo), pasando a nuestro idioma no como Sobrerrealismo que sería su traducción más literal, sino como lo conocemos.
Aunque comenzó como un movimiento eminentemente literario en el que trabajaban técnicas y estilos como los relatos oníricos o la creación de textos automáticos, terminó aglutinando diversas disciplinas artísticas.
Tres hechos decisivos contribuyeron a la creación del Surrealismo en 1924. En primer lugar, la publicación del Manifeste du Surréalisme por André Breton; en segundo lugar, el establecimiento de una sede para el grupo, Le Bureau de recherches surréalistes (La oficina de búsquedas surrealistas); por último, la creación de un órgano de prensa propio: La Révolution surréaliste.
Publicado el 15 de octubre de 1924 el Manifiesto del Surrealismo -en realidad el primero de ellos, ya que hubo dos y unos prolegómenos de un tercero-, estaba pensado originalmente como prefacio para el libro Poisson soluble (Pez soluble, un juego de palabras incongruente entre poisson -pez- y poison -veneno-) aunque tomó vida propia tras su aparición.
Este manifiesto defiende que el Surrealismo no es meramente literario o artístico, sino que representa una concepción del mundo, incidiendo en la importancia de la imaginación, la voluntad de creación y el amor, valores que sólo pueden realizarse cuando se tiene plena libertad.
Aunque publicados el primero en 1924, en 1930 el segundo y los inacabados prolegómenos en 1942 no fue hasta 1965 cuando aparecieron publicados en castellano con traducción, prólogo y notas de Aldo Pellegrini en la editorial argentina Argonauta con el título de Manifiestos del Surrealismo.
Dividido en distintos apartados el primer Manifiesto del Surrealismo recoge en sus cuarenta páginas, cómo no, la importancia de los estudios de Freud sobre el sueño y el inconsciente, como refleja el texto que nos acompaña.
Entre las distintas disciplinas artísticas, también la música tuvo su relación con el Surrealismo. Debido al carácter abstracto de la música es más complejo relacionarla con este movimiento, aunque sí podemos hablar de compositores surrealistas, pese a que no siempre sus obras lo sean. Donde se aprecia con más claridad es en los distintos ballets que se compusieron en los que el propio argumento, los decorados, el vestuario e incluso la coreografía muestran inequívocamente la pertenencia a este grupo.
El carácter surrealista de otras obras musicales es complejo de seguir, debiendo indagar en elementos como la ruptura de la estructura lógica de las obras tal como se concebían hasta entonces, el desarrollo de sonidos sacados de los sueños del compositor -algo que se había utilizado con relativa frecuencia antes de la aparición de este movimiento-, el uso de la mezcla de lenguajes musicales, la incorporación de distintos ritmos sacados del jazz y la música popular o el empleo de la politonalidad. Así, el compositor superpone distintos lenguajes para crear imágenes oníricas.
Entre los compositores que crearon obras surrealistas destacan Erik Satie (aunque por su carácter, no quiso pertenecer a ningún grupo ni movimiento), Pierre Schaeffer, Pierre Henry, Darius Milhaud, George Antheil, Francis Poulenc o Luigi Roussolo, a lo que se podrían agregar otros como Meredith Monk, autor contemporáneo.
Darius Milhaud (1892-1974) formó parte del grupo Les Six (Los Seis) junto a Georges Auric, Louis Durey, Arthur Honegger, el citado Poulenc y la compositora Germaine Talleferre, grupo que se oponía al wagnerianismo y al impresionismo musical y que comenzaron siguiendo a Satie.
Entre sus obras destacan Brebis égarée (Oveja descarriada), Le pauvre matelot (El pobre marinero) o una obra poco conocida, la tercera parte de la trilogía de Beaumarchais formada por El barbero de Sevilla, Las bodas de Fígaro y su La mère coupable (La madre culpable).
Además de estas obras, su pieza más conocida es Le boeuf sur le toit (El buey en el tejado, Op. 58, de 1919). Pensada originalmente para violín y piano se creó con la intención de acompañar una película muda de Charles Chaplin, aunque acabó como un ballet pantomima con argumento de Jean Cocteau. Para el estreno en enero de 1920 contó con vestuario de Guy-Pierre Fauconnt y decorados de Raoul Dufy.
La música tiene una clara inspiración brasileña, ya que Milhaud estuvo trabajando en embajada de Río de Janeiro durante unos años, así como el título, basado en el título O boi no telhado de José Montero. Subtitulada Cine-Sinfonía sobre temas sudamericano puesta en farsa por Jean Cocteau, no tiene un argumento en sí. El decorado muestra la barra de un bar estadounidense por el que van desfilando diversos personajes: un corredor de apuestas, un enano, un boxeador, una mujer vestida como un hombre, varios hombres vestidos como mujeres o un policía que muere decapitado por las aspas de un ventilador y resucita más tarde. El estribillo aparece hasta catorce veces en la obra en doce tonalidades distintas.
La coreografía del estreno era muy pausada, como en una película a cámara lenta que contrastaba con la música y el cine de la época. Además los intérpretes no eran bailarines, sino que se buscaron entre los componentes del circo, entre ellos los Hermanos Fratellini.
La interpretación de El buey en el tejado está a cargo del Teatr Wielki Poznan Orchestra dirigida por Gabriel Chmura con una coreografía de Ran Arthur Braun que se inspira en la película para laque esta pensada inicialmente y que se llevó a cabo en el citado teatro el 31 de diciembre de 2014.
Max Ernst fue quien trabajó de forma más sistemática la «producción automática». En su serie de dibujos Histoire Naturelle (Historia Natural) utilizó la técnica del frottage en la que frotaba un lapicero o un pastel sobre una hoja colocada sobre una superficie áspera -telas, hojas de árbol o cualquier material de superficie rugosa y áspera- que generaba en el inconsciente una imagen que agregar al cuadro. También utilizaba el collage que le permitía establecer una ruptura al provenir las imágenes de un conflicto entre elementos de distintos contextos, además de generar una comprensión radicalmente nueva. Así, si Ernst e Yves Tanguy yuxtaponían en sus obras imágenes u objetos incongruentes, Jean Arp y Joan Miró se centraban más en la utilización del automatismo para realizar obras sin un tema previamente establecido.
El Surrealismo aparecía así, en todas sus vertientes como un movimiento radical en sus postulados tanto estéticos como políticos, antiinstitucional en sus planteamientos, pero heterogéneo al carecer de un carácter normativo.
Parte del éxito del Surrealismo radica en el uso de esas técnicas innovadoras a las que habría que añadir el Cadavre exquis (Cadáver exquisito) basado en un juego de mesa en el que cada jugador escribía por turnos en una hoja mirando sólo la frase escrita por el jugador anterior y donde surge un texto final que cumple con las características propias de este movimiento artístico.
Es más importante en el desarrollo y éxito del Surrealismo el hecho de que más que las pautas o las normas de otros movimientos, se plantearon algunas claves de trabajo como las técnicas citadas.
Max Ernst, L'Évadé (El fugitivo) de Historia Natural (1926). MoMA, Nueva York |
Volviendo al primer Manifiesto del Surrealismo, André Breton dedica parte del mismo a definir el término desde el punto de vista del diccionario y la enciclopedia. También cita a algunos de los creadores que siguen este movimiento y, por último, desarrolla brevemente por qué razón algunos autores, muchos de ellos de tiempos muy anteriores, desarrollan en sus obras algunos aspectos relacionados con el Surrealismo.
Contando con lo que comenté en el apartado anterior, la música del Surrealismo, tiene unas características propias que se pueden agrupar en:
- La experimentación del sonido, las estructuras musicales y las técnicas menos convencionales.
- El uso de la disonancia con la finalidad de crear sensaciones de inquietud y extrañeza.
- El uso de elementos aleatorios para crear sorpresa en los oyentes al romper las expectativas presentes en la música convencional.
- El gusto por lo irracional y lo subjetivo a través de la exploración del inconsciente.
- La exploración de elementos literarios o pictóricos para incorporarlos al lenguaje musical.
- La colaboración entre diversas disciplinas, especialmente con el cine, la poesía o la pintura para crear obras donde confluyan estas artes.
Uno de los más originales y de quien traté en hace unas semanas traté su figura en Me llamo Erik Satie, como todo el mundo, tiene muchas obras que se pueden agrupar bajo el prisma del Surrealismo, de modo especial su ballet Parade.
En Embryons deséchés (Embriones desecados) es una obra escrita en 1913, una década antes del manifiesto. Se trata de una suite para piano en forma de parodia del que el propio autor escribe en el prólogo a la misma: «Esta obra es totalmente incomprensible, incluso para mí. Con su singular profundidad, me sorprende siempre. La escribí a mi pesar, empujado por el destino. ¿Quería ser gracioso? No me sorprendería y estaría en consonancia conmigo. No obstante, no seré indulgente con quienes lo ignoren. Háganselo saber».
La pieza se compone de tres partes bien diferenciadas:
Embrión de holoturia o pepino de mar seco.
Embrión desecada de edrioftalma.
Embrión seco de podoftalma.
La interpretación de estos embriones corresponde al pianista Daniel Varsano en un montaje realizado por John R. Grabach, John Arthur Lomax y Javier Calvo.
Entre el primer y segundo manifiestos se desarrolló un período que Breton calificó como «razonador» durante el cual se llevó a cabo la primera exposición de pintura surrealista en la Galerie Pierre parisina con obras de Arp, De Chirico, Ernst, Klee, Man Ray, Miró, Picasso, Masson y Pierre Roy. La toma de conciencia política con la adhesión al Partido Comunista y la polémica que creó dentro del grupo -Miró, por ejemplo, fue expulsado por no afiliarse al partido- llevó al grupo a tomar dos caminos paralelos: el de la revolución política con Aragon y Sadoul y el de la exploración del subconsciente, encabezado por Dalí con su método paranoico-crítico.
En literatura el movimiento surrealista estuvo representado fundamentalmente por Guillaume Apollinaire, el propio Breton, Antonin Artaud, Jacques Prévert o René Char. En pintura, por Marcel Duchamp, Joan Miró, Dalí, Max Ernst y André Masson entre otros, a los que se podrían agregar algunos autores de obra más personal e inclasificable como René Magritte o Vasily Kandinsky, las mexicanas Frida Kahlo y Remedios Varo. En el cine destacaron fundamentalmente Jean Cocteau y Luis Buñuel, a quien se debe una de las películas cumbres de este movimiento Un perro andaluz (1929).
El manuscrito original del primer Manifiesto del Surrealismo fue rescatado por el Ministerio de Cultura francés en 2017 durante una subasta entre particulares y se le declaró «tesoro nacional».
En el último texto que nos acompaña, Breton se pregunta sobre el talento para citar algunas frases de los escritores del grupo.
Una de las razones que justifican la importancia y la influencia del Surrealismo es su capacidad de crear distintos tipos de obras y de utilizar las técnicas y los principios para generar obras a lo largo del tiempo. Muchos son los autores que han coqueteado con sus ideas y siguen creando obras con ellas en las distintas disciplinas.
Imagen de Charles Chaplin en Ballet Mecanique |
Natural de Estados Unidos, George Antheil (1900-1959) se estableció en 1923 en París, donde comenzó a relacionarse con personajes como Erik Satie, Man Ray, Picasso, James Joyce o Hemingway. Difícil de encuadrar en algún movimiento concreto, se le puede relacionar con el Dada, el Surrealismo o el Futurismo, siendo a su regreso a Estados Unidos inventor, junto a la actriz Hedy Lamarr del Espectro ensanchado que permitía las comunicaciones inalámbricas a larga distancia y que fue el precedente del WiFi.
En este ámbito, finalizo esta publicación con una de sus obras en la que se combinan varias disciplinas, Ballet mecanique, una de sus piezas más conocidas en la que utiliza una orquestación a base de pianos, percusiones, hélices de avión y timbres eléctricos. Dirigida por Fernand Léger y Dudley Murphy a partir de su música. Se trata de una película homónima de 1924 donde participaron Ezra Pound, Alvin Langdon Colburn y Man Ray donde la sincronización musical la realizó el propio compositor. En Ballet mecanique se combinan de forma hipnótica imágenes abstractas, ritmos mecánicos y sonidos industriales para construir un retrato dinámico y futurista de la vida de su época en la que se exploran al límite las posibilidades del cine.
El enlace que nos acompaña es la versión canónica realizada en 2016 por Ortiz Morales en colaboración con el Ensemble Modern de Frankfurt donde se buscaron los patrones rítmicos, visuales y musicales, los llamados «cánones numéricos» que los autores intentaron utilizar como plantilla para la sincronización entre imágenes y música y que no se pudo llevar a cabo en su momento.
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- Breton, André. Manifiestos del Surrealismo, Editorial Argonauta, traducción prólogo y notas de Aldo Pellegrini (2014). ISBN: 9789509282636.
- Breton, André. Manifiestos del Surrealismo, Editorial Argonauta, traducción prólogo y notas de Aldo Pellegrini. pdf.
Hola, Miguel, cuánto juego ha dado el surrealismo... Ahora lo vemos hasta normal en muchas obras, en la época en que nació fue un bombazo, y nunca mejor dicho.
ResponderEliminarUn artículo muy completo, como siempre y nada surrealista... 😉
Un abrazo. 🤗
Gracias, Merche.
ResponderEliminarEs de esos movimientos que han arraigado y tenido una gran influencia y persistencia en el tiempo.
Un fuerte abrazo :-)
Brillante artículo, Miguel.
ResponderEliminarUn abrazo enorme.
Gracias, Estrella.
EliminarEs un movimiento que ha trascendido en el tiempo.
Un enorme abrazo :-)