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¿Escribimos a mano o con teclado?

Una de las principales habilidades que poseemos los seres humanos consiste en la capacidad de realizar movimientos que relacionan nuestro cuerpo con nuestra mente y nos permiten reconocer, interpretar y actuar sobre cuanto nos rodea. Esos movimientos son más sutiles en determinadas partes del cuerpo, de forma especial en nuestras articulaciones superiores, las manos. 
Nuestras manos son el órgano de movimiento más sofisticado y diferenciado que existe, siendo biomecánicamente la parte más compleja de nuestro organismo, añadiendo a su funcionalidad el hecho de tener un pulgar en una posición que le permite asir objetos de diverso tamaño de diversas formas.
A la habilidad para manipular y construir objetos de forma precisa le añadimos el hecho de utilizar nuestras manos para comunicarnos a través de ademanes y gestos con los que podemos mostrar nuestras vivencias interiores, por lo que podemos expresar emociones y sentimientos, además de aprobación, negación o enfatizar algunos tipos de reflexiones.
Todos estos movimientos están conectados con el cerebro, de modo especial a través del sentido del tacto y el movimiento. 
Durante siglos hemos ido adiestrando y especializando los movimientos de la mano con la creación, confección y fabricación de distintos objetos y productos, la elaboración de comidas o la producción de obras de artesanía y artísticas. 
Aunque en algunos momentos ese trabajo se ha asociado a obreros y artesanos y se les ha opuesto al trabajo realizado con la mente, de modo especial en las últimas décadas, su importancia es capital en nuestro desarrollo y existencia.
Con la llegada de las nuevas tecnologías nos vemos envueltos en una revolución que está haciendo desaparecer, no ya distintos oficios, sino incluso algunas funciones en nuestro organismo. Sobre todo para nuestro beneficio, aunque también tiene sus inconvenientes.
Es cierto que nos ahorran tiempo en algunas funciones como la memorización, el acceso a datos y servicios o la escritura. Ya no nos sabemos los números de teléfono o las direcciones de email de nuestros familiares y amigos más cercanos, sino que los tenemos guardados en la agenda de nuestro móviles o dispositivos, nunca hemos tenido acceso a tanta cantidad de música o películas alojadas en distintas plataformas.
Con el cálculo o la escritura también nos ocurre algo similar. Prácticamente no realizamos operaciones con papel y lápiz -o bolígrafo-, sino con la calculadora, y escribimos mucho más -o exclusivamente- con teclado en lugar de utilizar el bolígrafo. Hemos ganado mucho con los procesadores de texto que tienen nuestros dispositivos y con algunas aplicaciones de mensajería. De hecho, en algunos países nórdicos se ha eliminado hace unos años el uso del lenguaje manuscrito en los planes de estudio. Afortunadamente están dando marcha atrás y volviéndolo a retomar en los últimos años.
En esta publicación te invito a reflexionar sobre la importancia de utilizar la escritura manuscrita o a través de teclado para comunicarnos por escrito. Nos acompañan textos de o sobre Paul Auster, Neruda, J. K. Rowling, Graham Greene y músicas de Giordano y Leroy Anderson. Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!


En primer lugar, la escritura es un tema amplio y diverso y debemos considerarlo como tal. No es lo mismo escribir en algunos trabajos que podríamos considerar como de «oficina» (informes, contratos, documentos oficiales...) o de tipo literario o personal como son la poesía, las novelas o determinadas cartas, pese a que estas se han sustituido por otros tipos de mensajes. Aún así, en estos casos veremos cómo el resultado será diferente según el medio que utilicemos.

Cuando el filósofo Friedrich Nietzsche comenzó a perder la visión que le impedía escribir, recibió un regalo que le permitió seguir haciéndolo: una «esfera de escribir Mallin-Hansen», un aparato con teclas predecesor de las máquinas de escribir. Tras un tiempo para hacerse al teclado, continuó escribiendo, aunque uno de sus amigos, el compositor Heinrich Köselitz, comprobó que su lenguaje se había vuelto más escueto y esquemático, así como algunos de sus razonamientos.
Ya en nuestros días se están realizando estudios que muestran que escribir a mano es un acto más integrado en el cuerpo que implica un conjunto de procesos sensoriales y motrices más complejos para cada letra que escribimos, lo que generará una huella en la memoria más profunda y duradera. Además, la escritura con teclado es más costosa en cuanto a los recursos mentales que utilizamos (dónde está la tecla, qué dedo la pulsa, los espacios, la corrección de errores...), lo que nos llevará a procesar mayor cantidad de elementos mientras escribimos.


Muchos escritores como el recientemente fallecido Paul Auster escriben un primer borrador de sus novelas a mano y después lo pasan a máquina, algunos de ellos personalmente, otros gracias a un ayudante que los transcriben para revisiones ulteriores.
Publicado en 2003, Ensayos completos recoge diversos textos que van desde historias reales, ensayos, prefacios, entrevistas y otro tipo de obras del autor de Trilogía de Nueva York o El libro de las ilusiones. El primero de los textos que nos acompañan es el inicio de un artículo escrito en junio de 2000 titulado Historia de mi máquina de escribir en la que el novelista norteamericano explica su historia compartida con un instrumento de escritura que le acompañó durante muchos años. Su apego a su máquina Olympia y su aversión a los teclados se muestran en el texto de esta autor que llegó a manifestar: «Nunca consigo pensar con claridad con los dedos en esa posición. Un lápiz o un bolígrafo son instrumentos mucho más primitivos: sientes cómo las palabras salen de tu cuerpo y luego las entierras en cada página».


Afortunadamente, según algunos estudios, los escritos realizados a través de los procesadores de texto y los teclados suelen ser más extensos y con una mayor calidad en su estructura, además de ser de mucha más utilizad en personas con problemas en la lectoescritura o la psicomotricidad fina.

Una de las piezas más recurrentes y originales referidas a los teclados es The typewriter (La máquina de escribir, 1950) de Leroy Anderson (1908-1975), un compositor especializado en música ligera para orquesta, la mayoría de cuyas obras fueron estrenadas por la Orchestra Boston Pops.
La protagonista de esta composición es una máquina de escribir modificada en la que se utilizan dos teclas, la campana -se puede ser externa o una calabaza musical- y el mecanismo de retorno del carro y que suele ser interpretada por un percusionista por la dificultad que su pone su manejo.
Nos acompaña una versión con la Orquesta y Coro de Voces para la Paz (Músicos Solidarios) con Alfredo Anaya manejando la máquina y la dirección de Miguel Roa en un concierto que se llevó a cabo en el Auditorio Nacional de Música de Madrid en 2011. Para disfrutarlo con una sonrisa.


Escribir a mano implica la participación simultánea de varios sentidos. Mantener y guiar un bolígrafo con los dedos presionando sobre un papel y mover levemente la mano para redactar letras y palabras requiere una gran parte de nuestra atención y suponen una compleja habilidad cognitivo-motora. 
Aprender una nueva palabra supone conectar un símbolo abstracto como un conjunto de letras o un ideograma con una información de tipo visual, auditivo y motor, además de la comprensión de su significado. Según Robert Willey, profesor de psicología de la Universidad de Carolina del Norte Greensboro«La escritura manuscrita puede activar más conexiones a través de estas dimensiones en comparación con la escritura mecanográfica».


Pablo Neruda tuvo un proceso curioso para la escritura de su poesía. Se inició a mano, después la abandonó por la máquina de escribir, pero un percance lo obligó a volver a la manuscrita. Cuando fue candidato a la presidencia de Chile le hicieron una entrevista en The Paris Review que se centró fundamentalmente en ese hecho, aunque tangencialmente se tocaron temas como los momentos y lugares en los que escribía y cómo lo hacía. 
El texto que nos acompaña es un extracto de esa entrevista recogida en el nº 51 publicado en Invierno de 1971 y realizada por Rita Guiber con el título de Pablo Neruda, The art of poetry, nº14, originalmente en inglés. En él reflexiona sobre los cambios que notó en su poesía cuando volvió a escribir a mano.


Hace no muchas décadas no existía esta duda, ya que todo se escribía a mano, con tinta y pluma hasta la aparición de lápices y bolígrafos, aunque en determinados casos, eran los amanuenses y ayudantes los que lo hacían, además del hecho de que algunas personas no sabían leer ni escribir.
Hoy en día la situación es radicalmente distinta. Si pensamos cuándo fue la última vez que hicimos la lista de la compra o tomamos una anotación rápida, posiblemente fuera con el teclado del móvil o con una nota de voz. Las pantallas y los teclados han ido desplazando de forma gradual pero implacable nuestras rutinas habituales.

Estrenada en 1896 en el Teatro alla Scala de Milán, Andrea Chénier es una ópera de Umberto Giordano y libreto de Luigi Illica -colaborador habitual de Puccini- está inspirado libremente en la vida del poeta francés del mismo nombre. Se trata de uno de los hombres que se adhirió pronto a los postulados de la Revolución Francesa y que acabó muriendo en la guillotina en el Periodo del Terror
Dividida en cuatro actos, el último de ellos se desarrolla en la prisión donde está recluido el poeta a la espera del cumplimiento de su condena. Junto a Roucher, que está en su misma celda, Chénier está componiendo con capel y pluma un poema que recita a su compañero de infortunio.
El tenor Franco Corelli interpreta Come un bel di di maggio (Como un bello día de mayo) en una versión cinematográfica de Andrea Chénier realizada en 1973 con subtítulos en castellano. Siguiendo el razonamiento de Neruda, si hubiera tenido la posibilidad de escribir con un teclado, la emoción de sus versos habría sido diferente.


En los estudios que tratan la relación que existe entre la escritura y la memoria se evidencia que las personas recuerdan con más calidad aquello que han escrito de forma manual que lo que han realizado a través de un teclado, según afirma Naomi Susan, profesora emérita de la American University of Washington D.C. 


Dos autores conocidos prefieren también plantear sus novelas de forma manuscrita antes de pasarlas por el teclado y revisarlas.
Graham Greene escribía siempre el primer borrador a mano en sesiones que suponían exactamente 500 palabras -ni una más, ni una menos-, aunque con el paso del tiempo la cifra se redujo a 300. En Editar la vida, el editor Michael Korda trata su relación con personajes como Tennessee Williams, Henry Kissinger, Richard Nixon, Harold Robbins o el propio Graham Greene
Korda pasó unas vacaciones de verano en un barco con el autor de El tercer hombre, Nuestro hombre en la Habana o El factor humano y narra en su libro la rutina de trabajo que seguía mientras escribía El fin del romance.


Una de las escritoras más leídas de nuestros días, J. K. Rowling, la autora de la saga de libros de Harry Potter, utiliza también la escritura manuscrita para planificar y realizar un primer borrador de sus novelas. 
El texto que nos acompaña pertenece a una entrevista realizada a la escritora inglesa y publicada por Amazon.com al comienzo de la primavera de 1999 con el título de Magic, Mistery, and Maynem: An interview with J. K. Rowlling.


El hecho de que la escritura manual una varias tareas simultáneamente como sostener el bolígrafo, acomodar el cuerpo y el papel, desarrollar un conjunto de movimientos con el brazo y la mano y nos obligue a mantener nuestra concentración son algunos de los factores que contribuyen a que nuestra caligrafía muestre los rasgos de nuestra personalidad, como suele ocurrir con las pruebas periciales. La forma en que ligamos las letras, la inclinación, la forma y el tamaño de las mismas son un indicio de la personalidad que mostramos cuando desarrollamos nuestros pensamientos, sentimientos y emociones por escrito.
Estas relaciones nos permiten desde pequeños desarrollar con mayor profundidad nuestra memoria y aprendizaje. Según Lisa Aziz-Zadeh, profesora del Instituto del Cerebro y la Creatividad de la Universidad del Sur de California «nuestro cerebro  evolucionó para procesar información sensorial y motora».
En el sentido contrario, el teclado y los procesadores de texto nos permiten una inmediatez que surge del vertiginoso ritmo de vida en el que estamos inmersos, por lo que con frecuencia debemos conjugar esta velocidad con la pérdida de profundidad.


Estrenada en 1963, Who's minding the store? (Lío en los grandes almacenes) es una comedia dirigida por Frank Tashlin y protagonizada por Jerry Lewis y Jill St. John. En ella, el inimitable actor cómico norteamericano interpreta una de sus escenas más conocidas con la música que iniciaba esta publicación, The typewriter de Leroy Anderson. Jerry Lewis da un giro de vuelta a la pieza al no utilizar la máquina y nos muestra, solo con gestos, que lo más importante para escribir no es el bolígrafo o el teclado, sino poner nuestra inteligencia y pensamiento a su servicio.


En mi caso, suelo escribir prácticamente todo con teclado, utilizando procesadores de texto, notas en el móvil, además de organizar lo que escribo y voy a escribir en diversos documentos online que puedo editar desde cualquiera de los dispositivos que utilizo.
Hasta hace poco utilizaba una pluma para tomar anotaciones sobre las publicaciones del blog o datos sobre el tiempo u otros temas en algunas libretas. Al estropearse con el tiempo, suelo usar ahora bolígrafos de gel que son los que más adecúan la tensión de la mano y la velocidad con la que escribo a mis ideas y pensamientos.
Y tú, ¿te has parado a pensar en esto? ¿Con qué sueles escribir? ¿Utilizas diversas modalidades según las circunstancias, lo haces siempre con los mismos instrumentos? ¿Piensas que si cambiaras de uno a otro cambiaría tu forma de escribir? ¿Qué hacemos, qué haremos, escribimos a mano o con teclado?

No me resisto a dejar inconcluso el artículo de Paul Aster sobre su máquina de escribir, así que finalizo con su continuación. El escritor muestra una faceta inusual en su acompañante mecánico tras ser descubierta por el pintor Sam Messer, descubre que tiene deseos y estados de ánimo propios y finaliza reflexionando sobre el tiempo que llevan juntos.

Paul Auster y su Olympia

Finalizo esta reflexión con una frase de Audrey van der Meer, profesora de Neuropsicología de la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología«Practicar un poco la escritura a mano es una actividad muy buena para el cerebro. Es como hacer trabajos de mantenimiento por una carretera muy transitada».

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Bibliografía y webgrafía consultadas:

4 comentarios:

  1. Hola Miguelángel, un artículo muy bueno. Me gusta como introduces tu reflexión y dejas buenas preguntas. En mi caso, suelo escribir según el momento y lugar, osea, a veces más durante el día, con el móvil, y el ordenador. Por la noche suelo hacerlo en el blog que reposa en mi mesita que es como me gusta más. En esas horas de serenidad acompañada por la luz de la luna, que como siempre digo es testigo de nuestros sueños. Un abrazo

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    1. Gracias, Nuria. Tus ideas van por los distintos dispositivos hasta tomar forma. Seguro que esa luz de la luna también ayuda a darles la sensibilidad que muestras en tus escritos.
      Un fuerte abrazo :-)

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  2. Completo e interesantísimo artículo compañero. Escribir a mano es un acto casi primitivo que conecta nuestro espíritu con todos nuestros "yos". En mi época de estudiante resumía los temarios a mano para memorizar e interiorizar, y funcionaba. En mi época de periodista dejé prácticamente de escribir a mano. En la de escritora lo he retomado (tibiamente, la verdad) para tomar notas, esquematizar historias, apuntar datos etc. y me doy cuenta de que me cuesta muchísimo escribir a mano, pero trato de no perderlo. Gracias por el currazo de este post. El video de Lewis con la máquina figurada me ha desbloqueado recuerdos preciosos...

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    1. Gracias, Matilde.
      Aunque la finalidad sea comunicarnos, el medio por el que lo realizamos influye en nuestra forma de expresarnos y mostrar nuestra sensibilidad. También utilizaba mis resúmenes a mano como técnica de estudio, pero el uso del teclado y, sobre todo los procesadores de texto facilitan mucho el trabajo. Aunque nuestra forma de escribir no tenga nada que ver con los ideogramas del lejano oriente, es bueno no perder el tacto y el contacto con el papel al escribir.
      Un fuerte abrazo :-)

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